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Correspondencia Al general Santander Magdalena, 7 de marzo de 1826.

Correspondencia
Al general Santander
Magdalena, 7 de marzo de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Remito a Vd. la respuesta que doy a Páez, sobre la proposición que me ha hecho por medio del señor Guzmán. Esta respuesta va un poco fulminante aunque modificada con algunas cosas agradables a Páez. Después de manifestarle que su proyecto es insensato, le digo que si el pueblo le da a él su voto y lo acepta, puede contar con mi espada y con mi autoridad para sostener la voluntad nacional. Le digo en el curso de mi respuesta, que le mandaré mi proyecto de constitución de Bolivia para que le sirva de guía con respecto a mis principios que están allí consignados y a los cuales no cambiaré una línea. Definitivamente le digo que su proyecto no conviene ni a él, ni a mí, ni a Colombia. Supongo que mi respuesta no le gustará al general Páez; porque no convengo con sus ideas, pero yo creo que he debido hablarle con firmeza para que no precipite la república.
Mando a Vd. esta respuesta abierta para que Vd. la cierre después de leída con lacre y con un sello cualquiera y que no sea conocido: luego se la mandará Vd. con toda seguridad al general Páez, de mi parte, diciéndole que la llevó el coronel Picón que va a Bogotá casi con esta mira. Por supuesto, no le diga Vd. nada de haberla visto ni de saber su contenido, a menos que el imperio de las cosas sea tal que lo demande así urgentemente. Yo creo que mucho debe haber traspirado este proyecto para esta hora. Autorizo a Vd. para tomar una copia de esta carta si Vd. lo juzga conveniente.
El general La Mar se va a Guayaquil por enfermo y me ha pedido que lo recomiende a Vd. Aunque él está muy agradecido de Vd., quiere que yo lo haga. Este hombre es el mejor del mundo y sobré todo el más desprendido de los mortales. Aborrece tanto el mando como Bamba, que prefería morir a subir al trono. Después de esto nos quedamos sin tener con quién gobernar el Perú, lo que ciertamente me embaraza mucho. Vd. haga todo lo que pueda por allá para que no me llamen, y si me han llamado que se conformen con que no vaya, pues de otro modo formarán de la América un inmenso campo de anarquía, pues Chile y Buenos Aires comunicarán su desorden hasta el Ecuador, pasará el Istmo y celebrará su reunión con Guatemala y Méjico, que deben fluctuar largo tiempo antes de consolidarse.
Pienso mandar a Guayaquil un escuadrón de Húsares de Colombia y al Istmo el batallón Vargas, con 1.000 plazas. Yo quisiera que este batallón fuese a Caracas a fines de abril o principios de mayo: tome Vd., pues, sus medidas para hacer de dicho batallón lo que quiera, en la inteligencia de que son todos serranos y se mueren en temperamentos cálidos. Sólo el batallón Callao puede vivir en Cartagena. Nos quedaremos entonces en el Alto y Bajo Perú con 5.000 colombianos. En fin, por el correo escribiré a Vd. largamente.
Soy de Vd. de todo corazón.




BOLÍVAR.

P. D. - Cuando yo estuve en Lima el año de 23 recomendé a Vd. al señor López Ruiz padre del señor López Aldana, a quien Vd. debe conocer de nombre por su patriotismo y por sus servicios. Reitero a Vd., mi querido general, la recomendación que le hice a favor de este caballero. Yo sé que él es muy honrado. Si por sus años no pudiese ser empleado activamente, desearía que Vd. le proporcionase un destino pasivo que le diese con que subsistir, pues no debemos olvidar que es padre de un excelente patriota que ha hecho mucho por la causa y promete hacer aún más. También recomiendo a Vd. a los hijos del señor López que se hallan en Bogotá. 

Correspondencia Al general Santander Magdalena, 7 de abril de 1826.


Correspondencia
Al general Santander
Magdalena, 7 de abril de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
He recibido la agradable carta de Vd. del 21 de enero en la cual me habla largamente de todo, mas no me dice nada todavía de elecciones que es lo que nos importa, por ahora, más que todo.
Apruebo mucho y me parece perfectamente concebido el plan de la expedición marítima y del armisticio. Esto es lo que nos conviene decididamente. Entiendo que es mejor un armisticio que una paz con España.
No me parece bien que retiremos nuestros corsarios, porque es la única guerra ofensiva que hacemos a la España. En caso de que así se haga, deseo que Vd. mande publicar en las gacetas no ministeriales que el Perú y Bolivia darán patentes a los corsarios de Colombia y otros más, y que ocurran a estos gobiernos por ellas.
Me alegro del nombramiento de Cockburn, aunque se ha dicho que es el almirante Alejandro Cochrane.
Me alegro de que mande Vd. a Madrid a Francia.
Quedo de acuerdo sobre todo lo que Vd. dice del Brasil y Buenos Aires. Rivadavia se apoderó por una estratagema del gobierno, pero pronto saldrá de él. Es un malvado enemigo nuestro, que quiere que nosotros batamos al Emperador, sin quitarnos el sombrero solamente.
Insto a Vd. mucho porque se permita al general Sucre encargarse del mando de Bolivia.
He contestado ya toda su carta.
Estos días hemos estado aquí un poco agitados con motivo de la reunión del primer congreso constitucional, porque los diputados de Arequipa, que son los caraqueños del Perú, han querido que este congreso fuese constituyente y no constitucional como debe ser. La cuestión la suscitaron en una junta preparatoria, y muchos diputados de otras provincias los siguieron, unos por equivocación y otros por seducción. El consejo de gobierno sostenía la constitución por mi consejo, y como yo iba a ser desairado junto con mis delegados, y además temía una nueva anarquía nacer en este congreso constituyente, repetí decididamente lo que digo todos los días: que me iba. Esta palabra causó un alboroto inmenso. Todas las corporaciones, el pueblo y el congreso mismo me rogaron fuerte y unánimemente; además, hubo proyectos de impedirme a todo trance la marcha y de destruir, de paso, a los que me daban este disgusto. Yo soy blando de corazón a los ruegos de las personas que me aman; y, en efecto, todos me aman en el Perú, o a lo menos todos lo dicen con mucho calor; y lo cierto es, que de mil, apenas habrá uno que me aborrezca, o más bien que me tema. Es inútil decir que este incidente decidió de la cuestión en la junta preparatoria, aunque diecisiete votos se opusieron con calor a las miras del gobierno.
El motivo principal de todo esto es que un tal Luna Pizarro, un cleriguito como el doctor Pérez, ha querido que la constitución se varíe, o más bien que él pueda disponer de todo a su antojo. Él fue el que echó de aquí a San Martín y el que perdió a la junta que presidía La Mar; y él es el que ha pedido a Arequipa sus poderes sin restricción alguna, y como no pueden entrar en el congreso con estos poderes, los de Arequipa han querido sostener su partido.
El consejo de gobierno que yo he dejado aquí es compuesto de hombres buenos y honrados como Roscio, don Juan P. Ayala, y Restrepo: por consiguiente, les falta energía y popularidad. No les acusan más que flaquezas e indulgencias y, por lo mismo, dicen que no sirven para gobernar. Piden un nuevo consejo, y yo no encuentro otro mejor. Espero a un tal Pando, que ha ido al Istmo, para ponerlo en el ministerio de estado. Este caballero tuvo el mismo destino en Madrid en tiempo de las cortes. Tiene mucha semejanza con Revenga y en todo es superior, porque ha estado siempre en Europa en la carrera diplomática. Su honradez, su energía y sus luces compiten entre sí; pero no es agradable ni amado, aunque es el primer hombre del Perú. Nació en Lima y tiene toda su familia aquí; mas no es conocido por haber estado siempre fuera. Yo no sé qué hacer. Este país no se puede componer en cuatro ni en seis años: el congreso será siempre el mismo y lo mismo el ejecutivo. Esto está tranquilo por el encanto de mi opinión. Carrión decía que yo era el caduceo de Mercurio rodeado de serpientes amigas; pero que cuando faltase el caduceo todas se despedazarían. Yo estoy cansado de mandar y quiero irme; de suerte, que me alegrara mucho de que me viniera la orden para volver a Colombia. Lo único que me retiene es la constitución de Bolivia: ya la tengo concluida y quisiera presentarla personalmente al congreso de aquel país. Por lo tanto, si el congreso de Colombia no me ha permitido ir a Bolivia o me ha llamado, ruego a Vd. que me inste fuertemente de oficio para tener este documento con qué justificar y sostener mi marcha a Colombia; pero también suplico a Vd. que de ningún modo haga intervenir al poder legislativo en mi llamada, pues el emperador del Brasil puede batir a los argentinos y poner en gran riesgo estas repúblicas del Sur. Y si el congreso me llama no puedo más que obedecer, piérdase quien se perdiere. Por esta consideración yo deseo que Vd. me llame; pero no el congreso. También añado que ni voy a Bogotá ni voy a mandar. Basta, basta, basta. En este siglo de filosofía nadie adquiere gloria o la conserva si no se arregla religiosamente a los principios. Muchas unidades exigen nuestros críticos políticos para formar una nueva tragedia heroica. Por lo mismo, son muy infaustas las catástrofes.
Dígale Vd. a Soublette que he recibido con mucho gusto su última carta, aunque no apruebo su contenido de retirarse del mando; que lo único que yo apruebo es irse de América a trabajar en una parte donde haya mucha seguridad; que me escriba siempre y le daré tan buenos consejos como ahora.
Vd. habrá sabido por White y por otros también el cuento que viene de Venezuela sobre la corona. Tanto han de hablar sobre esta corona los enemigos y los amigos tontos, que me han de desterrar de Colombia y de América toda; no quieren creer que el mando me disgusta tanto como amo la gloria, y que la gloria no es mandar sino ejercitar grandes virtudes. Yo he querido la gloria y la libertad, ambas se han conseguido y, por lo mismo, no tengo más deseos.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR.
P. D. - Esta carta no la he cerrado todavía porque aguardo la de Vd. que seguramente viene por el conducto de Heres. Hasta ahora no he tenido ninguna noticia ni he recibido gacetas.
Una que me ha remitido el señor Armero contiene la noticia de que los Estados Unidos van a remitir un enviado al Istmo a asistir a nuestras conferencias, exceptuando las que puedan ser beligerantes. Esto es bastante importante.
Armero me ha presentado el proyecto de armisticio con España. Yo he mandado decir que me parece bien que lo presente a este gobierno, que no dudo entrará en él. Este proyecto tiene para nosotros mil ventajas y, por lo mismo, yo debo permanecer en el Sur hasta que se realice, se decida la paz, o continuemos en guerra. Los españoles están mandando muchas tropas a las islas y ahora mismo acaban de llegar cuatro regimientos. Esto, unido a que mi permanencia en el Sur, dará más fuerza a las proposiciones que haga el Perú en el armisticio, me persuade que yo debo estar por aquí hasta ver el resultado de esta importante negociación, bien sea adversa o favorable. Si es contraria y los españoles intentasen alguna operación contra nosotros, yo podré llevar del Sur 20.000 hombres, lo que no obtendríamos si yo me ausento. Además, esté Vd. persuadido de que si yo me voy todo, todo esto se pierde.
Hasta ahora no he recibido la carta de Vd.
BOLÍVAR.

P. D. - El general Sucre me dice que tiene en Guayaquil ocho mil pesos que el gobierno puede tomar, librándole otro tanto a su hermano en Cumaná. Yo me intereso porque Vd. lo sirva en este negocio.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...