A los caraqueños 8 de
agosto de 1813
Simón Bolívar, brigadier de la unión, y general en jefe del
ejército libertador de Venezuela.
A los Caraqueños.
Anonadados por las vicisitudes físicas, y políticas, hasta
el último punto de oprobio y de infortunio, a que la suerte ha podido reducir a
un pueblo civilizado, os veis ya libres de las calamidades espantosas que os
hicieron desaparecer de la escena del mundo; y por decirlo así, hasta de la faz
de la tierra: pues sepultados, muertos en los Templos, y vivos en las cavernas
que el arte y la naturaleza han formado, estabais privados de la influencia del
Cielo, y de los auxilios de vuestros semejantes.
En un estado tan cruel y lamentable; y a tiempo que las
persecuciones habían llegado a su colmo, un ejército bienhechor compuesto de
vuestros hermanos los ínclitos soldados granadinos parecen, y como ángeles
tutelares, os hacen salir de las selvas, y os arrancan de las horribles
mazmorras donde yacíais sobrecogidos de espanto, o cargados de las cadenas
tanto más pesadas, cuanto más ignominiosas. Parecen, digo, vuestros
libertadores, y desde las márgenes del caudaloso Magdalena, hasta los floridos
valles del Aragua, y recintos de esta ilustre capital, victoriosos, han surcado
los ríos del Zulia, del Táchira, del Bocanó, del Masparro, la Portuguesa , el Morador,
y Acarigua, transitando los helados páramos de Mucuchies, Boconó y Níquitao,
atravesando los desiertos y montañas de Ocaña, Mérida y Trujillo, triunfando
siete veces en las campales batallas de Cúcuta, la Grita , Betijoque, Carache,
Niquitao, Barquisimeto y Tinaquillo, donde han quedado vencidos cinco ejércitos
que en número de diez mil hombres, devastaban las hermosas provincias de Santa
Marta, Pamplona, Mérida, Trujillo, Barinas y Caracas.
Caraqueños: El ejército de bandidos que profanaron vuestro
territorio sagrado ha desaparecido delante de las huestes Granadinas y
Venezolanas, que animadas del sublime entusiasmo de la libertad y de la gloria,
han combatido con un valor divino, y han llenado de un pánico terror a los
tiranos cuya sangre regada en los campos ha. expiado una parte de sus enormes
crímenes. Vuestros ultrajes han sido vengados por nuestra espada libertadora,
que a un solo golpe ha inmolado los verdugos, y cortado las ligaduras de las
víctimas.
Los habéis visto, Caraqueños, escaparse como tránsfugas de
vuestra Capital, y puertos, temiendo vuestra justa indignación, y no temiendo
la vergüenza de huír de un pueblo todavía encadenado. No esperaron, no, la
clemencia del vencedor a que ellos no eran acreedores por las infracciones
impías que han cometido en todas las partes del Mundo Americano: pero el
magnánimo carácter de nuestra nación ha querido superarse a sí mismo
concediendo a nuestros bárbaros enemigos tratados tan benéficos que le han
asegurado sus bienes y sus vidas, únicos objetos de su codicia.
Mirad cuán pérfidos deben ser unos hombres que entregandoos
a la anarquía os pusieron en la necesidad absoluta de existir en medio de los
tumultos sin gobierno y sin orden. Mirad cual será su carácter fementido y
protervo, cuando abandonan a sus propios defensores a la merced de un vencedor,
y de un pueblo irritado que con razón clamaba a la venganza de tres siglos de
opresión, y de un año de exterminio. Mirad en fin con el vilipendio que ellos
merecen a esos miserables que erguidos en la prosperidad, y cobardes en el
infortunio, precipitan a sus hermanos al peligro, y los abandonan en él.
Por fin, compatriotas míos, vuestra República acaba de
renacer bajo los auspicios del Congreso de la Nueva Granada
vuestra auxiliadora, que ha enviado sus ejércitos, no a daros leyes, sino a
restablecer las vuestras extinguidas por la irrupción de los bárbaros, que
envolvió en el caos, la confusión y la muerte los Estados Soberanos de
Venezuela, que hoy existen nuevamente libres e independientes y colocados de
nuevo al rango de Nación.
Esta es, caraqueños, mi misión; aceptad con gratitud los
heroicos sacrificios que han hecho por vuestra salud mis compañeros de armas,
que al daros la libertad se han cubierto de una gloria inmortal.
Cuartel General de Caracas, 8 de agosto de 1813, 3° de la Independencia y 1°
de la Guerra a
Muerte.
Antonio Muñoz Tébar.
Secretario de Estado.
Imprenta de Juan Baillio. Caracas.