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Magdalena, 13 de junio de 1826. A S. E. el general F. de P. Santander.

Magdalena, 13 de junio de 1826.
A S. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Devuelvo a Vd. el oficial que me trajo los pliegos de la reeleccion de Vd. y la mía. Un buque va expresamente a llevarlo a San Buenaventura y tiene orden de marchar volando a Bogotá a llevarle a Vd. estas comunicaciones: ellas son de un interés inmenso pues son relativas a los proyectos hostiles de los españoles contra nosotros.
Un coronel llamado don Juan Bermúdez, salido de La Habana por orden del gobernador Vives y Morales, salió de aquella isla para el Istmo con orden de que examinase el país y levantase un plano de él, con la mira de hacer una incursión por aquella parte con 6.000 hombres, para llamarme la atención, mientras que una expedición de 8.000 hombres debía ir sobre La Guaira y Venezuela. Este espía se ha hallado en el Istmo casi reconocido por tal, y a nadie le ha ocurrido echarle mano a sus papeles y obligarle a confesar el objeto de su misión. Por el contrario, lo ha favorecido el general Valero, y los mismos oficiales que lo han conocido godo se han retractado por hacerle favor. Todo a beneficio de la masonería y de cuarenta mil pesos que prodigó allí con estos señores. Valero lo ha recomendado como un pobre muchacho sabiendo que tenía tanto dinero. Estoy seguro que Valero está complicado en esta iniquidad y, por lo mismo, debe ser quitado del Istmo y expulsado del servicio. En fin, el Istmo está muy mal servido y lleno de godos. Las tropas que están allí deben partir para Cartagena o Venezuela y yo mandaré el reemplazo; y yo creo que Vd. debería mandar a Venezuela todas las tropas que pudieran marchar por tierra para que no sean interceptadas por mar. Y esto mismo voy a decirle al coman dante general del Istmo y de Cartagena, pues yo no dudo que los españoles están resueltos a continuar la guerra contra nos otros. Yo mandaré dentro de tres o cuatro meses 2.000 hombres al Istmo, y si fuere preciso los mandaré antes, para que Vd. pueda disponer de los cuerpos que están en el Istmo.
En este estado ha venido el coronel Bermúdez y he hablado muy largamente con él. Él parece que no sabe positivamente el plan de campaña de los españoles y, por lo mismo, no puede afirmar sus operaciones; pero no duda que me quieren llamar la atención por el Istmo para que yo no vaya a Venezuela, que es a la que quieren atacar y donde tienen partido Morales, López y sus compañeros. Diré a Vd., de paso, lo más que he podido sacar además de la declaración y esto mismo comunico al Istmo en los términos siguientes:
" Si en el acto Vds. no toman las más extraordinarias y sagaces determinaciones se pierde el fruto de tan importante des cubrimiento. Por supuesto, que los del buque que lleva este pliego van a dar parte a los interesados de los rumores que hayan corrido sobre la prisión de este espía. Espinar puede escribir igualmente al Istmo dándole parte a alguno de sus amigos, pues él está iniciado en el secreto. Así, pues, el intendente y el coman dante general de ese departamento deben tomar en el acto las medidas más eficaces a fin de proveer a todo sin andarse con muchos cumplimientos. El primero que debe salir del Istmo es Valero; los oficiales que se han retractado deben ser presos; lo mismo que Feraud y su hermano, que es espía últimamente venido de La Habana. Un tal Casis, los clérigos comprometidos en esto, y todos los cómplices deben ser presos e interrogados con la mayor sagacidad. (*) La casa de Chappel y los buques de esa casa americana de Baltimore deben ser aprehendidos. En una palabra, Vds. deben tomar todas las medidas imaginables a fin de lograr un fin satisfactorio. Don Juan Bermúdez dice que no sabe a punto fijo si el plan de campaña de los españoles es éste; que él lo infiere solamente por las instrucciones que ha recibido, pero que está cierto de que iban a atacar a Colombia, porque nadie pensaba en expedición, sino los oficiales y jefes expulsados de Colombia. Que nuestras costas deben estar cubiertas de espías y, que le dijeron que les iban a mandar. Que el Istmo está muy mal servido y muy mal mandado; que si lo atacan lo toman; que nadie ignoraba que él era espía y no se atrevieron ni a tomarle sus papeles, a pesar de que cada día caía en nuevas contradicciones y hacía cosas extraordinarias. Que el intendente es un miserable que lo amenazaba por una parte y por otra lo convidaba a comer a su casa. Que Feraud sabe todo, y a pesar de esto trabajaba porque lo expulsasen a fin de ponerse a cubierto. Que el país es muy patriota excepto los individuos que ha nombrado. Añade que los españoles con taban con 14.000 hombres; pero que esperaban 9 ó 10.000 hombres más que debían haber hecho la expedición antes de ahora; que cree que hayan recibido en La Habana sus comunicaciones en que avisaba mi marcha con un ejército para aquella isla y que por eso quizás no la han mandado; que 1.500 colombianos que están en la isla junto con Morales y López están instando por la expedición, confiados en que tienen mucho partido en Venezuela, y que con 3.000 hombres basta para tomar aquel país porque cuentan levantar 6 u 8.000 godos. El mismo Bermúdez parece convencido de esta ilusión y manifiesta ser un godo cerrado y sin arrepentimiento, orgulloso y vano. Yo he obtenido todo esto a fuerza de terror, pues le hice decir que lo iba a fusilar y le mandé poner dos pares de grillos si no decía la verdad; pero que lo perdonaría si me confesaba el objeto y miras de su misión. Él debía sostener una revolución si podía lograrlo con doscientos cincuenta mil duros que pusieron a su disposición. Esta suma prueba: primero, que La Habana tiene dinero; segundo, que efectivamente se piensa en nuevas empresas; y tercero, que lo que se ha hecho en el Istmo se hará en Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Coro y demás puertos de la costa. Yo no dudo que levantarán contra nosotros a la gente del pueblo para destruirnos. Bermúdez asegura que él no tenía nada que hacer en el Perú; que a él no se le dio comisión para esto y que otro sería el encar gado de este ramo. Yo mismo he tomado esta declaración a Ber múdez después de tres que ha dado. La primera le era entera mente favorable sin confesar la verdad: las otras dos están con formes con lo que llevo dicho. Yo deseo que Vds. manden a Cartagena uno o dos batallones de los que están allí, pues yo mandaré su reemplazo inmediatamente. No dudo que el vicepresidente mande tropas a Venezuela, pues así se lo indico. En estas circunstancias es una locura que el gobierno civil esté separado del militar, tal demencia no le ha ocurrido a nadie, por lo mismo debe refundirse semejante división de mando. Tenemos las manos atadas cuando el enemigo las tiene sueltas. Por esta razón Bermúdez no comprende cómo puede existir un estado tan mal servido. Me ha llenado de rubor (**) todo lo que me ha dicho ".
Hasta aquí alcanza la carta que he escrito al general Carreño y otro tanto y más he dicho al general Briceño, a Gual, al inten dente del departamento y últimamente mando un oficial a Pa namá a que lleve todos estos avisos y les hable a esos señores en mi nombre. En la segunda declaración que ha dado Bermúdez verá Vd. que el americano Chappel desembarcó mil escopetas por Chagres. Esta operación indica la facilidad con que se pueden hacer otras de igual especie y de más entidad, y así, yo reco miendo a Vd. que haga tener la mayor vigilancia sobre estos americanos que frecuentan las costas: son capaces de vender a Colombia por un real y la tuvieran. (***)
Me parece que fuera muy conveniente y útil a nuestra tran quilidad que Vds. hicieran correr la voz de que yo voy al Istmo con 12.000 hombres a hacer una expedición contra La Habana. No es difícil conocer el objeto de esta política.
Ayer hemos tenido la noticia de que en Chiloé ha habido una revolución y han proclamado a O´Higgins por director su premo. Se asegura que en Valdivia y Concepción ha sucedido otro tanto. La de Chiloé no deja duda. Parece, pues, inevitable la caída completa de Freire y el triunfo de O´Higgins, del cual me alegraré infinito por muchas razones. Desde luego que lo primero que hará el nuevo gobierno será mandar sus diputados al Istmo, y luego se unirá a nosotros en principios y en política.
Soy de Vd. afmo. amigo.
BOLÍVAR

Magdalena, 8 de febrero de 1826. A s. E. el general F. de P. Santander.

Magdalena, 8 de febrero de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Ayer, al poner pie en tierra, fui saludado con la capitulación del Callao, que ignoraba por estar en marcha a esta ciudad. El general Salom ha instruido a Vd. detalladamente de todo lo que conocieron en este suceso, (*) que, por cierto, es muy importante, hará mucho ruido, y puede ser de mucho peso en Europa. El Perú está pues enteramente libre, y ni un solo español existe en toda esta vasta extensión.
Mi principal y casi único objeto al venir a esta capital ha sido asistir a la instalación del congreso general de esta república convocado para el 10 de febrero. Yo creo que no se instalará el día señalado, por que aun no se han reunido todos los diputados, pero no dejará de hacerse en todo este mes de febrero. Como acabo de llegar no conozco sino a uno que otro diputado, y, por lo mismo, no puedo decir con certeza cuáles serán sus opiniones, mas estoy seguro de que serán adictos, en la mayor parte, a mí, es decir, al orden y a la América. Aguardaremos a que se reúna y veremos lo que pueda hacerse en bien de este país que va a principiar una nueva carrera, y establecer su suerte futura.
Tengo a la vista las cartas de Vd. del 21 de noviembre y 6 de diciembre, y me ha causado una impresión ciertamente muy agradable, ver el modo con que Vds. han aplaudido a Bolivia. Aún no he leído el artículo de la Gaceta, de que Vd. me habla, pero supongo que será tal cual debe ser, y me adelanto a darle las gracias. Las observaciones que Vd. me hace sobre este nuevo nacimiento, son muy dignas de Vd., y cuántas más podrían hacerse. Sucre ha quedado en aquellas provincias con todas mis facultades y encargado de gobernarlas hasta que se establezca otro nuevo orden de cosas.
BOLÍVAR

P.D. - Dígale Vd. a Revenga que tengo a la vista su última correspondencia del 6 y 21 de noviembre, que, a la verdad, son de un inmenso interés. Apenas las he leído porque tal es el bullicio de gentes, que nada puedo leer detenidamente, y como no quiero detener el correo me reservo para el siguiente.

Magdalena, 12 de mayo de 1826

Magdalena, 12 de mayo de 1826
A.s. E. El gran mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre
Mi querido general:
Incluyo a Vd. una carta que he dirigido al general Santander, para que se imponga más por ella del alarmante estado de cosas.
El señor Pando, que ha venido del Istmo, me asegura que Colombia está en un estado de no poder marchar, y que todo amenaza ruina: primero, por los partidos; segundo por hacienda; tercero, por la organización civil, que es lo más complicada y costosa; cuarto, porque las leyes son tantas que ahogan a la república. De suerte que en Quito están envidiando el estado del Perú, y Demarquet, que acaba de llegar, me ha confirmado esto con superabundancia de pruebas y una profusión de hechos que me han afligido sobremanera. Demarquet dice que Quito no se ha levantado contra el gobierno por respeto a mí, y porque me espera de un momento a otro. La municipalidad de Bogotá se queja de que ya no se puede soportar el peso de las leyes, porque son innumerables y contrarias al estado de las cosas. En Venezuela todo va peor, porque el ejército tiene un partido y el pueblo otro. Páez es aborrecido del pueblo en tanto que es jefe del ejército, y la pardocracia va ganando terreno en todo lo que pierden los demás partidos.
El congreso dividido: la cámara de representantes está por el pueblo y contra el gobierno, y pide que yo vaya. El senado, al contrario, por el gobierno y me permite que me quede.
El ministerio dividido: Castillo tiene perdida la república por su mala administración de hacienda y ha querido ser vicepresidente; por consiguiente, enemigo de Santander. Revenga dice que no lo quiere Santander, y por consiguiente, ha renunciado tres veces en una semana, y me encarga que predique la virtud.
 
Soublette está por Santander y contra Páez: me llama, y me dice que no debo ir, porque ellos están perdiendo lo que yo haga. Dice que la cámara de representantes está hecha un volcán juzgando a Páez, a Santander, a Hurtado y al empréstito.
El Vicepresidente me dice que tiene poco que comunicarme en su última carta; pero esta carta indica un disgusto sumo, pues no quiere encargarse mas de la vicepresidencia, aunque no sabía todavía, entonces, que lo habían nombrado de vicepresidente. Después fue nombrado el 15 de marzo por una gran mayoría de votos, y la carta de él del 21 no ha llegado, aunque debió haber venido en el correo del 8 del corriente.
En una palabra, Colombia presenta el cuadro más lamentable por una superabundancia de fuerza liberal mal empleada; y una sobriedad absoluta en el gobierno es el único remedio. Por esta consideración tengo que irme a Colombia dentro de dos o tres meses, y no espero, para ejecutar mi marcha, más que tener respuesta de Vd. a esta carta, y ver establecer aquí, por dos o tres meses, el nuevo consejo de gobierno, que voy a organizar con Santa Cruz de presidente; Unanúe, vicepresidente; Pando, secretario de estado; Larrea, de Hacienda y Heres, de guerra. Cada vez tengo más confianza en estos señores del consejo: ellos desean la reunión de las tres repúblicas en una federación más estrecha que la de los Estados Unidos, mandaba por mi como presidente. y por el vicepresidente de mi elección, que debe ser Vd.
Se está imprimiendo hoy mismo mi constitución boliviana: ésta debe servir para los estados en particular y para la federación en general, haciéndose aquellas variaciones que se crean necesarias. Vd. debe dar el ejemplo con Bolivia a esta federación, adoptando desde luego la constitución que ha recibido una perfección casi inesperable. Pando dice que es divina, que es la obra del genio y que es la perfección posible. Pando que es un hombre incapaz de adular, recto hasta ser inexorable, instruido y firme más que nada; por consiguiente, debemos creer la aprobación de Pando: él cree la constitución adaptable al gobierno de un estado y de muchos a la vez, por las variaciones del caso. Todos recibirán esta constitución como el arca de la alianza y como la transacción de la Europa con la América, del ejército con el pueblo, de la democracia con la aristocracia y del imperio con la república. Todos me dicen que mi constitución va a ser el gran móvil de nuestra reforma social.
Empéñese Vd. pues, con su congreso para que la acepte sin restricción alguna. Dígale Vd. a esos señores que su sabiduría en el primer congreso ha salvado la América, y que no la pierdan ahora por una negativa que sería terrible. Dígales más, que los pueblos aguerridos en la anarquía y veteranos en la revolución, están todos clamando por un imperio, porque nuestras reformas han probado su incapacidad para hacer el bien y su incompatibilidad con nuestros pueblos. El clero y el ejército están ligados contra los principios, porque el clero y el ejército están hollados por nuestras reformas; que mi vida es la esperanza y la vida de nuestras repúblicas, pero que se acuerden de Epaminondas, cuyos funerales fueron celebrados por Alejandro con la destrucción absoluta de Tebas; que muchos tiranos van a levantarse sobre mi sepulcro y que estos tiranos serán otros Silas, otros Marios que anegarán en sangre sus guerras civiles. Yo doy a los pueblos, que el ejército ha liberado, un código de salud que reúne la permanencia a la libertad, al grado más eminente que se conoce en el gobierno de los hombres; y que si aspiran a lo perfecto alcanzarán lo ruinoso.
El consejo de gobierno va a reconocer a Bolivia y a proponerle un pacto de unión, para que ese mismo pacto sirva a Colombia, donde yo lo haré adoptar.
La intención de este pacto será la más perfecta unidad posible bajo un forma federal. El gobierno de los estados particulares quedará al presidente y vicepresidente con sus cámaras, con todo lo relativo a la religión, justicia, administración civil, económica, y, en fin, todo lo que no sea relaciones exteriores, guerra y hacienda nacional. El gobierno general se compondrá de un presidente, vicepresidente y tres cámaras para manejar la hacienda nacional, la guerra y las relaciones exteriores. Cada departamento de las tres repúblicas mandará un diputado al gran congreso federal, y ellos se dividirán en las tres acciones correspondientes, teniendo cada sección un tercio de diputados de cada república. Estas tres cámaras, con el vicepresidente y los secretarios de estado (que serán escogidos éstos en toda la república) gobernarán la federación.
El Libertador, como jefe supremo, marchará cada año a visitar los departamentos de cada estado. La capital será un punto céntrico como Quito o Guayaquil, Colombia deberá dividirse en tres estados, Venezuela, Cundinamarca y Quito; uno tomará el nombre de Colombia, que probablemente será Cundinamarca; la federación llevará el nombre que se quiera, pero sería probable que fuese Boliviana. Habrá una bandera, un ejército y una nación sola. Heres dice que es mejor que haya dos naciones como Bolivia compuesta del Bajo y Alto Perú, y Colombia compuesta con sus partes constituyentes. Que yo sea el presidente de ambas naciones y haga lo mismo que con una. El consejo de gobierno quiere la reunión de las tres repúblicas, como he dicho antes, y Pando se inclina a uno y otro partido.
Por consiguiente, debemos dar el ejemplo de esta federación entre Bolivia y el Perú, y en marcha a Colombia yo veré lo que conviene más. Colombia no puede quedarse más en el estado en que está, porque todos quieren una variación, sea federal o sea imperial. Aquí se quiere lo mismo; y Bolivia no puede quedar en el estado en que está, pues el Río de la Plata, y el Emperador por su parte, al fin destruirán esa república. No hay otro partido que un ejército, una bandera y una nación en Colombia como en Bolivia. De otro modo los desórdenes serán tantos, que forzosamente pedirán un imperio, pues el ejército, el clero y la Europa lo quieren absolutamente;
De cualquier modo que sea, creo indispensable el que se dé principio a este plan por Bolivia y Perú, y todavía creo más indispensable el que Vd. conduzca los negocios de ese país hasta que yo vuelva a darle una dirección general a esta federación. Entonces no faltará algún amigo a quien convenga favorecer para esa presidencia. El general Santa Cruz servirá ésta del Perú, a menos que se desagraden de él, lo que no espero, porque él es bastante agradable y sagaz.
¡Amigo! Vd. no debe abandonarnos en esta coyuntura tan difícil y cuando más necesitamos de hombres capaces, llenos de gloria y popularidad como Vd. Yo soy el que estoy más cansado y el que necesito de más reposo; pero la presencia del peligro y de las dificultades estimulan a mi espíritu decaído. Para un valiente el riesgo es el verdadero apetito, y como yo estoy cierto que Vd. participa de mis sentimientos, no he dudado un instante de que, al saber el gran riesgo de la América, sus deseos de servir se habrán reanimado. Persuádase Vd. que los más grandes destinos le esperan. A mí me han ofrecido una corona que no puede venir a mi cabeza, y que yo concibo en la oscuridad de las combinaciones futuras planeando sobre las sienes del vencedor de Ayacucho; y si no fuere esta diadema, será otra mil vece más gloriosa, la de los laureles, recompensa de las virtudes. En una palabra, yo sin Vd. no soy nada, y por consiguiente, el mundo que pesa sobre nuestros hombres, caerá a sumergirse en un vasto océano de anarquía.
Haga Vd. escribir mucho sobre estas cosas, y no dude que me marche a Colombia y vuelva a poner las grandes bases.
Chile y el Río de la Plata junto con Guatemala pueden entrar en nuestro proyecto como aliados.
Escriba Vd. a Córdoba y a los amigos del Río de la Plata, para mantener aquellas buenas relaciones.
De un momento a otro tendremos a Chile por nosotros, y Guatemala tiembla de Méjico y, por lo mismo, Panamá.
Resumiré mis demandas:
Que Vd. se quede en Bolivia hasta mi vuelta;
Que se adopte la constitución;
Que se negocie la reunión de estas dos repúblicas;
Que se guarde Vd. la mejor armonía con este consejo de gobierno; y
Que trabaje Vd. en el Río de la Plata por establecer nuestros buenos principios.
No tema Vd. al emperador del Brasil, pues la Inglaterra se entiende con nosotros en esta materia, y guardará armonía por necesidad y por política.
Los Estados Unidos con la Rusia y la Francia están trabajando con España para que nos reconozca; por lo mismo, no hay necesidad de levantar los batallones más que a seiscientas plazas, en lugar, de mil como he dicho antes. El emperador de Rusia no es Constantino, a quien tocaba, sino su hermano Nicolás. Este tiene los principios de Alejandro, mientras que el otro es un cosaco. Dicen que costó un poco de sangre el advenimiento al trono, por causa del celo de las tropas, pero que los hermanos se portaron con generosidad recíproca etc. etc.

BOLÍVAR

Magdalena, 7 de mayo de 1826. A s. E. el general F. de P. Santander.

Cartas

Magdalena, 7 de mayo de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Grandes cosas tengo que decir a Vd. en esta carta sin saber siquiera nada de Vd. en dos correos sucesivos: el anterior en que no recibí carta de Vd. y el de ahora que no ha llegado aún. Así es que voy a hablar al acaso sobre materias muy importantes.
Ante todo diré a Vd. que este congreso no ha podido reunir los miembros necesarios para instalarse, y viendo los diputados, después de tres meses que han estado aquí que no se podía reunir el congreso, han hecho la representación, que incluyo, en la " Gaceta del Gobierno ": di yo el informe que Vd. verá, y el consejo de gobierno el decreto que va al pie. Por consiguiente, este congreso se ha eliminado por sí mismo por algún tiempo. Esto ha venido a suceder en circunstancias que requerían una autoridad sola sin un cuerpo legislativo, que embarazase la marcha de las cosas: el buen genio de la América así lo ha querido.
El señor Pando, que acaba de venir del Istmo, ha traído noticias muy importantes de Gual y Briceño. El conjunto de las cosas que he sabido por este canal es de sumo interés.
Primero, se asegura que Morales con 14.000 hombres está pronto a expedicionar sobre la Costa Firme; segundo, que otros 14.000 hombres españoles deben venir a reemplazar los primeros con dos navíos más; tercero, que hay una escuadra muy fuerte, que la nuestra no puede resistir; cuarto, que Méjico hace su paz aparte por una suma de millones; quinto, que la Santa Alianza es el alma de estas operaciones, y la Francia paga los gastos para obligarnos, por una amenaza formidable, a adoptar sus condiciones y principios; sexto, que la Inglaterra no se opone a nada de esto, y que, por el contrario, desea que hagamos reformas en nuestras leyes fundamentales, único medio de conciliar a la Europa con la América; séptimo, que el congreso de Colombia ha llamado al general Páez, en estas circunstancias, para juzgarlo y que este general no obedecerá probablemente; porque lo acusan de ser el autor de un proyecto para establecer la monarquía en Colombia, y que, en cualquiera de los dos casos, de obedecer o de no obedecer el general Páez, los españoles se vendrán a aprovechar de la confusión que establezca esta discordia de republicanos con monarquistas; últimamente, se me asegura que todo está perdido si yo no me presento en Colombia inmediatamente, porque las cosas han venido a tal extremo, que ya no se puede evitar una guerra externa o interna.
Figúrese Vd. por un momento el efecto que me habrán producido tan complicados embarazos. Por una parte, la Santa Alianza y el ejército queriendo un imperio. Por otra, mi gloria, las leyes y el congreso exigiendo justamente la conservación de la república. Si lo primero se adopta, tendremos paz externa con protección de la Europa y guerra interna con los demócratas; si lo segundo, tendremos guerra externa y anarquía interna, porque habiendo tomado el ejército un partido y el pueblo otro, nadie nos puede auxiliar, sino una nueva conquista y un gobierno de sangre y fuego para exterminar los partidos.
Si yo me voy a Colombia puedo evitar una gran parte de los males que nos amenazan; pero dudo que los evite todos. Por una parte, el mal que haya sucedido no tiene remedio, y el que nos puedan hacer los españoles no depende de mí. También se va a aumentar el calor de los partidos con mi presencia: todos dirán que voy a sostenerlos y todos se esforzarán a hacer preponderar el suyo para que yo lo encuentre preponderante y le dé la preferencia. Añádase a esto que es del Sur de donde yo puedo sacar un ejército capaz de poner el orden por fuerza o por respeto. Desde luego que yo parta de aquí, todos los partidos, que ahora están a mis pies, levantarán la cabeza y se harán la guerra mutuamente, y entonces se agotará la fuente de mis recursos. Apenas nuestro ejército podrá marchar con mucha dificultad y muy disminuido. El general Sucre, que podría reemplazarme, está muy disgustado del mando, y mientras tanto no atenderá más que a Bolivia y a la división de Córdoba. El general Santa Cruz, que va a ser presidente del consejo de gobierno del Perú, necesita de auxilio en lugar de darlo, porque todavía tiene enemigos y pocos son sus afectos: además de que su autoridad empezará vacilando y chocando con el amor propio de muchos. El Perú es una renta viajera sobre mi cabeza hasta después que se haya conseguido una autoridad creada bajo de mi influjo y acreditada por sus servicios.
El Paraguay se ha ligado al Brasil, y Bolivia tiene que temer de esta nueva liga. El Río de la Plata tiene que temer al Emperador, y a la anarquía que se ha aumentado con la variación de gobierno de Buenos Aires. Chile tiene el corazón conmigo, y su gobierno está aliado a Rivadavia. Córdoba me convida para que sea el protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia. Este proyecto es del general Alvear que quiere cumplirlo a todo trance. El general O'Higgins, con sus amigos, también lo quiere, y los pelucones de Chile, que son ricos y numerosos. ¿Qué haré yo en este estado? Mucho he pensado y nada he resuelto. Unos me aconsejan la reunión de un imperio del Potosí a las bocas del Orinoco, otros una federación de las tres repúblicas hermanas; pero una federación positiva y tal que así supla a la general de América, que dicen ser nominal y aérea. Yo estoy por el último partido: las dos repúblicas del Sur lo adoptarían con facilidad por tenerme a mí de protector de la federación. El señor Pando es de opinión del imperio y los miembros del consejo de gobierno igualmente, porque dicen que ellos quieren la paz con Europa a todo trance, y no pueden vivir sin el orden que yo les dé, mas están conformes con la nueva federación. El que quiere lo más quiere lo menos. ¿Pero qué haremos con Venezuela y Cartagena? Cada una de estas partes tiene ideas diferentes y medios diferentes. Páez puede entrar por lo que yo quiera; ¿qué dirá Montilla y qué dirá el Almirante? Ambos parecen muy adictos a mí: el primero no puede nada; el segundo lo puede todo.
Luego que yo reciba el correo de Vd. y que haya tratado nuevamente con el consejo de gobierno mandaré a Vd. a O'Leary con mis nuevas observaciones y determinaciones.
Soy de Vd. de todo corazón.
BOLÍVAR.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...