CAPITULO CUARTO - La Presencia del Marqués

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SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA
INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A
TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS
Tomás Polanco Alcántara
CAPITULO CUARTO
La Presencia del Marqués
Resulta de interés y utilidad estar en cuenta de todo cuanto se refiere, al menos en sus líneas generales, al tiempo que corresponde a la llegada de Bolívar a España.
A la muerte del Rey Carlos III, ocurrida en 1788, su hijo, el Príncipe de Asturias, casado con la princesa María Luisa de Parma, le sucedió como Carlos IV de España.
El nuevo Rey era abúlico, poco lúcido, sin mayor cultura y con escaso interés en los asuntos públicos. La Reina, mujer educada y culta, carecía de gracia y hermosura y mostraba una personalidad ambiciosa y con fuertes deseos de mando. El Rey Carlos IV, desde el comienzo de su reinado, le permitió participar e influir en asuntos públicos, incluso que estuviera presente y tomase parte en las reuniones de Ministros. La voz de María Luisa fue desde entonces determinante en el gobierno español.
Carlos IV inició su reinado manteniendo en la Secretaría de Estado al Conde de Floridablanca (1728-1808), último Ministro de su padre Carlos III. A los dos años, en 1792, Floridablanca fue destituido, enjuiciado y confinado a Pamplona, bien lejos de toda influencia política. Lo sustituyó el Conde de Aranda, don Pedro Pablo Abarca de Bolea (1719-1798), quizás el único político importante del momento que se había dado cuenta de la seria crisis que se avecinaba para el Imperio y que, todavía reinando Carlos III, trató de evitarla, en 1783, con un proyecto de transformación general de los dominios españoles, que, desde luego, fue rechazado y hasta considerado por ciertos
historiadores como apócrifo.
Aranda, en 1794, sufrió el mismo destino de Floridablanca: destitución violenta, destierro
y alejamiento político.
En esos momentos la Reina María Luisa obtuvo del Rey el nombramiento, como Ministro, de Don Manuel Godoy, Duque de Alcudia (1767-1851).
Godoy es uno de los personajes más odiados en toda la historia de España. Noble de provincia, hombre fuerte y talentoso, había ascendido rápidamente antes de ser Ministro hasta llegar, en 1792, al Ducado, ser Grande de España y recibir el Toisón de Oro y la Orden de Carlos III. Ese acelerado movimiento hacia arriba en la carrera pública fue atribuido, en su tiempo, a unos supuestos o reales amores ilícitos suyos con la Reina María Luisa.
Esa especie, desde que tomó cuerpo en la vida pública española de su tiempo, se convirtió en una manera cuasi definitiva de interpretar la vida de Godoy. Sirvió además para denigrar de la Reina, desacreditar al Rey y hasta explicar en parte la catástrofe española.
La apariencia física de la Reina, especialmente desagradable(1), su violento carácter y modales autoritarios, no permiten atribuirle fácilmente tantas dotes y facilidades amorosas como pretendieron sus enemigos. Fue necesario el transcurso de muchos años para que algunos investigadores se atreviesen a poner en duda tal forma de ver la historia. Mientras tanto el argumento sirvió para el triple propósito mencionado.
Godoy estaba casado oficialmente con María Teresa de Borbón y Vallabriga, Condesa de Chinchón, prima del Rey como hija que era del Infante Luis Antonio de Borbón y nieta de Felipe V. Godoy tenía una amante pública, doña Josefa (Pepita). Tudó, hecha después Condesa de Castillo fiel y quien, con cierta notoriedad, aparecía a su lado.
No resulta extraño que, además de su esposa y de su propia amante, Godoy hubiese sido también amante de la Reina; sin embargo, lo cierto parece haber sido que, al igual de lo pasado en otros casos similares, Godoy para María Luisa fue sólo un instrumento poderoso de su pasión de mandar. La fidelidad de Godoy servía de medio eficaz para los deseos de mando de María Luisa, mientras el apoyo de la Reina reforzaba la autoridad absoluta que agradaba ejercer a Godoy. Si acaso hubo entre ellos, adicionalmente, alguna relación amorosa, parecería que fue de carácter secundario o de
simple conveniencia.
Cuando Godoy llegó al Poder, encontró en su apogeo la marcha evolutiva de la Revolución Francesa que, por atacar al Rey Borbón Luis XVI, primo de Carlos IV, tanto afectaba a la Monarquía Española. España, o mejor la Corona, se sintió obligada a combatir a Francia, primero para salvar al Rey en peligro y luego para luchar contra la idea revolucionaria. Se inició así una guerra difícil y costosa contra Francia.
La guerra terminó con los Tratados de Basilea (1795) y San Ildefonso (agosto de 1796), que colocaron a España en posición de hermandad con Francia, controlada ya por el Directorio, y en contradicción con Inglaterra, situación que trajo consigo la acción ya mencionada de la flota inglesa contra los intereses españoles.
Godoy consiguió oponerse parcialmente a los planes de Napoleón respecto a la península ibérica; hubo entonces tal presión francesa sobre Carlos IV que, en 1798, a pesar de todo el apoyo de María Luisa, Godoy fue separado del cargo formal de Ministro de Estado. Carlos IV designó para esa posición, primero a Francisco de Saavedra (el ilustre y primer Intendente en Venezuela) y después, en 1799, al Marqués de Urquijo.
Godoy, al terminar sus funciones y a diferencia de lo sucedido con Floridablanca y con Aranda, no fue confinado ni perseguido sino que continuó manteniendo influencia en la dirección del gobierno, que formalmente fue confiado a su cuñado don Pedro Cevallos Guerra (1764-1840).
Volviendo a la familia de Bolívar, debe mencionarse que su tío don Esteban, tal como hemos comentado, se encontraba en tierra española desde 1792, enviado por doña Concepción para ocuparse de los trámites necesarios a la concesión del Marquesado de San Luis a Juan Vicente Bolívar y Palacios. El tío don Pedro Palacios y Blanco se presentó en España casi simultáneamente con su sobrino Simón.
Probablemente fue un error de doña Concepción confiar a su hermano don Esteban la misión en España que mencionamos, pues él no era experto en los trámites respectivos y tampoco conocía el medio. Además y para su desgracia, actuó sin habilidad.
La conducta en Madrid de los hermanos Palacios Blanco (firmaban Palacios y Sojo) no fue especialmente acertada en ningún aspecto. Su presencia era inútil porque el Rey dispuso que el procedimiento relativo al Marquesado continuara en Caracas ante el Capitán General. Además y seguramente por las causas aludidas (inexperiencia en la materia y desconocimiento del medio), don Esteban buscó el asesoramiento de personajes de bajo nivel, cuya impericia e ignorancia lo llevaron a cometer otras equivocaciones. Salvo el ya mencionado Conde de Tepa(2), fueron muy pocas las
personas de verdadera importancia a quienes quiso consultar.

Fuente: SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA
INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A
TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS
Tomás Polanco Alcántara

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