Cartas Magdalena, 7 de junio de 1826. A S. E. el general F. de P. Santander.


Cartas

Magdalena, 7 de junio de 1826.
A S. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
He recibido con mucho placer las comunicaciones que me ha traído el teniente Armero del 23 al 28 de marzo, aunque he sabido con disgusto que Vd. ha estado muy malo de su cólico. Ya sabía antes, por el correo, y más antes todavía por el señor Pando, la reelección de Vd. y la mía. He mandado dar publi cidad a estos documentos y también a mi respuesta a Vd. Yo no admito la presidencia por nada. No debo, no puedo, no quiero. Estoy cansado de mandar y de otras muchas cosas. Yo no me he constituido para presidente sino para soldado. Ruego a Vd. que enseñe esta carta a todo el que la quiera ver.
Si a Páez lo quieren estrechar los señores del congreso para que vaya a Bogotá y él desobedeciere, yo no tengo la culpa de semejante desatino.
Si la constitución y las leyes que ha dado el congreso tienen arruinada la república, yo no tengo la culpa.
Si el ejército está descontento porque lo tratan mal y le pagan con ingratitud, yo no tengo la culpa.
Si la gente de color se levanta y acaba con todo, porque el gobierno no es fuerte, y la locura de todos los convida a tomar su puesto, yo no tengo la culpa.
Si a Páez y a Padilla los quieren tratar mal sin emplear una fuerza capaz de contenerlos, yo no tengo la culpa. Estos dos hombres tienen en su sangre los elementos de su poder y, por consiguiente, es inútil que yo me les oponga, porque la mía no vale nada para el pueblo.
Yo me iré de aquí para Colombia por salir de este mando; pero bien resuelto a no tomar otro. Para mandar conforme a las leyes, Vd. lo hace mejor que yo, y para mandar sin leyes basta un tirano. Es glorioso, sin duda, servir a la patria, salvarla en el combate, pero es muy odioso el encargo del mando sin otros enemigos que los propios ciudadanos y los hombres del pueblo que se llaman víctimas. Yo he sacrificado todo por la patria y por la libertad de ella; pero no puedo sacrificarle el carácter noble de hombre libre y el sublime título de Libertador. Para salvar la patria he debido ser un Bruto, y para contenerla en una guerra civil, debería ser un Sila. Este carácter no me conviene, antes perderé todo, la vida misma.
La comunicación de Vd. al congreso es lo que debía ser. Demasiados ultrajes había recibido para no despicarse.
Tiene Vd. razón en lo que me dice sobre que desea verme y siente que abandone el Sur. Demasiado cierto es esto, todo este mundo se viene abajo cuando yo me parta para Colombia.
Doy a Vd. las gracias por el auxilio para Bolivia y el per miso para Sucre.
Muy comprometido estamos con el congreso de Panamá: de todas partes vienen diputados y los de Méjico aún no parecen. Los de Bolivia irán pronto, pues que ya están aquí y sólo aguardan las credenciales e instrucciones que debe mandarles el ge neral Sucre.
El general Valero es hombre que no debe merecer la confianza de Vd. ni del gobierno. Aquí ha dejado muy mala reputación a causa de su inmoralidad, y últimamente ha dejado establecidas unas cuantas logias que no dejan de dar que hacer. No repara en nada: es hombre capaz de cambiar de bandera y de gobierno, así como de recomendar a cualquier canalla como lo acaba de hacer con un malvado que se ha presentado aquí dándose por pariente de Vd., edecán mío y nativo de todas partes. Yo lo he mandado hacer salir del país. Pues éste es el hombre a quien ha recomendado el señor Valero.
Somos 8. Acabo de recibir el correo del 6 de abril y una carta de Vd. de la misma fecha que contesto.
Cuanto Vd. me dice sobre Morales y expedición de la Habana días ha que lo sabíamos por la vía de Panamá, y ya tengo dadas todas las órdenes necesarias para que en agosto salga de Arica el batallón Pichincha llevando 1.000 plazas, más que menos, escogidas, y luego deberá seguirle el batallón Bogotá en los mismos términos. Estos dos batallones unidos al de Vargas, que debe estar ya en el Istmo, componen la fuerza que tenía la división Lara y de que Vd. podrá disponer como me lo anuncia para la defensa de Venezuela.
Me alegro que Vd. no haya sufrido el chasco de que Vd. me habla.
Siento mucho la muerte de la viuda de don Camilo Torres y he visto cuanto Vd. me dice con respecto a las tres otras viudas. Todo esto lo arreglaremos cuando yo vaya a Colombia, teniendo Vd. entendido que mi intención es dar una parte de esta pensión a los hijos del ilustre Torres, a quien soy deudor de mucho.
Yo no tengo, por ahora, con qué auxiliar al Rosario. Pago anualmente quince mil pesos a diferentes personas por pen siones; y como no espero recibir más el sueldo de presidente, mucho temo que se acaben las pensiones. El millón del Perú será cuento. Yo creo que la patria va a sufrir mucho por el ne gocio de Páez, y por lo mismo, no habrá más plata para nadie.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR

Discursos y proclamas A los Españoles y Canarios


Discursos y proclamas

A los Españoles y Canarios
Simón Bolívar, brigadier de la unión, general en jefe del ejército libertador de Venezuela.
A los Españoles y Canarios
Conducidas nuestras armas libertadoras por el Ser Omnipotente, que protege la causa de la justicia y de la naturaleza, hemos libertado todas las provincias de Occidente, batiendo cuatro ejércitos, que en número de 6.000 hombres, oprimían a Mérida, Trujillo, Barinas y los pueblos internos de Caracas.
Nuestro ejército de Oriente ha dado la libertad a Cumaná, Barcelona, y todos los Llanos hasta Calabozo. No resta, pues, al imperio de los tiranos más que el pequeño territorio comprendido entre Valencia y Caracas, que ellos oprimen con extrema crueldad; pero que está cubierto de millares de patriotas que conocen sus derechos, saben defenderlos, y morirán, si es preciso, por la gloria de salvar a su Patria.
Un puñado de españoles y canarios, pretende con demencia detener el veloz carro de nuestras victorias, guiado por la fortuna, y sostenido por el valor divino de nuestros soldados granadinos y venezolanos. Las bandas enemigas. desaparecen delante de nosotros, aun antes de presentarnos, porque temen una espada exterminadora, que la justicia del Cielo ha puesto en nuestras manos para vengar la humanidad, que tan vilipendiosamente ha sido escarnecida en el suelo americano.
Nuestra benignidad, sin embargo, os convida nuevamente, españoles y canarios, a gozar de la felicidad de existir entre nosotros en paz y armonía, abandonad estas tristes reliquias del partido de bandidos que infestaron a Venezuela, acaudillados por el pérfido Monteverde, que os ha puesto en la crítica y desesperada situación de morir en el campo, o en los cadalsos, perdiendo vuestras familias, vuestros hogares, y vuestras propiedades. Si queréis vivir, no os queda otro recurso que pasaros a nuestro ejército, o conspirar, directa, o indirectamente contra el intruso e inicuo Gobierno Español; pero si permanecéis en la indiferencia sin tomar parte en el restablecimiento de la República de Venezuela, seréis privados de vuestras propiedades; y sabed que cuantos españoles sirvan en las armas, y sean prisioneros en el campo de batalla. serán sin remisión condenados a muerte.
Confiad en nuestras ofertas liberales, y temed nuestras amenazas, porque ellas son infalibles. Todos los españoles y canarios que se han presentado a nuestro ejército, han sido conservados en sus destinos, y son tratados colmo americanos, asegurándoos que son dignos de este titulo, y se portan con el valor y lealtad que caracterizan a los hijos de Colombia. Del mismo modo, han sido recibidos con amistad y clemencia. todos aquellos españoles, que han probado no ser desafectos a nuestro sistema, y se han mantenido en inacción mientras los tiranos perseguían con el oprobio y la muerte a los inocentes americanos.
Nuestras huestes no han menester de vuestros auxilios para triunfar pero nuestra humanidad necesita de ejercerse en favor de los hombres, aun siendo españoles, y se resiste a derramar la sangre humana, que tan dolorosamente nos vemos obligados a verter al pie del árbol de la libertad.
Por la última vez, españoles y canarios, oíd la voz de la justicia y de la clemencia. Si preferís nuestra causa a la de los tiranos, seréis perdonados, y disfrutaréis de vuestros bienes, vidas, y honor; y si persistís en ser nuestros enemigos, alejáos de nuestro país, o preparaos a morir,
Cuartel General de San Carlos, julio 28 de 1813. 3° de la Independencia, 1° de la Guerra a Muerte.
SIMÓN BOLÍVAR.
Certifico.
Pedro Briceño Méndez,
Secretario.
Imprenta de Juan Baillo. Caracas.
 

Cartas Año 1826 Magdalena, 4 de junio de 1826.


Cartas
Año 1826
Magdalena, 4 de junio de 1826.
A s. E. el Gran Mariscal Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Esta mañana ha llegado un oficial en comisión de Bogotá trayéndome comunicaciones de Santander del 23 de marzo y de Panamá hasta el 28 de abril. Santander me dice que el con greso le permitía a Vd. permanecer en Bolivia y accedía a dejar allí 2.000 colombianos. Estos dos puntos están, pues, resueltos, y crea Vd. que muy a mi satisfacción. Esta es la parte agradable de este correo; ahora veamos la desagradable que ciertamente es superior a la primera. Santander me dice que el senado había admitido la acusación contra Páez. Calcule Vd. la inmensidad de males en que nos puede sepultar esta maldita acusación. Se añade, para colmo de desdicha, que Escalona es el que va a suceder a Páez. Sobre todo esto me escribe Briceño, que está muy bien impuesto de las cosas de Venezuela, una larga y tristí sima carta, e instándome, por Dios y por la patria, que vuele a Colombia, que si yo no voy todo, todo se pierde. Sobre esto me hace mil reflexiones siempre con el buen juicio y penetración que tanto le distinguen. También se vuelve a hablar de expedición de La Habana; de la llegada de tropas y buques españoles y de acopio de víveres en Curazao y Jamaica para los godos.
Todo este conjunto de males me hubieran desesperado en otras circunstancias, pero como mi partido está ya tomado, no ha hecho más que acelerarlo y así estoy resuelto a marcharme a Colombia en el mes de julio o agosto, es decir, luego que haya puesto al general Santa Cruz en posesión de su destino de pre sidente del consejo de gobierno.
Es también preciso que Vd. tome mucho interés en que los batallones Pichincha y Bogotá vayan muy bien compuestos, pues que el gobierno los pide actualmente y yo deseo que vayan bien organizados..................

Discursos y proclamas A sus conciudadanos 15 de junio de 1813


Discursos y proclamas
A sus conciudadanos

15 de junio de 1813
Simón Bolívar,  brigadier de la unión, general en jefe del ejército del norte, libertador de Venezuela.
A sus conciudadanos:
Venezolanos:
Un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a Libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo.
Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos, y a restablecer los Gobiernos Republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los estados que cubren nuestras armas, están regidos nuevamente por sus antiguas Constituciones y Magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia porque nuestra misión, sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes, ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos.
Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte: que han violado los derechos sagrados de las gentes: que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación . Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre: que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de la América.
A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna aún, abrirles por la última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fé, cooperan con nosotros a la destrucción del Gobierno intruso de la España, y al restablecimiento de la República de Venezuela.
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisíblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas: a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están. esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra, y magistrados civiles que proclamen el gobierno de Venezuela, y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al estado, serán reputados y tratados como americanos.
Y vosotros, Americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión (le que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguedad, e ignorancia en que os han tenido hasta el presente, los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vendaras, y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida, y propiedades: el solo titulo de Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros,  y no se emplearan jamás contra uno solo de nuestros hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía: y será tan religiosamente cumplida, que ninguna razón, causa, o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos déis para excitar nuestra animadversión.
Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, al no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables. Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813. --3°.
SIMÓN BOLÍVAR,
Es copia.
Pedro Briceño Méndez,
Secretario.
Imprenta de Juan Baillio. Caracas.

Magdalena, 7 de abril de 1826. A s. E. el general F. de P. Santander


Cartas

Magdalena, 7 de abril de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
He recibido la agradable carta de Vd. del 21 de enero en la cual me habla largamente de todo, mas no me dice nada todavía de elecciones que es lo que nos importa, por ahora, más que todo.
Apruebo mucho y me parece perfectamente concebido el plan de la expedición marítima y del armisticio. Esto es lo que nos conviene decididamente. Entiendo que es mejor un armisticio que una paz con España.
No me parece bien que retiremos nuestros corsarios, porque es la única guerra ofensiva que hacemos a la España. En caso de que así se haga, deseo que Vd. mande publicar en las gacetas no ministeriales que el Perú y Bolivia darán patentes a los corsarios de Colombia y otros más, y que ocurran a estos gobiernos por ellas.
Me alegro del nombramiento de Cockburn, aunque se ha dicho que es el almirante Alejandro Cochrane.
Me alegro de que mande Vd. a Madrid a Francia.
Quedo de acuerdo sobre todo lo que Vd. dice del Brasil y Buenos Aires. Rivadavia se apoderó por una estratagema del gobierno, pero pronto saldrá de él. Es un malvado enemigo nuestro, que quiere que nosotros batamos al Emperador, sin quitarnos el sombrero solamente.
Insto a Vd. mucho porque se permita al general Sucre encargarse del mando de Bolivia.
He contestado ya toda su carta.
Estos días hemos estado aquí un poco agitados con motivo de la reunión del primer congreso constitucional, porque los diputados de Arequipa, que son los caraqueños del Perú, han querido que este congreso fuese constituyente y no constitucional como debe ser. La cuestión la suscitaron en una junta preparatoria, y muchos diputados de otras provincias los siguieron, unos por equivocación y otros por seducción. El consejo de gobierno sostenía la constitución por mi consejo, y como yo iba a ser desairado junto con mis delegados, y además temía una nueva anarquía nacer en este congreso constituyente, repetí decididamente lo que digo todos los días: que me iba. Esta palabra causó un alboroto inmenso. Todas las corporaciones, el pueblo y el congreso mismo me rogaron fuerte y unánimemente; además, hubo proyectos de impedirme a todo trance la marcha y de destruir, de paso, a los que me daban este disgusto. Yo soy blando de corazón a los ruegos de las personas que me aman; y, en efecto, todos me aman en el Perú, o a lo menos todos lo dicen con mucho calor; y lo cierto es, que de mil, apenas habrá uno que me aborrezca, o más bien que me tema. Es inútil decir que este incidente decidió de la cuestión en la junta preparatoria, aunque diecisiete votos se opusieron con calor a las miras del gobierno.
El motivo principal de todo esto es que un tal Luna Pizarro, un cleriguito como el doctor Pérez, ha querido que la constitución se varíe, o más bien que él pueda disponer de todo a su antojo. Él fue el que echó de aquí a San Martín y el que perdió a la junta que presidía La Mar; y él es el que ha pedido a Arequipa sus poderes sin restricción alguna, y como no pueden entrar en el congreso con estos poderes, los de Arequipa han querido sostener su partido.
El consejo de gobierno que yo he dejado aquí es compuesto de hombres buenos y honrados como Roscio, don Juan P. Ayala, y Restrepo: por consiguiente, les falta energía y popularidad. No les acusan más que flaquezas e indulgencias y, por lo mismo, dicen que no sirven para gobernar. Piden un nuevo consejo, y yo no encuentro otro mejor. Espero a un tal Pando, que ha ido al Istmo, para ponerlo en el ministerio de estado. Este caballero tuvo el mismo destino en Madrid en tiempo de las cortes. Tiene mucha semejanza con Revenga y en todo es superior, porque ha estado siempre en Europa en la carrera diplomática. Su honradez, su energía y sus luces compiten entre sí; pero no es agradable ni amado, aunque es el primer hombre del Perú. Nació en Lima y tiene toda su familia aquí; mas no es conocido por haber estado siempre fuera. Yo no sé qué hacer. Este país no se puede componer en cuatro ni en seis años: el congreso será siempre el mismo y lo mismo el ejecutivo. Esto está tranquilo por el encanto de mi opinión. Carrión decía que yo era el caduceo de Mercurio rodeado de serpientes amigas; pero que cuando faltase el caduceo todas se despedazarían. Yo estoy cansado de mandar y quiero irme; de suerte, que me alegrara mucho de que me viniera la orden para volver a Colombia. Lo único que me retiene es la constitución de Bolivia: ya la tengo concluida y quisiera presentarla personalmente al congreso de aquel país. Por lo tanto, si el congreso de Colombia no me ha permitido ir a Bolivia o me ha llamado, ruego a Vd. que me inste fuertemente de oficio para tener este documento con qué justificar y sostener mi marcha a Colombia; pero también suplico a Vd. que de ningún modo haga intervenir al poder legislativo en mi llamada, pues el emperador del Brasil puede batir a los argentinos y poner en gran riesgo estas repúblicas del Sur. Y si el congreso me llama no puedo más que obedecer, piérdase quien se perdiere. Por esta consideración yo deseo que Vd. me llame; pero no el congreso. También añado que ni voy a Bogotá ni voy a mandar. Basta, basta, basta. En este siglo de filosofía nadie adquiere gloria o la conserva si no se arregla religiosamente a los principios. Muchas unidades exigen nuestros críticos políticos para formar una nueva tragedia heroica. Por lo mismo, son muy infaustas las catástrofes.
Dígale Vd. a Soublette que he recibido con mucho gusto su última carta, aunque no apruebo su contenido de retirarse del mando; que lo único que yo apruebo es irse de América a trabajar en una parte donde haya mucha seguridad; que me escriba siempre y le daré tan buenos consejos como ahora.
Vd. habrá sabido por White y por otros también el cuento que viene de Venezuela sobre la corona. Tanto han de hablar sobre esta corona los enemigos y los amigos tontos, que me han de desterrar de Colombia y de América toda; no quieren creer que el mando me disgusta tanto como amo la gloria, y que la gloria no es mandar sino ejercitar grandes virtudes. Yo he querido la gloria y la libertad, ambas se han conseguido y, por lo mismo, no tengo más deseos.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR.
P. D. - Esta carta no la he cerrado todavía porque aguardo la de Vd. que seguramente viene por el conducto de Heres. Hasta ahora no he tenido ninguna noticia ni he recibido gacetas.
Una que me ha remitido el señor Armero contiene la noticia de que los Estados Unidos van a remitir un enviado al Istmo a asistir a nuestras conferencias, exceptuando las que puedan ser beligerantes. Esto es bastante importante.
Armero me ha presentado el proyecto de armisticio con España. Yo he mandado decir que me parece bien que lo presente a este gobierno, que no dudo entrará en él. Este proyecto tiene para nosotros mil ventajas y, por lo mismo, yo debo permanecer en el Sur hasta que se realice, se decida la paz, o continuemos en guerra. Los españoles están mandando muchas tropas a las islas y ahora mismo acaban de llegar cuatro regimientos. Esto, unido a que mi permanencia en el Sur, dará más fuerza a las proposiciones que haga el Perú en el armisticio, me persuade que yo debo estar por aquí hasta ver el resultado de esta importante negociación, bien sea adversa o favorable. Si es contraria y los españoles intentasen alguna operación contra nosotros, yo podré llevar del Sur 20.000 hombres, lo que no obtendríamos si yo me ausento. Además, esté Vd. persuadido de que si yo me voy todo, todo esto se pierde.
Hasta ahora no he recibido la carta de Vd.
BOLÍVAR.
P. D. - El general Sucre me dice que tiene en Guayaquil ocho mil pesos que el gobierno puede tomar, librándole otro tanto a su hermano en Cumaná. Yo me intereso porque Vd. lo sirva en este negocio.

Discurso sobre el titulo de libertador dado por la municipalidad de Caracas el 14 de octubre de 1813


Discurso sobre el titulo de libertador dado por la municipalidad de Caracas el 14 de octubre de 1813
Señores:
La diputación de V. SS. me ha presentado la acta de 14 del corriente, que a nombre de los pueblos me trasmiten V. SS., con la debida recompensa a las victorias que he conseguido, y han dado la libertad a mi patria.
He tenido, es verdad, el honor de conducir en el campo de batalla, soldados valientes, jefes impertérritos y peritos, bastantes por sí solos a haber realizado la empresa memorable que felizmente han terminado nuestras armas. Me aclaman V. SS. capitán general de los ejércitos, y Libertador de Venezuela: título más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro de todos los imperios de la tierra; pero V. SS. deben considerar, que el Congreso de la Nueva Granada, el mariscal de campo José Félix Ribas, el coronel Atanasio Girardot, el brigadier Rafael Urdaneta, el comandante D'Elhuyar, el comandante Campo Elías, y los demás oficiales y tropas son verdaderamente estos ilustres libertadores. Ellos; señores, y no yo, merecen las recompensas con que a nombre de los pueblos quieren premiar V. SS. en mi, servicios que éstos han hecho. El honor que se me hace es tan superior a mi mérito, que no puedo contemplarle sin confusión.
El Congreso de la Nueva Granada confió a mis débiles esfuerzos el restablecimiento de nuestra República. Yo he puesto de mi parte el celo: ningún peligro me ha detenido. Si esto puede darme lugar entre los ciudadanos de nuestra nación, los felices resultados de la campaña que han dirigido mis órdenes, es un digno galardón de estos servicios, que todos los soldados del ejército han prestado igualmente bajo las banderas republicanas.
Penetrado de gratitud, he leído la acta generosa en que ce aclaman sin embargo, capitán general de los ejércitos, y Libertador de Venezuela. Yo sé cuánto debo al carácter de V. SS. y mucho más a los pueblos, cuya voluntad me expresan; y la ley del deber, más poderosa para mí que los sentimientos del corazón, me impone la obediencia a las instancias de un pueblo libre, y acepto con los más profundos sentimientos de veneración a mi patria, y a V. SS., que son sus órganos, tan grandes munificencias.
Dios guarde a V. SS. muchos años.
Caracas, 18 de octubre de 1813, 3° y 1º
SIMÓN BOLÍVAR.
Señores de la Ilustre Municipalidad.

Pativilca, 19 de enero de 1824. Al señor don Simón Rodriguez

Cartas
Pativilca, 19 de enero de 1824.
Al señor don Simón Rodriguez.
¡Oh mi Maestro! Oh mi amigo! Oh mi Robinson! Vd. en Colombia! Vd. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Vd. el hombre más extraordinario del mundo; podría Vd. merecer otros epítetos pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del Viejo Mundo a visitar el Nuevo; sí, a visitar su patria que ya no conoce, que tenía olvidada, no en su corazón sino en su memoria. Nadie más que yo sabe lo que Vd. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrá Vd. olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros; día que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener.
Vd., Maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca aunque colocado a tan remota distancia. Con qué avidez habrá seguido Vd. mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vd. mismo. Vd. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. me señaló. Vd. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Vd. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Vd. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guías infalibles. En fin, Vd. ha visto mi conducta; Vd. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Vd. no habrá dejado de decirse: todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte y fructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a saborearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo.
Sí, mi amigo querido, Vd. está con nosotros; mil veces dichoso el día en que Vd. pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designios, qué destino tiene Vd.; sobre todo mi impaciencia es mortal, no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Vd. hágalo Vd. hacia mí; no perderá Vd. nada; contemplará Vd. con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de Vd. No, no se saciará la vista de Vd. delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Vd. al Chimborazo; profane Vd. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podrá decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo.
¿Desde dónde, pues, podrá decir Vd. otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga Vd. a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Vd. no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre: allá está encorvada con el peso de los años, de las enfermedades y del hálito pestífero de los hombres; aquí está doncella, inmaculada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombre todavía no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas.
Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Vd. a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito (*) más fuerte: la amistad invoco.
Presente Vd. esta carta al Vicepresidente, pídale Vd. dinero de mi parte, y venga Vd. a encontrarme.
BOLIVAR.
(*) Así está en la copia original de letra de Diego Ibarra, quien sirvió de amanuense en la secretaría. Palabra empleada en la acepción de deseo vehemente del ánimo. En las versiones publicadas dice "epíteto", lo que no viene al caso.
 

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...