Discursos y proclamas
Discurso pronunciado ante el Congreso de
Colombia, en la Villa
del Rosario de Cucuta
5 de octubre de 1821
El juramento sagrado que acabo pie prestar en
calidad de Presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que
multiplica mis deberes de sumisión a la ley .y a la patria. Sólo un profundo
respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de
la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo,
me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por
defender con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor, esta constitución
que encierra los derechos de dos pueblos hermanos, ligados por la libertad, por
el bien y por la gloria. La constitución de Colombia será junto con la
independencia la ara santa, en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé
a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a
convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres.
Señor, espero que me autoricéis para unir con
los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos
han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo,
nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo, dicha, reposo y
gloria. Entonces, Señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor
de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que
ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la República , al que el
pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el
hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha
sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son estos los
títulos consagrados por la justicia, por la dicha, y por la voluntad nacional.
La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote
del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el
castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede
servir de nada el día de paz, y éste debe ser el último de mi poder; porque así
lo he jurado para mi, porque lo he prometido a Colombia, y porque no puede
haber República donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias
facultades. Un hombre como yo, es un ciudadano peligroso en un Gobierno
popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser
ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de
ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las
leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el ríe buen ciudadano.
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