Cartas - Al Gran Mariscal de Ayacucho- Antonio José De Sucre,


Cartas

Tinta, 29 de julio de 1825.
Al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José De Sucre.
Mi querido general:
Al salir del Cuzco recibí en Oropeza las dos o tres cartas que Vd. me escribió por el oficial portador de ésta; las que voy a contestar muy por encima, porque toda la correspondencia se ha ido adelante con las cargas, habiéndome yo quedado aquí hoy para ver el fondo de un volcán apagado que está en estas cercanías.
Me he alegrado mucho que haya venido el decreto de Buenos Aires como el oficio del gobierno, y más aún de que la conducta de Vd. haya sido aprobada por esos señores tan descontentadizos y tan injustos con nosotros. Su impotencia ha sido la fortuna de Vd. y la mía, pues no pudiendo gobernar el Alto Perú, se conforman con abandonarlo. Digo la mía, porque la conducta de Vd. siempre me la hubieran atribuido; y porque mi decreto no será desaprobado.
El general Arenales me ha escrito que siente mucho que no se haya publicado mi decreto; él va a decir en Buenos Aires que Vd. lo ha suspendido por miras de intrigas, porque hacía honor al gobierno de Buenos Aires el fundamento de mi decreto. Por otra parte, esto no parecerá bien y dirán que Vd. deshace lo que yo hago, de lo cual se alegrarán los porteños, para hacer ver que en todas partes hay cubiletes, y qué sé yo más lo que dirán. Puede ser que supongan que yo tengo buena fe con respecto a los negocios del Alto Perú, y que Vd. no tiene la misma buena fe. El hecho es que Arenales me ha escrito a mí mismo directamente sobre esto: ¿qué no hará con su gobierno? (*)
La memoria no va por la misma razón que he dicho: la ida de las cargas adelante hasta Puno. En Puno la corregiré y la mandaré. Yo estaré allí para el día 5 del que viene. Estaré allí cuatro días, dictando cosas favorables a aquel departamento y proveyendo a las mejoras del gobierno. Es lo menos que puedo estar en conciencia, cuando no pienso volver, sino marcharme a Arica para embarcarme para el Callao, cuando me haya desocupado de los negocios del Alto Perú.
Apruebo el que Vd. le mande al señor Funes los quinientos pesos. Yo pienso mandarle algún dinero más, porque me parece justo y conveniente.
De Colombia no han venido dos correos porque los pastusos se han vuelto a levantar; la correspondencia estaba detenida en Pasto para que no fuese tomada; pero ya debe estar marchando hace tiempo. El general Castillo ha mandado a Pasto 1.000 veteranos de los que han venido de Colombia.
Lo que Vd. me indica sobre las tropas del Callao yo lo había ordenado antes, y ahora lo repito de nuevo. Le he mandado al general Salom el despacho de general de división, suponiéndolo en el Callao, pues a principios de agosto esperaba éste buen resultado.
En todo el curso de este año pueden ir a Colombia 5.000 hombres, según las órdenes que he dado a todas partes. Nos quedarán sobre 3.000 hombres, puros colombianos, y alguno que otro peruano que no dejará de quedar en nuestras filas. En el Alto Perú no quedarán más que 2.000 colombianos y 4.000 en el Bajo, con los dos cuerpos que van de escolta a Arica. De este modo, en el Alto Perú quedarán 5.000 hombres, que supongo que habrá 1.000 peruanos cuando más, y 2.000 del Alto Perú. Así será muy fácil mantenerlos bien.
Yo no sé de dónde ha sacado Vd. que se les pagan quince pesos a los soldados del Perú, cuando no se les paga más que diez pesos desde el tiempo de San Martín, y desde que yo sé las cosas del Perú.
Escriba Vd. a esos señores comisionados por Buenos Aires que yo fijaré mi cuartel general en La Paz a mediados de agosto y parte del de setiembre; que si a ellos les parece, pueden venir a La Paz; hágales Vd. mil cumplimientos y asegúreles que yo tendré mucha satisfacción en verlos y recibirlos conforme a la dignidad de su legación. Supongo que Vd. les pondrá otras palabras más dignas, más elevadas, pues esas son muy comunes.
Saliendo de Puno el 9 y yendo a la laguna de Titicaca un día, estaré en La Paz del 18 al 19, y si puedo será el 17. Pero yo no sé cuáles serán las verlo y despacharlo todo, y mi comitiva es un poco grande y no puedo andar volando, jornadas del itinerario que me hagan en Puno. Por otra parte, me es imposible andar deprisa, porque quiero menos aun yo, porque me hallo tan acabado, y cada vez que me veo en el espejo lo siento conozco que no estoy para nada, sino para vivir. Lo peor de todo es que Vd. está lo mismo, según dice, conque así desertaremos juntos el día que no podamos más; y nos meteremos en un hospital.
Dele Vd. mil expresiones de mi parte a Córdoba; dígale que me alegro mucho saber que ha ganado mucha plata, y que la fortuna lo acompaña en todas partes.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR
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Cartas - A s. E. el general F. de P. Santander.

Cartas
Plata, 26 de noviembre de 1825.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Hasta ahora no he recibido ni el correo pasado ni el que debe partir mañana. No sé con qué motivo sea este retardo, pero lo siento infinito, porque, privado de tan importantes comunicaciones, no sé qué responder.
Yo me hallo en esta capital organizando su nuevo gobierno, del mejor modo que es posible. Sin duda, el 19 de abril del próximo año será proclamada la república, y entonces le presentaré la constitución; la que será ciertamente muy fuerte y muy liberal, y mi discurso será igualmente muy fuerte y muy liberal. Estoy recogiendo materiales para hacer una obra regular: desde luego, creo que será mejor que el de Angostura, porque tengo más materiales acopiados. Ya he mandado al general Lara que esté pronto a embarcarse para marzo con su división, y repito que deseo que este brillante cuerpo de tropas marche a Venezuela por el Istmo. En teniendo el Norte de Colombia 5 ó 6.000 soldados del orden, todo está hecho, y todo está asegurado. Cada día estoy mejor con las repúblicas del Sur, pero casi nada sé de las del Norte, ni del Istmo tampoco, que parece encantado: supongo que por allá nada habrá de consideración, pero nosotros tenemos noticias de Europa muy frescas, y nada hay de nuevo; por lo mismo estoy tranquilo con respecto a Vds. Puede ser que antes de cerrar esta carta sepa algo de bueno y entonces contestaré largamente de lo que ocurra. De letra del Libertador: No ha llegado el correo y debe partir éste; lo que siento infinito pues no sé qué cosa de importancia puede haber que contestar de los dos correos que nos faltan, ni tampoco sé por qué nos faltan. Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR.

Discursos y proclamas - Llamamiento a los extranjeros


Discursos y proclamas
Llamamiento a los extranjeros

Simón Bolívar,  brigadier de la unión, y general en jefe del ejército libertador de Venezuela.
Por cuanto las provincias de Venezuela han entrado por segunda vez en el goce de su libertad e independencia, que les fue usurpada momentáneamente por un. puñado de españoles que han señalado su gobierno con horrendos crímenes, y negras injusticias; siendo una de ellas la de robar, perseguir y exterminar a los honrados extranjeros que justamente merecían la protección y consideraciones del Gobierno en nuestra primera transformación política; y por cuanto la conducta de un pueblo libre debe ser absolutamente opuesta a la que observan nuestros enemigos, que lo han sido y serán siempre de la prosperidad y felicidad de las Américas, he resuelto por tanto: lo primero: que se invite de nuevo a los extranjeros de cualquiera nación y profesión que sean, para que vengan a establecerse en estas provincias, bajo la inmediata protección del Gobierno, que ofrece dispensársela abierta y francamente; en la segura inteligencia de que la fertilidad de nuestro suelo, sus varias y preciosas producciones, la benignidad de nuestro clima, y un régimen prudente de administración que garantice la seguridad individual, y el sagrado derecho de propiedad, debe proporcionarles todas las ventajas y utilidades que podrían desear en su país. Segundo: que a cualquier extranjero que milite bajo nuestras banderas, defendiendo la causa de la libertad e independencia, se le declare el derecho de ciudadano de Venezuela, y se recompensen sus servicios de un modo competente.
Dado en el Cuartel General de Caracas, registrado por el Secretario de estado y relaciones exteriores, y sellado con el sello de la república, a 16 de agosto de 1813, 3° de la Independencia, y 1° de la Guerra a Muerte.
SIMÓN BOLÍVAR.
Antonio Muñoz Tébar,
Secretario de Estado.
Impresa en Caracas, en castellano, francés e inglés. Existe un ejemplar en el Public Record Office, de Londres.
libertador de Venezuela

Discursos y proclamas - Ciudadanos y magistrados de la ciudad de Barinas


Discursos y proclamas
Ciudadanos y magistrados de la ciudad de Barinas
Los tiranos que invadieron la confederación de Venezuela han sido expulsados de esta provincia que ellos oprimían con la mayor crueldad: a pesar de sus esfuerzos por prolongar su despótico dominio, nuestras armas los han vencido, y ya gozáis de vuestra antigua libertad.
El Soberano Congreso de la Nueva Granada, animado de los sublimes sentimientos que lo caracterizan, ha enviado su valeroso ejército a destruir el intruso Gobierno español y a restablecer la República de Venezuela sobre las mismas bases en que existía antes de la irrupción de los bandidos.
Las miras del Gobierno de la Nueva Granada no son otras que las que veréis por las sabias instrucciones que me lía dado y tengo el honor de presentaros pare. vuestra inteligencia y satisfacción. En consecuencia de las disposiciones del Congreso se repone el Poder Ejecutivo provincial en el ciudadano Manuel Antonio Pulido que ejercía esta funciones al tiempo de la disolución de la República. Este Magistrado se halla suficientemente autorizado para organizar el Gobierno político y civil del modo más conveniente a la naturaleza de las cosas en el día, interino se liberta la capital de Venezuela, y se restablece con solidez y legalidad el Gobierno que debe regir las provincias unidas de nuestra confederación.
El Intendente de la provincia, Nicolás Pulido, queda repuesto en su empleo y está especialmente encargado de la Administración de Rentas Nacionales, y colección de préstamos forzados y donativos voluntarios; pero en todo subordinado al Gobernador del Estado en quien reside la suprema autoridad de la provincia.
El coronel ciudadano Pedro Briceño antes Comandante General, vuelve a ejercer sus facultades militares, sin otra dependencia en el ramo de Guerra, que del Gobierno federal y a falta de éste del General en Jefe de las tropas de Venezuela.
El Comandante General es nombrado Gobernador interino del Estado, mientras llega a esta capital el propietario ciudadano Manuel Antonio Pulido.
Los bienes confiscados a los enemigos deben ser administrados provisoriamente por la comisión de secuestros, compuesta de los ciudadanos Luis Báez e Ignacio Requena, dependiente del Gobierno de esta provincia, cuyas órdenes deberá ejecutar fielmente.
En cuanto al Gobierno de la Iglesia no habrá otro Jefe en ella, en tanto que las circunstancias varíen, que el ciudadano Presbítero Ramón Ignacio Méndez.
Dejando así distribuidos los Departamentos de Estado, Hacienda, Guerra y de la Iglesia, en sujetos del más alto carácter, virtudes políticas y acendrado patriotismo, tengo la honra de ofreceros mis servicios y suplicaros os sirváis cooperar en cuanto esté al alcance de vuestras facultades a la redención del resto de la provincia de Caracas que afín gime bajo el yugo español, y yo parto a libertarla a la cabeza de nuestras invictas tropas.
SIMÓN BOLÍVAR.

A los venezolanos 13 de agosto de 1813



A los venezolanos 13 de agosto de 1813

13 de agosto de 1813
Simón Bolívar,  brigadier de la unión, y general en jefe dei. ejército libertador de Venezuela.
A los Venezolanos:
Nada me es más satisfactorio que haber venido venciendo tantas dificultades y peligros para daros la libertad de que estábais privados. Lo he conseguido, y defenderé vuestros derechos hasta el último periodo de mi vida. Se necesitan sacrificios, y cuento con vosotros. No otro interés, no otro deseo debe ser el de todo conciudadano, que el de conservar a toda costa la República. Yo he entrado en esta capital a tiempo que la dilapidación y torpeza del Gobierno español ha agotado todos los recursos, y reducido a la nada los fondos públicos. Aun no ha terminado la guerra, y me he propuesto llevar mis huestes vencedoras donde quiera que haya enemigos de la Patria; pero tocando los inconvenientes que resultan de la inmoderada distribución de los premios en personas que no los haya merecido por algún sacrificio extraordinario al Estado: desde ahora os hago conocer que todo empleado sea militar o político, lo será para servirlo, y no para presentarse con pomposas decoraciones y para obtener sueldos extraordinarios que debilitaron e hicieron ridícula nuestra República naciente.
Una multitud de pretendientes rodea los tribunales, les quita el tiempo precioso a la organización del Gobierno, y paraliza la marcha rápida que deben tomar en las actuales circunstancias. Ciudadanos, desde ahora os anuncio que habrá una reforma saludable en todos los empleos de la República, sea con respecto al número, sea con respecto a los sueldos. Nuestras erogaciones deben ser en proporción de nuestros ingresos para que se salve la patria. No faltarán hombres virtuosos que en todos ramos se contenten con lo necesario para su subsistencia; y de éstos son de los que me valdré para darle vigor a todos los ramos de la administración pública. Las naciones todas contemplan nuestro actual estado. Ellas fueron testigos del desorden espantoso de nuestra antigua administración, que lo sean también de nuestras reformas.
Habitantes de Venezuela: cuento con vuestras virtudes, que serán el apoyo de los sacrificios que debemos hacer; y mis disposiciones en esta parte, serán siempre firmes, y constantes a nuestro decoro y salvación.
Cuartel General de Caracas, a 13 de agosto de 1813, 3º. de la Independencia, y 1º. de la Guerra a Muerte.
SIMÓN BOLÍVAR,
Antonio Muñoz Tébar,
Secretario de Estado.

Carta dirigida al general Francisco de Paula Santander




Carta dirigida al general Francisco de Paula Santander

Pativilca, 25 de febrero de 1824.
A S. E. AL GENERAL F. de P. SANTANDER
Mi querido general:
Nuevos apuros para Vd. y nuevos apuros para mí. Vd. ha tenido la satisfacción de manejar tan bien los negocios de Colombia que ha podido presentarla al mundo enteramente libre y enteramente tranquila. Yo no he tenido la misma suerte. Pasto combate con encarnizamiento, y el Perú ofrece un cuadro de horrores. Mi mala proclama dirá a Vd. una parte de estos horrores; el crimen personificado en diferentes formas y representando todas las pasiones, ha cavado a mis pies un inmenso abismo de maldades que me rodea por todas partes y me aísla en medio del Perú. ¿Podrá Vd. creer que es ésta la situación maestra de mi vida? Pues no se debe dudar. Si salgo bien de ella podré tomar con justicia el epíteto de fausto que se tomó Sila.
Todos los aliados han cometido defecciones o traiciones. Ultimamente se ha descubierto una traición del mismo gobierno del Perú que hemos favorecido, como lo verá Vd. por la carta de Canterac dirigida a un amigo de Torre Tagle, en que habla expresamente del proyecto de éste de entregar el país a sus enemigos, el que está nombrado por las dos iniciales T. T. Yo he mandado prender a los de la facción, que son bien conocidos, y será el primer acto de justicia que haga en el Perú, pues hasta ahora no he sido más que un simple majadero. En adelante no puedo serlo porque un grande interés me obliga a emplear el rigor en beneficio de Colombia y del Perú. Estamos vendidos y no podemos abandonar este país sin un gran riesgo de perderlo todo. El suceso de Puerto Cabello me alienta a esperar los refuerzos de Colombia: si me vienen a tiempo podemos triunfar, pero si no vienen espere Vd. mayores desastres.
Observe Vd. lo que dice Canterac al terminar su carta de que siempre serán españoles, gane quien ganare. La decisión de estos godos ha sido siempre por la guerra; como todos los españoles, tenaces por la tiranía y por la injusticia, sin tener este carácter para sostener los principios liberales. La guerra, pues, es el partido que nos dejan; yo creo que en el día nos es conveniente para emplear en ella, y a costa ajena, nuestro ejército, después que se ha tomado a Puerto Cabello. Después llevaremos allá cuerpos aguerridos y compuestos de un modo conveniente a nuestra situación política. A más no poder digamos: no hay mal que por bien no venga. Vd. sabe que todos nuestros bienes nos han venido del exceso de nuestros males; así debemos animarnos a nuevos sacrificios con esperanzas de mejoras. Pero estas mejoras no se ganan sino a costa de sangre y de dinero. Por mi parte, estoy resuelto a hacerlo todo, y quiera Dios que Vd. se anime a hacer otro tanto.
La carta de Canterac está escrita antes del suceso del Callao, pero para esta hora (*) el señor Canterac está en marcha para Lima y lo esperan del 26 al 28, y, en mi opinión, demasiado ha tardado, lo que nos ha servido de algo para salvar algunos objetos y algunas tropas; si es que no lo perdemos todo al salir de Lima.
Me parece que ya será superfluo repetir el cuadro lamentable a que nos hallamos reducidos por falta de recursos. El Callao se ha perdido por falta de víveres, y plata para la tropa; el Perú se acabará de perder por la misma causa, y el Sur de Colombia no puede resistir 12.000 ó 14.000 hombres que necesitamos para resistir a los enemigos. ¡Por Dios! póngase Vd. en mi lugar.
La marina de Colombia y del Perú nos cuesta más de lo que valemos, porque son ingleses los oficiales y marineros, y porque ganan de 18 a 20 pesos los de última clase, mantenidos a la inglesa, y costando todo tres veces más caro que en Inglaterra. Agregue Vd. que tres o cuatro provincias de Colombia y del Perú no pueden hacer la guerra solas, manteniendo a la vez gobiernos, ejércitos y marina. La guerra de Pasto sola consume más de lo que da el departamento de Quito. Quiere decir que Guayaquil y Trujillo han de hacer milagros. A Vd. le ha parecido asombroso el miserable gasto de 3 a 4.000 hombres enviados a Panamá, hecho por todas las provincias de Colombia. Quiero saber cuál será el valor de 16 ó 18.000 hombres traídos al Perú la mayor parte desde el Istmo, y hecho este gasto por solas dos provincias y con la diferencia que en este mar se gastan para venir, meses como días en el mar del Norte para ir a Chagres; y con la diferencia que nos están haciendo perder los víveres y multiplicando el tiempo a los buques fletados por los crueles retardos de las tales tropas. El intendente del Istmo no da nada y pide dinero como se le ha mandado; se queda con los buenos fusiles y manda los malos, y lo mismo hace con los hombres, porque él es muy bueno y muy amable a costa ajena. Que todos se hagan la misma cuenta y pronto veremos en qué para Colombia.
Supongo que el coronel Ibarra estará embarcando las tropas que estaban en Valencia y Caracas, y también supongo que las del Magdalena y Zulia estarán ya en el Istmo. Y si estas suposiciones salen falsas mando retirar al general Sucre con el ejército de Colombia, y yo me voy a los infiernos. También digo que si no vienen 1.000 hombres de buena caballería nada hemos hecho, porque los godos tienen 2.500 caballos, y nosotros tenemos el pico; pues aunque hay 800 más son de Bochalema. Los "Guías" están en Pasto y aquí tenemos solamente los Lanceros que fueron de Rondón y los Húsares de Silva; en muy buen estado y capaces de derrotar doble número; pero no un quíntuplo, como Vd. puede imaginar fácilmente, a menos que repitamos los antiguos milagros de Maturín, San Mateo y Boyacá. En este caso no necesitamos de auxilio ninguno, porque tenemos más que suficiente tropa para hacer el último milagro.
Yo estoy aquí esperando la caída de Lima para irme a Trujillo a establecer allí mi gobierno ambulante, y acordarme de Guayana pero sin el Orinoco; porque si tuviéramos un Orinoco o un Apure inundado me echarla a dormir hasta que vinieran noticias de Colombia de que ya venían mis demandas de los 10.000 hombres, de los dos millones de pesos y de los objetos para la escuadrilla. Esto lo digo por si se hubiesen perdido mis cartas, porque no lo creo a Vd. sordo ni ciego para no haber visto mis quinientas cartas sobre esta materia.
Ya Vd. sabrá que no mandé comisión a Méjico a pedir los auxilios que había dicho a Vd. antes; ahora mando una a Guatemala a pedir doscientos mil pesos, y 2 ó 3.000 hombres de refuerzo: si los mandan, bien, y si no, no hemos perdido más que el trabajo, que no es mucho.
Mando a Vd. varias cartas que he tomado al acaso para que se informe de algunas noticias buenas o malas que me sería muy fastidioso repetir y aun difícil, porque no se retiene todo lo que se lee. Vea Vd. si se puede hacer algo contra la Habana.
No haga Vd. caso de algunas exageraciones favorables que encuentre en estas cartas, porque son dictadas más por el deseo de parecer bien que de otra cosa. Vd. no crea más que a mí, que soy buen oráculo en materias colombianas.
He sabido el nombramiento de comisionados y cónsules ingleses para Colombia y la América entera; esto es bueno proforma en un gabinete o en un estrado, mas no creo llegue al campo este beneficio, a menos que todo cambie; mas tampoco temo nada de los aliados; todos quedaremos quedos, como hasta el presente en que haya otra diplomacia efectiva que la bayoneta y la lanza. Parece que todos los hombres han dejado abandonada la causa de América al Juicio de Dios que es el más eficaz de todos los juicios, porque suele ser sin remisión.
No acabaré este carta sin decir a Vd. que Pasto necesita de 3.000 hombres de Antioquia, Chocó, Mariquita, y Cauca; pero que marchen por Almaguer, y bien mandados para que no los derroten como ya tienen de costumbre los señores pastusos. En este caso, yo me contentaré con que Vd. me mande por el Istmo 7.000 hombres compuestos de 1.000 caballos y 6.000 infantes; pero que vengan armados y equipados, o por lo menos, para no retardar sus marchas, que vengan los equipos separados.
Podría Vd. mandar comprar a cuenta de derechos o de otro modo, a Cartagena, Santa Marta o Jamaica, ropa, armamento y otras cosas y mandarlo al Istmo para nuestro ejército del Sur. Debiendo Vd. tener presente que todo eso por allá vale la mitad menos que acá, y que por acá ya no hay más que deuda y más deuda, (**) crimen, más crimen, traición y más traición. Y con esto, adiós, de Vd. de corazón.
BOLIVAR.
P.D. – Pronto tendrán los godos una escuadra mejor que la nuestra, y entonces, adiós del Sur.
(*) El original dice "obra".

SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS Tomás Polanco Alcántara



SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A
TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS
Tomás Polanco Alcántara
Por su parte, Carlos, al contestar, pone de manifiesto su actitud ante el sobrino: "El
Simón ha gastado infinito en su viaje superfluamente y así es necesario contenerlo como
te he dicho, lo uno porque se enseñará gastar sin regla ni economía y lo otro porque ni
tiene tanto caudal como se imagina él... "," ...es necesario hablarle gordo o ponerlo en
un colegio si no se porta con aquel juicio y aplicación que es debido..." y a esas
previsiones, que hasta podrían estar justificadas, añade: "Creo no habrás olvidado el
asunto de la casa en que vivo para que le tomes a Simón un papel firmado por si
variasen las cosas y también para el caso de que fallezca para que me redima de la
dación de cuentas, que le tomarás por triplicado. . . "(26)
De ese modo el "amoroso tío" quería librarse de rendir cuentas si el sobrino fallecía.
Después, el sobrino y el tío tendrán graves diferencias por esas cuentas.
Citas:
1.- El Almirante Alcalá Galiano (1762-1805), padre del Ministro y político Antonio Alcalá
Galiano, fue un eminente marino, que alcanzó nombradía por sus viajes y trabajos
técnicos. Murió en la Batalla de Trafalgar. En el Capítulo Tercero de la Primera Sección
de la Tercera Parte se alude a la actividad de Alcalá Galiano hijo.
2.-Sobre Esteban Escobar puede verse la carta que dirigió al Rey, desde Caracas, el 8
de enero de 1798, posiblemente por causa de su viaje a España y en la cual solicitaba
entrada al Colegio Militar de Segovia. LECUNA, Catálogo..., I-95. Escobar aparece,
desde 1810, en repetidas menciones de la Gaceta de Caracas, como residente en la
zona de La Guaira y vinculada a la causa realista. La última referencia a su persona es
la de haber actuado como Regidor, en 1820, en el Ayuntamiento Constitucional, que se
reunió en La Guaira, el 6 de noviembre de 1620, para pedir al Rey la continuación de
Don Pablo Morillo en sus funciones. Gaceta de Caracas, número 17 del miércoles 22 de
noviembre de 1820, Reedición de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1985,
Volumen IX, página 85. Las citas posteriores de la Gaceta de Caracas estarán referidas
a esa edición e indicarán el número y fecha y cuando sea necesario el volumen de la
reedición y página.
3.-RAFAEL FUENTES CARVALLO, El Navío San Ildefonso, Publicaciones de la
Embajada de Venezuela, Madrid, 1974.
4.-En el Capitulo Segundo de la Segunda Parte mencionaremos que durante la Batalla
de Trafalgar, el San Ildefonso estuvo bajo el mando del Capitán don Domingo de
Monteverde, cuya actuación personal y política allí se comenta.
5.-LECUNA, I-1-13.
6.-El Ilustrísimo señor Juan Antonio de la Virgen Viana (1745-1800) fue Obispo de
Venezuela entre 1792 y 1798. Perteneció a la Orden de los Carmelitas Descalzos. El
año 1798 la Santa Sede lo trasladó a la Diócesis de Almería. Era hermano del Conde
Tepa, a quien mencionaremos en el Capítulo Cuarto de esta Primera Parte. Parece
haber sido persona de mucha influencia en la vida de la Capitanía General venezolana.
Véase la entrada sobre él en el Diccionario de Historia de Venezuela, FUNDACION
POLAR, Tomo III, página 889, firmada Y.G. (Yraima Granados).
7.-La Comisión Editora de los Escritos del Libertador identifica a ese personaje como
funcionario de la Real Hacienda en Venezuela durante los años finales del siglo XVIII.
En 1795 fue nombrado Secretario del Real de Veracruz, en donde falleció en 1806. Su
estada en Venezuela explica por qué recibió tan amablemente al niño Bolívar. Escritos
del Libertador, tomo II, documento 2, página cinco. La colección Escritos del Libertador,
será citada en adelante con la palabra Escritos..., seguida de un número romano,
indicativo del tomo, separado por un guión del número que corresponde al documento y
por otro guión del que corresponde a la página del tomo.
Fuente: SIMÓN BOLÍVAR: ENSAYO DE UNA
INTERPRETACIÓN BIOGRÁFICA A
TRAVÉS DE SUS DOCUMENTOS
Tomás Polanco Alcántara

Lisonjeado el ejército de Yáñez



Simón Bolívar, libertador de Venezuela, y general en jefe de sus ejércitos
Lisonjeado el ejército de Yáñez con los sucesos parciales obtenidos en el Occidente por las tropas Españolas que mandaba Ceballos invadió la indefensa provincia de Barinas, y los pueblos de la de Caracas hasta Araure, donde estos dos principales corifeos de la tiranía, reunieron sus fuerzas con las cuales creían poder destruir todas las provincias de Venezuela. En efecto, la soledad espantosa que reina en los pueblos que ocuparon, las lágrimas de algunas pocas infelices mujeres por sus maridos, padres e hijos asesinados, y cuyos cadáveres se hallan atravesados hasta en los caminos públicos, descubren manifiestamente sus proyectos y que eran los de un exterminio general de los habitantes.
La Providencia irritada de tantos crímenes ha permitido que muchos perezcan al filo de la espada victoriosa de la justicia en los campos de Araure, y que sus restos miserables huyan de nuestro territorio, seguidos de la infamia y de la execración que merecen sus delitos.
Habitantes de Venezuela! Todos los soldados que sostenían a los opresores de Barinas y del Occidente han sido destruidos. La victoria de Araure que ha sepultado en la nada el más numeroso ejército, con que os han amenazado, ha hecho caer de las manos de los otros la espada que empuñaron los cobardes para su oprobio. La buena causa ha triunfado de la mala, y la justicia, la libertad y la paz empiezan a colmaros con sus dones.
Tenemos que lamentar entre tanto un mal el más sensible y es el de nuestros compatriotas, que se han prestado a ser el instrumento odioso de los malvados españoles. Dispuesto a tratarlos con indulgencia a pesar de sus crímenes, se obstinan no obstante en sus delirios, y los unos entregados al robo han establecido en los desiertos su residencia, y los otros huyen por los montes, prefiriendo esta suerte desesperada a volver al seno de sus hermanos, y al acogerse a la protección de un gobierno que trabaja por su bien.
Mis sentimientos de humanidad no han podido contemplar sin compasión el estado deplorable a que as habéis reducido, vosotros Americanos, demasiado fáciles en alistaros bajo las banderas de los asesinos de vuestros conciudadanos. El Gobierno legítimo de vuestra patria os abre por la última vez la puerta a la felicidad. Elegid, compatriotas, o venir a disfrutar de la libertad bajo el Gobierno independiente, o espirar de miseria en los bosques o víctimas de una justa persecución.
Yo os empeño mi palabra de honor de olvidar todos vuestros pasados delitos, si en el término de un mes os restituís a vuestros hogares. Bajo esta salvaguardia, sagrada para mi, podréis gozar tranquilos de los bienes que os ofrece vuestra patria y podréis después aspirar por una buena conducta y útiles servicios a las consideraciones del Gobierno. Si alguno de vosotros resiste aún esta vía para entrar en el orden, es menester que sea un monstruo indigno de toda generosidad, y debe ser abandonado a la venganza de las leyes. Por lo tanto he venido en decretar y decreto lo siguiente:
1°-Todo americano que se presente al juez de su pueblo u otra cualquiera autoridad pública, en el término de un mes será admitido, y no se le perseguirá en manera alguna por haber servido en el ejército español o por haberse. alistado en las cuadrillas de salteadores.
2°-Tendrá este indulto toda fuerza por un mes, contado desde el día en que se publicare en cada pueblo. Pasado este término no será de ningún valor, a vio ser que pruebe el que se presentare, que no ha podido realizarlo antes, impedido por dificultades invencibles.
3°-Se publicará este indulto, imprimirá y circulará y registrará en el libro correspondiente.
Dado en el cuartel general de San Carlos, firmado de A mano y refrendado del infrascrito secretario de estado y del despacho de gracia y justicia, a 7 de diciembre de 1813, 3° de la República y 1° de la Guerra a Muerte.
SIMÓN BOLÍVAR.
Rafael D. Mérida.
Valencia. Imprenta del Gobierno.
convento de religiosos franciscanos

Manifiesto del general en jefe del ejército libertador a sus conciudadanos



Manifiesto del general en jefe del ejército libertador a sus conciudadanos

La conducta de Miranda sometió la República venezolana a un puñado de bandidos, que esparcidos en sus extensas poblaciones, llevaron por todas partes los suplicios, las torturas, el incendio y el pillaje: renovaron. las escenas atroces con que ensangrentaron al Nuevo Mundo cías primeros conquistadores. Las estipulaciones, la buena fe de sus habitantes, su dócil sumisión, lejos de ser un dique a la violencia, fué el cebo de su estúpida fiereza y rapacidad. La tiranía del rudo y pérfido Monteverde echará para siempre el sello de la ignominia y del oprobio a la nación española; y la historia de su dominación será la historia de la alevosía, del terrorismo, y otros semejantes resortes de su política.
La nación que infringe una capitulación solemne, incurre en la proscripción universal. Toda comunicación, toda relación con ella debe romperse: ha conspirado a destruir los vínculos políticos del Universo, y el Universo debe conspírar a destruirla.
Americanos, el acto por el cual el Gobierno español ha desconocido el sagrado de los tratados, os ha dado un nuevo y terrible derecho a vuestra emancipación y a su exterminio.
Arroyos de sangre ha regado este suelo pacífico, y para rescatarle de la tiranía ha corrido la de ilustres americanos, en los encuentros gloriosos de Cúcuta, Carache, y Niquitao, donde su impetuoso valor, destruyendo al mayor número, ha inmortalizado la bizarría de nuestras 'ropas- Las repetidas y constantes derrotas de los españoles en estas acciones prueban cuanto los soldados de la libertad son superiores a los viles mercenarios de un tirano. Sin artillería, sin numerosos batallones. la fogosidad sola, y la violencia de las marchas militares, ha hecho volar los estandartes tricolores desde las riberas del Magdalena hasta las fronteras de Barcelona y Guayana. La fama de nuestras victorias volando delante de nosotros ha disipado sola ejércitos enteros, que en su delirio intentaban llevar el yugo , español a la Mueva Granada y al corazón de la América Meridional Cerca tres hombres a órdenes de Tizcar, seguidos de una formidable artillería, estabas: destinados a la ejecución del proyecto. Apenas entreveen nuestras operaciones, que huyendo como el viento, arrastran consigo como un torbellino furioso, cuanto su rapacidad puede arrebatar a las víctimas que inmolaban en Barinas y Nutrias. Desesperando de hallar salud en la fuga misma, al fin solicitan la clemencia de los vencedores, y caen en nuestro poder su artillería, fusiles, pertrechos, oficiales y soldados. Un ejército fué así destruido sin un tiro de fusil, y ni sus reliquias pudieron salvarse.
Nada importa que el comandante Oberto, confiado en sus fuerzas, intente para sostener a Barquisimeto, aventurar el éxito de una batalla con el ejército invencible. La memorable acción de los Horcones, ganada por nuestros soldados, es el esfuerzo mayor de la bizarría, y del valor. Solos quince hombres pudieron escapar por una veloz y vergonzosa huida. Ejército de Oberto, divisiones de Coro, artillería, pertrechos, bagajes, todo fué apresado o destruido. Nada faltaba ya al ejército republicano, sino aniquilar el coloso del tirano mismo. Estaba reservado a los Taguanes ser el teatro de esta memorable decisión.
Monteverde había reunido allí las únicas fuerzas que podían defenderle. Si fue ésta! el último y el mayor esfuerzo de la tiranía, el resultado le fué también el más desastroso y funesto. Todos sus batallones perecieron o se rindieron. No se salvó un infante, un fusil. Sus más expertos oficiales muertos o heridos. Este fué el momento de la redención de Venezuela. Allí fueron las últimas atrocidades de Monteverde. En su fuga incendiaba las poblaciones, pillaba a todos los habitantes, y con los despojos de los pueblos se refugió a Puerto Cabello, donde su estupidez no le ha permitido almacenar provisiones de víveres ni aun .de pertrechos.
Pocas victorias han sido acompañadas de circunstancias tan gloriosas. Ella ha dado un esplendor a las armas americanas, de que no la creían capaces los otros pueblos. No hubo sino un solo herido; y el ejército de Monteverde fué pulverizado. Las ciudades de Valencia, las de los Valles. de Aragua, Caracas, La Guaira, todo lo que la tiranía había reducido a una desolación espantosa, fué en un momento rescatado, animado del regocijo universal; y al silencio de los muertos, sucedieron los vivas de la Libertad.
¿Quién hubiera esperado que cuatro miserables europeos, indisciplinados y sin caudillo, de la ciudad de Caracas, hubieran propuesto entonces al Vencedor condiciones para rendirse? Desunidos, impotentes y sumergidos entre millares de patriotas solos bastantes para sufocarlos, presentaron un tratado de capitulación, que sólo hubiera soportado la clemencia del Vencedor. Se concluyó en La Victoria con ventajas que no podía esperar su estado miserable. La conciencia de sus crímenes no les permitió esperar tampoco el resultado de la negociación, corrieron vergonzosamente en tropel a los buques de la bahía, como sólo medio de su salvación.
Habitantes de Caracas y La Guaira: vosotros habéis sido testigos oculares del desorden escandaloso con que el Gobierno español ha desaparecido de entre vosotros, abandonando a merced de los vencedores, a los mismos que debían ser el blanco de la ira, y la venganza. ¿Qué hombres sensatos podrán ser más los partidarios de un inicuo Gobierno, que después de haberlos envuelto en sus crímenes, los expone él mismo al sacrificio? Un Gobierno cuyo objeto es el pillaje, sus medios la destrucción y la perfidia; y que lejos de ver la defensa general, rinde al cuchillo a sus más comprometidos defensores?
Nuestra clemencia ha perdonado a esta última perfidia: ha retirado del suplicio a los destructores de Venezuela, y ha propuesto por una comisión a sus residuos, acogidos en Puerto Cabello, extender a ellos mismos tan incomparable generosidad. Si ellos resisten, su obstinación labrará su pérdida por un funesto escarmiento.
Está borrada, venezolanos, la degradación e ignominia con que el déspota insolente intentó manchar vuestro carácter. El Mundo os contempla libres, ve vuestros derechos asegurados, vuestra representación política sostenida por el triunfo. La gloria que cubre las armas de los libertadores excita la admiración del Mundo. Ellas han vencido: ellas son invencibles. Han infundido un pánico terror a los tiranos, infundirán un decoroso respeto a los Gobiernos independientes, como el vuestro. La misma energía que os ha hecho renacer entre las naciones, sostendrá para siempre vuestro rango político.
El General que ha conducido las huestes libertadoras al triunfo, no os disputa otro timbré, que el de correr siempre al peligro, y llevar sus armas donde quiera que haya tiranos. Su misión está realizada. Vengar la dignidad americana tan bárbaramente ultrajada, restablecer las formas libres del Gobierno republicano, quebrantar vuestras cadenas, ha sido la constante mira de todos sus conatos. La causa de la libertad ha reunido bajo sus estandartes a los más bravos soldados, y la victoria ha hecho tremolarlos en Santa Marta, Pamplona, Trujillo, Mérida, Barinas y Caracas.
La urgente necesidad de acudir a los débiles enemigos que no han reconocido aun nuestro poder,, me obliga a tomar en el momento deliberaciones sobre las reformas que creo necesarias en la constitución del Estado. Nada me separará de mis primeros y únicos intentos. Son vuestra libertad y gloria.
Una asamblea de notables, de hombres virtuosos y sabios, debe convocarse solemnemente para discutir y sancionar la naturaleza del Gobierno, y los funcionarios que hayan de ejercerle en las críticas y extraordinarias circunstancias que rodean a la República. El libertador de Venezuela renuncia para siempre, y protesta formalmente, no aceptar autoridad alguna que no sea la que conduzca nuestros soldados a los peligros para la salvación de la- Patria.
Caracas, 9 de agosto de 1813, 3° de la Independencia y 1º. de la Guerra a Muerte.
De orden del General en Jefe,
Antonio Muñoz Tébar,
Secretario de Estado.
Imprenta de Juan Baillio. Caracas.
 

A los valerosos meridianos 21 de junio de 1813



A los valerosos meridianos
 21 de junio de 1813
Simón Bolívar,  brigadier de la unión y general en jefe del ejército del norte,  libertador de Venezuela
A los valerosos Meridianos:
Después de los desastres que las vicisitudes físicas y políticas que ha padecido la ilustre Venezuela, la hicieron descender al sepulcro, habéis visto renacer la luz de la libertad, que las invictas armas de la Nueva Granada os han traído. Un ejército de hermanos os ha vuelto al regazo de la patria que los tiranos habían destruido, y vuestros libertadores han resucitado. Ya sois otra vez ciudadanos de la República federal; ya sois otra vez hombres, y ya volvéis a ser libres al abrigo de vuestras leyes y magistrados que el Congreso Granadino os ha restituido,. Para que defendáis hasta la muerte los derechos que antes perdisteis, y os usurparon los monstruos de la España que nos hacen una guerra impía porque les disputamos la libertad, la vida, y los bienes que la clemencia del cielo nos ha dado. Si, Americanos, los odiosos y crueles españoles han introducido la desolación y la muerte en medio de los inocentes y pacíficos pueblos del hemisferio colombiano, porque la guerra y la muerte que justamente merecen los ha hecho abandonar su país nativo que no han sabido conservar y que han perdido con ignominia. Tránsfugas y errantes como los enemigos del Dios salvador se ven arrojados de todas partes y perseguidos por todos los hombres. La Europa los expulsa, y la América los rechaza porque sus vicios en ambos mundos los han cargado de la execración de la especie humana. Todas las partes del globo están teñidas en sangre inocente que han hecho derramar los feroces españoles, como todas ellas están manchadas con los crímenes que lean cometido, no por amor a la gloria, sino en busca del metal que es su Dios soberano. Los verdugos que se titulan nuestros enemigos han violado el sagrado derecho de gentes y de las naciones en Quito, La Paz, México, Caracas y recientemente en Popayán. Elles sacrificaron en sus mazmorras a nuestros virtuosos hermanos en las ciudades de Quito y La Paz. Degollaron a millares de nuestros prisioneros en México: sepultaron vivos en las bóvedes y pontones de Puerto Cabello y de La Guaira a nuestros padres, hijos, y amigos de Venezuela: han inmolado al Presidente y Comandante de Popayán con todos sus compañeros de infortunio: y últimamente ¡Oh Dios! casi a presencia de nosotros han hecho una espantosa carnicería en Barinas de nuestros prisioneros de guerra, y de nuestros pacíficos compatriotas de aquella capital!... Mas esas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados. Nuestra vindicta será igual a la ferocidad española. Nuestra bondad se agotó ya y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desaparecerán de América y nuestra tierra sena purgada de los monstruos que la infestan. Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte.
Cuartel General de Mérida, junio 8 de 1813. -3°
SIMÓN BOLÍVAR.
Es copia.
Villa del Rosario, 21 de junio de 1813. -3°
Villavicencio.
Vocal Secretario

Cartas- Al general Nariño



Cartas
Al general Nariño
Barinas, 21 de abril de 1821.
Señor general Antonio Nariño.
Mi muy estimable amigo y señor:
Mucho celebraré que Vd. haya llegado a Cúcuta sin ninguna novedad particular. Debe ser un poco triste para Vd. el pronto término de sus predecesores, y no quiera el cielo que Vd. los siga en su viaje a la patria de los muertos. Aquí se ha asegurado que nuestro común y digno amigo Azuola debe haber expirado: muy sensible me será si tal desgracia le sucede a la república y a su familia.
Yo tengo mucha confianza en que Vd. allanará todas las dificultades que se opongan a la instalación del congreso, y es el objeto, en el día, más ardiente para mi corazón. Deseo, sobre toda exageración, que el cuerpo legislativo se reúna para que eche los últimos cimientos al edificio de la república, que aun está por construir; pues que no tenemos más que despejado el terreno de veinte y dos provincias, y un libro que no habla con nadie, que llaman constitución.
Pero Vd. verá por sí mismo, que no hay otra cosa, porque la transición del gobierno, la comisión de unos individuos en países extranjeros, la muerte de dos vicepresidentes, la ausencia de los ministros, la dificultad de la reunión del congreso, la no existencia de una dirección general de rentas, y la incoherencia de todos los ramos, mi ausencia de la capital, y mi estada en el ejército, todo esto y otras muchas cosas tienen, por decirlo así, la república en orfandad. Colombia se gobierna por la espada de los que la defienden, y en lugar de ser un cuerpo social, es un campo militar. Por consiguiente, los abusos, las negligencias y la carencia de todo elemento orgánico, es inevitablemente el efecto de aquellos principios que no ha estado en mi poder corregir, por muchas razones: la primera, porque un hombre en muy poco tiempo, y escaso de conocimientos generales, no puede hacerlo todo, ni bien ni mal; segunda, porque me he dedicado exclusivamente a expulsar a nuestros enemigos; tercera, porque hay muchas consideraciones que guardar en este caos asombroso de patriotas, godos, egoístas, blancos, pardos, venezolanos, cundinamarqueses, federalistas, centralistas, republicanos, aristócratas, buenos y malos, y toda la caterva de jerarquías en que se subdividen tan diferentes bandos; de suerte que, amigo, yo he tenido muchas veces que ser injusto por política, y no he podido ser justo impunemente.
Convencido íntimamente de que a la cabeza del gobierno se debe poner otro que no sea un soldado como yo, siempre en la frontera; y de que debe dividirse el mando del ejército y el de la república, mando mi dimisión, para que, tanto Vd. como los demás buenos ciudadanos, se empeñen en que se acepte. De no, cuente Vd. con la orfandad eterna del gobierno, y aun con mi deserción el día mismo que bata los enemigos. Crea Vd., amigo mío, que yo he meditado mucho esta materia, en ocho años que he gobernado la república. Yo no sé, ni puedo, ni quiero gobernar: para hacer eficazmente una cosa es menester tener inclinación a ella, y aun quererla con pasión vehemente.
Por mi parte, cada día me siento con más repugnancia por el mando, y si continúo y continuaré a la cabeza del ejército, es porque desde el primer día de mi vida pública me encontré fuertemente animado de la ansia de contribuir a la expulsión de nuestros antiguos opresores. De suerte, que este servicio lo hago por pasión, no por mérito. Yo espero que Vd. emplee todo su influjo en que no se me fuerce a cometer una acción más contraria a mí mismo que al crédito de la república, y en que ambos padeceríamos más de lo que se puede prever; porque suponga Vd. qué impresión haría a los extranjeros la deserción del jefe del estado y ¡qué anarquía la que se establecería en nuestro pueblo colombiano!
Si Vd. no quiere ser presidente, puede Vd. indicar otro que lo sea tan dignamente como Vd. mismo. E] general Santander es excelente sujeto; y si no, Urdaneta, Montilla, Restrepo, Peñalver, Zea y otros muchos que tienen más o menos mérito que los precedentes. Mi opinión es en esta parte que el presidente debe ser militar y cundinamarqués; y el vicepresidente paisano y venezolano, para evitar celos y discordias; si es que se pueden evitar en el tumulto de tan ciegas pasiones.
Adiós, mi querido amigo.
BOLIVAR.
P. D.- Se puede comunicar esta carta al señor Peñalver.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...