CARTA DE JAMAICA - SIMÓN BOLÍVAR Parte 2
Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no
debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes,
mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, ¿cuál es
el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su
defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma
extensión de este hemisferio.
El belicoso Estado de las Provincias del Río de la Plata ha
purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú,
conmoviendo a Arequipa, e inquietando a los realistas de Lima. Cerca de un
millón de habitantes disfruta allí de su libertad.
El reino de Chile, poblado de 800,000 almas, está lidiando
contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes
pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus
vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que
el pueblo que ama su independencia, por fin lo logra.
El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y
medio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le
han arrancado para la causa del rey; y bien que sean varias las relaciones
concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está
tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus
provincias.
La Nueva Granada, que es, por decirlo así, el corazón de la
América, obedece a un gobierno general, esceptuando el reino de Quito que con
la mayor dificultad contienen a sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la
causa de su patria, y las provincias de Panamá y Santa
Marta que sugren, no sin dolor, la tiranía de sus señores.
Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio que
actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que
es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena.
Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde
luego care cerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morígeros y bravos
moradores del interior.
En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus
acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han
reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa, no obstante que
era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América.
Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que
escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia: algunas mujeres,
niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no
ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos
internos hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de
crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la
América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes de contaba en
Venezuela; y sin exageración se puede asegurar que una cuarta parte ha sido
sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones;
excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.
En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de
Humboldt, 7,800,000 almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la
insurreción que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho disminuir
sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de hombres
han perecido, como lo podrá V. ver en la exposición de Mr. Walton que describe
con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio.
Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies,
pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido
la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la
sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mexicanos serán libres, porque han
abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o
seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Raynal: llegó el tiempo, en fin, de
pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de
exterminadores en su sangre o en el mar.
Fuente: CARTA DE JAMAICA - SIMON BOLIVAR
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