LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR II.- SU PAPEL DE NODRIZA


LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR
II.- SU PAPEL DE NODRIZA
El cuarto hijo del matrimonio formado por el coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte, y doña María de la Concepción Palacios y Blanco, nace en Caracas el 24 de julio de 1783. La madre es muy joven todavía (se había casado el primero de diciembre de 17734, ya para cumplir la edad de quince años por haber nacido el 9 de diciembre de 1758); sin embargo no puede amamantarlo pues se tiene que alejar del niño a la presentación de los síntomas de la grave enfermedad del pecho que años después la llevará a la tumba. Por unos pocos días el niño fue alimentado por la vecina y amiga de su madre, doña Inés Mancebo de Miyares5 (esposa de don Fernando Miyares González, quien después fue gobernador nombrado por el Rey para la Provincia de Maracaibo a principios del siglo XIX y, más tarde, Gobernador o Capitán General de Venezuela).
Pocos días después de nacido, se traerá desde San Mateo a una joven esclava negra que en esos días también había sido madre. Se trata de Hipólita, joven de unos veinte años rebosantes de buena salud, de agraciada estampa, alta, bien formada y ágil, con opulentos seños que desde entonces y hasta bien crecido alimentarán al niño Simón. Era de por sí una significativa distinción para una esclava el que le correspondiera amamantar a los hijos de sus amos. En el caso de Hipólita la situación es por demás singular porque le corresponderá suplir las faltas del padre y de la madre.
El 18 de enero de 1786, a los sesenta años de edad, muere el padre y queda huérfana esa familia de niños (María Antonia, 9 años; Juana, 7; Juan Vicente, 5; y Simón, 3 años), con una madre de precaria salud que sólo le sobrevivirá seis años, pues morirá en 1792 cuando contaba la edad de treinta y cuatro años6. De modo que antes de cumplir los nueve años,
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4 Según consta en el folio 200 del libro 8º de matrimonio de blancos llevado en la Catedral de 1746 a 1782.
5 Así lo recordará el Libertador, por ejemplo, en carta de agosto de 1813, desde Caracas, al coronel J. A. Pulido, Gobernador de Barinas, y también en carta al coronel J. Félix Blanco, Intendente del Orinoco, dirigida desde Caracas el 28 de junio de 1827.
6 Había nacido el 9 de diciembre de 1758 (hija de don Feliciano Palacios y Sojo, y doña Francisca Blanco y Herrera); y fallece, también en Caracas, a los primeros días del mes de julio de 1792.
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Simón había perdido a sus progenitores y tendrá que conformarse con el afecto maternal y la constante magnificencia de su esclava nodriza.
Hipólita no solamente hizo de madre alimentándolo, sino que como fiel y abnegada servidora de la familia se encargó completamente del niño dirigiendo y cuidando sus primeros pasos, enseñándole las primeras palabras, sustituyendo al padre y compensando los mimos que la madre enferma no podía prodigarle. Efectivamente, ella se consagró al pequeño
Simón exclusivamente y sobrepasa en su desempeño la responsabilidad que como nodriza le correspondía. Comprobación de ello es el reconocimiento que le hace Bolívar ya adulto cuando la llama madre y en carta dirigida a su hermana María Antonia refiriéndose a Hipólita expresa: “su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella”.
Después de la muerte de doña María de la Concepción, ese mismo año contraerán matrimonio las dos hermanas7: María Antonia con don Pablo Clemente y Palacios, el 22 de octubre de 1792; y dos meses más tarde, Juana con don Dionisio Palacios y Blanco. El niño Simón queda bajo la potestad y tutorías de su abuelo don Feliciano Palacios8 y de su tío
Carlos Palacios, y encargados de su educación en diferentes momentos
figuran9, principalmente, el Padre capuchino Francisco de Andujar, Licenciado Miguel José Sanz y don Simón Rodríguez. Pero la abnegada negra Hipólita siempre estará cumpliendo su papel, y evitará que sea mayor el trauma psicológico que pudo ocurrirle al niño al perder a sus padres en tan tierna edad. Se había ido a vivir con María Antonia y por eso el chico se fugaba de la casa de sus tutores y buscaba refugio en el hogar de su hermana mayor, donde encontraba las caricias y el regazo de su nodriza.
Disfrutaba las innumerables narraciones fantásticas y la protección y apoyo a sus infantiles travesuras.
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7 Los pretendientes eran sus primos hermanos: la madre de Pablo Clemente (doña María Petronila Palacios y Sojo) era tía abuela de María Antonia. Por su parte, el padre de Dionisio Palacios (don Bernabé Francisco Palacios y Gil de Arratia) era hermano del abuelo por vía materna de Juana. Por ello debieron solicitar y obtener las dispensas o autorizaciones formalmente otorgadas por las autoridades eclesiásticas.
8 Ya anciano y enfermo; antes de su fallecimiento en diciembre de 1798, designará para tutores de sus nietos a: don Juan Félix Palacios y Blanco para el primogénito (Juan Vicente), y para Simón el tío Esteban, pero como éste se hallaba en España, será el hermano don Carlos Palacios y Blanco.
9 También, entre quienes fueron sus maestros caraqueños, pueden citarse como educadores a: Carrasco y a Vides, en lecciones de escritura y de aritmética; a Fray Jesús Nazareno Zicardia, al presbítero José Antonio Negrete, profesor de Historia y de Religión; Guillermo Pelgrón, preceptor de Latinidad; y lecciones de Historia y de Geografía que le dio Andrés Bello.
Fuente: CARMELO PAIVA PALACIOS
LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR
EDICIONES LIBRERÍA ESTELAR

CARACAS, 2007.

Magdalena, 12 de mayo de 1826

Magdalena, 12 de mayo de 1826
A.s. E. El gran mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre
Mi querido general:
Incluyo a Vd. una carta que he dirigido al general Santander, para que se imponga más por ella del alarmante estado de cosas.
El señor Pando, que ha venido del Istmo, me asegura que Colombia está en un estado de no poder marchar, y que todo amenaza ruina: primero, por los partidos; segundo por hacienda; tercero, por la organización civil, que es lo más complicada y costosa; cuarto, porque las leyes son tantas que ahogan a la república. De suerte que en Quito están envidiando el estado del Perú, y Demarquet, que acaba de llegar, me ha confirmado esto con superabundancia de pruebas y una profusión de hechos que me han afligido sobremanera. Demarquet dice que Quito no se ha levantado contra el gobierno por respeto a mí, y porque me espera de un momento a otro. La municipalidad de Bogotá se queja de que ya no se puede soportar el peso de las leyes, porque son innumerables y contrarias al estado de las cosas. En Venezuela todo va peor, porque el ejército tiene un partido y el pueblo otro. Páez es aborrecido del pueblo en tanto que es jefe del ejército, y la pardocracia va ganando terreno en todo lo que pierden los demás partidos.
El congreso dividido: la cámara de representantes está por el pueblo y contra el gobierno, y pide que yo vaya. El senado, al contrario, por el gobierno y me permite que me quede.
El ministerio dividido: Castillo tiene perdida la república por su mala administración de hacienda y ha querido ser vicepresidente; por consiguiente, enemigo de Santander. Revenga dice que no lo quiere Santander, y por consiguiente, ha renunciado tres veces en una semana, y me encarga que predique la virtud.
 
Soublette está por Santander y contra Páez: me llama, y me dice que no debo ir, porque ellos están perdiendo lo que yo haga. Dice que la cámara de representantes está hecha un volcán juzgando a Páez, a Santander, a Hurtado y al empréstito.
El Vicepresidente me dice que tiene poco que comunicarme en su última carta; pero esta carta indica un disgusto sumo, pues no quiere encargarse mas de la vicepresidencia, aunque no sabía todavía, entonces, que lo habían nombrado de vicepresidente. Después fue nombrado el 15 de marzo por una gran mayoría de votos, y la carta de él del 21 no ha llegado, aunque debió haber venido en el correo del 8 del corriente.
En una palabra, Colombia presenta el cuadro más lamentable por una superabundancia de fuerza liberal mal empleada; y una sobriedad absoluta en el gobierno es el único remedio. Por esta consideración tengo que irme a Colombia dentro de dos o tres meses, y no espero, para ejecutar mi marcha, más que tener respuesta de Vd. a esta carta, y ver establecer aquí, por dos o tres meses, el nuevo consejo de gobierno, que voy a organizar con Santa Cruz de presidente; Unanúe, vicepresidente; Pando, secretario de estado; Larrea, de Hacienda y Heres, de guerra. Cada vez tengo más confianza en estos señores del consejo: ellos desean la reunión de las tres repúblicas en una federación más estrecha que la de los Estados Unidos, mandaba por mi como presidente. y por el vicepresidente de mi elección, que debe ser Vd.
Se está imprimiendo hoy mismo mi constitución boliviana: ésta debe servir para los estados en particular y para la federación en general, haciéndose aquellas variaciones que se crean necesarias. Vd. debe dar el ejemplo con Bolivia a esta federación, adoptando desde luego la constitución que ha recibido una perfección casi inesperable. Pando dice que es divina, que es la obra del genio y que es la perfección posible. Pando que es un hombre incapaz de adular, recto hasta ser inexorable, instruido y firme más que nada; por consiguiente, debemos creer la aprobación de Pando: él cree la constitución adaptable al gobierno de un estado y de muchos a la vez, por las variaciones del caso. Todos recibirán esta constitución como el arca de la alianza y como la transacción de la Europa con la América, del ejército con el pueblo, de la democracia con la aristocracia y del imperio con la república. Todos me dicen que mi constitución va a ser el gran móvil de nuestra reforma social.
Empéñese Vd. pues, con su congreso para que la acepte sin restricción alguna. Dígale Vd. a esos señores que su sabiduría en el primer congreso ha salvado la América, y que no la pierdan ahora por una negativa que sería terrible. Dígales más, que los pueblos aguerridos en la anarquía y veteranos en la revolución, están todos clamando por un imperio, porque nuestras reformas han probado su incapacidad para hacer el bien y su incompatibilidad con nuestros pueblos. El clero y el ejército están ligados contra los principios, porque el clero y el ejército están hollados por nuestras reformas; que mi vida es la esperanza y la vida de nuestras repúblicas, pero que se acuerden de Epaminondas, cuyos funerales fueron celebrados por Alejandro con la destrucción absoluta de Tebas; que muchos tiranos van a levantarse sobre mi sepulcro y que estos tiranos serán otros Silas, otros Marios que anegarán en sangre sus guerras civiles. Yo doy a los pueblos, que el ejército ha liberado, un código de salud que reúne la permanencia a la libertad, al grado más eminente que se conoce en el gobierno de los hombres; y que si aspiran a lo perfecto alcanzarán lo ruinoso.
El consejo de gobierno va a reconocer a Bolivia y a proponerle un pacto de unión, para que ese mismo pacto sirva a Colombia, donde yo lo haré adoptar.
La intención de este pacto será la más perfecta unidad posible bajo un forma federal. El gobierno de los estados particulares quedará al presidente y vicepresidente con sus cámaras, con todo lo relativo a la religión, justicia, administración civil, económica, y, en fin, todo lo que no sea relaciones exteriores, guerra y hacienda nacional. El gobierno general se compondrá de un presidente, vicepresidente y tres cámaras para manejar la hacienda nacional, la guerra y las relaciones exteriores. Cada departamento de las tres repúblicas mandará un diputado al gran congreso federal, y ellos se dividirán en las tres acciones correspondientes, teniendo cada sección un tercio de diputados de cada república. Estas tres cámaras, con el vicepresidente y los secretarios de estado (que serán escogidos éstos en toda la república) gobernarán la federación.
El Libertador, como jefe supremo, marchará cada año a visitar los departamentos de cada estado. La capital será un punto céntrico como Quito o Guayaquil, Colombia deberá dividirse en tres estados, Venezuela, Cundinamarca y Quito; uno tomará el nombre de Colombia, que probablemente será Cundinamarca; la federación llevará el nombre que se quiera, pero sería probable que fuese Boliviana. Habrá una bandera, un ejército y una nación sola. Heres dice que es mejor que haya dos naciones como Bolivia compuesta del Bajo y Alto Perú, y Colombia compuesta con sus partes constituyentes. Que yo sea el presidente de ambas naciones y haga lo mismo que con una. El consejo de gobierno quiere la reunión de las tres repúblicas, como he dicho antes, y Pando se inclina a uno y otro partido.
Por consiguiente, debemos dar el ejemplo de esta federación entre Bolivia y el Perú, y en marcha a Colombia yo veré lo que conviene más. Colombia no puede quedarse más en el estado en que está, porque todos quieren una variación, sea federal o sea imperial. Aquí se quiere lo mismo; y Bolivia no puede quedar en el estado en que está, pues el Río de la Plata, y el Emperador por su parte, al fin destruirán esa república. No hay otro partido que un ejército, una bandera y una nación en Colombia como en Bolivia. De otro modo los desórdenes serán tantos, que forzosamente pedirán un imperio, pues el ejército, el clero y la Europa lo quieren absolutamente;
De cualquier modo que sea, creo indispensable el que se dé principio a este plan por Bolivia y Perú, y todavía creo más indispensable el que Vd. conduzca los negocios de ese país hasta que yo vuelva a darle una dirección general a esta federación. Entonces no faltará algún amigo a quien convenga favorecer para esa presidencia. El general Santa Cruz servirá ésta del Perú, a menos que se desagraden de él, lo que no espero, porque él es bastante agradable y sagaz.
¡Amigo! Vd. no debe abandonarnos en esta coyuntura tan difícil y cuando más necesitamos de hombres capaces, llenos de gloria y popularidad como Vd. Yo soy el que estoy más cansado y el que necesito de más reposo; pero la presencia del peligro y de las dificultades estimulan a mi espíritu decaído. Para un valiente el riesgo es el verdadero apetito, y como yo estoy cierto que Vd. participa de mis sentimientos, no he dudado un instante de que, al saber el gran riesgo de la América, sus deseos de servir se habrán reanimado. Persuádase Vd. que los más grandes destinos le esperan. A mí me han ofrecido una corona que no puede venir a mi cabeza, y que yo concibo en la oscuridad de las combinaciones futuras planeando sobre las sienes del vencedor de Ayacucho; y si no fuere esta diadema, será otra mil vece más gloriosa, la de los laureles, recompensa de las virtudes. En una palabra, yo sin Vd. no soy nada, y por consiguiente, el mundo que pesa sobre nuestros hombres, caerá a sumergirse en un vasto océano de anarquía.
Haga Vd. escribir mucho sobre estas cosas, y no dude que me marche a Colombia y vuelva a poner las grandes bases.
Chile y el Río de la Plata junto con Guatemala pueden entrar en nuestro proyecto como aliados.
Escriba Vd. a Córdoba y a los amigos del Río de la Plata, para mantener aquellas buenas relaciones.
De un momento a otro tendremos a Chile por nosotros, y Guatemala tiembla de Méjico y, por lo mismo, Panamá.
Resumiré mis demandas:
Que Vd. se quede en Bolivia hasta mi vuelta;
Que se adopte la constitución;
Que se negocie la reunión de estas dos repúblicas;
Que se guarde Vd. la mejor armonía con este consejo de gobierno; y
Que trabaje Vd. en el Río de la Plata por establecer nuestros buenos principios.
No tema Vd. al emperador del Brasil, pues la Inglaterra se entiende con nosotros en esta materia, y guardará armonía por necesidad y por política.
Los Estados Unidos con la Rusia y la Francia están trabajando con España para que nos reconozca; por lo mismo, no hay necesidad de levantar los batallones más que a seiscientas plazas, en lugar, de mil como he dicho antes. El emperador de Rusia no es Constantino, a quien tocaba, sino su hermano Nicolás. Este tiene los principios de Alejandro, mientras que el otro es un cosaco. Dicen que costó un poco de sangre el advenimiento al trono, por causa del celo de las tropas, pero que los hermanos se portaron con generosidad recíproca etc. etc.

BOLÍVAR

Lima, 8 de agosto de 1826. A s. E. el general F. de P. Santander.


Lima, 8 de agosto de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Cuando yo esperaba este correo con una impaciencia mortal para que me informase del verdadero estado de las cosas en Venezuela, me encuentro con que Vd. no sabe más que lo que yo sé veinte días ha. Hace cien días, por lo menos, que han tenido lugar los sucesos de Páez en Valencia, y todavía no he podido recibir un parte oficial sobre un acontecimiento tan peligroso a la seguridad de Colombia.
Desde que recibí el primer aviso de la conmoción de Valencia, calculé todos los males que nos va a causar y me preparaba ya a embarcarme, cuando se ha descubierto en esta capital una conspiración tramada por los argentinos y los partidarios de Riva Agüero contra el gobierno. Este incidente tan desagradable me ha retenido, bien a mi pesar, con el objeto de ahogar este inicuo proyecto, tomar todas aquellas medidas de seguridad que sean necesarias a la tranquilidad de este país y aguardar al general Santa Cruz, que ha ido a la sierra a poner en orden todo aquel país, que había sido inquietado con la sublevación de dos escuadrones de Húsares de Junín que venían a esta capital. Ya he mandado llamar al general Santa Cruz para que venga a ponerse a la cabeza del gobierno y entonces ya nada me detiene: me embarco y me voy a Guayaquil. Desde allí podré escribir a Vd. con más extensión, porque veré las cosas más de cerca, con más tranquilidad y conoceré con más exactitud el remedio que se pueda aplicar. No obstante, me adelanto a decir a Vd. que yo no encuentro otro modo de conciliar las voluntades y los intereses encontrados de nuestros conciudadanos que el presentar a Colombia la constitución boliviana, porque ella reúne a los encantos de la federación, la fuerza del centralismo; a la libertad del pueblo, la energía del gobierno; y en fin a mi modo de ver las cosas, yo que las peso en mi corazón, no encuentro otro arbitrio de conciliación que la constitución boliviana, la que contemplo como la arca donde únicamente podemos salvar la gloria de quince años de victorias y desastres, y, últimamente, yo presentaré a Colombia esta medida de salvación como mi último pensamiento. Yo iré, pues, a Colombia y prometo hacer cuanto dependa de mí por allegar las cosas, y entienda Vd. que este sacrificio lo emprendo más bien por salir de este Perú que por el gusto de ir a Colombia.
Mañana saldrá de aquí mi edecán, el coronel Demarquet, con dirección a Quito a aconsejar a todos aquellos señores que se mantengan quietos; que no cometan desatinos, y, en fin, que aguarden a que yo vaya.
También vuelve Guzmán a Venezuela a llevar mis consejos al general Páez y a indicarle mis pensamientos con respecto a la constitución boliviana de que he hablado ya. Este Guzmán es un excelente muchacho; tiene mucho talento y si no dígalo la Ojeada de la constitución que es escrita por él. Además está cordialmente adicto a mí y puede servir muy bien empleándolo. Aunque él se ocupó en Venezuela contra Vd., fue, no por malignidad, sino porque venía lleno de las ideas liberales de España, y porque en Caracas era moda pensar todos mal contra el gobierno. Por medio de Guzmán escribo a Páez un cuadro horroroso de lo que nos espera. Yo no ahorro los colores más fuertes, porque estoy tan penetrado de horror y de desesperación que nada espero de bueno.
Vd. se sorprenderá de la inconsecuencia que notará en esta carta. Me explicaré, todo lo que antecede lo ha dicho Pérez y yo digo lo que sigue.
No creo que se salve Colombia con la constitución boliviana, ni con la federación, ni con el imperio. Ya estoy mirando venir el Africa a apoderarse de la América y todas las legiones infernales establecerse en nuestro país. Si yo quisiera imitar a Sila pudiera retardar quizás algún tanto nuestra pérdida, pero después de haber hecho el Nerón contra los españoles me basta de sangre. Me servirá de disculpa el llamarlos tiranos, pero contra los patriotas no valdrá esta excusa. Napoleón no ha mandado al otro mundo tantos como yo, es decir, por mi orden. Ahora, si añado a los pobres patriotas que será necesario exterminar para restablecer el orden, no habrá término para mis desgracias, pues qué mayor desgracia que la de matar. No, amigo, no más sacrificios, estoy cansado de mandar, de sufrir y de quejas contra mí. El amor a la libertad me puso las armas en la mano, y esta misma libertad me ha forzado a seguir un oficio contrario a todos mis sentimientos.
Estoy desesperado por irme para Colombia, pero no más que por salir de aquí; en llegando a Guayaquil diré a los colombianos que he vuelto, que estoy a sus órdenes, pero que no quiero mandar más y aunque el diablo se los lleve a todos no cambiaré de resolución. Prefiero perecer de miseria a ser víctima de las pasiones y de las facciones ajenas. No sería malo llamarme jefe mientras que tuviera que lisonjear bajamente a más de cuatro infames canallas que dispondrán de los cuatro ángulos de Colombia con demasiada facilidad. Créalo Vd., mi querido general, las costas van a dar la ley a esas pobres provincias de la sierra que no merecen ser víctimas de esas hordas africanas...., pero lo serán. Mis temores son los presagios del destino; los oráculos de la fatalidad.
Soy de Vd. su mejor amigo.
BOLÍVAR

P. D. - Cerrada ya esta carta la he abierto para anunciar a Vd. que en este instante recibo carta de Ibarra y de Urbaneja, de Payta, participándome que venían comisionados por el general Páez cerca de mí y a instarme a que me restituyese a Colombia. Ellos se volvieron a Guayaquil; porque un maldito capitán les dijo que yo salía del Callao para Guayaquil el 12 del pasado, por lo cual regresaron estos señores a aguardarme allí. Así, pues, yo estoy resuelto y muy resuelto a irme dentro de muy pocos días.

A los Venezolanos:

Simón Bolívar,  brigadier de la unión, y general en jefe del ejército libertador de Venezuela
A los Venezolanos:
No obstante de que me halla íntimamente convencido de que los ciudadanos y demás habitantes de los Estados de Venezuela lo estarán igualmente de que mientras no alejemos de nuestro suelo hasta más allá del Océano a nuestros opresores enemigos que lo ocupan como errantes y criminales aventureros, fascinando y preocupando la sinceridad y candor de los campesinos incautos para formar con sus pechos el baluarte de su iniquidad y hacernos con ellos mismos la guerra más atroz como hasta aquí, no podremos formar un Gobierno estable y permanente, consolidar nuestra independencia, ni cantar la victoria, pues en tanto nuestras armas vencedoras es indispensable subsistan en continua agitación hasta lograr por entero el triunfo tan deseado; quiero recordároslo con la sinceridad que me es característica, añadiéndoos, que si todos, todos no contribuís eficazmente a tan sagrados fines, cada cual con lo que permitan sus facultades y circunstancias, nuestra lucha puede dilatarse, aunque jamás entorpecerse ni anonadarse; pues, tengo jurado, y mis heroicas tropas, morir antes que sucumbir por un solo instante a la tiranía española; pero como esto solo no basta para sostener el propósito, pues sin auxilios y socorros oportunos nada podrá hacerse, espero que mis conciudadanos franca y generosamente se prestarán gustosos a proporcionarlos, ya por ser uno de sus imprescindibles deberes, ya por no degradarse del alto rango a que la Providencia los ha elevado; y ya por imitar el asombroso ejemplo que la. Nueva Granada y todos los pueblos del tránsito a esta capital han dado en nuestras tropas vencedoras, a las cuales nada las ha faltado para su subsistencia y lucha. Por lo que, y siendo tanto mayor el interés de los caraqueños estimulado de un honor incuestionable el más acrisolado, espero que calificándolo más y más en las presentes circunstancias, lisonjearán mis clamores de un modo que deje satisfecha para siempre su opinión pública.

Ya se han dejado ver los rasgos del patriotismo bien cimentado de los heroicos corazones de muchos ciudadanos unos que en persona se me han presentado a hacer demostraciones efectivas; pero de tal calidad que me han edificado y entusiasmando en términos que estoy persuadido que ni la España entera, que desplegase contra vosotros, serie. bastante a arrollarnos. Confieso, sin embargo, que no todos podrán hacer a su patria presentes tan lisonjeros, y que sobrando a muchos el deseo les sobrecogerá la pequeñez del exhibo. Conozco muy bien este grave inconveniente, y conozco también que aunque otros no lo tengan lo dificultará

Magdalena, 7 de mayo de 1826. A s. E. el general F. de P. Santander.

Cartas

Magdalena, 7 de mayo de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Grandes cosas tengo que decir a Vd. en esta carta sin saber siquiera nada de Vd. en dos correos sucesivos: el anterior en que no recibí carta de Vd. y el de ahora que no ha llegado aún. Así es que voy a hablar al acaso sobre materias muy importantes.
Ante todo diré a Vd. que este congreso no ha podido reunir los miembros necesarios para instalarse, y viendo los diputados, después de tres meses que han estado aquí que no se podía reunir el congreso, han hecho la representación, que incluyo, en la " Gaceta del Gobierno ": di yo el informe que Vd. verá, y el consejo de gobierno el decreto que va al pie. Por consiguiente, este congreso se ha eliminado por sí mismo por algún tiempo. Esto ha venido a suceder en circunstancias que requerían una autoridad sola sin un cuerpo legislativo, que embarazase la marcha de las cosas: el buen genio de la América así lo ha querido.
El señor Pando, que acaba de venir del Istmo, ha traído noticias muy importantes de Gual y Briceño. El conjunto de las cosas que he sabido por este canal es de sumo interés.
Primero, se asegura que Morales con 14.000 hombres está pronto a expedicionar sobre la Costa Firme; segundo, que otros 14.000 hombres españoles deben venir a reemplazar los primeros con dos navíos más; tercero, que hay una escuadra muy fuerte, que la nuestra no puede resistir; cuarto, que Méjico hace su paz aparte por una suma de millones; quinto, que la Santa Alianza es el alma de estas operaciones, y la Francia paga los gastos para obligarnos, por una amenaza formidable, a adoptar sus condiciones y principios; sexto, que la Inglaterra no se opone a nada de esto, y que, por el contrario, desea que hagamos reformas en nuestras leyes fundamentales, único medio de conciliar a la Europa con la América; séptimo, que el congreso de Colombia ha llamado al general Páez, en estas circunstancias, para juzgarlo y que este general no obedecerá probablemente; porque lo acusan de ser el autor de un proyecto para establecer la monarquía en Colombia, y que, en cualquiera de los dos casos, de obedecer o de no obedecer el general Páez, los españoles se vendrán a aprovechar de la confusión que establezca esta discordia de republicanos con monarquistas; últimamente, se me asegura que todo está perdido si yo no me presento en Colombia inmediatamente, porque las cosas han venido a tal extremo, que ya no se puede evitar una guerra externa o interna.
Figúrese Vd. por un momento el efecto que me habrán producido tan complicados embarazos. Por una parte, la Santa Alianza y el ejército queriendo un imperio. Por otra, mi gloria, las leyes y el congreso exigiendo justamente la conservación de la república. Si lo primero se adopta, tendremos paz externa con protección de la Europa y guerra interna con los demócratas; si lo segundo, tendremos guerra externa y anarquía interna, porque habiendo tomado el ejército un partido y el pueblo otro, nadie nos puede auxiliar, sino una nueva conquista y un gobierno de sangre y fuego para exterminar los partidos.
Si yo me voy a Colombia puedo evitar una gran parte de los males que nos amenazan; pero dudo que los evite todos. Por una parte, el mal que haya sucedido no tiene remedio, y el que nos puedan hacer los españoles no depende de mí. También se va a aumentar el calor de los partidos con mi presencia: todos dirán que voy a sostenerlos y todos se esforzarán a hacer preponderar el suyo para que yo lo encuentre preponderante y le dé la preferencia. Añádase a esto que es del Sur de donde yo puedo sacar un ejército capaz de poner el orden por fuerza o por respeto. Desde luego que yo parta de aquí, todos los partidos, que ahora están a mis pies, levantarán la cabeza y se harán la guerra mutuamente, y entonces se agotará la fuente de mis recursos. Apenas nuestro ejército podrá marchar con mucha dificultad y muy disminuido. El general Sucre, que podría reemplazarme, está muy disgustado del mando, y mientras tanto no atenderá más que a Bolivia y a la división de Córdoba. El general Santa Cruz, que va a ser presidente del consejo de gobierno del Perú, necesita de auxilio en lugar de darlo, porque todavía tiene enemigos y pocos son sus afectos: además de que su autoridad empezará vacilando y chocando con el amor propio de muchos. El Perú es una renta viajera sobre mi cabeza hasta después que se haya conseguido una autoridad creada bajo de mi influjo y acreditada por sus servicios.
El Paraguay se ha ligado al Brasil, y Bolivia tiene que temer de esta nueva liga. El Río de la Plata tiene que temer al Emperador, y a la anarquía que se ha aumentado con la variación de gobierno de Buenos Aires. Chile tiene el corazón conmigo, y su gobierno está aliado a Rivadavia. Córdoba me convida para que sea el protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia. Este proyecto es del general Alvear que quiere cumplirlo a todo trance. El general O'Higgins, con sus amigos, también lo quiere, y los pelucones de Chile, que son ricos y numerosos. ¿Qué haré yo en este estado? Mucho he pensado y nada he resuelto. Unos me aconsejan la reunión de un imperio del Potosí a las bocas del Orinoco, otros una federación de las tres repúblicas hermanas; pero una federación positiva y tal que así supla a la general de América, que dicen ser nominal y aérea. Yo estoy por el último partido: las dos repúblicas del Sur lo adoptarían con facilidad por tenerme a mí de protector de la federación. El señor Pando es de opinión del imperio y los miembros del consejo de gobierno igualmente, porque dicen que ellos quieren la paz con Europa a todo trance, y no pueden vivir sin el orden que yo les dé, mas están conformes con la nueva federación. El que quiere lo más quiere lo menos. ¿Pero qué haremos con Venezuela y Cartagena? Cada una de estas partes tiene ideas diferentes y medios diferentes. Páez puede entrar por lo que yo quiera; ¿qué dirá Montilla y qué dirá el Almirante? Ambos parecen muy adictos a mí: el primero no puede nada; el segundo lo puede todo.
Luego que yo reciba el correo de Vd. y que haya tratado nuevamente con el consejo de gobierno mandaré a Vd. a O'Leary con mis nuevas observaciones y determinaciones.
Soy de Vd. de todo corazón.
BOLÍVAR.

Discursos Soldados - 17 de Septiembre 1813

Discursos Soldados 17 de Septiembre 1813

Soldados:
Una serie de triunfos no interrumpida, os ha puesto en posesión de todas las Provincias que forman la República de Venezuela, cuyo territorio se halla enteramente libre de los bandidos de la España que acaudillados por Monteverde asolaban estos hermosos países. Vuestras armas libertadoras son el espanto de los tiranos que no se atreven ni a salir de sus atrincheramientos, y menos abandonar sus buques, que recientemente los han conducido de España. Fatigada nuestra paciencia de esperar el deseado momento de batir en campo raso a estos nuevos mercenarios de la tiranía, y estando cierto de que jamás abordarán a nuestras costas interin nosotros las cubramos, he resuelto alejarme de ellas, para inspirar al enemigo la confianza que le falta, y que nosotros necesitamos para lograr comprometerlo a una acción decisiva que termine para siempre la guerra, dé la paz a nuestros amados ciudadanos, y nos llene de una gloria inmortal.
No creáis, soldados Granadinos y Venezolanos, que la retirada que debemos hacer sea el efecto de la necesidad, o de un vano temor de que podamos ser vencidos; no, no, jamás las tropas españolas obtendrán triunfos contra nosotros: ellas son los instrumentos de las pasiones más viles -de sus jefes, en tanto que vosotros sois los resortes de que se vale la Providencia Divina, para castigar la perfidia y la crueldad de los opresores de la América; como también sois los autores de la Libertad y de la dicha de que gozan vuestros hermanos en estas regiones. Estad seguros que la victoria que ha guiado vuestros pasos desde el corazón de la Nueva Granada hasta los confines de Cumaná y Barcelona, no se apartará de nosotros y coronará siempre nuestras acciones.
Cuartel General de Puerto Cabello, 17 de setiembre de 1813, 3° de la Independencia y 1° de la Guerra a Muerte.
SIMÓN BOLÍVAR.
Antonio Rafael Mendiri,

Secretario Interino de Guerra.

Discursos Discurso del general en jefe del ejercito del norte a la municipalidad de Merida

Discursos
Discurso del general en jefe del ejercito del norte a la municipalidad de Merida

Permitidme, señores, expresaros los sentimientos de júbilo que experimenta mi corazón al verme rodeado de tan esclarecidos y virtuosos ciudadanos, los que formáis la representación popular de esta patriótica ciudad, que por sus propios esfuerzos ha tenido la dicha de arrojar de su seno a los tiranos que la oprimían, en el glorioso día del 18 del mes pasado, y de recobrar los sagrados derechos de la soberanía que había perdido con la inicua invasión que hicieron a este Estado los bandidos de la España que infestaban y tienen todavía sujeta una parte de la confederación Venezolana.
El augusto congreso de la Nueva Granada, tocado de compasión al contemplar el doloroso espectáculo que presenta el buen pueblo de Caracas, aún gimiendo en cadenas y conmovido de indignación por el grito de la justicia, que está clamando vindicta contra los usurpadores de los derechos de la América, ha enviado su Ejército Libertador a restablecer en su antigua soberanía a las provincias que componen la República de Venezuela. La gloria del Congreso y del Ejército que os ha redimido consiste en la magnanimidad de sus designios, que no son otros que los de destruir a vuestros verdugos y poneros en aptitud de gobernaros por vuestras constituciones y por vuestros magistrados.
Nuestras armas redentoras no han venido a daros leyes, ni menos a perseguir a1 noble americano; han venido a protegeros contra vuestros natos enemigos los españoles de Europa, a quienes juramos una guerra eterna y un odio implacable, porque ellos han violado los derechos de gentes y de las naciones, infringiendo las capitulaciones, y los tratados más solemnes, persiguiendo impíamente al inocente y al débil, reduciendo los pueblos enteros a la indigencia y desolación, degradando el santo carácter del sacerdocio y cargando de prisiones a los Ministros del altar, a los magistrados, a los defensores de la patria y a toda clase de ciudadanos por el solo delito de ser americanos.
Aceptad, ilustres merideños, las congratulaciones que, a nombre del Congreso de la Nueva Granada, tengo el honor de haceros, reponiéndoos en el uso de vuestra autoridad, que sin duda será ejercida con la dignidad que corresponde a un gobierno independiente: y yo me lisonjeo que bien pronto veréis en medio de vosotros a vuestros magistrados del Poder Ejecutivo provincial, que han sido ya invitados por mí, para que vengan a llenar las funciones de su Ministerio, en cumplimiento de las generosas órdenes del Congreso que ha tomado a su cargo el restablecimiento de la Constitución venezolana, que regía los Estados antes de la irrupción de los bandidos que ya hemos expulsado de toda la provincia de Mérida y arrojaremos más allá de los males, si el Dios de los ejércitos protege la causa de la justicia.
Tengo la honra de poner en vuestras manos el titulo de mi comisión, que como veréis no tiene otro objeto que amparar al americano y exterminar al español; destruir el gobierno intruso y reponer el legitimo; y en fin, dar libertad a la República de Venezuela.

El general Bolívar entró a Mérida el 23 de mayo de 1813. No hemos podido encontrar la fecha de la sesión de la Municipalidad en la cual pronunció este discurso.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...