Discursos y proclamas
El Libertador da cuenta al congreso de los
triunfos obtenidos en la
Nueva Granada y le propone la creación de la República de Colombia.
Señores del Cuerpo Legislativo:
Al entrar en este augusto recinto, mi primer
sentimiento es de gratitud por el honor infinito que se ha dignado dispensarme
el Congreso, permitiéndome volver a ocupar esta silla, que no ha un año cedí al
presidente de los representantes del pueblo.
Cuando inmerecidamente, y contra mis más
fuertes sentimientos, fui encargado del poder ejecutivo, al principio de este
año, representé al cuerpo soberano, que mi profesión, mi carácter, y mis
talentos eran incompatibles con las funciones de magistrado; así, desprendido
de estos deberes dejé su cumplimiento al Vicepresidente, y únicamente tomé
sobre mí el encargo de dirigir la guerra. Marché luego al ejército de Occidente
a cuyo frente se hallaba el general Morillo con fuerzas superiores. Nada habría
sido más aventurado que dar una batalla en circunstancias en que la capital de
Caracas debía ser ocupada por las tropas expedicionarias últimamente venidas de
Europa, y en momentos en que esperábamos nuevos auxilios. El general Morillo,
al aproximarse el invierno, abandonó las llanuras del Apure, y juzgué que más
ventajas producirla a la
República la libertad de la Nueva Granada , que
completar la de Venezuela.
Seria demasiado prolijo detallar al Congreso
los esfuerzos que tuvieron que hacer las tropas del ejército libertador para
conseguir la empresa que nos propusimos. El invierno en llanuras anegadizas,
las cimas heladas de los Andes, la súbita mutación de clima, un triple ejército
aguerrido, y en posesión de las localidades más militares de la América meridional, y
otros muchos obstáculos, tuvimos que superar en Paya, Gámeza, Vargas, Boyacá y
Popayán para libertar en menos de tres meses doce provincias de la Nueva Granada.
Yo recomiendo a la soberanía nacional el
mérito de estos grandes servicios por parte de mis esforzados compañeros de
armas, que con una constancia sin ejemplo padecieron privaciones mortales, y
con un valor sin igual en los anales de Venezuela, vencieron y tomaron el
ejército del Rey. Pero no es sólo al ejército libertador a quien debemos las ventajas
adquiridas. El pueblo de la
Nueva Granada se ha mostrado digno de ser libre. Su eficaz
cooperación reparó nuestras pérdidas, y aumentó nuestras fuerzas. El delirio
que produce una pasión desenfrenada, es menos ardiente que el que ha sentido la Nueva Granada al
recobrar su libertad.
Este pueblo generoso ha ofrecido todos sus
bienes y todas sus vidas en las aras de la patria, ofrendas tanto más
meritorias, cuanto que son espontáneas! Sí, la unánime determinación de morir
libres y de no vivir esclavos ha. dedo a la Nueva Granada un
derecho a nuestra admiración y respeto. Su anhelo por la reunión de sus
provincias a las provincias de Venezuela es también unánime. Los granadinos
están íntimamente penetrados de la inmensa ventaja que resulta a uno y otro pueblo
de la creación de una nueva República, compuesta de estas dos naciones. La
reunión de la Nueva
Granada y Venezuela es el objeto único que me he propuesto
desde mis primeras armas: es el voto de los ciudadanos de ambos países, y es la
garantía de la libertad de la
América del Sur.
Legisladores! El tiempo de dar una base fija y
eterna a nuestra República ha llegado. A vuestra sabiduría pertenece decretar
este grande acto social, y establecer los principios del pacto sobre los cuales
va a fundarse esta vasta República. Proclamadla a la faz del mundo, y mis
servicios quedarán recompensados.
1820
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