Bolívar visto por Jose Marti
Hombre fue aquel extraordinario, en realidad.
Vivió como entre llamas, y lo era. Ama, y lo que es como florón de fuego. Amigo
se le muere el hombre honrado a quien quería y manda que todo cese a su
alrededor. Enclenque en lo que anda el posta más ligero, barre con un ejército
naciente todo lo que hay de Tenerife a Cúcuta. Pelea en lo más afligido del combate, cuando se le
vuelven suplicante todos los ojos, manda que se desensillen el caballo. Escribe
y es como cuando en lo alto de una cordillera se coge y cierra de súbito la
tormenta, y es bruma y lobreguez el
valle todo, y a tajos abre la luz celeste la cerrazón, cuelga de un lado y otro
las nubes por los picos mientras en lo hondo luce el valle fresco como el
primor de todos su colores.
Como los montes, era él ancho en la base, con
las raíces en las del mundo, y por la cumbre, enhiesto y afiliado, como para
penetrar mejor en el cielo rebelde. Se le ve golpeando, con el sable de puño de
oro, en las puertas de la gloria. Cree en el cielo, en los dioses, en los
inmortales, en el dios de Colombia, en el genio de América y en su destino.
Su gloria lo circunda, inflama y arrebata.
Vencer, no es el sello de la divinidad? Vencer
a los hombres, a los ríos hinchados, a los volcanes, los siglos, a la Naturaleza ! Siglos,
como los desharía, sí no pudiera hacerlos! No desata razas, no desencadena el
Continente, no evoca pueblos, no ha recorrido con las banderas de la redención
más mundos que ningún conquistador con las de la tiranía, no habla desde el
Chimborazo con la eternidad y tiene a
sus plantas en el Potosí, bajo el pabellón de Colombia picado de cóndores, una
de las obras más bárbaras y tenaces de la historia humana? No le atacan las
ciudades y los poderes de esta vida, y los émulos enamorados y sumisos, y los
genios del orden nuevo, y las hermosuras? Como el sol llega a creerse, por lo
que deshiela y fecunda y por lo que ilumina y abrasa.
Hay senado en el cielo, y será sin duda, de
él. Ya ve el mundo allá arriba, áureo de sol cuajado, y los asientos de la roca
de la creación y el piso de la nubes, y el techo de las centellas que le
recuerden en el cruzarse y chispear, los reflejos del medio día de Apure en los
rejones de sus lanzas, y descienden de aquella altura, como dispensación paternal,
la dicha y el orbe sobre los humanos. Y no es así el mundo, sino suma divinidad
que asciende ensangrentada y dolorosa del sacrificio y prueba de los hombres
todos!
Y muere él en Santa Marta, trastorno y horror
de ver hecho pedazos aquel astro suyo que creó inmortal, en su error de
confundir la gloria de ser útil, que sin cesar le crece, y es divina de veras,
y corona que nadie arranca sienes con el mero accidente del poder humano merced
y encargo casi siempre impuros de los que sin mérito u osadía lo anhelan para
sí , o estéril triunfo de un bando sobre otro o fiel o inseguro de los
intereses y pasiones, que sólo recae en el genio o la virtud en los instantes
de suma angustia, o pasajero pudor en
que los pueblos, enternecidos por el peligro aclaman la idea o desinterés por
donde vislumbran su rescate.
Pero así está Bolívar en el cielo de América,
vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con la inca a lado y haz
de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña porque
lo que él no dejó hecho, su hacer esta hasta hoy; por que Bolívar tiene qué
hacer en América todavía!
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