Cartas - Lima, 4 de julio de 1826). A S. E. el general F. de P. Santander

Cartas

Lima, 4 de julio de 1826).
A S. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Ayer recibí la carta de Vd. del 6 de mayo y diferentes pa peles públicos y correspondencias privadas que me han dejado sin dormir toda la noche, no porque añadan nada de nuevo a lo que antes había, sino porque me confirman mis antiguas ideas de que todo está perdido. Ni federación general ni constituciones particulares son capaces de contener a estos esclavos desenfrenados: sobre todo ahora que cada cual tira por su lado.
Yo veo al congreso del Istmo como a una representación teatral, y veo nuestras leyes como Solón, que pensaba que sólo servían para enredar a los débiles y de ninguna traba a los fuertes. En tanto que esto pasa por mí, los diaristas proclaman a los héroes bajo las leyes y a los principios sobre los hombres. Aquí de la ideología. Esta será la patria celestial donde las leyes personificadas van a combatir por los héroes y los principios, como los genios del destino, dirigirán las cosas y gobernarán a los hombres. Vírgenes y santos, ángeles y querubines serán los ciudadanos de este nuevo paraíso. ¡Bravo! ¡bravísimo! Pues que marchen esas legiones de Milton a parar el trote a la insurrección de Páez, y que puesto que, con los principios y no con los hombres, se gobierna, para nada necesitan ni de Vd. ni de mí. A este punto he querido yo llegar de esta célebre tragedia, repetida mil veces en los siglos y siempre nueva para los ciegos y estúpidos, que no sienten hasta que no están heridos. ¡Qué conductores!
El general Páez me ha escrito con fecha 6 de abril y me manda otras cartas que manifiestan el estado amenazador contra él; todo esto promovido, según dicen, por dos o tres esclavos de los de Morillo, que son ahora los amos de sus libertadores.
Mucho me alegro de que el congreso se haya podido reunir para que dicte providencias en la crisis del día; que cuente con todo lo que depende de mí; pero no conmigo. Yo no quiero más guerras civiles: cuatro he sufrido en catorce años y el vituperio cae siempre sobre el vencido y el vencedor. Repito que todo está perdido si Páez continúa en su principio insurreccional, porque cuando una cosa está colocada falsamente, el menor vaivén la derriba. Desgraciado del que cae debajo; yo no quiero ser ese; estoy fatigado de ejercer el abominable poder discrecional, al mismo tiempo que estoy penetrado hasta adentro de mis huesos, que solamente un hábil despotismo puede regir a la América. Estamos muy lejos de los hermosos tiempos de Atenas y de Roma y a nada que sea europeo debemos compararnos. El origen más impuro es el de nuestro ser: todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen. Nosotros somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la América a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espurios de estos enlaces con los frutos de esos esclavos arrancados del África. Con tales mezclas físicas; con tales elementos morales ¿cómo se pueden fundar leyes sobre los héroes, y principios sobre los hombres? Muy bien: que esos señores ideólogos gobiernen y combatan y entonces veremos el bello ideal de Haití, y los nuevos Robespierres serán los dignos magistrados de esa tremenda libertad. Yo repito: todo está perdido, y como todo marcha en sentido inverso de mis ideas y de mis sentimientos, que no cuenten conmigo para nada. Si el gobierno o el congreso me llama, iré a Colombia, y desde Guayaquil diré en un tono solemne lo que acabo de pronunciar en esta carta.
Me parece imposible restablecer las cosas como estaban antes y, sin duda, éste será el deseo de los que no saben más que continuar a la española. También es imposible hacer nada de bueno con simples reformas legales; digo más, ya estamos hartos de leyes, y de leyes parecidas en todo a las de los liberales de España. Así será el efecto, ¿pero qué digo? ¿dónde está el ejército de ocupación que nos ponga en orden? Guinea y más Guinea tendremos: y esto no lo digo de chanza, el que escape con su cara blanca será bien afortunado: el dolor será que los ideólogos, como los más viles y más cobardes, serán los últimos que perezcan: acostumbrados al yugo, lo llevarán fácilmente hasta de sus propios esclavos. Los genios de esta tempestad, Pérez, Michelena, de Francisco y esos otros miserables, serán los que soplen los primeros fuegos de la hoguera adonde vayan a consumirse todas nuestras reliquias; ellos serán los últimos por recompensa. Jamás se ha sonado el clarín de la alarma vana mente; todos los oyen y todos se preparan al combate, amigos y enemigos. Habiendo sido los legisladores los trompetas, su voz no será desoída como en Caracas, donde el grito de la ley no ha sido escuchado por sus habitantes, mas en recompensa se castiga al celoso que pretendía cumplirla, digno delito de esa patria celestial.
Mando a Vd. los papeles de Bolivia que dicen cuanto ha pasado allí en la instalación del congreso; yo le he dicho al general Sucre que el nacimiento y la vida de Bolivia es un himno de la sabiduría, casi todos los matrimonios tienen felices bodas... y después. . .
Ya sabía la llegada del agente francés.
Revenga me dice que Vd. le insta porque tome la secretaría de hacienda; elección que apruebo aunque considero que todo, en el día, es agua de cerraja.
No sólo los banqueros de Colombia han quebrado en Inglaterra sino seiscientas casas más.
Soy de Vd. el mejor amigo.

BOLÍVAR

17 de diciembre de 1814 - A los ciudadanos de Cundinamarca.

17 de diciembre de 1814
Simón Bolívar, general en jefe del ejército de la unión
A los ciudadanos de Cundinamarca.
Las necesidades del ejército son notorias: está desnudo y hay cerca de un año que no recibe sueldos. En la urgente necesidad de seguir sus marchas contra nuestro común enemigo sus escaseces lo exponen a perecer antes por la intemperie y por el hambre, que por las fuerzas contra quienes ha de combatir: y la falta de sueldos lo priva de las pocas comodidades que podría procurarse.
He creído que conociendo vosotros el estado de las rentas de la República, vuestra liberalidad se apresurará a remediar aquellas faltas: y fiado principalmente en vuestro patriotismo he nombrado una comisión de doce ciudadanos respetables que recojan vuestros donativos: otros medios, más seguros en otras partes, son indignos de un pueblo libre y generoso. El soldado que expone su vida por defender la vida y libertad de sus conciudadanos, merece la gratitud general: y sus faltas son un título Justo a que partamos con él nuestro superfluo.
Ciudadanos de Cundinamarca, mostrad vuestra gratitud a los defensores de la patria.
Santa Fé, 17 de diciembre de 1814.
SIMÓN BOLÍVAR.
provincias unidas

Discursos - Palabras dirigidas al coronel al recibir de sus manos el titulo de hijo benemérito del estado de Cartagena Caracas 3 de mayo de 1814.

Palabras dirigidas al coronel al recibir de sus manos el titulo de hijo
benemérito del estado de Cartagena
Caracas 3 de mayo de 1814.

Nada puede serme más lisonjero que verme colocado entre los hijos beneméritos del Estado de Cartagena. Acepto, pues, con la más cordial gratitud un titulo que por todos respectos lisonjea mi corazón. Yo recibí de aquel Estado los auxilios que me pusieron en aptitud de libertar a mi patria. Yo combatí con los bravos cartagineses, cuyo denuedo ayudó constantemente mis esfuerzos. Si he tenido la gloria de romper las cadenas de mi país esclavizado, lo debo principalmente al acogimiento favorable y a los generosos sacrificios que merecí del Estado de Cartagena. Estos jamás se borrarán de mi memoria. La amistad más sólida, la unión más perfecta reinarán siempre entre Cartagena y Venezuela. Nuestros vínculos aumentarán la grandeza de la República y nuestros enemigos al vernos unidos abandonarán el loco proyecto de dominarnos que les ha fascinado. Los hijos de Cartagena y Venezuela serán los hijos de una misma familia, unidos por reconocimiento, unidos por amor e intereses mutuos. Yo, a nombre de los pueblos que tengo la gloria de mandar, y que me han confiado su custodia durante la guerra, ofrezco al Estado de Cartagena cuanto esté de mi parte y pueda contribuir a la destrucción de nuestros enemigos y a nuestra mutua seguridad.

Ley Marcial

Simón Bolívar,  libertador de Venezuela y general en jefe de sus ejercitos
Por cuanto las circunstancias actuales exigen grandes sacrificios para consolidar la libertad de Venezuela, vengo en declarar y proclamar la ley marcial, a que estarán sujetos todos los individuos de la República, exceptuando solamente el Clero.
Por ley marcial se entiende la cesación de toda otra autoridad que no sea la militar; y ocho horas después de esta publicación, comenzará a ejercerse en toda su fuerza y rigor.
Todos los ciudadanos se presentarán antes de tres horas cumplidas después de esta publicación, con sus armas y todas las bestias y monturas que posean, en la Plaza Mayor, donde se les dará destino.
Los que contraviniesen en algo el tenor de los anteriores artículos serán juzgados y sentenciados como traidores a .la Patria, tres horas después de comprobado el delito, debiendo ejecutar y hacer cumplir el anterior mandato en los pueblos que no haya Comandante Militar, los Políticos.
Publíquese y circúlese donde corresponda.
Cuartel General de Caracas, junio 17 de 1814;
SIMÓN BOLÍVAR.

Caracas, Imprenta de Juan Baillio, Impresor del Gobierno.

Habitantes de Santa Fe 10 de diciembre de 1814

Habitantes de Santa Fe
10 de diciembre de 1814
Simón Bolívar, general en jefe del ejército de la unión
Habitantes y soldados de Santa Fé:
El Congreso me ha enviado a libertaros de los españoles u chapetones que quieren entregaros a Boves, a Aymerich, a Montalvo, y a cuantos malvados españoles mandan en América, para que os degüellen como lo han hecho desde el principio de la conquista en todas las partes donde han dominado.
Yo vengo a libertaros, mi ejército es de he:-manos que os aman: no desean combatir con americanos, y así todo el que se pase a nosotros será recibido con placer y amistad, sin que padezca daño alguno. Los soldados que traigan sus armas se les comprarán por su justo precio. Los prisioneros que hiciéremos en campo raso serán perdonados. Los que nos hagan fuego por dentro de las casas o nos molesten por la espalda, serán pasados al filo de la espada, con todos los hombres que se encuentren en las mismas casas. Los sacerdotes, mujeres y niños serán respetados y tratados con el decoro y humanidad que ellos merecen.
Nuestra guerra se dirige sólo contra los españoles que no se pasen a nuestro ejército; de resto, todos los habitantes de Santa Fé serán perdonados, a pesar de la guerra inicua que hacen contra sus hermanos por sostener el partido infame de nuestros enemigos.
Si dentro de tres días no se aprovechan los agraciados de este Indulto, después serán tratados a discreción juzgando la justicia sus delitos, y castigándolos como merezcan.
Techo, 10 de diciembre de 1814.

SIMÓN BOLÍVAR

Soldados del ejercito de oriente 6 de abril de1814

Soldados del ejercito de oriente
6 de abril de1814
Simón Bolívar, libertador de Venezuela general en jefe de sus ejercitos
Soldados del ejército de Oriente:
Vuestro general Mariño, que concibió el más sublime proyecto que pueda entrar en el genio de un mortal, animado de los más heroicos sentimientos, honor del corazón humano, arrostró desde las riberas marítimas de Güiria, con cuarenta amigos, el poder de los tiranos que oprimían las vastas provincias de Venezuela. En Maturín quedaron disipadas por vosotros las bandas mercenarias de la España; y siguiéndose unas a otras victorias, podíais gozar a la sombra de la paz, la gloria y la libertad adquiridas. Pero no es el destino de vuestro invicto general el reposo, sino los trabajos marciales; ni la gloria de haber libertado al Oriente, sino también el Occidente.
No sois tampoco vosotros esos soldados mercenarios que venden a precio su sangre en el campo de batalla. Sin sueldos, sin más recompensa que la de romper las cadenas que agobiaban a vuestros hermanos, habéis llevado vuestras invencibles armas por todos los Llanos que han sido reconquistados por vuestros triunfos; y en la jornada inmortal de Bocachica ha quedado destruido por vuestra sola presencia y sin esfuerzo ninguno, el ejército más numeroso, más formidable que ha amenazado nuestra libertad, y que hasta entonces había protegido la fortuna.
Yo he suplicado, soldados generosos, al General bajo el cual habéis vencido, os conceda un escudo cuyo mote diga: Libertades de Caracas en Bocachica.
No sois dignos de otra recompensa, que de la que pueda colmar los votos de los héroes. Esta es la de hacer más beneficios a vuestros compatriotas. Volad, pues, valerosos, a libertar a Puerto Cabello lo que consolidará la República venezolana que os deberá la existencia.
Cuartel General Libertador de La Victoria, abril 6 de 1814. 4° y 2°.

SIMÓN BOLÍVAR,

Compatriotas 6 de mayo de 1814

Compatriotas
6 de mayo de 1814
Simón Bolívar, libertador de Venezuela, general en jefe de sus ejércitos, y miembro de la orden de los libertadores
Compatriotas!
La guerra se hace más cruel, y están disipadas las esperanzas de pronta victoria, con que os había excitado. Nuestros propios hermanos, unidos por siglos de esclavitud a nuestros tiranos, dilatan, Dios sabe por cuanto tiempo, la época de libertad. El ejército ha hecho cuanto estaba de su parte; valiente, disciplinado, constante, donde quiera ha dado muestras de su intrepidez y pericia. No estaba en su mano el milagro de cambiar en un día hábitos inmemoriales.
Soldados! Si Dios nos prueba con tantas dificultades y desgracias, no nos abandona; él quiere que merezcamos por nuestros esfuerzos y virtudes lo que sería en otros pueblos la obra de los años
Un nuevo esfuerzo, venezolanos, y vamos a destruir los enemigos de la patria.
Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o de la guerra. Parece que todos los males se han desencadenado sobre nuestros desgraciados pueblos.
Pero su exceso mismo nos indica que , van a cesar. El valor del ejército, el patriotismo inagotable de los ciudadanos, nos prometen nuevas victorias.
Cuartel General de Caracas, 6 de mayo de 1814.

SIMÓN BOLÍVAR

Proclama sobre la libertad de los esclavos 1816

Proclama sobre la libertad de los esclavos 1816
7 de septiembre de 1814
Simón Bolívar libertador de Venezuela y general en jefe de sus ejércitos, a sus conciudadanos.
Ciudadanos:
Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o de los crímenes de su Patria se ve forzado a defenderse ante el tribunal del pueblo de las acusaciones que sus conciudadanos dirigen contra su conducta; pero es dichosísimo aquél que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto y se presenta inocente a exigir de sus propios compañeros de infortunio una recta decisión sobre su inculpabilidad.
Yo he sido elegido por la suerte de las armas para quebrantar vuestras cadenas, como también he sido, digámoslo así, el instrumento de que se ha valido la providencia para colmar la medida de vuestras aflicciones. Sí, yo os he traído la paz y la libertad, pero en pos de estos inestimables bienes han venido conmigo la guerra y la esclavitud. La victoria conducida por la justicia fue siempre nuestra guía hasta las ruinas de la ilustre capital de Caracas, que arrancamos de manos de sus opresores. Los guerreros granadinos no marchitaron jamás sus laureles mientras combatieron contra los dominadores de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronados con igual fortuna contra los fieros españoles que intentaron de nuevo subyugarnos. Si el destino inconstante hizo alternar la victoria entre los enemigos y nosotros, fue sólo en favor de pueblos americanos que una inconcebible demencia hizo tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituir el cetro a sus tiranos. Así, parece que el cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros. El ejército libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales.
No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades, cuyo aspecto sólo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derramando vuestra sangre, incendiando vuestros hogares, y os han condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretenden ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran; y no os indignéis contra los mártires que fervorosos defensores de vuestra libertad han prodigado su sangre en todos los campos, han arrostrado todos los peligros, y se han olvidado de sí mismos para salvaros de la muerte o de la ignominia. Sed justos en vuestro dolor, como es justa la causa que lo produce. Que vuestros tormentos no os enajenen, ciudadanos, hasta el punto de considerar a vuestros protectores y amigos como cómplices de crímenes imaginarios, de intención, o de omisión. Los directores de vuestros destinos no menos que sus cooperadores, no han tenido otro designio que el de adquirir una perpetua felicidad para vosotros, que fuese para ellos una gloria inmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido a sus miras, y si desastres sin ejemplo han frustrado empresa tan laudable, no ha sido por efecto de ineptitud o cobardía; ha sido, sí, la inevitable consecuencia de un proyecto agigantado, superior a todas las fuerzas humanas. La destrucción de un gobierno, cuyo origen se pierde en la obscuridad de los tiempos; la subversión de principios establecidos; la mutación de costumbres; el trastorno de la opinión, y el establecimiento en fin de la libertad en un país de esclavos, es una obra tan imposible de ejecutar súbitamente, que está fuera del alcance de todo poder humano; por manera que nuestra excusa de no haber obtenido lo que hemos deseado, es inherente a la causa que seguimos, porque así como la justicia justifica la audacia de haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica la insuficiencia de los medios. Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello que el derecho nos autoriza.
En vano, esfuerzos inauditos han logrado innumerables victorias, compradas al caro precio de la sangre de nuestros heroicos soldados. Un corto número de sucesos por parte de nuestros contrarios, ha desplomado el edificio de nuestra gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por el fanatismo religioso, y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los honores y de la fortuna a hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre y embrutecidos por la doctrina de la superstición: ¿Cómo podría preponderar la simple teoría de la filosofía política sin otros apoyos que la verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con el desenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en virtud política y en caridad cristiana? No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo prefieran a la ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha dependido nuestra suerte; ella estaba en manos de nuestros compatriotas que pervertidos han fallado contra nosotros; de resto todo lo demás ha sido consiguiente a una determinación más deshonrosa que fatal, y que debe ser más lamentable por su esencia que por sus resultados.
Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en todos los acontecimientos. El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al grado de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes humanos.
Yo, muy distante de tener la loca presunción de conceptuarme inculpable de la catástrofe de mi patria, sufro al contrario, el profundo pesar de creerme el instrumento infausto de sus espantosas miserias; pero soy inocente porque mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio. He aquí la causa porque desdeñando responder a cada una de las acusaciones que de buena o mala fe se me puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mi propia vindicta exige, para ejecutarlo ante un tribunal de sabios, que juzgarán con rectitud y ciencia de mi conducta en mi misión a Venezuela. Del Supremo Congreso de la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo que me ha enviado con sus tropas a auxiliarlos como lo han hecho heroicamente hasta expirar todas en el campo del honor. Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero, y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a que no he sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciado por el soberano a quien he servido; yo os aseguro que será tan solemne cuanto sea posible, y que mis hechos serán comprobados por documentos irrefragables. Entonces sabréis si he sido indigno de vuestra confianza, o si merezco el nombre de Libertador. Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, no será vano. Yo os juro que libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho, sin que haya protestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros, por la senda del occidente, regada con tanta sangre y adornada de tantos laureles. Esperad, compatriotas, al noble, al virtuoso pueble granadino que volará ansioso de recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios, y a traeros de nueva la libertad, si antes vuestro valor no la adquiere. Sí, sí, vuestras virtudes solas son capaces de combatir con suceso contra esa multitud de frenéticos que desconocen su propio interés y honor; pues jamás la libertad ha sido subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos. Combatid, pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia.
Carúpano, 7 de septiembre de 1814.-4°.

BOLIVAR.

Cartas Magdalena, 7 de marzo de 1826.

Cartas
Magdalena, 7 de marzo de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Remito a Vd. la respuesta que doy a Páez, sobre la proposición que me ha hecho por medio del señor Guzmán. Esta respuesta va un poco fulminante aunque modificada con algunas cosas agradables a Páez. Después de manifestarle que su proyecto es insensato, le digo que si el pueblo le da a él su voto y lo acepta, puede contar con mi espada y con mi autoridad para sostener la voluntad nacional. Le digo en el curso de mi respuesta, que le mandaré mi proyecto de constitución de Bolivia para que le sirva de guía con respecto a mis principios que están allí consignados y a los cuales no cambiaré una línea. Definitivamente le digo que su proyecto no conviene ni a él, ni a mí, ni a Colombia. Supongo que mi respuesta no le gustará al general Páez; porque no convengo con sus ideas, pero yo creo que he debido hablarle con firmeza para que no precipite la república.
Mando a Vd. esta respuesta abierta para que Vd. la cierre después de leída con lacre y con un sello cualquiera y que no sea conocido: luego se la mandará Vd. con toda seguridad al general Páez, de mi parte, diciéndole que la llevó el coronel Picón que va a Bogotá casi con esta mira. Por supuesto, no le diga Vd. nada de haberla visto ni de saber su contenido, a menos que el imperio de las cosas sea tal que lo demande así urgentemente. Yo creo que mucho debe haber traspirado este proyecto para esta hora. Autorizo a Vd. para tomar una copia de esta carta si Vd. lo juzga conveniente.
El general La Mar se va a Guayaquil por enfermo y me ha pedido que lo recomiende a Vd. Aunque él está muy agradecido de Vd., quiere que yo lo haga. Este hombre es el mejor del mundo y sobré todo el más desprendido de los mortales. Aborrece tanto el mando como Bamba, que prefería morir a subir al trono. Después de esto nos quedamos sin tener con quién gobernar el Perú, lo que ciertamente me embaraza mucho. Vd. haga todo lo que pueda por allá para que no me llamen, y si me han llamado que se conformen con que no vaya, pues de otro modo formarán de la América un inmenso campo de anarquía, pues Chile y Buenos Aires comunicarán su desorden hasta el Ecuador, pasará el Istmo y celebrará su reunión con Guatemala y Méjico, que deben fluctuar largo tiempo antes de consolidarse.
Pienso mandar a Guayaquil un escuadrón de Húsares de Colombia y al Istmo el batallón Vargas, con 1.000 plazas. Yo quisiera que este batallón fuese a Caracas a fines de abril o principios de mayo: tome Vd., pues, sus medidas para hacer de dicho batallón lo que quiera, en la inteligencia de que son todos serranos y se mueren en temperamentos cálidos. Sólo el batallón Callao puede vivir en Cartagena. Nos quedaremos entonces en el Alto y Bajo Perú con 5.000 colombianos. En fin, por el correo escribiré a Vd. largamente.
Soy de Vd. de todo corazón.
BOLÍVAR.
P. D. - Cuando yo estuve en Lima el año de 23 recomendé a Vd. al señor López Ruiz padre del señor López Aldana, a quien Vd. debe conocer de nombre por su patriotismo y por sus servicios. Reitero a Vd., mi querido general, la recomendación que le hice a favor de este caballero. Yo sé que él es muy honrado. Si por sus años no pudiese ser empleado activamente, desearía que Vd. le proporcionase un destino pasivo que le diese con que subsistir, pues no debemos olvidar que es padre de un excelente patriota que ha hecho mucho por la causa y promete hacer aún más. También recomiendo a Vd. a los hijos del señor López que se hallan en Bogotá.

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LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER DE BOLÍVAR.


LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR
III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER DE BOLÍVAR.
Lo amaba como a un hijo propio y al mismo tiempo lo respetaba como a un amo. La falta de los cuidados naturales que doña Concepción, la madre debilucha ya y prematuramente agotada no podía prodigarle, fue compensada con creces por los mimos excesivos y amorosos de la esclava.
No hubo capricho ni solicitud que la fiel y abnegada negra Hipólita no estuviera pronta a satisfacer, ni antojo al cual escaseara la disposición de darle gusto. Esta circunstancia es por demás importante y significativa para la formación del alma del futuro Libertador. Resulta fácil suponer que desde entonces se creyó con derecho a mandar y a ser obedecido. Es muy probable que, desde aquellos momentos, entendió la satisfacción de todos sus deseos como un hecho normal y natural no sujeto a controversias. El torrente impetuoso de las energías de una raza fuerte, como era característica de la familia Bolívar, encontró en las facilidades y mimos de su infancia canales expeditos, en los cuales sus fuerzas vitales aprendieron a vivir vertiéndose hacia fuera, saboreando desde temprano los encantos del mundo exterior. Su personalidad se va desarrollando robustecida por un profundo sentimiento de optimismo, que le será decisivo en las singulares luchas de su vida excepcional.
Son muchas las crónicas y noticias que se refieren a sus años infantiles donde abundan en anécdotas sobre los caprichos y singularidades que se observaban en el menor de los Bolívar, en ellas se le presenta como el niño voluntarioso y difícil de soportar, en la espera de que quienes le rodeaban estuvieran dispuestos a someterse a sus deseos so pena de despertar las intemperancias del fuerte carácter que todos reconocerán desde sus años juveniles hasta los postreros de su existencia terrena.
El inmenso amor que Hipólita sentía por Simón Bolívar es correspondido firmemente por éste. Son múltiples las muestras de ello en palabra y acción. Valga recordar, por ejemplo, las tiernas palabras donde el Libertador menciona a “su” madre Hipólita, precisando a su hermana María Antonia que “no he conocido otro padre que ella”
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10. A ese amor lo 10 Carta enviada desde El Cuzco, en 1825.
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acompaña la permanente y fiel disposición de la servidora. Ella sabía ocupar muy bien su lugar y estaba en todo tiempo y con dedicación total a atender sus necesidades y caprichos para evitar que fuese a crecer con resentimientos o traumas ante la falta de calor y apoyo paterno del que carecerá desde una muy corta edad.
Se criará Simón Bolívar en un ambiente de amor, respeto y aceptación de gentes negras y blancas, ricos y pobres, amos y esclavos. Ese ambiente y la gran contribución de Hipólita, será también crisol donde se moldeará el espíritu, el modo de ser y actuar del futuro paladín de la libertad del continente. Es por ese ambiente y formación que con toda pujanza “defiende a los chiquito, a los negrito, a los blanquito, contra el grandulón”, como escribe en un poema Andrés Eloy Blanco11.
Es preciso reconocer que Hipólita no solamente hizo de madre alimentándole, sino que se encargó completamente del niño dirigiendo sus primeros pasos, sustituyendo al padre que faltó en 1786. Efectivamente ella se consagró al pequeño Simón exclusivamente. No lo abandonó un momento. Vigorosa y joven, con toda la intensa afectividad de su raza, fue bien acogida entre la numerosa esclavitud de la familia Bolívar-Palacios para el oficio de nodriza de Simón, oficio que ella cumplió con esa capacidad de entrega leal y rotunda de que es capaz la raza negra. Pues en ninguna otra raza se da aquella disolución del propio yo en aras de otro afecto, la entrega plena de una vida a otra existencia como si la propia no tuviera un fin distinto.
Fuente: CARMELO PAIVA PALACIOS

LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR

Magdalena, 13 de junio de 1826. A S. E. el general F. de P. Santander.

Magdalena, 13 de junio de 1826.
A S. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Devuelvo a Vd. el oficial que me trajo los pliegos de la reeleccion de Vd. y la mía. Un buque va expresamente a llevarlo a San Buenaventura y tiene orden de marchar volando a Bogotá a llevarle a Vd. estas comunicaciones: ellas son de un interés inmenso pues son relativas a los proyectos hostiles de los españoles contra nosotros.
Un coronel llamado don Juan Bermúdez, salido de La Habana por orden del gobernador Vives y Morales, salió de aquella isla para el Istmo con orden de que examinase el país y levantase un plano de él, con la mira de hacer una incursión por aquella parte con 6.000 hombres, para llamarme la atención, mientras que una expedición de 8.000 hombres debía ir sobre La Guaira y Venezuela. Este espía se ha hallado en el Istmo casi reconocido por tal, y a nadie le ha ocurrido echarle mano a sus papeles y obligarle a confesar el objeto de su misión. Por el contrario, lo ha favorecido el general Valero, y los mismos oficiales que lo han conocido godo se han retractado por hacerle favor. Todo a beneficio de la masonería y de cuarenta mil pesos que prodigó allí con estos señores. Valero lo ha recomendado como un pobre muchacho sabiendo que tenía tanto dinero. Estoy seguro que Valero está complicado en esta iniquidad y, por lo mismo, debe ser quitado del Istmo y expulsado del servicio. En fin, el Istmo está muy mal servido y lleno de godos. Las tropas que están allí deben partir para Cartagena o Venezuela y yo mandaré el reemplazo; y yo creo que Vd. debería mandar a Venezuela todas las tropas que pudieran marchar por tierra para que no sean interceptadas por mar. Y esto mismo voy a decirle al coman dante general del Istmo y de Cartagena, pues yo no dudo que los españoles están resueltos a continuar la guerra contra nos otros. Yo mandaré dentro de tres o cuatro meses 2.000 hombres al Istmo, y si fuere preciso los mandaré antes, para que Vd. pueda disponer de los cuerpos que están en el Istmo.
En este estado ha venido el coronel Bermúdez y he hablado muy largamente con él. Él parece que no sabe positivamente el plan de campaña de los españoles y, por lo mismo, no puede afirmar sus operaciones; pero no duda que me quieren llamar la atención por el Istmo para que yo no vaya a Venezuela, que es a la que quieren atacar y donde tienen partido Morales, López y sus compañeros. Diré a Vd., de paso, lo más que he podido sacar además de la declaración y esto mismo comunico al Istmo en los términos siguientes:
" Si en el acto Vds. no toman las más extraordinarias y sagaces determinaciones se pierde el fruto de tan importante des cubrimiento. Por supuesto, que los del buque que lleva este pliego van a dar parte a los interesados de los rumores que hayan corrido sobre la prisión de este espía. Espinar puede escribir igualmente al Istmo dándole parte a alguno de sus amigos, pues él está iniciado en el secreto. Así, pues, el intendente y el coman dante general de ese departamento deben tomar en el acto las medidas más eficaces a fin de proveer a todo sin andarse con muchos cumplimientos. El primero que debe salir del Istmo es Valero; los oficiales que se han retractado deben ser presos; lo mismo que Feraud y su hermano, que es espía últimamente venido de La Habana. Un tal Casis, los clérigos comprometidos en esto, y todos los cómplices deben ser presos e interrogados con la mayor sagacidad. (*) La casa de Chappel y los buques de esa casa americana de Baltimore deben ser aprehendidos. En una palabra, Vds. deben tomar todas las medidas imaginables a fin de lograr un fin satisfactorio. Don Juan Bermúdez dice que no sabe a punto fijo si el plan de campaña de los españoles es éste; que él lo infiere solamente por las instrucciones que ha recibido, pero que está cierto de que iban a atacar a Colombia, porque nadie pensaba en expedición, sino los oficiales y jefes expulsados de Colombia. Que nuestras costas deben estar cubiertas de espías y, que le dijeron que les iban a mandar. Que el Istmo está muy mal servido y muy mal mandado; que si lo atacan lo toman; que nadie ignoraba que él era espía y no se atrevieron ni a tomarle sus papeles, a pesar de que cada día caía en nuevas contradicciones y hacía cosas extraordinarias. Que el intendente es un miserable que lo amenazaba por una parte y por otra lo convidaba a comer a su casa. Que Feraud sabe todo, y a pesar de esto trabajaba porque lo expulsasen a fin de ponerse a cubierto. Que el país es muy patriota excepto los individuos que ha nombrado. Añade que los españoles con taban con 14.000 hombres; pero que esperaban 9 ó 10.000 hombres más que debían haber hecho la expedición antes de ahora; que cree que hayan recibido en La Habana sus comunicaciones en que avisaba mi marcha con un ejército para aquella isla y que por eso quizás no la han mandado; que 1.500 colombianos que están en la isla junto con Morales y López están instando por la expedición, confiados en que tienen mucho partido en Venezuela, y que con 3.000 hombres basta para tomar aquel país porque cuentan levantar 6 u 8.000 godos. El mismo Bermúdez parece convencido de esta ilusión y manifiesta ser un godo cerrado y sin arrepentimiento, orgulloso y vano. Yo he obtenido todo esto a fuerza de terror, pues le hice decir que lo iba a fusilar y le mandé poner dos pares de grillos si no decía la verdad; pero que lo perdonaría si me confesaba el objeto y miras de su misión. Él debía sostener una revolución si podía lograrlo con doscientos cincuenta mil duros que pusieron a su disposición. Esta suma prueba: primero, que La Habana tiene dinero; segundo, que efectivamente se piensa en nuevas empresas; y tercero, que lo que se ha hecho en el Istmo se hará en Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Coro y demás puertos de la costa. Yo no dudo que levantarán contra nosotros a la gente del pueblo para destruirnos. Bermúdez asegura que él no tenía nada que hacer en el Perú; que a él no se le dio comisión para esto y que otro sería el encar gado de este ramo. Yo mismo he tomado esta declaración a Ber múdez después de tres que ha dado. La primera le era entera mente favorable sin confesar la verdad: las otras dos están con formes con lo que llevo dicho. Yo deseo que Vds. manden a Cartagena uno o dos batallones de los que están allí, pues yo mandaré su reemplazo inmediatamente. No dudo que el vicepresidente mande tropas a Venezuela, pues así se lo indico. En estas circunstancias es una locura que el gobierno civil esté separado del militar, tal demencia no le ha ocurrido a nadie, por lo mismo debe refundirse semejante división de mando. Tenemos las manos atadas cuando el enemigo las tiene sueltas. Por esta razón Bermúdez no comprende cómo puede existir un estado tan mal servido. Me ha llenado de rubor (**) todo lo que me ha dicho ".
Hasta aquí alcanza la carta que he escrito al general Carreño y otro tanto y más he dicho al general Briceño, a Gual, al inten dente del departamento y últimamente mando un oficial a Pa namá a que lleve todos estos avisos y les hable a esos señores en mi nombre. En la segunda declaración que ha dado Bermúdez verá Vd. que el americano Chappel desembarcó mil escopetas por Chagres. Esta operación indica la facilidad con que se pueden hacer otras de igual especie y de más entidad, y así, yo reco miendo a Vd. que haga tener la mayor vigilancia sobre estos americanos que frecuentan las costas: son capaces de vender a Colombia por un real y la tuvieran. (***)
Me parece que fuera muy conveniente y útil a nuestra tran quilidad que Vds. hicieran correr la voz de que yo voy al Istmo con 12.000 hombres a hacer una expedición contra La Habana. No es difícil conocer el objeto de esta política.
Ayer hemos tenido la noticia de que en Chiloé ha habido una revolución y han proclamado a O´Higgins por director su premo. Se asegura que en Valdivia y Concepción ha sucedido otro tanto. La de Chiloé no deja duda. Parece, pues, inevitable la caída completa de Freire y el triunfo de O´Higgins, del cual me alegraré infinito por muchas razones. Desde luego que lo primero que hará el nuevo gobierno será mandar sus diputados al Istmo, y luego se unirá a nosotros en principios y en política.
Soy de Vd. afmo. amigo.
BOLÍVAR

Magdalena, 8 de febrero de 1826. A s. E. el general F. de P. Santander.

Magdalena, 8 de febrero de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Ayer, al poner pie en tierra, fui saludado con la capitulación del Callao, que ignoraba por estar en marcha a esta ciudad. El general Salom ha instruido a Vd. detalladamente de todo lo que conocieron en este suceso, (*) que, por cierto, es muy importante, hará mucho ruido, y puede ser de mucho peso en Europa. El Perú está pues enteramente libre, y ni un solo español existe en toda esta vasta extensión.
Mi principal y casi único objeto al venir a esta capital ha sido asistir a la instalación del congreso general de esta república convocado para el 10 de febrero. Yo creo que no se instalará el día señalado, por que aun no se han reunido todos los diputados, pero no dejará de hacerse en todo este mes de febrero. Como acabo de llegar no conozco sino a uno que otro diputado, y, por lo mismo, no puedo decir con certeza cuáles serán sus opiniones, mas estoy seguro de que serán adictos, en la mayor parte, a mí, es decir, al orden y a la América. Aguardaremos a que se reúna y veremos lo que pueda hacerse en bien de este país que va a principiar una nueva carrera, y establecer su suerte futura.
Tengo a la vista las cartas de Vd. del 21 de noviembre y 6 de diciembre, y me ha causado una impresión ciertamente muy agradable, ver el modo con que Vds. han aplaudido a Bolivia. Aún no he leído el artículo de la Gaceta, de que Vd. me habla, pero supongo que será tal cual debe ser, y me adelanto a darle las gracias. Las observaciones que Vd. me hace sobre este nuevo nacimiento, son muy dignas de Vd., y cuántas más podrían hacerse. Sucre ha quedado en aquellas provincias con todas mis facultades y encargado de gobernarlas hasta que se establezca otro nuevo orden de cosas.
BOLÍVAR

P.D. - Dígale Vd. a Revenga que tengo a la vista su última correspondencia del 6 y 21 de noviembre, que, a la verdad, son de un inmenso interés. Apenas las he leído porque tal es el bullicio de gentes, que nada puedo leer detenidamente, y como no quiero detener el correo me reservo para el siguiente.

CARTA DE JAMAICA - SIMÓN BOLÍVAR- Parte 2

CARTA DE JAMAICA - SIMÓN BOLÍVAR Parte 2
Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio.
El belicoso Estado de las Provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa, e inquietando a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad.
El reino de Chile, poblado de 800,000 almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que el pueblo que ama su independencia, por fin lo logra.
El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey; y bien que sean varias las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias.
La Nueva Granada, que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, esceptuando el reino de Quito que con la mayor dificultad contienen a sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa de su patria, y las provincias de Panamá y Santa
Marta que sugren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena.
Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego care cerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morígeros y bravos moradores del interior.
En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa, no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia: algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes de contaba en Venezuela; y sin exageración se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.
En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, 7,800,000 almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la insurreción que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá V. ver en la exposición de Mr. Walton que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mexicanos serán libres, porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Raynal: llegó el tiempo, en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar.
Fuente: CARTA DE JAMAICA - SIMON BOLIVAR

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Cuartel General en Andahuaylas, a 26 de septiembre de 1824 (Confidencial) Manuela mía:

Cuartel General en Andahuaylas, a 26 de septiembre de 1824 (Confidencial)
Manuela mía:
El 3 del próximo, deseo que te reportes con «Héctor», a fin de coordinar el asunto que nos preocupa. El coronel Salguero lleva los partes de la estrategia, para que Héctor vea la conveniencia de hacerlo en Huamanga frente al Condorcunga. El motivo: que todos los batallones sepan que el Libertador y Presidente está allí, con ellos, en su tienda de campaña, aunque «con tabardillo». El general Solom llegará en mi mula parda a fin de que se crea que soy yo.
Tú serás muy útil al lado de Héctor, pero es una recomendación para ti, y una orden de tu general en Jefe, de que te quedes pasiva ante el encuentro con el enemigo. Tu misión será la de «atenderme», entrando y saliendo de la tienda del Estado Mayor, y llevando viandas de agua para «refrescarme», al tiempo de que en cada salida llevas una orden mía (de los partes que estoy enviándote) a cada general. No desoigas mis consideraciones y mi preocupación por tu humanidad.
¡Te quiero viva! Muerta, yo muero.
Tuyo,

Fuente: Las más Hermosas cartas de Amor entre
Manuela y Simón acompañadas de los Diarios de Quito y Paita, así como de otros documentos
© Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia
Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
Ediciones de la Presidencia de la República

Caracas - Venezuela, 2010

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...