LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER DE BOLÍVAR.


LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR
III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER DE BOLÍVAR.
Lo amaba como a un hijo propio y al mismo tiempo lo respetaba como a un amo. La falta de los cuidados naturales que doña Concepción, la madre debilucha ya y prematuramente agotada no podía prodigarle, fue compensada con creces por los mimos excesivos y amorosos de la esclava.
No hubo capricho ni solicitud que la fiel y abnegada negra Hipólita no estuviera pronta a satisfacer, ni antojo al cual escaseara la disposición de darle gusto. Esta circunstancia es por demás importante y significativa para la formación del alma del futuro Libertador. Resulta fácil suponer que desde entonces se creyó con derecho a mandar y a ser obedecido. Es muy probable que, desde aquellos momentos, entendió la satisfacción de todos sus deseos como un hecho normal y natural no sujeto a controversias. El torrente impetuoso de las energías de una raza fuerte, como era característica de la familia Bolívar, encontró en las facilidades y mimos de su infancia canales expeditos, en los cuales sus fuerzas vitales aprendieron a vivir vertiéndose hacia fuera, saboreando desde temprano los encantos del mundo exterior. Su personalidad se va desarrollando robustecida por un profundo sentimiento de optimismo, que le será decisivo en las singulares luchas de su vida excepcional.
Son muchas las crónicas y noticias que se refieren a sus años infantiles donde abundan en anécdotas sobre los caprichos y singularidades que se observaban en el menor de los Bolívar, en ellas se le presenta como el niño voluntarioso y difícil de soportar, en la espera de que quienes le rodeaban estuvieran dispuestos a someterse a sus deseos so pena de despertar las intemperancias del fuerte carácter que todos reconocerán desde sus años juveniles hasta los postreros de su existencia terrena.
El inmenso amor que Hipólita sentía por Simón Bolívar es correspondido firmemente por éste. Son múltiples las muestras de ello en palabra y acción. Valga recordar, por ejemplo, las tiernas palabras donde el Libertador menciona a “su” madre Hipólita, precisando a su hermana María Antonia que “no he conocido otro padre que ella”
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10. A ese amor lo 10 Carta enviada desde El Cuzco, en 1825.
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acompaña la permanente y fiel disposición de la servidora. Ella sabía ocupar muy bien su lugar y estaba en todo tiempo y con dedicación total a atender sus necesidades y caprichos para evitar que fuese a crecer con resentimientos o traumas ante la falta de calor y apoyo paterno del que carecerá desde una muy corta edad.
Se criará Simón Bolívar en un ambiente de amor, respeto y aceptación de gentes negras y blancas, ricos y pobres, amos y esclavos. Ese ambiente y la gran contribución de Hipólita, será también crisol donde se moldeará el espíritu, el modo de ser y actuar del futuro paladín de la libertad del continente. Es por ese ambiente y formación que con toda pujanza “defiende a los chiquito, a los negrito, a los blanquito, contra el grandulón”, como escribe en un poema Andrés Eloy Blanco11.
Es preciso reconocer que Hipólita no solamente hizo de madre alimentándole, sino que se encargó completamente del niño dirigiendo sus primeros pasos, sustituyendo al padre que faltó en 1786. Efectivamente ella se consagró al pequeño Simón exclusivamente. No lo abandonó un momento. Vigorosa y joven, con toda la intensa afectividad de su raza, fue bien acogida entre la numerosa esclavitud de la familia Bolívar-Palacios para el oficio de nodriza de Simón, oficio que ella cumplió con esa capacidad de entrega leal y rotunda de que es capaz la raza negra. Pues en ninguna otra raza se da aquella disolución del propio yo en aras de otro afecto, la entrega plena de una vida a otra existencia como si la propia no tuviera un fin distinto.
Fuente: CARMELO PAIVA PALACIOS

LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR

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