Discurso a los soldados del ejercito libertador de Venezuela


Discurso a los soldados del ejercito libertador de Venezuela

Simón Bolívar,  brigadier de la unión, general en jefe del ejército del norte,  libertador de Venezuela.
Soldados del Ejército Libertador de Venezuela:
Las tropas de bandidos que infestaban la provincia de Trujillo, acaudilladas por el miserable Correa, y cobarde Cañas, han desaparecido con vuestra sola presencia. Las unas se han arrojado precipitadamente al Lago de Maracaibo, y las otras han sido exterminadas por vuestro valor. Carache, el infame pueblo de Carache, ha sido castigado y libertado a la vez. Sus habitantes rebeldes han muerto, o son vuestros prisioneros, y los otros que se han acogido bajo vuestra protección, gozan ya del abrigo de las leyes republicanas del estado de Trujillo, que tan gloriosamente habéis redimido. Pero nuevos trofeos nos esperan en los campos de Barinas, y de Caracas: volemos a cubrirnos con la doble, corona del laurel y del olivo, subyugando a nuestros enemigos y dando la libertad a nuestros hermanos.
Vencedores de Carache, sabed que el pueblo que venís a rescatar es tan digno de vuestros heroicos sacrificios que todo él está lidiando por la libertad, o padeciendo por ella, hasta el sexo bello, las delicias del género humano, nuestras amazonas han combatido contra los tiranos de San Carlos, con un valor divino aunque sin suceso. Los monstruos y tigres de la España han colmado la medida de la cobardía de su nación, han dirigido las infames armas contra los cándidos y femeninos pechos de nuestras beldades: han derramado su sangre: han hecho expirar a muchas de ellas, y las han cargado de cadenas, porque concibieron el sublime designio de libertar a su adorada patria. ¡Las mujeres, sí soldados, las mujeres del país que estáis pisando combaten contra los opresores y nos disputan la gloria de vencerlos! Y con estos ejemplos de singular heroísmo en los fastos de la historia ¿habrá un solo hombre en Colombia, tan indigno de este nombre, que no corra veloz a engrosar nuestras filas, que deben marchar a San Carlos, a romper las prisiones en que gimen esas verdaderas Belonas? No, no! todo hombre será soldado puesto que las mujeres se han convertido en guerreras y cada soldado será un héroe, por salvar pueblos que prefieren la libertad a la vida.
A nombre de mi patria, soldados, yo os congratulo, y os encarezco la gratitud que Venezuela os debe.
Cuartel General de Trujillo, junio 22 de 1813. -3º.
Rafael Urdaneta, mayor general.
Es copia.
Briceño Méndez.
Secretario.

de Venezuela en Barinas

Discursos y proclamas - 22 de Octubre de 1813

Discursos y proclamas
22 de Octubre de 1813
La gloria, el móvil de la noble profesión de las armas, es el más poderoso estimulo, para que los hombres arrostren los peligros, olvidándose de sí mismos, por la felicidad de sus conciudadanos. Sólo los honores, tributados a los talentos y virtudes militares, pueden ser una digna recompensa de los heroicos sacrificios que hacen los defensores de la patria, pero éstos perderían sus atractivos para las almas grandes, si no fueran el testimonio de servicios hechos por la libertad y la justicia, combatiendo a los opresores de la humanidad,
Los guerreros ilustres han sido en todos tiempos y en todas las naciones distinguidos con los primeros honores, y aún se ven hoy día los monumentos elevados en los antiguos pueblos para inmortalizar la memoria de sus libertadores. Así han llegado a la posteridad, y nuestros descendientes, clamarían contra nuestra ingratitud, si por distinciones particulares, no preserváramos del olvido los nombres de los que han redimido a Venezuela. Al leer la historia de tres siglos de ignominiosas cadenas, y al verse libres de ellas, lamentarían no, poder presentar a la memoria de sus Libertadores, un tributo de reconocimiento.
No la vana ambición, no un valor soberbio han puesto en manos de nuestros soldados sus armas vencedoras. El santo amor a la humanidad, el grito de la justicia ofendida, la razón, la naturaleza y la libertad han implorado el socorro de las armas; y las armas libertadoras, guiadas por el Dios de los Ejércitos, han triunfado de los Tiranos. Títulos de bienhechores, mas bien que de guerreros famosos, son los debidos a los que han rescatado a un pueblo oprimido.
Considerando por lo tanto, que el distintivo de Libertador reúne los honores cívicos y triunfales, he venido en instituir la Orden de los Libertadores de Venezuela para condecorar a los militares Granadinos y Venezolanos, que la libertaron, y a los que se hagan acreedores en la presente campaña a la misma condecoración; y al efecto decreto lo siguiente:
1º-La venera de la Orden será una estrella de siete radios, símbolo de las siete Provincias que componen la República. En la orla habrá esta inscripción, Libertador de Venezuela, y al reverso el nombre del Libertador. Se llevará al costado izquierdo pendiente de un lazo amarillo.
2°-Esta venera es el distintivo de todos aquellos, que por una serie de victorias, han merecido justamente el renombre de Libertadores, y ningún militar podrá obtenerla sin haber vencido tres veces por lo menos.
3°-Serán tenidos en la República y para el Gobierno de ella como los bienhechores de la Patria: llevarán el título de beneméritos: tendrán siempre un derecho incontestable a militar bajo las banderas nacionales: en concurrencia con personas de igual mérito obtendrán la preferencia: no podrán ser suspendidos, y mucho menos despojados de sus empleos, grados y venera, sin un convencimiento de traición a la República, o algún acto de cobardía o deshonor.
4°-Habrá un Gran Maestre y seis Colegas de los más antiguos de la Orden, que se reunirán para formar la Constitución de ella, implorando antes el auxilio divino: y todos los años en el mismo día se celebrará una solemnidad eclesiástica en acción de gracias al Ser Supremo. Este mismo Consejo juzgará del mérito de los militares a quienes deba hacerse el honor de admitir en ella, o el deshonor de expulsarse; y las ceremonias de admisión y expulsión se harán pública y solemnemente, y con toda la pompa necesaria en la morada del Gran Maestre.
5°-Se expedirá a cada uno de los condecorados una patente firmada del Gran Maestre, y esta institución de la Orden. Se llevará por el Secretario de ella un registro, que será el protocolo de los Libertadores de Venezuela, y de las grandes acciones que los hayan hecho acreedores a esta distinción.
Se imprimirá, y distribuirá a quien corresponda.
Dado en el Cuartel General de Caracas, a 22 de octubre de 1813, 3º. y 1°, firmado de mi mano, sellado con el sello provisional de la República, y refrendado por el Secretario de Guerra.
SIMÓN BOLÍVAR.
Antonio Rafael Mendiri,
Secretario Interino de Guerra.
En la obra de O'Leary, tomo XIII, página 401, se halla el texto primitivo, que insertamos a continuación.
SIMÓN BOLÍVAR,
LIBERTADOR DE VENEZUELA Y GENERAL EN JEFE DE SUS EJÉRCITOS, &., &.
Nada caracteriza más la demencia y arbitrariedad del Gobierno español que ver prostituídos al favor y a la quimera del nacimiento, los emblemas honoríficos, con que los pueblos libres han recompensado en todos tiempos las acciones heroicas. Llamado a la autoridad suprema para reparar los ultrajes hechos a la virtud, uno de los primeros artos del poder debe llevar por objeto tributar a los libertadores de la patria un honor que les distinga entre todos, para expresar, en símbolos que representen sus grandes servicios, la gratitud y consideración que todos les deben.
Venezuela, después de haber sido afligida por cuantas calamidades pueden asolar a un país de la tierra: Venezuela, cubierta de ruinas y cadáveres por las convulsiones (le la naturaleza: inundada de sangre por las guerras civiles; cuando las venganzas y la tiranía de la nación más feroz, iba ya a borrarla de la lista de los pueblos, se ve repentinamente arrebatada de las manos de sus destructores, libertada y restituida a su dignidad política, por los esfuerzos casi sobrenaturales de un corto número ¡le hombres que desde distancias inmensas vuelan en su socorro. ¡Quién con solos cuatrocientos soldados hubiera concebido el audaz proyecto de arrostrar el poder que oprimía siete provincias, conocidas en el mundo por su espíritu de libertad ?Quién no reconoce en esta resolución el valor más heroico y la virtud más acendrada? ¿Y qué galardón sería bastante a recompensar un sacrificio tan extraordinario?
El premio de estas virtudes no está seguramente en el poder humano Los hombres las admiran, y los pueblos las reconocen. La injusticia más negra sería aquella quo las escondiese al conocimiento universal, ¡Cómo no hacer distinguir por caracteres propios, los autores inmortales de la libertad de Venezuela ¿Cómo rehusar a esta ilustre República la satisfacción de testificarles su gratitud?
Considerando, por lo tanto, que la voluntad manifiesta de los pueblos, es dar las últimas pruebas de gratitud a los que con su espada vencedora han cortado las cadenas que los oprimían, he venido en decretar y decreto lo siguiente:
1º.-Para hacer conocer a los hijos de Venezuela los soldados esforzados que la han libertado, se instituye una orden militar que los distingue.
2º.-La venera de la orden será una estrella de siete radios, símbolo de las siete provincias que componen la República. En la orla habrá esta inscripción, Libertador de Venezuela, y en la espalda el nombre del libertador.
3º.-Esta venera es el distintivo de todos aquellos que por una serie no interrumpida de victorias han merecido justamente el renombre de libertadores.
4º.-Serán. considerados por la República y por el Gobierno de ella, como los bienhechores de la patria: serán denominados con el título de beneméritos: tendrán siempre un derecho incontestable a militar bajo las banderas nacionales: en concurrencia con persona de igual mérito serán preferidos: no podrán ser suspendidos y mucho menos despojados de sus empleos, grados o medallas, sin un convencimiento de traición a la República, o algún acto de cobardía o deshonor.
5º.-Se imprimirá, publicará y circulará.
Dada en el Cuartel General de Caracas, a 22 de octubre de 1813, 3º. y 1º. Firmado de mi mano, sellado con el sello provisional de la República y refrendado por el Secretario de Guerra.
SIMÓN BOLÍVAR
Antonio Rafael Mendiri,

Secretario de Guerra Interino.

Discurso a las naciones del mundo


Discurso a las naciones del mundo
 Simón Bolívar, brigadier de la unión y general en jefe del ejército del norte, libertador de Venezuela
A las naciones del Mundo.
Los pueblos de estas provincias, después de haber proclamado su independencia y libertad, fueron subyugados por un aventurero, que usurpándose una autoridad que no tenia, y aprovechándose de la consternación de un terremoto que más que sus estragos, le hicieron espantoso la ignorancia y la superstición, entró en la provincia, derramando la sangre americana, ,robando a sus habitantes, y cometiendo las más horrendas atrocidades, que os han de irritar y conmover cuando con documentos suficientes se publique para vuestra noticia el manifiesto que califique estos hechos.
Entre tanto con el objeto de prevenir la calumnia de nuestros enemigos, es de nuestro interés y obligación anticiparos en bosquejo, y sucintamente, porque no es posible de otra manera en las actuales circunstancias, las razones que justifican nuestra presente conducta, y que os ponen en la necesidad de aborrecer y detestar la de nuestros opresores, persiguiéndolos como a enemigos del género humano, y autores de crímenes los más horrorosos contra la justicia y el derecho de gentes, que han infringido descaradamente sin que hasta ahora se haya visto el castigo que debió imponer a estos malvados la nación a que pertenecen, y bajo cuyo nombre han derramado nuestra sangre, han ultrajado nuestras personas, y desolado el Estado.
Introducido en ella Monteverde contra las expresas órdenes del general Miyares, de quien dependía, llegó subyugando los pueblos consternados y seducidos hasta las cercanías de la ciudad de Caracas recientemente destruida por el terrible terremoto del 26 de marzo de 1812. La única fuerza que le contenía estaba por desgracia mandada por un jefe que, preocupado de ambición y de violentas pasiones, o no conocía el riesgo, o quería sacrificar a ellas la libertad de su patria: déspota y arbitrario hasta el exceso, no sólo descontentó a los militares, sino que desconcertando todos los ramos de administración pública, puso la provincia, o la parte que quedaba de ella en absoluta nulidad.
Monteverde auxiliado de varios eclesiásticos ignorantes y desmoralizados que descubrían en nuestra independencia y libertad la destrucción de su imperio, apuró sus recursos para acabar de seducir a los más y dejar a los menos sin arbitrios de defensa: destruida la ciudad capital; su población dispersa por los campos: muriendo las gentes de hambre y de miseria: atemorizados todos con los asesinato que Antoñanzas, Boves, y otros satélites que Monteverde esparció en partidas por lo interior de la provincia, para quitar la vida sin piedad, a sangre fría, sin formalidad, ni proceso a cuantos tenían el concepto de patriotas: las tropas sin jefe y vacilantes: el pueblo dudoso de su suerte...
Tal era el infeliz estado de Caracas, cuando reventó en los valles  de la costa al Este, la revolución de los negros, libres y esclavos, provocada, auxiliada y sostenida por los emisarios de Monteverde. Esta gente inhumana y atroz, cebándose en la sangre y bienes de los patrio. tas, de que se les dio una lista en Curiepe y Caucagua, marchando contra el vecindario de Caracas, cometieron en aquellos valles, y especialmente en el pueblo de Guatire los más horrendos asesinatos, robos, violencias y devastaciones. Los rendidos, los pacíficos labradores, los hombres más honrados, los inocentes, morían a pistoletazos y sablazos, o eran azotados bárbaramente aun después de haberse publicado el armisticio. Por todas partes corría la sangre, y los cadáveres eran el ornato de las calles y plazas de Guatire, Calabozo, San Juan de los Morros, y otros pueblos habitados por gente labradora y pacífica, que lejos de haber tomado las armas, huían al acercarse las tropas a los montes, de donde los conducían atados para quitarles la vida sin más formalidad, audiencia, o juicio, que hacerlos hincar de rodillas. Cualquiera oficial o soldado estaba autorizado para dar impunemente muerte al que juzgaba. patriota, o tenía que robar.
En este conflicto, amenazada Caracas al Este por los negros excitados de los españoles europeos, ya en el pueblo de Guarenas, ocho leguas distante de la ciudad, y al Oeste por Monteverde, animado con el suceso de Puerto Cabello, sin otras tropas que combatir que las que estaban, acantonadas en el pueblo de La Victoria, desmayadas y casi disueltas por la conducta arbitraria y violenta de un jefe aborrecido, se trató de capitular, y en efecto después de varias interlocuciones, se convinieron en los artículos de la capitulación, por virtud de la cual se entregaron las armas, pertrechos y municiones a Monteverde, y éste entró pacíficamente en la ciudad, y se apoderó de todo sin resistencia.
El principal artículo de la capitulación firmada en San Mateo, a 25 de julio de 1812 fue, que no se tocaría la vida y bienes de los vecinos: que a nadie se formaría proceso por sus opiniones políticas anteriores a la capitulación: que no se incomodaría a ninguno: y que habría un general olvido de todo lo pasado. Un tratado así celebrado con el jefe de las tropas de una nación civilizada de la Europa, que ha hecho siempre alarde de su buena fe, descuidaba al hombre más caviloso y tímido, y todos descansaban de las pasadas fatigas, si no conformes con la suerte que la Providencia les había destinado, por lo menos tranquilos, y confiados en la fe de los tratados. Habían procurado sostener su libertad con entusiasmo, si no la habían podido conservar, se consolaban con la satisfacción de haber empleado los medios que habían estado a su alcance.
El 29 de julio por la noche entró Monteverde en Caracas, fué visitado por los europeos, comunidades y personas notables: y presentándoseles todos con la seguridad que debía inspirar la capitulación, debió conocer que las conmociones, alteraciones y novedades de la provincia procedían del despecho a que la habían precipitado las injusticias y excesos del Gobierno de España y la-execrable conducta de los jefes que éste enviaba para administrarla y gobernarla. Debió pues conocer que ningún pueblo bien administrado y gobernado con justicia está descontento, y que el modo de hacerle olvidar agravios es cumplir exactamente la ley. Monteverde contra estos principios y lo capitulado comenzó por prender algunas personas de las más notables, exponerlas en las plazas en cepos a vista de todos, y para esconder su infracción, hizo esparcir que aquellas prisiones y ultrajes eran por causas posteriores; y para más acreditar esta voz, publicó una proclama con fecha 3 de agosto, en que repetía que sus promesas eran sagradas, su palabra inviolable, y que los procedimientos que se velan, tenían su origen en causas posteriores.
De esta manera el pueblo sin atreverse a dudar, y menos a creer que Monteverde fuese tan hipócrita, inicuo y descarado, estaba tímido y vacilante, cuando el 14 del mismo mes, destacadas por la ciudad y los campos partidas de isleños, catalanes y otros europeos y dirigidas las órdenes a los satélites del interior de la provincia, comenzaron las prisiones de los americanos. Viéronse los hombres más condecorados del tiempo de la República arrancados del seno de sus mujeres, hijos y familias en el silencio de la noche: atados a las colas de los caballos de los tenderos, bodegueros, y gente la más soez: conducidos con ignominia a las cárceles: llevados a pié unos y otros en enjalmas amarrados de pies y manos hasta las bóvedas de La Guaira y Puerto Cabello: encerrados allí con grillos y cadenas: y entregados a la inhumana vigilancia de hombres feroces, muchos de ellos perseguidos en el tiempo de la revolución: colmando la maldad bajo pretexto de que todos estos infelices eran autores de un proyecto revolucionario contra lo pactado en la capitulación; y de esta manera quedaba en pie la duda, y todos vacilaban, hasta que asegurados de tan calumniosa felonía, huyeron a los montes a buscar seguridad entre las fieras, dejando desiertas las ciudades y pueblos, en cuyas calles y caminos públicos no se velan sino europeos y canarios cargados de pistolas, sables y trabucos, echando fieros, vomitando venganzas: haciendo ultrajes; sin distinción de sexos, y cometiendo los más descarados robos, de tal manera, que no había oficial de Monteverde que no llevase puesta la camisa, casaca o calzones de algún americano a quien había despojado, y aun algunos oficiales que hacían de comandantes de las plazas como el de La Guaira; el atroz Cerveris; entraba en las bóvedas de aquel puerto con el objeto de cubrir de dicterios a las mismas víctimas de cuyos despojos se hallaba vestido de los pies a la cabeza.
Hiciéronse estos hombres dueños de todo: ocuparon las haciendas y casas de los vecinos; y destrozaban, o inutilizaban lo que no podían poseer. Es imposible dibujar con la brevedad que exigen las circunstancias el cuadro de esta provincia. Los hombres más honrados; los padres de familias; niños de catorce años; sacerdotes imitadores del Evangelio, y verdaderas máximas de Jesucristo; viejos octogenarios; innumerables hombres que no habían tenido, ni podido tener parte en la revolución, encerrados en oscuras, húmedas, y calurosas mazmorras, cargados de grillos, y cadenas, y llenos de miseria: algunos murieron sofocados en las mismas bóvedas, otros no pudieron resistir el pesar y martirio, y rindieron la vida sin auxilios corporales, ni espirituales, porque los negaban impíamente, o los concedían cuando ya estaba sin fuerzas ni acción, ni voz el moribundo. En las calles no se oían sino clamores de las infelices mujeres por sus maridos, madres por sus hijos, hermanas por sus hermanos, parientes por sus parientes. La casa del Tirano resonaba con el alarido y llanto de tantas infelices: él se complacía de este homenaje, gradado del humo que despedían las víctimas, y sus satélites, en especial sus paisanos los canarios, lejos de moverse a piedad, las insultaban con las bárbaras expresiones y groseras sonrisas con que manifestaban cuánta era la complacencia que recibían en la humillación de la gente del país.
En medio del tumulto de las prisiones generales cinco o seis personas solamente lograron que Monteverde les diese pasaporte para salir de la Provincia. La estupidez del tirano que en sus decretos no tenía otra regla que la arbitrariedad, o el contentamiento de algún favorito hizo que yo también le obtuviese. Con él sin perder tiempo pasé en compañía de mis compatriotas a la isla dé Curazao, y de allí a Cartagena en donde refiriendo lo que pasaba en Caracas se exaltó la justa indignación de aquel generoso pueblo. Sus magnates tomaron a su cargo la demanda de los caraqueños, auxiliaron nuestras pretensiones en el Congreso de la Nueva Granada, y ciudad de Santa Fe, y entonces se vio cuanto es el interés que toma el americano por el americano. Los papeles públicos de los granadinos no respiraban sino la justa indignación que merecían nuestros opresores, y los representantes de las provincias comunicaron sus clamores a sus comitentes para que se preparasen auxilios de toda especie a favor de sus hermanos oprimidos. El entusiasmo de todas era igual al fuego que me devoraba por dar la libertad a mi patria, y a virtud de mis insinuaciones, y mis loables 5 santos deseos me vi colocado al frente de unas tropas que aunque poco numerosas eran animadas del virtuoso deseo de libertar a sus hermanos del insoportable yugo de la tiranía, de la injusticia, y la violencia- Entré en la provincia derrotando las huestes de los tiranos tantas cuartas veces se me pusieron, delante. Era imposible resistir el choque de unos hombres libres y generosos, determinados y valientes, que habían jurado exterminar a los enemigos de la libertad, a que con. tantas razones aspiran los pueblos de la América.
Este entusiasmo se aumentaba, y encendía con mayor fuerza al paso que introduciéndonos en la provincia, se nos hacían evidentes los horrorosos desastres que causaban los españoles y canarios. Sabíamos entonces, y veíamos la devastación de las haciendas: destrucción de los bienes: ultraje de las personas y exterminio de los vecinos. Llorábamos sobre las ruinas, y juntando nuestras lágrimas a las de tantas viudas y huérfanos, que aún miraban las reliquias de sus esposos, padres y hermanos, o colgando de los postes en que los fusilaron, o esparcidos por el campo: repetíamos el juramento de libertar a nuestros hermanos de las cárceles, bóvedas y calabozos en que estaban como sepultados, y del infame, cruel yugo de tan terribles opresores.
Hasta entonces fué nuestro ánimo, y también nuestra conducta hacer la guerra como se hace entre naciones cultas; pero instruidos de que el enemigo quitaba la vida a los prisioneros sin otro delito que ser defensores de la libertad, y darles el epíteto de insurgentes: confirmada esta verdad con los que don Antonio Tizcar, comandante de las tropas de Monteverde en Barinas, pasó por las armas, sentenciados por un consejo compuesto de jueces que no tenían jurisdicción, que no observaron las formalidades más esenciales requeridas por la naturaleza, y por todos los códigos del mundo civilizado, y bárbaro, y cuya sentencia se mandó ejecutar, y ejecutó por quien carecía de autoridad, resolvimos llevar la guerra a muerte perdonando solamente a los americanos, pues de otro modo era insuperable la ventaja de nuestros enemigos que a pretexto de titularnos insurgentes mataban a nuestros prisioneros, cuando nosotros los tratábamos con la decencia propia ole nuestro carácter, y con todas las consideraciones debidas a la humanidad.
Las consecuencias han acreditado y mostrado la justicia y necesidad de esta conducta, pues destituidos los españoles y canarios de la ventaja con que lidiaban, y asegurados de que su surte era igual entre nosotros, a la nuestra entre ellos: dejaron de considerarse como amos, y comenzaron a temernos como a hombres. Entonces vimos palpablemente cuán cobardes son los hombres malos, y que es vano el temor que se tiene a los tiranos; no es necesario más que hacer frente firme al déspota, para que huya vergonzosamente. Nosotros hemos visto a estos valientes que en otro tiempo, haciendo el papel de fieras acometían a los vecinos indefensos, y les pasaban por los pechos, y daban de sablazos hasta hacerlos pedazos, huir de un puñado de los nuestros que acometían a sus tropas formadas en número superior. Desde Cúcuta hasta Caracas sólo se dejaron ver siete veces para ser inmediatamente derrotados, y su terror ha sido tanto que el famoso Monteverde que se presentaba en Caracas contrahaciendo a los déspotas de la Asia en sus maneras, estilo y conducta, abandonó a Valencia dejando un inmenso parque de artillería para encerrarse en Puerto Cabello precipitadamente, y sin otro recurso que rendirse. Sin embargo ya cerca de Caracas se nos presentan varios emisarios de su gobernador con el objeto de capitular, y aunque no podían defenderse, ni oponerse, les concedimos las vidas y bienes con un absoluto olvido de lo pasado. Pero es necesario deciros que esta misión fué un artificio para tener tiempo de embarcarse en La Guaira, llevándose las armas, los pertrechos de guerra, y clavar la artillería: se fueron los malvados, sin aguardar la misión con cuantos pudieron, y dejaron a los españoles y canarios expuestos a nuestra justa venganza.
No es posible pintar la pusilanimidad del cobarde Fierro ni el desorden, y anarquía en que dejó la ciudad de Caracas cuando se escapó vergonzosamente. Era menester un fondo de bondad tal, cual se ha visto siempre en los americanos para no haber encontrado a mi llegada inundada de sangre esta capital. Los europeos y canarios abandonados a, la venganza de un pueblo irritado, los almacenes abiertos, y excitando al pillaje a los mismos que habían sido robados por Monteverde y sus satélites, y sin embargo guardando moderación. Las mujeres de los europeos y muchos de ellos que pretendían escaparse cargados de fardos en que conducían sus propiedades y no obstante respetados en su desgracia. Era tal el desorden y confusión con que marchaban hacia el puerto vecino, que algunos abandonaban las armas, otros tiraban sus ropas para correr con más velocidad, creyendo el enemigo a sus espaldas, y otros en fin se abandonaban a su suerte maldiciendo al tímido e inhumano jefe que así les había comprometido. Tal es el cuadro de Caracas cuando me aproximaba a esta capital.
No es ahora la oportunidad de dar al Mundo un manifiesto de los excesos de nuestros enemigos ni de nuestras operaciones militares: aquellos resultarán del proceso que debe formarse y para el cual se están comunicando las correspondientes órdenes: y éstas de los partes que he dado y debo dar al honorable Congreso de la Nueva Granada para gloria suya y satisfacción de la América- Nuestro ánimo como se propuso al principio es sólo combatir la calumnia y dar una idea sucinta de la justicia de nuestras quejas contra España. Las Cortes y la Regencia de Cádiz no sólo vieron con indiferencia la insubordinación de Monteverde a su general Millares, sino que aprobaron el despojo que a éste hizo aquél de su autoridad, y le revistieron con el carácter de capitán general de Caracas. No sólo vieron con indiferencia la escandalosa infracción de la capitulación de San Mateo, las prisiones y ultrajes de los vecinos: el despojo de sus empleos: los robos: los asesinatos, y las atrocidades que Monteverde, sus oficiales y soldados cometieron, y han cometido hasta su encierro en Puerto Cabello; sino que todavía anuncian los diarios, periódicos y papeles públicos, que se discute en las Cortes si debe o no cumplirse la capitulación; permanecen sin libertad en la Península ocho de los comprendidos en ella, y entre tanto ha obrado Monteverde, sin rienda, sin temor, por su capricho y voluntad.
Pero aún hay un hecho que comprueba mejor que ninguno la criminalidad y complicidad del Gobierno de Cádiz. Forman las Cortes la constitución del reino, obra por cierto de la ilustración, conocimiento y experiencia de los que la compusieron. La tuvo guardada Monteverde como cosa que no importaba, o como opuesta a sus ideas y las- de sus consejeros. Al fin resuelve publicarla en Caracas. La publica ¿y para qué? No sólo para burlarse de ella, sino para insultarla, y contradecirla con hechos enteramente contrarios. Convida a todos: les anuncia tranquilidad: les indica que se ha presentado el arco de paz: concurren los inocentes vecinos saliendo muchos de las cavernas en que se ocultaban: le creen de buena fe: y como el fin era sorprender a los que se le habían escapado: por una parte se publicaba la constitución española, fundada en los santos derechos de libertad, propiedad, y seguridad, y por otra el mismo día andaban partidas de españoles y canarios prendiendo, y conduciendo a las bóvedas ignominiosamente a los incautos que habían concurrido a presenciar y celebrar la publicación.
Es esto un hecho tan notorio como lo son todos los que se han indicado en este papel, y se explanarán en el manifiesto que se ofrece. En la provincia de Caracas de nada vale la constitución española: los mismos españoles se burlan de ella, y la insultan. Después de ella se hacen prisiones sin sumaria información: se ponen grillos y cadenas, al arbitrio de los comandantes y jueces: se quita la vida sin formalidades, ni procesos como lo hizo Tizcar en Barinas en mayo de este año: Zuazola en Aragua, y Boves en Espino, remitiendo partidas de presos a cárceles, bóvedas y presidios, y la Audiencia territorial de acuerdo con Monteverde estableció un modo de proceder, y una conducta diametralmente opuesta al espíritu y letra de la constitución. A vista de esto y de la indiferencia o tácito consentimiento del gobierno español ¿tendrá esperanza la América de mejorar su suerte dependiendo de aquella península? ¿Podrá argüírsele de criminal e insurgente en los esfuerzos que hace para recuperar su libertad? y con respecto a Caracas ¿habrá quien tache la resolución y conducta del brigadier Simón Bolívar y de sus compatriotas, y compañeros de armas, emprendiendo sacar a sus hermanos, amigos y parientes de las cárceles, calabozos, bóvedas, y encierros en que yacían oprimidos vejados, y ultrajados? Prescindimos aquí de los fundamentos con que Venezuela proclamó su libertad, e independencia: únicamente nos hemos hecho cargo de las razones que tuvimos para emprender, romper el yugo de sus actuales opresores, justificando nuestra conducta con un bosquejo imperfecto y diminuto de los insultos, atrocidades y crímenes de Monteverde, y sus cómplices, particularmente sus paisanos los canarios. Ellos pueden reducirse a pocos artículos: la escandalosa infracción de la capitulación de San Mateo: las muertes perpetradas en toda la provincia en prisioneros de guerra, en rendidos, desarmados, labradores, vecinos pacíficos, y en aprisionados en las cárceles: el trato inhumano, ignominioso, cruel y grosero dado a personas notables y condecoradas: la ocupación de las haciendas y bienes: robos consentidos y autorizados; despojo de los empleos que ocupaban los americanos sin causa ni proceso: sufrimiento de tantas familias desoladas: desamparo, tristeza y llanto de las mujeres más principales de los pueblos, que vagaban por las calles expuestas a la deshonesta insolencia, y bárbaro tratamiento de los canarios, curros, marineros y soldados.
Esta es, Naciones del Mundo, la idea sucinta que puedo daros ahora de mi conducta en la empresa que concebí de libertar a Caracas del tirano Monteverde, bajo los auspicios del virtuoso, humano, y generoso pueblo de la Nueva Granada. Aun estoy con las armas en las manos, y no las soltaré hasta no dejar absolutamente libres de españoles a las provincia! de Venezuela que son las que más recientemente han conocido el exceso de su tiranía, de su injusticia, de su perfidia y de sus atrocidades. Yo llenaré con gloria la carrera que he emprendido por la salud de mi patria, la felicidad de mis conciudadanos, o moriré en la demanda manifestando al orbe entero, que no se desprecia, y vilipendia impunemente a los americanos.
Naciones del Mundo: que Venezuela os deba la justicia de no dejaros preocupar de las falsas, y artificiosas relaciones que os harán estos malvados para desacreditar nuestra conducta. Muy pronto se publicará documentado el manifiesto exacto de todo lo ocurrido en el año de 1812, y el corriente en estas provincias. Suspended a lo menos el juicio, y si por vosotros mismos buscáis la verdad, Caracas no sólo ha convidado, sino que desea ver entrar por sus puertos a todos los hombres útiles que vengan a buscar un asilo entre nosotros, y a ayudarnos con su industria y sus conocimientos, sin inquirir cuál sea la parte del mundo que les haya dado la vida.
Cuartel General de Valencia, a 20 de setiembre de 1813, 3° y 1°
SIMÓN BOLÍVAR.

Cartas Magdalena, 7 de junio de 1826. A S. E. el general F. de P. Santander.


Cartas

Magdalena, 7 de junio de 1826.
A S. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
He recibido con mucho placer las comunicaciones que me ha traído el teniente Armero del 23 al 28 de marzo, aunque he sabido con disgusto que Vd. ha estado muy malo de su cólico. Ya sabía antes, por el correo, y más antes todavía por el señor Pando, la reelección de Vd. y la mía. He mandado dar publi cidad a estos documentos y también a mi respuesta a Vd. Yo no admito la presidencia por nada. No debo, no puedo, no quiero. Estoy cansado de mandar y de otras muchas cosas. Yo no me he constituido para presidente sino para soldado. Ruego a Vd. que enseñe esta carta a todo el que la quiera ver.
Si a Páez lo quieren estrechar los señores del congreso para que vaya a Bogotá y él desobedeciere, yo no tengo la culpa de semejante desatino.
Si la constitución y las leyes que ha dado el congreso tienen arruinada la república, yo no tengo la culpa.
Si el ejército está descontento porque lo tratan mal y le pagan con ingratitud, yo no tengo la culpa.
Si la gente de color se levanta y acaba con todo, porque el gobierno no es fuerte, y la locura de todos los convida a tomar su puesto, yo no tengo la culpa.
Si a Páez y a Padilla los quieren tratar mal sin emplear una fuerza capaz de contenerlos, yo no tengo la culpa. Estos dos hombres tienen en su sangre los elementos de su poder y, por consiguiente, es inútil que yo me les oponga, porque la mía no vale nada para el pueblo.
Yo me iré de aquí para Colombia por salir de este mando; pero bien resuelto a no tomar otro. Para mandar conforme a las leyes, Vd. lo hace mejor que yo, y para mandar sin leyes basta un tirano. Es glorioso, sin duda, servir a la patria, salvarla en el combate, pero es muy odioso el encargo del mando sin otros enemigos que los propios ciudadanos y los hombres del pueblo que se llaman víctimas. Yo he sacrificado todo por la patria y por la libertad de ella; pero no puedo sacrificarle el carácter noble de hombre libre y el sublime título de Libertador. Para salvar la patria he debido ser un Bruto, y para contenerla en una guerra civil, debería ser un Sila. Este carácter no me conviene, antes perderé todo, la vida misma.
La comunicación de Vd. al congreso es lo que debía ser. Demasiados ultrajes había recibido para no despicarse.
Tiene Vd. razón en lo que me dice sobre que desea verme y siente que abandone el Sur. Demasiado cierto es esto, todo este mundo se viene abajo cuando yo me parta para Colombia.
Doy a Vd. las gracias por el auxilio para Bolivia y el per miso para Sucre.
Muy comprometido estamos con el congreso de Panamá: de todas partes vienen diputados y los de Méjico aún no parecen. Los de Bolivia irán pronto, pues que ya están aquí y sólo aguardan las credenciales e instrucciones que debe mandarles el ge neral Sucre.
El general Valero es hombre que no debe merecer la confianza de Vd. ni del gobierno. Aquí ha dejado muy mala reputación a causa de su inmoralidad, y últimamente ha dejado establecidas unas cuantas logias que no dejan de dar que hacer. No repara en nada: es hombre capaz de cambiar de bandera y de gobierno, así como de recomendar a cualquier canalla como lo acaba de hacer con un malvado que se ha presentado aquí dándose por pariente de Vd., edecán mío y nativo de todas partes. Yo lo he mandado hacer salir del país. Pues éste es el hombre a quien ha recomendado el señor Valero.
Somos 8. Acabo de recibir el correo del 6 de abril y una carta de Vd. de la misma fecha que contesto.
Cuanto Vd. me dice sobre Morales y expedición de la Habana días ha que lo sabíamos por la vía de Panamá, y ya tengo dadas todas las órdenes necesarias para que en agosto salga de Arica el batallón Pichincha llevando 1.000 plazas, más que menos, escogidas, y luego deberá seguirle el batallón Bogotá en los mismos términos. Estos dos batallones unidos al de Vargas, que debe estar ya en el Istmo, componen la fuerza que tenía la división Lara y de que Vd. podrá disponer como me lo anuncia para la defensa de Venezuela.
Me alegro que Vd. no haya sufrido el chasco de que Vd. me habla.
Siento mucho la muerte de la viuda de don Camilo Torres y he visto cuanto Vd. me dice con respecto a las tres otras viudas. Todo esto lo arreglaremos cuando yo vaya a Colombia, teniendo Vd. entendido que mi intención es dar una parte de esta pensión a los hijos del ilustre Torres, a quien soy deudor de mucho.
Yo no tengo, por ahora, con qué auxiliar al Rosario. Pago anualmente quince mil pesos a diferentes personas por pen siones; y como no espero recibir más el sueldo de presidente, mucho temo que se acaben las pensiones. El millón del Perú será cuento. Yo creo que la patria va a sufrir mucho por el ne gocio de Páez, y por lo mismo, no habrá más plata para nadie.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR

Discursos y proclamas A los Españoles y Canarios


Discursos y proclamas

A los Españoles y Canarios
Simón Bolívar, brigadier de la unión, general en jefe del ejército libertador de Venezuela.
A los Españoles y Canarios
Conducidas nuestras armas libertadoras por el Ser Omnipotente, que protege la causa de la justicia y de la naturaleza, hemos libertado todas las provincias de Occidente, batiendo cuatro ejércitos, que en número de 6.000 hombres, oprimían a Mérida, Trujillo, Barinas y los pueblos internos de Caracas.
Nuestro ejército de Oriente ha dado la libertad a Cumaná, Barcelona, y todos los Llanos hasta Calabozo. No resta, pues, al imperio de los tiranos más que el pequeño territorio comprendido entre Valencia y Caracas, que ellos oprimen con extrema crueldad; pero que está cubierto de millares de patriotas que conocen sus derechos, saben defenderlos, y morirán, si es preciso, por la gloria de salvar a su Patria.
Un puñado de españoles y canarios, pretende con demencia detener el veloz carro de nuestras victorias, guiado por la fortuna, y sostenido por el valor divino de nuestros soldados granadinos y venezolanos. Las bandas enemigas. desaparecen delante de nosotros, aun antes de presentarnos, porque temen una espada exterminadora, que la justicia del Cielo ha puesto en nuestras manos para vengar la humanidad, que tan vilipendiosamente ha sido escarnecida en el suelo americano.
Nuestra benignidad, sin embargo, os convida nuevamente, españoles y canarios, a gozar de la felicidad de existir entre nosotros en paz y armonía, abandonad estas tristes reliquias del partido de bandidos que infestaron a Venezuela, acaudillados por el pérfido Monteverde, que os ha puesto en la crítica y desesperada situación de morir en el campo, o en los cadalsos, perdiendo vuestras familias, vuestros hogares, y vuestras propiedades. Si queréis vivir, no os queda otro recurso que pasaros a nuestro ejército, o conspirar, directa, o indirectamente contra el intruso e inicuo Gobierno Español; pero si permanecéis en la indiferencia sin tomar parte en el restablecimiento de la República de Venezuela, seréis privados de vuestras propiedades; y sabed que cuantos españoles sirvan en las armas, y sean prisioneros en el campo de batalla. serán sin remisión condenados a muerte.
Confiad en nuestras ofertas liberales, y temed nuestras amenazas, porque ellas son infalibles. Todos los españoles y canarios que se han presentado a nuestro ejército, han sido conservados en sus destinos, y son tratados colmo americanos, asegurándoos que son dignos de este titulo, y se portan con el valor y lealtad que caracterizan a los hijos de Colombia. Del mismo modo, han sido recibidos con amistad y clemencia. todos aquellos españoles, que han probado no ser desafectos a nuestro sistema, y se han mantenido en inacción mientras los tiranos perseguían con el oprobio y la muerte a los inocentes americanos.
Nuestras huestes no han menester de vuestros auxilios para triunfar pero nuestra humanidad necesita de ejercerse en favor de los hombres, aun siendo españoles, y se resiste a derramar la sangre humana, que tan dolorosamente nos vemos obligados a verter al pie del árbol de la libertad.
Por la última vez, españoles y canarios, oíd la voz de la justicia y de la clemencia. Si preferís nuestra causa a la de los tiranos, seréis perdonados, y disfrutaréis de vuestros bienes, vidas, y honor; y si persistís en ser nuestros enemigos, alejáos de nuestro país, o preparaos a morir,
Cuartel General de San Carlos, julio 28 de 1813. 3° de la Independencia, 1° de la Guerra a Muerte.
SIMÓN BOLÍVAR.
Certifico.
Pedro Briceño Méndez,
Secretario.
Imprenta de Juan Baillo. Caracas.
 

Cartas Año 1826 Magdalena, 4 de junio de 1826.


Cartas
Año 1826
Magdalena, 4 de junio de 1826.
A s. E. el Gran Mariscal Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Esta mañana ha llegado un oficial en comisión de Bogotá trayéndome comunicaciones de Santander del 23 de marzo y de Panamá hasta el 28 de abril. Santander me dice que el con greso le permitía a Vd. permanecer en Bolivia y accedía a dejar allí 2.000 colombianos. Estos dos puntos están, pues, resueltos, y crea Vd. que muy a mi satisfacción. Esta es la parte agradable de este correo; ahora veamos la desagradable que ciertamente es superior a la primera. Santander me dice que el senado había admitido la acusación contra Páez. Calcule Vd. la inmensidad de males en que nos puede sepultar esta maldita acusación. Se añade, para colmo de desdicha, que Escalona es el que va a suceder a Páez. Sobre todo esto me escribe Briceño, que está muy bien impuesto de las cosas de Venezuela, una larga y tristí sima carta, e instándome, por Dios y por la patria, que vuele a Colombia, que si yo no voy todo, todo se pierde. Sobre esto me hace mil reflexiones siempre con el buen juicio y penetración que tanto le distinguen. También se vuelve a hablar de expedición de La Habana; de la llegada de tropas y buques españoles y de acopio de víveres en Curazao y Jamaica para los godos.
Todo este conjunto de males me hubieran desesperado en otras circunstancias, pero como mi partido está ya tomado, no ha hecho más que acelerarlo y así estoy resuelto a marcharme a Colombia en el mes de julio o agosto, es decir, luego que haya puesto al general Santa Cruz en posesión de su destino de pre sidente del consejo de gobierno.
Es también preciso que Vd. tome mucho interés en que los batallones Pichincha y Bogotá vayan muy bien compuestos, pues que el gobierno los pide actualmente y yo deseo que vayan bien organizados..................

Discursos y proclamas A sus conciudadanos 15 de junio de 1813


Discursos y proclamas
A sus conciudadanos

15 de junio de 1813
Simón Bolívar,  brigadier de la unión, general en jefe del ejército del norte, libertador de Venezuela.
A sus conciudadanos:
Venezolanos:
Un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a Libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo.
Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos, y a restablecer los Gobiernos Republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los estados que cubren nuestras armas, están regidos nuevamente por sus antiguas Constituciones y Magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia porque nuestra misión, sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes, ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos.
Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte: que han violado los derechos sagrados de las gentes: que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación . Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre: que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de la América.
A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna aún, abrirles por la última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fé, cooperan con nosotros a la destrucción del Gobierno intruso de la España, y al restablecimiento de la República de Venezuela.
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisíblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas: a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están. esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra, y magistrados civiles que proclamen el gobierno de Venezuela, y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al estado, serán reputados y tratados como americanos.
Y vosotros, Americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión (le que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguedad, e ignorancia en que os han tenido hasta el presente, los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vendaras, y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida, y propiedades: el solo titulo de Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros,  y no se emplearan jamás contra uno solo de nuestros hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía: y será tan religiosamente cumplida, que ninguna razón, causa, o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos déis para excitar nuestra animadversión.
Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, al no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables. Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813. --3°.
SIMÓN BOLÍVAR,
Es copia.
Pedro Briceño Méndez,
Secretario.
Imprenta de Juan Baillio. Caracas.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...