LA NEGRA HIPÓLITA,
NODRIZA DEL LIBERTADOR
VI.- BOLIVARIANOS Y CONTRARIOS
Desde el año 1825 ya está tomando cuerpo el sentimiento que
traerá la desintegración de la obra unificadora del gran Libertador. En
Venezuela, el 30 de abril de 1826, las tropas y autoridades de la ciudad de
Valencia reconocieron a Páez como Jefe Militar, y pocos días después tanto
Caracas como el resto del país le reconocieron como único Jefe. El 7 de
noviembre una asamblea popular reunida en Caracas propuso la separación de Venezuela
de la Gran Colombia y el reconocimiento de Páez como Jefe Civil y Militar. Las
plazas de Cumaná, Angostura y Maracaibo eran fieles al gobierno constitucional
y reconocían por única autoridad legítima la del Libertador.
Al tener Bolívar noticia de la gravedad de la situación,
puesto que parecía aproximarse una guerra civil, se pone en marcha hacia
Venezuela.
Llegó a Maracaibo, sigue a Coro, Puerto Cabello, Valencia y
Caracas. El retorno de Bolívar cambia el panorama hostil que antes prevalecía.
El miércoles 10 de enero de 1827 es la entrada triunfal en
Caracas23.
Los caraqueños lo reciben con entusiasmo y cariño (arcos de
palmas verdes, guirnaldas y banderolas dan a las calles un aspecto de feria;
las ventanas, balcones y plataformas temporales estaban repletas de damas que
lanzaban flores de todas clases y agua de rosas sobre los héroes). Al pasar
cerca de la Catedral reconoce a su nodriza en la numerosa y apiñada población
que le vitorea. Los tantos años y vicisitudes que habían transcurridos no
habían causado mella en su memoria. Tanto la recordaba que la distingue entre
la multitud y presuroso desciende del coche en que viajaba atravesando el
tumulto de personas para abrazarse de su vieja Hipólita. Lágrimas de gozo y con
cuánta alegría y emoción responderá la nodriza a tan especial demostración de
afecto. En los días siguientes de los seis primeros meses de ese año, es decir
hasta julio, Hipólita sentirá la satisfacción y añorada cercanía del gran
hombre a quien, en su etapa vital
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23 Por las polvorientas calles de Palo Grande y de San Juan
(que desde ese momento recibirá el nombre de “Calle del Triunfo”), en un coche
de paseo tirado por dos caballos y precedido por las autoridades constituidas,
rodeados de oficiales, edecanes, etc. En Antímano se habían incorporado a la
vistosa comitiva, los jinetes del “Escuadrón de Lanceros”, la guardia personal
de Páez.
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de lactante alimentara con su pecho, sus manos sostuvieron
la debilidad de sus inaugurales pasos, enseñara a reconocer y pronunciar las
primeras palabras, guiara en sus juegos infantiles y patrocinara sus travesuras
de inocente.
Pero el Libertador retorna a Bogotá24 y como consecuencia de
las intrigas palaciegas y envidias de “una banda de tránsfugas, que nunca hemos
visto en los combates” (como los califica en una magistral carta que envía a
Páez desde Coro fechada el 23 de diciembre de 1826), vuelve a renacer en
Caracas y en casi toda Venezuela el sentimiento antibolivariano, alimentado
hasta por quienes ejercen funciones gubernamentales. Ese ambiente hostil se
convierte en insoportable calvario para aquellos convencidos de la nobleza del
sentimiento patriótico y del desprendimiento que anima al Padre de la Patria.
La negra Hipólita siempre estuvo presente y dispuesta a la
defensa contra las frecuentes calumnias, críticas implacables o adversos
enjuiciamientos que todo el mundo se creía autorizado para lanzar contra un
jefe en desgracia, especialmente quienes en la prosperidad se aprovecharon de
sus favores.
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24 El 6 de julio parte, camino a La Guaira. Algunos de sus
amigos le acompañan al muelle. Entre ellos se encuentran: el coronel Ayala,
Gobernador de La Guaira; su Estado Mayor, general Pedro Briceño Méndez, el
señor José Rafael Revenga, los coroneles Wilson y Santana, el doctor Charles
Moore, su médico personal; y los diplomáticos Sir Robert Ker Porter y John
Williamson, de Inglaterra y de Estados Unidos de Norteamérica, respectivamente.
Embarca en la fragata inglesa “Druid” que comanda el capitán Ernie Chambers y
antes del mediodía zarpa con destino a Cartagena.
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Fuente: CARMELO PAIVA PALACIOS
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