Bolívar visto por el general Sucre

Bolívar visto por el general Sucre

El General bolívar es delgado, y algo menos de una regular escritura. Vista bien, y tiene un modo de andar y presentarse algo militar.
Es jinete muy fuerte y atrevido, y capaz de grandes fatigas. Sus maneras son buenas y su aire sin afectación, pero que no predispone mucho en su favor.

Se dice que en su juventud fue de buena figura; pero actualmente es de rostro pálido, pelo negro con canas, ojos negros y penetrantes, pero Generalmente inclinados a tierra o de lado cuando habla; nariz bien formada, frente alta y ancha y barba afilada; la expresión de su semblante cautelosa, triste. Su carácter, viciado  por  la adulación, es arrogante y caprichoso. Su imaginación y su persona son de una actividad maravillosa.... su voz  es gruesa y áspera; pero habla elocuentemente en casi todas las materias.

Retrato de Bolívar por Bartolomé Mitre


Retrato de Bolívar por Bartolomé Mitre

En 1810, al hacer su primera aparición en el escenario americano, que debía llenar con su gran figura histórica, Bolívar contaba 27 años de edad. Nada  en su estructura física prometía héroe. Era de baja estatura, 5 pies y 6 pulgadas inglesas, de pecho angosto, delgado de cuerpo y de piernas cortas y flacas. Esta armazón desequilibrada, tenia por coronamiento una cabeza enérgica y expresiva, de ovalo alongado y contornos irregulares en que se modelaban incorrectamente facciones acentuadas, revestidas de una tez pálida, morena y áspera. Su extraña fisonomía producía impresión a primera vista, pero no despertaba la simpatía. Una cabellera  renegrida, crespa y fina, con bigotes y patillas que tiraban a rubio en su primera época, una frente alta, pero angosta por la depresión de los parietales, con prematuras arrugas que la surcaban horizontalmente en formas de pliegues; los pómulos salientes, las mejillas marchitas  y hundidas, una boca  de corte  duro con hermosos dientes y labios gruesos y sensuales y en el fondo de cuencas profundas, unos ojos negros, grandes y rasgados de brillo intermitente  y de mirar inquieto y de gacho, que tenían caricias y amenazas cuando no se cubrían con el velo del disimulo: tales eran sus rasgos  que en sus contrastes imprimían un carácter al conjunto.
La nariz, bien dibujada en línea recta, destacábase en atrevido ángulo saliente, y su distancia al labio superior en el reposo la idea  de una naturaleza devorada por un fuego interno; en su movilidad compleja, acompañada de una inquietud constante con ademanes angulosos, reflejaban actividad febril, apetitos groseros y perseverante. Mirando de frente, sus marcadas antítesis fisionomícas dadas, pero bien asentadas, la barba tenia signo agudo de la voluntad y era notable, indicante de nobleza de raza. Las orejas eran grandes anhelos sublime;  una duplicidad vaga o terrible y una arrogancia, que a veces sabia revestirse de atracciones irresistibles que imponían o cautivaban.  Mirando el perfil tal cuál; lo ha modelado en bronce eterno el escultor David, con el cuello erguido como lo llevaba por configuración y por carácter, sus rasgos característicos delineaban el tipo heroico del varón fuerte de pensamiento y de acción deliberada, con la cabeza descarnada por fuegos  del alma y de las fatigas de la vida, con la mirada fija en la líneas de un vasto y vago horizonte, con una expresión de amargura en sus labios contraidos, y esparcido por todo su rostro iluminado por la gloria,  un sentimiento de profunda y desesperada tristeza a la par que de una resignación impuesta por el destino. Bajo  sus doble aspecto, sus exageradas proyecciones imaginativas que preponderaban sobre las líneas  simétricas del cráneo, le imprimían el sello de la inspiración sin el equilibrio del juicio reposado y metódico. Tal era el hombre físico en sus primeros años, tal sería el hombre moral, político y guerrero.
Bartolomé MITRE.



Campañas De Simón Bolívar en Venezuela

Campañas De Simón Bolívar en Venezuela

En 1806 Simón Bolívar regresó de sus viajes por Europa y se estableció en Caracas para administrar sus propiedades, al mismo tiempo que se vinculaba a ciertos miembros de la elite criolla que tenían ideas que para las autoridades españolas eran subversivas. Para ese mismo año, Francisco Miranda organizó desde los Estados Unidos una invasión que llegó a ocupar el puerto de Coro, el cual tuvo que abandonar poco tiempo después ante el poco apoyo que recibió y el ataque de las tropas realistas.
Al conocerse en Caracas los sucesos ocurridos en España en 1808, cuando el Rey Fernando VII fue hecho prisionero por Napoleón, y la posterior creación de la Junta de gobierno en Cádiz, los miembros de las clases altas, tanto españoles como criollos, crearon una junta de gobierno el 19 de Abril de 1810, leal al rey, pero no a la Junta de Cádiz.
El gobierno que se conoce como la I República estuvo dominada por sectores de la elite, en donde los sectores más radicales y proclives a la independencia de España –entre ellos Bolívar y Miranda-, lograron asumir el gobierno, pero no pudieron estabilizar al país. En 1811 este gobierno declara la independencia absoluta de la metrópoli, encontrando una feroz resistencia por parte de sectores realistas –tanto de la elite como españoles pobres, los cuales movilizaron a las castas y a los esclavos-  en varias provincias y los llanos; igualmente, a inicios de 1812 llegó una expedición al mando del capitán Domingo Monteverde, que reconquistó casi todo el Occidente de Venezuela.
En estas circunstancias, Miranda fue nombrado dictador de la república, aislado de los grupos de criollos  que no lo apoyaron, y las castas que se declararon realistas, iniciándose así una terrible guerra racial entre castas y blancos criollos. Bolívar, al servicio de Miranda, fue encargado de la defensa de Puerto Cabello, sitio que tuvo que entregar poco después, exiliándose a la Nueva Granada gracias a un salvoconducto. Miranda después tuvo que capitular ante Monteverde, quien lo arrestó y lo remitió prisionero a España (Julio de 1812), donde murió. Así terminó la primera participación militar de Bolívar dentro del proceso de la Independencia.
El gobierno de Monteverde en Venezuela fue efímero pues se movió con poco tacto, perdiendo el apoyo de las castas que participaron militarmente a su lado; el de los criollos, que se desilusionaron por la violencia que utilizó el jefe español, arrestando y confiscando propiedades a los involucrados en la I República; y el de los mismos españoles, por el notorio favoritismo que tenía el gobernador por sus paisanos canarios y sus amigos más allegados, que cometieron varios abusos en contra de la población. El jefe sería destituido después (7 de Agosto de 1813).
Dentro de este marco se da la segunda incursión de Bolívar en Venezuela. Apoyado por Camilo Torres, presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, organizó un ejército de venezolanos exiliados y granadinos, que en Mayo de 1813 salieron de Cúcuta. Aunque la Historia Oficial llama a esta campaña “Admirable”, en verdad fue un avance rápido hacia Caracas en medio de la indiferencia u hostilidad de los habitantes. Así pudo liberar toda la región andina venezolana y llegar a Caracas en Agosto de dicho año.
En Caracas Bolívar organizó una dictadura de tipo militar en lo que se conoce como la II República. En ella pretendía el Libertador organizar un gobierno centralizado, restablecer el orden y fortalecer el régimen, para así enfrentarse mejor a las fuerzas realistas. Pero en sus esfuerzos también pueden apreciarse algunos abusos y atrocidades cometidas por sus tropas.
Uno de los aspectos más destacados dentro de esta campaña fue el Decreto de Guerra a Muerte, que ha sido interpretado de diversas formas. Los miembros de la Historia Oficial argumentan que fue producto de las crueldades que los españoles cometieron contra los que estaban a favor de la Independencia, mientras que otros, como Miguel Izard y Jaime Rodríguez creen que fue un intento desesperado por ganarse a las castas a su bando, o detenerlas dentro de la guerra racial que los criollos mismos habían propiciado. Sea como fuere, lo cierto es que esto hizo aún más crudo el conflicto racial que desde 1811 se estaba librando en Venezuela, con funestos resultados para la población y la economía en general.
Bolívar no fue el único que marchó a Venezuela en ese año. En la zona oriental del país, Santiago Mariño, Francisco Bermúdez y el mulato Manuel Piar atacaron a las fuerzas realistas. Por consiguiente, existían rivalidades entre los mismos jefes patriotas, las cuales debilitaron el gobierno de Bolívar, a más de que no todos los criollos lo apoyaban. Igualmente, las fuerzas realistas en Venezuela todavía eran considerables, ocupando Coro, Guyana, Puerto Cabello, a las que se sumarían después los formidables cuerpos de llaneros –miembros de las castas o esclavos fugitivos que vivían libremente en las regiones de los ríos Apure y Orinoco- organizados por José Tomás Boves.
Fue entonces cuando Bolívar y Mariño, los más importantes jefes patriotas, decidieron hacer frente común contra estas fuerzas. Se dirigieron a los llanos en busca de Boves, pero este los derrotó en la batalla de la Puerta (15 de Junio de 1814). A este desastre se sumó el hecho de que su gobierno se estaba cayendo.  Bolívar volvió a la Nueva Granada. Y aunque en Diciembre de 1814 Boves muere en combate, esto no fue ningún respiro para los patriotas; poco después llegaría desde España la expedición comandada por el general Pablo Morillo, la cual restablecería el orden en Venezuela.
Bolívar volvería a Venezuela en 1816 y 1817, procedente de Haití. Como se verá más adelante, el Libertador tuvo que abandonar la Nueva Granada, pasando primero a Jamaica y después a Haití, donde obtuvo el apoyo incondicional del presidente Alexandre Pétion y el comerciante y aventurero Louis Brion.  En Junio de 1816 Bolívar desembarcó en la isla Margarita, pasó a Carúpano y luego a los valles de Aragua, pero el poco apoyo que obtuvo y las disensiones entre sus propios compañeros casi llevan la expedición al fracaso.  Bolívar regresó a Haití dejando a sus tropas y pertrechos, mientras Mariño y Piar se abrieron paso al interior combatiendo.
En Haití el presidente Pétion siguió apoyando a Bolívar, el cual organizó una segunda expedición. Coincidía esta con el llamado que desde el interior los jefes patriotas le hicieron para que fuese el jefe militar supremo, aunque limitaron su papel a lo estrictamente militar.  En lo político, Bolívar aceptó que se realizara un congreso para organizar un gobierno; en 1817 junto con Piar, pasó a Venezuela y se internó en el Orinoco, ocupando la ciudad de Angostura (Julio), donde se organizó una especie de Estado.  Luego, para conseguir el mando absoluto de las tropas y del gobierno –donde su principal opositor era Mariño-, mandó a arrestar a Piar, lo juzgó y ejecutó por traidor (Octubre). Los demás jefes lo reconocieron entonces como jefe único.
De 1817 a inicios de 1819 hubo una guerra de desgaste entre patriotas y españoles.  Se sucedían entonces combates en toda la región del llano, donde los patriotas alcanzaron notables triunfos gracias a la acción de José Antonio Páez, que logró atraer a los llaneros al bando de Bolívar.  Igualmente, éste había decretado la libertad de los esclavos, con la condición de que estos pasaran a las filas de su ejército. En las acciones de “El Diamante” (Febrero de 1819) y de las “Queseras del Medio” (Abril del mismo año), se pudo rechazar a los españoles que intentaban invadir los llanos. También hubo derrotas, la más importante fue la segunda Batalla de la Puerta, en la cual Morillo lo volvió a rechazar en su intento de tomar Caracas. Fue entonces cuando Bolívar decidió cambiar de estrategia y pasar a la Nueva Granada, como se verá después.


La gran campaña de Simón Bolívar en la Nueva Granada

La gran campaña de Simón Bolívar en la Nueva  Granada
La Nueva Granada, luego de la creación de la Junta de Gobierno en 1810 en la ciudad de Santa Fe, debido a su excesivo regionalismo, se fragmentó en diversas unidades políticas, de las cuales las más importantes fueron Cundinamarca, al mando de Antonio Nariño, y las Provincias Unidas de la Nueva Granada, bajo el gobierno de Camilo Torres.  Asimismo, existían otras importantes como Cartagena, y hasta cierto punto Antioquia.  Además, debe señalarse que todavía existían territorios en manos de los realistas, tales como Santa Marta, y la región del Sur, desde Popayán hasta Pasto, el cual se convirtió en un poderoso realista.  Allí fue donde Nariño, luego de unificar a Cundinamarca y a las Provincias Unidas, fue vencido y hecho prisionero, a pesar de haber obtenido algunos triunfos sobre las fuerzas españolas.
Luego de la caída de Puerto Cabello, Bolívar pasó a Curazao y después a Cartagena, ciudad en la cual pasó al servicio del gobernador Manuel Rodríguez Torices.  El gobernador, que entonces libraba guerra contra la ciudad realista de Santa Marta, lo puso bajo las órdenes del oficial francés Pedro Labatut, en la defensa de Barranca Vieja.
La campaña que Bolívar emprendió en el Magdalena se caracterizó por el ataque fulminante por guerrillas evitando batallas de grandes proporciones. Así pudo ocupar el Banco, Tenerife, Tamalameque y Ocaña; la rapidez de esta campaña lo llevó incluso a Cúcuta, donde enfrentó y derrotó al español Manuel Correa que venía de Venezuela (Febrero de 1813).
Después de estos triunfos, el Libertador pasó al servicio de las Provincias Unidas de Nueva Granada, y fue cuando organizó la expedición de 1813 a Venezuela.  Mientras estuvo allí, sus victorias en la Nueva Granada no se consolidaron, pues Santa Marta y Cúcuta volvieron a caer en manos de los realistas.
Luego del fin de la II República que él había gobernado, Bolívar volvió a la Nueva Granada, donde expuso al presidente Torres sus triunfos y fracasos en la ciudad de Tunja.  Bajo sus órdenes, sometió al gobierno de Cundinamarca tomando a Bogotá (12 de Diciembre de 1814). Cuando el gobierno de Torres se instaló allí, se le comisionó que atacara y tomara de nuevo a Santa Marta.  Para ello, pidió ayuda a Cartagena, pero como el gobernador de la ciudad no colaboró, Bolívar decidió sitiar la ciudad.  Mientras tanto, los realistas desembarcaron en Barranquilla y reforzaron a Santa Marta.  Después Pablo Morillo llegó a esta ciudad, y Bolívar entonces se retiró a Jamaica, donde le siguieron después algunos de sus compañeros.
Cuando se inició la Reconquista en la Nueva Granada, los españoles ocuparon Cartagena, pasaron al interior del país, mientras  que desde el Sur llegaban otros destacamentos al mando del coronel Juan Sámano, que después fue nombrado virrey. La represión que siguió en los años de 1815 a 1819 fue terrible; las ejecuciones, arrestos y expropiaciones eran lo cotidiano, y los gastos ocasionados por mantener a las tropas realistas era muy costoso para la población.
Hacia los llanos de Casanare, partió un pequeño grupo de oficiales al mando de Francisco de Paula Santander (Abril de 1816), el cual empezó a organizar un ejército para unirse a las tropas de Bolívar, como se verá después.


Batalla de Carabobo

Batalla de Carabobo
Esta batalla fue una de las mejores que libró Bolívar frente a los españoles, en la cual no solamente puede observarse una gran concepción táctica, sino también el inconfundible valor de las tropas del Libertador y de los españoles, que en esta ocasión demostraron la bizarría de sus tropas. Fue una batalla tal y como se concebía en los principios de la guerra de ese entonces: Una gran batalla de rápida duración que fuera definitiva en la obtención del triunfo en la campaña general.
Carabobo fue la consecuencia final del reinicio de las hostilidades por parte de Bolívar, el cual, aprovechaba la creciente dificultad que encontraban los realistas en contener las acciones del Libertador y sus subalternos. El efecto era que las tropas realistas se encontraban dispersas y además estaban siendo superadas por las cada vez mayores fuerzas bajo el mando de Bolívar.
El mariscal de campo Miguel de la Torre, comandante de las tropas españolas en Venezuela luego de la retirada de Pablo Morillo, se encontraba disminuido de fuerzas al tener que enviar dos batallones de infantería a proteger Caracas. Además, en las filas realistas existían roces y rivalidades entre La Torre y el general Morales, veterano ya en Venezuela y Nueva Granada y que comandaba la caballería llanera. Esta disputa por el mando afectó anímicamente a las tropas a más de dificultar la coordinación de las tropas.
Al llegar al campo de Carabobo, los realistas tenían 5 batallones de infantería que sumaban más de 2500 hombres: Infante, Hostalrich, Burgos, Barbastro  y Valencey. Además tenían 4 regimientos de caballería: Húsares, Guías, Del Rey, y otros 4 escuadrones, un total de 1500 soldados. También tenían artillería.
Los patriotas contaban casi 4000 soldados de infantería y 2500 de caballería, aunque los datos, como lo menciona Arturo Santana, no son muy confiables para las tropas de Bolívar. El Libertador disponía de 9 batallones de infantería: Vargas, Boyacá, Tiradores, Bravos de Apure, Cazadores Británicos, Anzoátegui, Vencedor, Granaderos y Rifles. En cuanto a caballería, contaba con los escuadrones Lanceros de Honor, Cazadores Valientes y la Venganza, junto con otros cuerpos. No tenían artillería.
El campo de Carabobo dista de Valencia 24 kilómetros al suroccidente, después de cruzar el río Chirgua, la Serranía de las Tres Hermanas y la posición de Buenavista. Estaba rodeada por un bosque de chaparrales, la quebrada de las Manzanas y los barrancos de esta. En fin, puede decirse que es una sabana rodeada de bosques y colinas, en la cual ahora se encuentra un imponente complejo de monumentos en memoria de aquella acción.
El 24 de Junio de 1821 se encontraron los dos ejércitos, de los cuales el primero en haber llegado era el español, que había cubierto las rutas de acceso con su artillería y además estaba bien defendido en su flanco izquierdo. Bolívar, dándose cuenta de que el punto débil del dispositivo español era el flanco derecho, decidió realizar una maniobra envolvente con los batallones Bravos de Apure y los Cazadores Británicos, a eso de las 11 de la mañana. Esta acción desbarató la formación de La Torre, el cual, marchando con el Burgos, ocupó posiciones más elevadas que las de los patriotas, rechazando la maniobra y causando sensibles bajas a los patriotas.
La situación era especialmente difícil para los soldados del Bravos de Apure, hasta que llegaron las tropas del Cazadores Británicos, que luego de contener la ofensiva española pasan a cargar a la bayoneta. Posteriormente llega el batallón Tiradores y se puede forzar la entrada a la llanura, mientras se van rechazando los embates de la caballería española.
Posteriormente los escuadrones de caballería del Libertador entran en acción batiendo a la caballería enemiga, mientras Páez ataca a los batallones Burgos, Hostalrich y Barbastro, que se declararon vencidos.
La batalla duró menos de una hora, concediéndosele el triunfo a Bolívar y sus tropas. El batallón español Valencey, al ver la derrota, se retira hacia Valencia con la artillería, siendo perseguido por los batallones Rifles y Granaderos, los cuales antes han hecho rendir al Infante. El mariscal La Torre y el general Morales se retiraron con el Valencey, el cual, demostrando el valor de los soldados españoles, resistió los continuos ataques que le hicieron los lanceros patriotas, hasta la ciudad de Valencia, y pudo llegar a Puerto Cabello al día siguiente. La persecución se había detenido en Valencia al caer la noche.
Bolívar, para derrotar al Valencey y terminar con los últimos reductos de tropas españolas, decidió enviar tropas a Puerto Cabello y otros lugares.
En cuanto a las bajas, no se conoce exactamente el número de muertos, heridos y prisioneros. Entre los patriotas, lo cierto es que fueron sensibles las bajas en los batallones Bravos de Apure, los Cazadores Británicos y el Tiradores, a más de que en la persecución del Valencey cayeron muchos oficiales de la caballería. De los españoles, se salvaron 400 del Valencey; la caballería de Morales se dispersó, siendo en su mayoría capturados, junto con un gran parque y banderas.

Con esta batalla el Libertador pudo al fin liberar a su patria, Venezuela, que tanto sufrió por los estragos de la guerra. Ahora, al lado de la Nueva Granada, la Gran Colombia estaba adquiriendo forma. Sólo faltaba Quito para completar la unidad política de la nueva nación.

Retrato de Bolívar por D. F. O’LEARY.


Retrato de Bolívar por D. F. O’LEARY.


Bolívar tenia la frente alta, pero no muy ancha,  y surcada de arrugas desde temprana edad ---- indicio de pensador. ---- Pobladas y bien formadas la cejas. La nariz larga y perfecta. Tuvo en ella  un pequeño lobanillo que le preocupó mucho, hasta que desapareció en 1820  dejando una señal de imperceptible. Los pómulos saliente; las mejillas hundidas, desde que lo conocí  en 1818. La boca y los labio gruesos. La distancia de la nariz al superior era notable. Los dientes blancos, uniformes y bellísimos; cuidándolos con esmero. Las orejas grandes , pero bien puestas. El pelo muy negro,  en los años de 1818 a 1821, en que empezó a encanecer y desde entonces los uso corto. Las patillas y bigote rubios se los afeito por primera vez en e Potosí en 1825; su estatura era de 5 pies, 6 pulgadas inglesas. Tenia el pecho angosto; el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera. Las manos y los pies pequeños y bien formados; una mujer los había envidiado. Su aspecto, cuando estaba de buen humor, era apacible. Pero terrible cuando irritado; el cambio era irritado.
Bolívar tenia siempre buen apetito, pero sabia sufrir hambre como nadie. Aunque grande apreciador y conocedor de la buena cocina. Comía con gusto son sencillos y primitivos manjares del llanero o del indio. Era muy sobrio; sus vinos favoritos eran “graves” y “champaña”; ni en la época en que más vino tomaba le vi beber más de cuatro copas de aquel o dos de este. Hacia mucho ejercicio. No he conocido a nadie que soportase como él las fatigas. Después de una jornada que bastaría para rendir al hombre más robusto, le he visto trabajar cinco o seis horas, o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenia por el baile. Dormía cinco o seis horas de las veinticuatro, en hamaca, en catre, sobre un cuero, o envuelto en su capa en el suelo, a campo libre, como pudiera sobre blanda pluma. Su sueño era tan ligero y su despertar tan pronto, que no a otra cosa debió su salvación de la vida en el “Rincón de los toros”. En el alcance de la vista y en lo fino del odio no le aventajaban ni los llaneros. Era diestro en el manejo de las armas y diestrisimo y atrevido jinete, aunque no muy apuesto a caballo. Apasionado por los caballos, inspeccionaba personalmente su cuido, y en campaña o en la ciudad, visitaba varias veces al día las caballerizas. Muy esmerado en su vestido y en extremo aseado, se bañaba todos los días, y en las tierras calientes hasta tres veces al día.
Hablaba mucho y bien; poseía el raro don de la conservación y gustaba de referir anécdotas de su vida pasada.
En el despacho de los negocios civiles, que nunca descuido ni aún en campaña, era tan hábil y tan listo, como en los demás actos de su vida. Meciéndose en la hamaca o paseándose, las más veces a largos pasos pues su natural inquietud no se avenía con el reposo; con los brazos cruzados, o asido el cuello de la casaca con la mano izquierda, y el índice de la derecha sobre el labio superior, oía a su secretario leer la correspondencia oficial y el sinnúmero de memoriales y esta resolución era por lo General irrevocable. Dictaba luego  y hasta tres amanuenses a la vez; los despachos oficiales y las cartas; pues nunca dejaba una sin que la escribía. Aunque se le interrumpiese mientras dictaba,  jamas le oía equivocarse ni turbarse para reanudar la frase.
Hablaba y escribía francés correctamente, e italiano  con bastante perfección; de ingles sabía poco, apenas lo suficiente para entender lo que leía.
Los ataques que la prensa dirigía contra él le impresionaban en sumo grado; y la calumnia le irritaba. Hombre público por más de veinte años, su naturaleza  sensible no pudo nunca vencer a esta susceptibilidad, poco común en hombres colocados en puestos eminentes. Tenia alta opinión de la misión sublime de la prensa, como fiscal de la moral pública y frano de las pasiones. A buen uso del agente civilizador se hace en Inglaterra atribuía él la grandeza y moralidad del pueblo ingles.
D. F. O’LEARY.


Bolívar visto por Jose Marti

Bolívar visto por Jose Marti

Hombre fue aquel extraordinario, en realidad. Vivió como entre llamas, y lo era. Ama, y lo que es como florón de fuego. Amigo se le muere el hombre honrado a quien quería y manda que todo cese a su alrededor. Enclenque en lo que anda el posta más ligero, barre con un ejército naciente todo lo que hay de Tenerife a Cúcuta. Pelea  en lo más afligido del combate, cuando se le vuelven suplicante todos los ojos, manda que se desensillen el caballo. Escribe y es como cuando en lo alto de una cordillera se coge y cierra de súbito la tormenta, y es bruma y lobreguez  el valle todo, y a tajos abre la luz celeste la cerrazón, cuelga de un lado y otro las nubes por los picos mientras en lo hondo luce el valle fresco como el primor de todos su colores.
Como los montes, era él ancho en la base, con las raíces en las del mundo, y por la cumbre, enhiesto y afiliado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde. Se le ve golpeando, con el sable de puño de oro, en las puertas de la gloria. Cree en el cielo, en los dioses, en los inmortales, en el dios de Colombia, en el genio de América y en su destino.
Su gloria lo circunda, inflama y arrebata. Vencer, no es el sello de la divinidad? Vencer  a los hombres, a los ríos hinchados, a los volcanes, los siglos, a la Naturaleza! Siglos, como los desharía, sí no pudiera hacerlos! No desata razas, no desencadena el Continente, no evoca pueblos, no ha recorrido con las banderas de la redención más mundos que ningún conquistador con las de la tiranía, no habla desde el Chimborazo con la eternidad  y tiene a sus plantas en el Potosí, bajo el pabellón de Colombia picado de cóndores, una de las obras más bárbaras y tenaces de la historia humana? No le atacan las ciudades y los poderes de esta vida, y los émulos enamorados y sumisos, y los genios del orden nuevo, y las hermosuras? Como el sol llega a creerse, por lo que deshiela y fecunda y por lo que ilumina y abrasa.
Hay senado en el cielo, y será sin duda, de él. Ya ve el mundo allá arriba, áureo de sol cuajado, y los asientos de la roca de la creación y el piso de la nubes, y el techo de las centellas que le recuerden en el cruzarse y chispear, los reflejos del medio día de Apure en los rejones de sus lanzas, y descienden de aquella altura, como dispensación paternal, la dicha y el orbe sobre los humanos. Y no es así el mundo, sino suma divinidad que asciende ensangrentada y dolorosa del sacrificio y prueba de los hombres todos!
Y muere él en Santa Marta, trastorno y horror de ver hecho pedazos aquel astro suyo que creó inmortal, en su error de confundir la gloria de ser útil, que sin cesar le crece, y es divina de veras, y corona que nadie arranca sienes con el mero accidente del poder humano merced y encargo casi siempre impuros de los que sin mérito u osadía lo anhelan para sí , o estéril triunfo de un bando sobre otro o fiel o inseguro de los intereses y pasiones, que sólo recae en el genio o la virtud en los instantes de suma angustia,  o pasajero pudor en que los pueblos, enternecidos por el peligro aclaman la idea o desinterés por donde vislumbran su rescate.
Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con la inca a lado y haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña porque lo que él no dejó hecho, su hacer esta hasta hoy; por que Bolívar tiene qué hacer en América todavía!


sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...