Lima, a 5 de mayo de 1825 A S.E. General Simón Bolívar

Lima, a 5 de mayo de 1825
A S.E. General Simón Bolívar
Muy señor mío:
¿Por qué se ha ido usted sin mí? ¿No ve que me ha hecho sufrir mucho? Dígame dónde está. Estoy muy triste, pero no puedo juzgarlo. Sé que al alejarse ha querido evitarme un gran dolor.
Usted tiene un corazón de oro, eso lo sé. Sin embargo, no quiero que se desobligue de mí. Yo, que estoy enferma de ansiedad y loca por la ausencia de usted únicamente puedo soportarlo todo a su lado; me sobra mucho, ¡Demasiado amor para dárselo! Lo único que me importa es su amor, sentirme segura en sus brazos.
Ahora dirá usted que soy libidinosa por todo lo que voy a decirle: que me bese toda, como me dejó enseñada, ¿No lo ve? ¿Cómo me las arreglaré sin la presencia de usted? Pregunto, ¿Por qué me ha dejado enamorada? ¡Con el alma en pedazos! Usted dice que el amor nos libera. Si, pero juntos. Eso fue comprobado por lo de Junín; de lo contrario me siento encarcelada en mi desasosiego.
No le pido que piense en mí, dígame que me ha amado a mí más que a ninguna otra. Perdóneme el fastidio de mi delirio, pero es que lo adoro. Soy una mujer enamorada; tenga usted un poquito de compasión y consideración por mí.
Sé que lo que voy a decir no le gustará, pero sí: me muero de celos al pensar que podría usted estar con otra; pero yo sé que ninguna mujer sobre la faz de la tierra podría hacerlo tan feliz como yo. ¿Orgullo? Piense usted que sí, ¡Pero es la verdad más dichosa! Por su amor seré su esclava si el término amerita, su querida, su amante; lo amo, lo adoro, pues es usted el ser que me hizo despertar mis virtudes como mujer. Se lo debo todo, amén de que soy patriota.

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Fuente: © Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia
Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
Ediciones de la Presidencia de la República
Caracas - Venezuela, 2010 

Lima, a mayo 3 de 1825 A S.E. General Simón Bolívar

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Lima, a mayo 3 de 1825
A S.E. General Simón Bolívar
Mi amor idolatrado:
En la anterior, comenté a usted de mi decisión de seguir amándole, aún a costa de cualquier impedimento o convencionalismos que en mí no dan preocupación alguna por seguirlos. ¡Sé qué es lo que debo hacer y punto! No hay que burlarse del destino (este según usted es cruel, despiadado). No, yo creo que, por el contrario, nos ha hecho encontrar, nos dio la oportunidad de vernos e intercambiar opiniones de aquello que nos interesaba, de la causa patriota y, desde luego,… si no sabemos aprovechar esto, después se vengará de nosotros y entonces no tendrá misericordia ni piedad.
Usted que me tenía un poquito de amor ha permitido que la ilusión de usted se pierda, y yo veo todo con desesperanza. En todo lo que usted me escribe, deseo conocer algo de su pensamiento, como queriendo convencerme a mi manera y a mí misma, que usted tam-poco está dispuesto a cortar nuestra relación. Véalo por usted mismo: nada hay en el mundo que nos separe, que no sea nuestra propia voluntad. La mía es seguir, a costa de mi reposo y mi felicidad. ¿Qué dice usted?
Suya,
Manuela

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Fuente:  © Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia
Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
Ediciones de la Presidencia de la República
Caracas - Venezuela, 2010

DISCURSO PRONUNCIADO EN GUAYAQUIL (JULIO DE 1823)

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DISCURSO PRONUNCIADO EN GUAYAQUIL (JULIO DE 1823) EN LA RECEPCIÓN OFICIAL DE OLMEDO Y SÁNCHEZ CARRIÓN, DIPUTADOS AL CONGRESO DEL PERÚ, QUE COMPONÍAN LA TERCERA EMBAJADA DE AQUELLA REPÚBLICA CERCA DEL FUNDADOR DE COLOMBIA PARA EXCITARLO A PASAR AL TERRITORIO PERUANO Y PONERSE AL FRENTE DE LAS TROPAS DE AMBOS PAÍSES SEÑOR DIPUTADO, mi religioso respeto por las instituciones de Colombia ha sido premiado por una victoria que el cielo ha querido conceder a nuestras armas, destruyendo para siempre los elementos de la guerra civil.
Mucho tiempo ha que mi corazón me impele hacia el Perú; mucho tiempo ha que los más valientes guerreros de toda la América colman la medida de mi gloria, llamándome a su lado; pero yo no he podido vencer la voz del deber que me ha detenido en las playas de Colombia. He implorado el permiso del Congreso general para que me fuese permitido emplear mi espada en servicio de mis
hermanos del sur: esta gracia no me ha venido aún. Yo me desespero en esta inacción, cuando las tropas de Colombia están entre los peligros y la gloria... ¡Y yo lejos de ellas!
Señor diputado, yo ansío por el momento de ir al Perú; mi buena suerte me promete que bien pronto veré cumplido el voto de los hijos de los incas y el deber que yo mismo me he impuesto de no reposar, hasta que el Nuevo Mundo no haya arrojado en los mares a todos
sus opresores.
1. Se dirigía a Olmedo, presidente de la Comisión.
2. La victoria a que Olmedo se refiere es la victoria de Ibarra recién alcanzada por el Libertador sobre los indomables y fanáticos pastusos, alzados en armas a favor del rey, nuevamente, cuando supieron que Bolívar y el ejército de Colombia se enderezaban al Perú.

Fuente:  www.bibliotecayacucho.gob.ve

DISCURSO PRONUNCIADO EN GUAYAQUIL (MARZO DE 1823)

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DISCURSO PRONUNCIADO EN GUAYAQUIL
(MARZO DE 1823) EN LA RECEPCIÓN DEL
GENERAL PORTOCARRERO, ENVIADO POR
EL MARISCAL RIVA-AGÜERO, PRESIDENTE DEL
PERÚ, PARA SOLICITAR EL APOYO DE BOLÍVAR,
EN FAVOR DE AQUELLA REPÚBLICA
EL PERÚ no podía elegir ni un jefe más digno de su administración que el presidente Riva-Agüero, ni un mensajero más agradable y más digno de representar al Perú en Colombia. La suerte de la bella
república peruana está ya asegurada, porque tiene un gobierno de su corazón, un ejército peruano y a Colombia de auxiliar. Sí: Colombia hará su deber en el Perú: llevará sus soldados hasta el Potosí,
y estos bravos volverán a sus hogares con la sola recompensa de haber contribuido a destruir a los últimos tiranos del Nuevo Mundo.
Colombia no pretende un grano de arena del Perú, porque su gloria, su dicha y su seguridad, se fincan en conservar la libertad para sí, y en dejar independientes a sus hermanas.
Señor general: responda U.S. al gobierno del Perú, que los soldados de Colombia ya están volando en los bajeles de la república, para ir a disipar las nubes que turban el sol del Perú.

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DISCURSO PRONUNCIADO EL 3 DE OCTUBRE DE 1821, EN CÚCUTA

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DISCURSO PRONUNCIADO EL 3 DE OCTUBRE
DE 1821, EN CÚCUTA, ANTE EL CONGRESO
DE COLOMBIA, AL ENCARGARSE
DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
SEÑOR: EL JURAMENTO SAGRADO que acabo de prestar en calidad de Presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la patria. Sólo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender, con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor, esta Constitución que encierra los derechos de dos pueblos hermanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La constitución de Colombia será junto con la independencia el ara santa en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres.
Señor: espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi
celo, nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo, dicha, reposo y gloria. Entonces, señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la república, al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura; la fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son estos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea; es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de la paz, y éste debe ser el último de mi poder, porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia, y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, y aquél emana de las leyes. Cambiadme, señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.

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PALABRAS PRONUNCIADAS EN SANTA ANA, EL 27 DE NOVIEMBRE DE 1820

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PALABRAS PRONUNCIADAS EN SANTA ANA,
EL 27 DE NOVIEMBRE DE 1820
Palabras pronunciadas en el banquete con que obsequió a Bolívar su contendor el general español don Pablo Morillo, después de los tratados de armisticio y regularización de la guerra (Bolívar terminó
su improvisación con este brindis).
…A LA HEROICA firmeza de los combatientes de uno y otro ejército; a la constancia, sufrimiento y valor sin ejemplo; a los hombres dignos que, al través de males horrorosos, sostienen y defienden la
libertad; a los que han muerto gloriosamente en defensa de su patria o de su gobierno; a los heridos de ambos ejércitos, que han mostrado su intrepidez, su dignidad y su carácter… Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente.

Fuente:  www.bibliotecayacucho.gob.ve

Lima, a mayo 1 de 1825 A S.E. General Simón Bolívar

Lima, a mayo 1 de 1825
A S.E. General Simón Bolívar
Muy señor mío:
Recibí su apreciable, que disgusta mi ánimo, por lo poco que me escribe; además de que su interés por cortar esta relación de amistad que nos une, al menos en el interés de saberlo triunfante de todo lo que se propone. Sin embargo yo le digo: no hay que huir de la felicidad cuando esta se encuentra tan cerca. Y tan sólo debemos arrepentirnos de las cosas que no hemos hecho en esta vida.
Su Excelencia sabe bien cómo lo amo. Sí, ¡con locura!
Usted me habla de la moral, de la sociedad. Pues, bien sabe usted que todo eso es hipócrita, sin otra ambición que dar cabida a la satisfacción de miserables seres egoístas que hay en el mundo.
Dígame usted: ¿Quién puede juzgarnos por amor? Todos confabulan y se unen para impedir que dos seres se unan; pero atados a convencionalismos y llenos de hipocresía. ¿Por qué
S.E. y mi humilde persona no podemos amarnos? Si hemos encontrado la felicidad hay que atesorarla. Según los auspicios de lo que usted llama moral, ¿Debo entonces seguir sacrificándome porque cometí el error de creer que amaré siempre a la persona con quien me casé?
Usted, mi señor, lo pregona a cuatro vientos: «El mundo cambia, la Europa se transforma, América también»… ¡Nosotros estamos en América! Todas estas circunstancias cambian también. Yo leo fascinada sus memorias por la gloria de usted.
¿Acaso no compartimos la misma? No tolero las habladurías, que no importunan mi sueño. Sin embargo, soy una mujer decente ante el honor de saberme patriota y amante de usted.
Su querida, a fuerza de distancia,

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Fuente:  Las más hermosas cartas de Amor entre Manuela y Simón
Ediciones de la Presidencia de la República
Caracas - Venezuela, 2010

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...