Correspondencia
Al general Sucre
Tinta, 29 de julio de 1825.
Al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José De
Sucre.
Mí querido general:
Al salir del Cuzco recibí en Oropeza las dos o
tres cartas que Vd. me escribió por el oficial portador de ésta; las que voy a
contestar muy por encima, porque toda la correspondencia se ha ido adelante con
las cargas, habiéndome yo quedado aquí hoy para ver el fondo de un volcán
apagado que está en estas cercanías.
Me he alegrado mucho que haya venido el
decreto de Buenos Aires como el oficio del gobierno, y más aún de que la
conducta de Vd. haya sido aprobada por esos señores tan descontentadizos y tan
injustos con nosotros. Su impotencia ha sido la fortuna de Vd. y la mía, pues
no pudiendo gobernar el Alto Perú, se conforman con abandonarlo. Digo la mía,
porque la conducta de Vd. siempre me la hubieran atribuido; y porque mi decreto
no será desaprobado.
El general Arenales me ha escrito que siente
mucho que no se haya publicado mi decreto; él va a decir en Buenos Aires que
Vd. lo ha suspendido por miras de intrigas, porque hacía honor al gobierno de
Buenos Aires el fundamento de mi decreto. Por otra parte, esto no parecerá bien
y dirán que Vd. deshace lo que yo hago, de lo cual se alegrarán los porteños,
para hacer ver que en todas partes hay cubiletes, y qué sé yo más lo que dirán.
Puede ser que supongan que yo tengo buena fe con respecto a los negocios del
Alto Perú, y que Vd. no tiene la misma buena fe. El hecho es que Arenales me ha
escrito a mí mismo directamente sobre esto: ¿qué no hará con su gobierno? (*)
La memoria no va por la misma razón que he
dicho: la ida de las cargas adelante hasta Puno. En Puno la corregiré y la
mandaré. Yo estaré allí para el día 5 del que viene. Estaré allí cuatro días,
dictando cosas favorables a aquel departamento y proveyendo a las mejoras del
gobierno. Es lo menos que puedo estar en conciencia, cuando no pienso volver,
sino marcharme a Arica para embarcarme para el Callao, cuando me haya
desocupado de los negocios del Alto Perú.
Apruebo el que Vd. le mande al señor Funes los
quinientos pesos. Yo pienso mandarle algún dinero más, porque me parece justo y
conveniente.
De Colombia no han venido dos correos porque
los pastusos se han vuelto a levantar; la correspondencia estaba detenida en
Pasto para que no fuese tomada; pero ya debe estar marchando hace tiempo. El
general Castillo ha mandado a Pasto 1.000 veteranos de los que han venido de
Colombia.
Lo que Vd. me indica sobre las tropas del
Callao yo lo había ordenado antes, y ahora lo repito de nuevo. Le he mandado al
general Salom el despacho de general de división, suponiéndolo en el Callao,
pues a principios de agosto esperaba éste buen resultado.
En todo el curso de este año pueden ir a
Colombia 5.000 hombres, según las órdenes que he dado a todas partes. Nos
quedarán sobre 3.000 hombres, puros colombianos, y alguno que otro peruano que
no dejará de quedar en nuestras filas. En el Alto Perú no quedarán más que
2.000 colombianos y 4.000 en el Bajo, con los dos cuerpos que van de escolta a
Arica. De este modo, en el Alto Perú quedarán 5.000 hombres, que supongo que
habrá 1.000 peruanos cuando más, y 2.000 del Alto Perú. Así será muy fácil
mantenerlos bien.
Yo no sé de dónde ha sacado Vd. que se les
pagan quince pesos a los soldados del Perú, cuando no se les paga más que diez
pesos desde el tiempo de San Martín, y desde que yo sé las cosas del Perú.
Escriba Vd. a esos señores comisionados por
Buenos Aires que yo fijaré mi cuartel general en La Paz a mediados de agosto y
parte del de setiembre; que si a ellos les parece, pueden venir a La Paz ; hágales Vd. mil
cumplimientos y asegúreles que yo tendré mucha satisfacción en verlos y
recibirlos conforme a la dignidad de su legación. Supongo que Vd. les pondrá
otras palabras más dignas, más elevadas, pues esas son muy comunes.
Saliendo de Puno el 9 y yendo a la laguna de
Titicaca un día, estaré en La Paz
del 18 al 19, y si puedo será el 17. Pero yo no sé cuáles serán las verlo y
despacharlo todo, y mi comitiva es un poco grande y no puedo andar volando,
jornadas del itinerario que me hagan en Puno. Por otra parte, me es imposible
andar deprisa, porque quiero menos aun yo, porque me hallo tan acabado, y cada
vez que me veo en el espejo lo siento conozco que no estoy para nada, sino para
vivir. Lo peor de todo es que Vd. está lo mismo, según dice, conque así
desertaremos juntos el día que no podamos más; y nos meteremos en un hospital.
Dele Vd. mil expresiones de mi parte a
Córdoba; dígale que me alegro mucho saber que ha ganado mucha plata, y que la
fortuna lo acompaña en todas partes.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR
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