Correspondencia
Al general Santander
Pativilca, 25 de febrero de 1824.
A S. E. AL GENERAL F. de P. SANTANDER
Mi querido general:
Nuevos apuros para Vd. y nuevos apuros para
mí. Vd. ha tenido la satisfacción de manejar tan bien los negocios de Colombia
que ha podido presentarla al mundo enteramente libre y enteramente tranquila.
Yo no he tenido la misma suerte. Pasto combate con encarnizamiento, y el Perú
ofrece un cuadro de horrores. Mi mala proclama dirá a Vd. una parte de estos
horrores; el crimen personificado en diferentes formas y representando todas
las pasiones, ha cavado a mis pies un inmenso abismo de maldades que me rodea
por todas partes y me aísla en medio del Perú. ¿Podrá Vd. creer que es ésta la
situación maestra de mi vida? Pues no se debe dudar. Si salgo bien de ella
podré tomar con justicia el epíteto de fausto que se tomó Sila.
Todos los aliados han cometido defecciones o
traiciones. Ultimamente se ha descubierto una traición del mismo gobierno del
Perú que hemos favorecido, como lo verá Vd. por la carta de Canterac dirigida a
un amigo de Torre Tagle, en que habla expresamente del proyecto de éste de
entregar el país a sus enemigos, el que está nombrado por las dos iniciales T.
T. Yo he mandado prender a los de la facción, que son bien conocidos, y será el
primer acto de justicia que haga en el Perú, pues hasta ahora no he sido más
que un simple majadero. En adelante no puedo serlo porque un grande interés me
obliga a emplear el rigor en beneficio de Colombia y del Perú. Estamos vendidos
y no podemos abandonar este país sin un gran riesgo de perderlo todo. El suceso
de Puerto Cabello me alienta a esperar los refuerzos de Colombia: si me vienen
a tiempo podemos triunfar, pero si no vienen espere Vd. mayores desastres.
Observe Vd. lo que dice Canterac al terminar
su carta de que siempre serán españoles, gane quien ganare. La decisión de
estos godos ha sido siempre por la guerra; como todos los españoles, tenaces
por la tiranía y por la injusticia, sin tener este carácter para sostener los principios
liberales. La guerra, pues, es el partido que nos dejan; yo creo que en el día
nos es conveniente para emplear en ella, y a costa ajena, nuestro ejército,
después que se ha tomado a Puerto Cabello. Después llevaremos allá cuerpos
aguerridos y compuestos de un modo conveniente a nuestra situación política. A
más no poder digamos: no hay mal que por bien no venga. Vd. sabe que todos
nuestros bienes nos han venido del exceso de nuestros males; así debemos
animarnos a nuevos sacrificios con esperanzas de mejoras. Pero estas mejoras no
se ganan sino a costa de sangre y de dinero. Por mi parte, estoy resuelto a
hacerlo todo, y quiera Dios que Vd. se anime a hacer otro tanto.
La carta de Canterac está escrita antes del
suceso del Callao, pero para esta hora (*) el señor Canterac está en marcha
para Lima y lo esperan del 26 al 28, y, en mi opinión, demasiado ha tardado, lo
que nos ha servido de algo para salvar algunos objetos y algunas tropas; si es
que no lo perdemos todo al salir de Lima.
Me parece que ya será superfluo repetir el
cuadro lamentable a que nos hallamos reducidos por falta de recursos. El Callao
se ha perdido por falta de víveres, y plata para la tropa; el Perú se acabará
de perder por la misma causa, y el Sur de Colombia no puede resistir 12.000 ó
14.000 hombres que necesitamos para resistir a los enemigos. ¡Por Dios! póngase
Vd. en mi lugar.
La marina de Colombia y del Perú nos cuesta
más de lo que valemos, porque son ingleses los oficiales y marineros, y porque
ganan de 18 a
20 pesos los de última clase, mantenidos a la inglesa, y costando todo tres
veces más caro que en Inglaterra. Agregue Vd. que tres o cuatro provincias de
Colombia y del Perú no pueden hacer la guerra solas, manteniendo a la vez
gobiernos, ejércitos y marina. La guerra de Pasto sola consume más de lo que da
el departamento de Quito. Quiere decir que Guayaquil y Trujillo han de hacer
milagros. A Vd. le ha parecido asombroso el miserable gasto de 3 a 4.000 hombres enviados a
Panamá, hecho por todas las provincias de Colombia. Quiero saber cuál será el
valor de 16 ó 18.000 hombres traídos al Perú la mayor parte desde el Istmo, y
hecho este gasto por solas dos provincias y con la diferencia que en este mar
se gastan para venir, meses como días en el mar del Norte para ir a Chagres; y
con la diferencia que nos están haciendo perder los víveres y multiplicando el
tiempo a los buques fletados por los crueles retardos de las tales tropas. El
intendente del Istmo no da nada y pide dinero como se le ha mandado; se queda
con los buenos fusiles y manda los malos, y lo mismo hace con los hombres,
porque él es muy bueno y muy amable a costa ajena. Que todos se hagan la misma
cuenta y pronto veremos en qué para Colombia.
Supongo que el coronel Ibarra estará
embarcando las tropas que estaban en Valencia y Caracas, y también supongo que
las del Magdalena y Zulia estarán ya en el Istmo. Y si estas suposiciones salen
falsas mando retirar al general Sucre con el ejército de Colombia, y yo me voy
a los infiernos. También digo que si no vienen 1.000 hombres de buena
caballería nada hemos hecho, porque los godos tienen 2.500 caballos, y nosotros
tenemos el pico; pues aunque hay 800 más son de Bochalema. Los
"Guías" están en Pasto y aquí tenemos solamente los Lanceros que
fueron de Rondón y los Húsares de Silva; en muy buen estado y capaces de
derrotar doble número; pero no un quíntuplo, como Vd. puede imaginar
fácilmente, a menos que repitamos los antiguos milagros de Maturín, San Mateo y
Boyacá. En este caso no necesitamos de auxilio ninguno, porque tenemos más que
suficiente tropa para hacer el último milagro.
Yo estoy aquí esperando la caída de Lima para
irme a Trujillo a establecer allí mi gobierno ambulante, y acordarme de Guayana
pero sin el Orinoco; porque si tuviéramos un Orinoco o un Apure inundado me
echarla a dormir hasta que vinieran noticias de Colombia de que ya venían mis
demandas de los 10.000 hombres, de los dos millones de pesos y de los objetos
para la escuadrilla. Esto lo digo por si se hubiesen perdido mis cartas, porque
no lo creo a Vd. sordo ni ciego para no haber visto mis quinientas cartas sobre
esta materia.
Ya Vd. sabrá que no mandé comisión a Méjico a
pedir los auxilios que había dicho a Vd. antes; ahora mando una a Guatemala a
pedir doscientos mil pesos, y 2 ó 3.000 hombres de refuerzo: si los mandan,
bien, y si no, no hemos perdido más que el trabajo, que no es mucho.
Mando a Vd. varias cartas que he tomado al
acaso para que se informe de algunas noticias buenas o malas que me sería muy
fastidioso repetir y aun difícil, porque no se retiene todo lo que se lee. Vea
Vd. si se puede hacer algo contra la
Habana.
No haga Vd. caso de algunas exageraciones
favorables que encuentre en estas cartas, porque son dictadas más por el deseo
de parecer bien que de otra cosa. Vd. no crea más que a mí, que soy buen
oráculo en materias colombianas.
He sabido el nombramiento de comisionados y
cónsules ingleses para Colombia y la
América entera; esto es bueno proforma en un gabinete o en un
estrado, mas no creo llegue al campo este beneficio, a menos que todo cambie;
mas tampoco temo nada de los aliados; todos quedaremos quedos, como hasta el
presente en que haya otra diplomacia efectiva que la bayoneta y la lanza.
Parece que todos los hombres han dejado abandonada la causa de América al Juicio
de Dios que es el más eficaz de todos los juicios, porque suele ser sin
remisión.
No acabaré este carta sin decir a Vd. que
Pasto necesita de 3.000 hombres de Antioquia, Chocó, Mariquita, y Cauca; pero
que marchen por Almaguer, y bien mandados para que no los derroten como ya
tienen de costumbre los señores pastusos. En este caso, yo me contentaré con
que Vd. me mande por el Istmo 7.000 hombres compuestos de 1.000 caballos y
6.000 infantes; pero que vengan armados y equipados, o por lo menos, para no retardar
sus marchas, que vengan los equipos separados.
Podría Vd. mandar comprar a cuenta de derechos
o de otro modo, a Cartagena, Santa Marta o Jamaica, ropa, armamento y otras
cosas y mandarlo al Istmo para nuestro ejército del Sur. Debiendo Vd. tener presente
que todo eso por allá vale la mitad menos que acá, y que por acá ya no hay más
que deuda y más deuda, (**) crimen, más crimen, traición y más traición. Y con
esto, adiós, de Vd. de corazón.
BOLIVAR.
P.D. – Pronto tendrán los godos una escuadra
mejor que la nuestra, y entonces, adiós del Sur.
(*) El original dice "obra".
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