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SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS


SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA
INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A
TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS
Tomás Polanco Alcántara
Bolívar, en 1813, afirmó que doña Inés Mancebo de Miyares, esposa del Capitán
General don Fernando Miyares y Pérez Bernal(8)fue "quien en los primeros meses me
arrulló en su seno" y menciona que un corazón como el suyo sabe guardar gratitud a la
"que me aumentó como madre" (9). Años más tarde, en 1827, ratifica: "ella, (doña Inés)
en mis primeros días me dio de mamar" y exclama "¿qué más recomendación para
quien sabe amar y agradecer? (10).
Una mujer negra, llamada Matea, perteneciente a la servidumbre de doña Concepción,
hizo también con el niño las funciones de nodriza; otra mujer negra, de nombre Hipólita, fue quizá quien durante más tiempo realizó esa labor. Bolívar la recordó siempre con gran afecto. Por eso, en 1825, pidió a su hermana María Antonia que diera a Hipólita "todo lo que ella quiere... su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella... "(11).
Si bien Bolívar no tuvo en sus venas sangre de personas étnicamente negras, recibió de
los pechos de mujeres negras el alimento primario de la vida. Esas mujeres negras lo
cuidaron, atendieron y enseñaron en sus primeros días. No es raro que de ellas
recibiera, para su espíritu, esa fantasía, esos "átomos color de rosa" esparcidos en su
imaginación infantil, como diría Pedro Emilio Coll que había hecho en él su propia aya
negra Marcelina (12).
Murió su padre en enero de 1786. El niño tenía algo más de dos años y quedó bajo el
cuidado exclusivo de doña Concepción, pues el Coronel don Juan Vicente, mediante
testamento, designó a su esposa como tutora y curadora de sus hijos, junto con ella, sus
únicos y universales herederos(13).
Esa muerte, por haber ocurrido siendo Bolívar todavía un niño muy pequeño, motivó que su espíritu buscase diversas formas de expresión de la necesaria imagen paterna: el
Marqués de Ustáriz, don Simón Rodríguez, su tío Esteban Palacios, don Fernando
Peñalver y según sus propias palabras ya citadas, hasta Hipólita.
Doña Concepción, viuda a los veinte y ocho años, tuvo que enfrentar los problemas de la familia..
Debía continuar la fábrica de la llamada "Quinta de la Cuadra del Guaire", que su esposo dejó sin terminar. Esa casa o quinta, ubicada en el sur de la ciudad de Caracas, muy cercana al río Guaire, estaba adjudicada en la herencia a su hijo Simón. Además de
pagar los costos de su fábrica, era necesario gastar dinero para dotarla de agua limpia,
de cercas e incluso de mejoras para la calle que va desde la casa hasta el río, todo con
cargo a la porción hereditaria correspondiente(14).
Doña Concepción se ocupó de tramitar judicialmente la defensa de los intereses de su
hijo Simón como heredero del "vínculo" constituido por don Juan Félix Jerez de
Aristeguieta, con los bienes que heredó de su madre doña Luisa Bolívar y Ponte.
El Dr. Jerez de Aristeguieta y Bolívar en su testamento, otorgado el 8 de diciembre de
1784, dispuso que los bienes que él había heredado de su madre doña Luisa Bolívar y
Ponte, hermana de don Juan Vicente Bolívar y Ponte, fuesen constituidos en forma de
"vinculo o mayorazgo" y que nombraba, para ser llamado en primer lugar al goce de ese
vínculo, a don Simón Bolívar y Palacios, niño entonces de aproximadamente año y
medio de edad, hijo de su tío don Juan Vicente Bolívar y Ponte y de doña Concepción
Palacios y Blanco (15).
Después del fallecimiento del Dr.. Jerez de Aristeguieta su familia quiso impedir,
mediante un juicio, que doña Concepción entrase en posesión del "vinculo" mencionado.
El litigio se ventiló, en gran parte, ante la Real Audiencia de Santo Domingo. Este
Tribunal, en sentencia dictada el 16 de junio de 1788, rechazó la demanda de los
Aristeguieta y mandó dar posesión de los bienes "vinculados" al niño Simón Bolívar y
Palacios.
La ceremonia requerida para la entrega de la posesión de esos bienes fue solemne y en
ella participó el propio niño, de seis años, acompañado de su abuelo, de testigos, del
escribano y de un curador especial para ese caso, que lo fue el Licenciado Miguel José
Sanz por nombramiento de la Real Audiencia, fechado 16 de julio de 1786. ¿Afectó al
niño esa ceremonia? No se sabe.
Doña Concepción, el 20 de septiembre de 1790, pidió al Rey la expedición del título de
Marqués de San Luis a su hijo Juan Vicente (16). Al no recibir respuesta envió a Madrid
a su hermano Esteban para aligerar los trámites (17). Esteban partió para España el 25
de abril de 1792. Hasta ese momento había estado en contacto permanente con su
sobrino. Lo volverá a ver en Madrid.
Fuente: SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA
INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A
TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS
Tomás Polanco Alcántara

Manifiesto de Cartagena 3


Manifiesto de Cartagena 3
Por otra parte, ¿qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal? No, no es posible conservarlo en el tumulto de los combates y de los partidos. Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes ni constituciones, ínterin no se restablecen la felicidad y la paz.
Caracas tuvo mucho que padecer por defecto de la Confederación que lejos de socorrerla le agotó sus caudales y pertrechos , y cuando vino el peligro la abandonó a su suerte, sin auxiliarla, con el menor contingente. Además le aumentó sus embarazos habiéndose empeñado una competencia entre el poder federal y el provincial, que dio lugar a que los enemigos llegasen al corazón del Estado, antes que se resolviese la cuestión de si deberían salir las tropas federales o provinciales a rechazarlos, cuando ya
tenían ocupada una gran porción de la provincia. Esta fatal contestación produjo una demora que fue terrible para nuestras armas. Pues las derrotaron en San Carlos sin que les llegasen los refuerzos que esperaban para vencer.
Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas.
Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo, y por los intrigantes moradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la práctica de la Federación entre nosotros; porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros, tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; por lo que jamás se vio en Venezuela una votación libre y acertada; lo que ponía el gobierno en manos de hombres ya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partido decidía en todo y, por consiguiente, nos desorganizó más de lo que las circunstancias hicieron. Nuestra
división y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud.
EL terremoto de 26 de marzo trastornó ciertamente, tanto lo físico como lo normal; y puede llamarse propiamente la causa inmediata de la ruina de Venezuela; mas este mismo suceso habría tenido lugar, sin producir tan mortales efectos, si Caracas se hubiera gobernado entonces por una sola autoridad, que obrando con rapidez y vigor hubiese puesto remedio a los daños sin trabas, ni competencias que retardando el efecto de las providencias, dejaban tomar al mal un incremento tan grande que lo hizo incurable.
Si Caracas en lugar de una Confederación, lánguida e insubsistente hubiese establecido un gobierno sencillo, cual lo requería su situación política y militar, tú existieras ¡oh Venezuela! y gozaras hoy de tu libertad.
La influencia eclesiástica tuvo. después del terremoto, una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas: y en la introducción de los enemigos en el país; abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio en favor de los promotores de la guerra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente, que estos traidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta; la cual hallaba en el Congreso un escandaloso abrigo; llegando a tal punto esta injusticia que de la insurrección de la ciudad de Valencia, que costó su pacificación cerca de mil hombres, no se dio a la vindicta de las leyes un solo rebelde; quedando todos con vida y, los más, con sus bienes. De lo referido se deduce, que entre las causas que han producido la caída de Venezuela, debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución; que repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto, el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente, las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro.

Lima, a octubre 18 de 1823


Lima, a octubre 18 de 1823
Muy señor mío:
Tiene usted mi amor verdadero, con el prendimiento de mi corazón por usted. No me calmo hasta que usted me dé su explicación de su ausencia de usted, sin que yo sepa qué se ha hecho usted. ¿Es que no ve el peligro? ¿O yo no le intereso más que ayer? Decida usted, porque yo me regreso aun sin la gloria de usted, que no vacila en hacerme sufrir.
Suya,
Manuela Saenz
Fuente: Las más Hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
acompañadas de los Diarios de Quito y Paita,
así como de otros documentos
© Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia
Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
Ediciones de la Presidencia de la República
Caracas - Venezuela, 2010
Depósito Legal: lf000000000000
ISBN: 0000000000000

Bolívar: El Hombre de América


Bolívar: El Hombre de América
Por: Juvenal Herrera Torres/ Historiador Colombiano
b.) Necesidad de un acuerdo sobre derecho de gentes. Porque no existiendo soberanía interna del Estado colombiano; no pudiendo imponerse sus autoridades en la integridad del territorio, y no pudiéndose develar la rebeldía que persigue el poder, las partes en conflicto tienen la obligación ética de comprometerse en aliviar, como decía el Libertador, “los horrores de la guerra”. Uno de esos compromisos urgentes es el acogimiento de las prescripciones del Derecho Internacional Humanitario (DIH) para regularizar la guerra, asegurando la protección de las víctimas del enfrentamiento, ya se trate de la población civil inerme o de los combatientes vencidos. Es que todo maltrato a la dignidad humana y con mayor razón de una persona inerme o vencida, hace del agresor un bandido, así se llame policía, soldado, paramilitar o guerrillero. Siempre en el Ejército Libertador se trató con respeto a la población inerme y se le deparó buen trato a los enemigos vencidos, razón por la cual Simón Bolívar es considerado como precursor del Derecho Internacional Humanitario.
c) La misión fundamental de las fuerzas armadas es la defensa de las fronteras patrias. Las fuerzas armadas de América Latina, en particular las de Colombia, han sido adiestradas para eliminar a un presunto “enemigo interno”. De allí la vigencia permanente de los decretos de estado de sitio en contra de los derechos fundamentales de los ciudadanos y en beneficio del capital financiero y de sus administradores.
Hay que reconstruir estas fuerzas formándolas en la concepción bolivariana original, de tal suerte que impidan el desarrollo de normas de guerra dictadas contra los propios hijos de la patria. Y para que cuando se haga urgente su presencia en los conflictos internos actúe únicamente “... empleando su espada en defensa de las garantías sociales...”, como lo expresó el Libertador en su última proclama a los colombianos.
d) La igualdad y la libertad política de los ciudadanos pilares fundamentales de la
democracia. En Colombia no existe libertad política. Y menos igualdad. La historia demuestra que todos aquellos que intentan reivindicar estos valores democráticos son violentamente aniquilados.
Colombia ha sido convertida en un cementerio de combatientes por los valores republicanos, y ¡oh ironía!, han sido asesinados en nombre de esos mismos valores y principios.
El tratamiento igual que el Libertador dio a todas las etnias, particularmente a los negros y a los indios frente a las capas poderosas de la sociedad, se constituyó en la fuente de odios y persecuciones que en su contra desataron las oligarquías locales, los seguidores de Francisco de Paula Santander y las potencias europeas y norteamericana, tal como se demuestra prolijamente en el texto de Herrera Torres.
En el ideario del Libertador la igualdad es un presupuesto de la libertad. Sin esos dos pilares, decía, no puede haber república. Sus pensamientos y teorías fundamentados en extensas lecturas, particularmente da Juan Jacobo Rousseau, enriquecidos en las vivencias con su amigo y maestro Simón Rodríguez, tenían que chocar con el utilitarismo de Jeremías Bentham y de John Stuart Mill, quienes consideraban el voto de los propietarios y de los hombres ilustrados superior al de los indios y los negros, concepción heredada por Santander y sus seguidores de ayer y de hoy.
En efecto, en materia de igualdad y libertad, las de Bolívar y Santander son escuelas diametralmente opuestas. De tal suerte, que la democracia directa como el contenido del Estado verdaderamente Popular y republicano nutrió el pensamiento de Bolívar quien encontró su complemento en la cultura milenaria de los indígenas nuestros, ajena por ejemplo, a la importada teoría de la tridivisión de poder y de la democracia representativa.
Fuente: Bolívar: El Hombre de América
Por: Juvenal Herrera Torres/ Historiador Colombiano

Cartas de amor de Manuela y Simón


Quito, septiembre 23 de 1823
S.E. Simón Bolívar Señor:
Bien sabe usted que ninguna otra mujer que usted haya conocido, podrá deleitarlo con el fervor y la pasión que me unen a su persona, y estimula mis sentidos. Conozca usted a una verdadera mujer, leal y sin reservas.
Suya
Manuela Sáenz
Fuente: Las más Hermosas cartas de Amor
entre Manuela y Simón acompañadas de los
Diarios de Quito y Paita,
© Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia
Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
Ediciones de la Presidencia de la República
Caracas - Venezuela, 2010
Depósito Legal: lf000000000000
ISBN: 0000000000000

SIMON BOLIVAR MANIFIESTO DE CARTAGENA [1812]


SIMÓN BOLÍVAR
MANIFIESTO DE CARTAGENA
[1812] (parte 1)
Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela, y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta Memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.
Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas, que siempre fiel al sistema liberal, y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos Estados.
Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción; lisonjeándome que las terribles, y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la América, a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez, y energía que se notan en sus gobiernos.
El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción. la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos periodos, con una ceguedad sin ejemplo.
Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, lo declaró insurgente, y lo hostilizó como enemigo.
La Junta Suprema en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar, y tomar una actitud tan respetable, que logró subyugar después la Confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos nosotros anteriormente para vencerla. Fundando la Junta su política en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno, para hacer por la fuerza, libres a los pueblos estúpidos que
desconocen el valor de sus derechos.
Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada.
De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos, e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país, para tenerlo incesantemente inquieto, y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes, que se dirigían contra la salud pública.
La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie, para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste, en el delito de lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar: porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada. a derribar la máquina, que todavía no habíamos enteramente concluido!
De aquí vino la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas y capaces de presentarse en el campo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad con suceso y gloria. Por el contrario, se establecieron innumerables cuerpos de milicias indisciplinadas, que además de agotar las cajas del erario nacional, con los sueldos de la plana mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus hogares; e hicieron odioso el gobierno que obligaba a éstos a tomar las armas, y a abandonar sus
familias.
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Fuente: Bolivar Simon-Manifiesto de Cartagena.pdf

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...