Ley Marcial

Simón Bolívar,  libertador de Venezuela y general en jefe de sus ejercitos
Por cuanto las circunstancias actuales exigen grandes sacrificios para consolidar la libertad de Venezuela, vengo en declarar y proclamar la ley marcial, a que estarán sujetos todos los individuos de la República, exceptuando solamente el Clero.
Por ley marcial se entiende la cesación de toda otra autoridad que no sea la militar; y ocho horas después de esta publicación, comenzará a ejercerse en toda su fuerza y rigor.
Todos los ciudadanos se presentarán antes de tres horas cumplidas después de esta publicación, con sus armas y todas las bestias y monturas que posean, en la Plaza Mayor, donde se les dará destino.
Los que contraviniesen en algo el tenor de los anteriores artículos serán juzgados y sentenciados como traidores a .la Patria, tres horas después de comprobado el delito, debiendo ejecutar y hacer cumplir el anterior mandato en los pueblos que no haya Comandante Militar, los Políticos.
Publíquese y circúlese donde corresponda.
Cuartel General de Caracas, junio 17 de 1814;
SIMÓN BOLÍVAR.

Caracas, Imprenta de Juan Baillio, Impresor del Gobierno.

Habitantes de Santa Fe 10 de diciembre de 1814

Habitantes de Santa Fe
10 de diciembre de 1814
Simón Bolívar, general en jefe del ejército de la unión
Habitantes y soldados de Santa Fé:
El Congreso me ha enviado a libertaros de los españoles u chapetones que quieren entregaros a Boves, a Aymerich, a Montalvo, y a cuantos malvados españoles mandan en América, para que os degüellen como lo han hecho desde el principio de la conquista en todas las partes donde han dominado.
Yo vengo a libertaros, mi ejército es de he:-manos que os aman: no desean combatir con americanos, y así todo el que se pase a nosotros será recibido con placer y amistad, sin que padezca daño alguno. Los soldados que traigan sus armas se les comprarán por su justo precio. Los prisioneros que hiciéremos en campo raso serán perdonados. Los que nos hagan fuego por dentro de las casas o nos molesten por la espalda, serán pasados al filo de la espada, con todos los hombres que se encuentren en las mismas casas. Los sacerdotes, mujeres y niños serán respetados y tratados con el decoro y humanidad que ellos merecen.
Nuestra guerra se dirige sólo contra los españoles que no se pasen a nuestro ejército; de resto, todos los habitantes de Santa Fé serán perdonados, a pesar de la guerra inicua que hacen contra sus hermanos por sostener el partido infame de nuestros enemigos.
Si dentro de tres días no se aprovechan los agraciados de este Indulto, después serán tratados a discreción juzgando la justicia sus delitos, y castigándolos como merezcan.
Techo, 10 de diciembre de 1814.

SIMÓN BOLÍVAR

Soldados del ejercito de oriente 6 de abril de1814

Soldados del ejercito de oriente
6 de abril de1814
Simón Bolívar, libertador de Venezuela general en jefe de sus ejercitos
Soldados del ejército de Oriente:
Vuestro general Mariño, que concibió el más sublime proyecto que pueda entrar en el genio de un mortal, animado de los más heroicos sentimientos, honor del corazón humano, arrostró desde las riberas marítimas de Güiria, con cuarenta amigos, el poder de los tiranos que oprimían las vastas provincias de Venezuela. En Maturín quedaron disipadas por vosotros las bandas mercenarias de la España; y siguiéndose unas a otras victorias, podíais gozar a la sombra de la paz, la gloria y la libertad adquiridas. Pero no es el destino de vuestro invicto general el reposo, sino los trabajos marciales; ni la gloria de haber libertado al Oriente, sino también el Occidente.
No sois tampoco vosotros esos soldados mercenarios que venden a precio su sangre en el campo de batalla. Sin sueldos, sin más recompensa que la de romper las cadenas que agobiaban a vuestros hermanos, habéis llevado vuestras invencibles armas por todos los Llanos que han sido reconquistados por vuestros triunfos; y en la jornada inmortal de Bocachica ha quedado destruido por vuestra sola presencia y sin esfuerzo ninguno, el ejército más numeroso, más formidable que ha amenazado nuestra libertad, y que hasta entonces había protegido la fortuna.
Yo he suplicado, soldados generosos, al General bajo el cual habéis vencido, os conceda un escudo cuyo mote diga: Libertades de Caracas en Bocachica.
No sois dignos de otra recompensa, que de la que pueda colmar los votos de los héroes. Esta es la de hacer más beneficios a vuestros compatriotas. Volad, pues, valerosos, a libertar a Puerto Cabello lo que consolidará la República venezolana que os deberá la existencia.
Cuartel General Libertador de La Victoria, abril 6 de 1814. 4° y 2°.

SIMÓN BOLÍVAR,

Compatriotas 6 de mayo de 1814

Compatriotas
6 de mayo de 1814
Simón Bolívar, libertador de Venezuela, general en jefe de sus ejércitos, y miembro de la orden de los libertadores
Compatriotas!
La guerra se hace más cruel, y están disipadas las esperanzas de pronta victoria, con que os había excitado. Nuestros propios hermanos, unidos por siglos de esclavitud a nuestros tiranos, dilatan, Dios sabe por cuanto tiempo, la época de libertad. El ejército ha hecho cuanto estaba de su parte; valiente, disciplinado, constante, donde quiera ha dado muestras de su intrepidez y pericia. No estaba en su mano el milagro de cambiar en un día hábitos inmemoriales.
Soldados! Si Dios nos prueba con tantas dificultades y desgracias, no nos abandona; él quiere que merezcamos por nuestros esfuerzos y virtudes lo que sería en otros pueblos la obra de los años
Un nuevo esfuerzo, venezolanos, y vamos a destruir los enemigos de la patria.
Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o de la guerra. Parece que todos los males se han desencadenado sobre nuestros desgraciados pueblos.
Pero su exceso mismo nos indica que , van a cesar. El valor del ejército, el patriotismo inagotable de los ciudadanos, nos prometen nuevas victorias.
Cuartel General de Caracas, 6 de mayo de 1814.

SIMÓN BOLÍVAR

Proclama sobre la libertad de los esclavos 1816

Proclama sobre la libertad de los esclavos 1816
7 de septiembre de 1814
Simón Bolívar libertador de Venezuela y general en jefe de sus ejércitos, a sus conciudadanos.
Ciudadanos:
Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o de los crímenes de su Patria se ve forzado a defenderse ante el tribunal del pueblo de las acusaciones que sus conciudadanos dirigen contra su conducta; pero es dichosísimo aquél que corriendo por entre los escollos de la guerra, de la política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto y se presenta inocente a exigir de sus propios compañeros de infortunio una recta decisión sobre su inculpabilidad.
Yo he sido elegido por la suerte de las armas para quebrantar vuestras cadenas, como también he sido, digámoslo así, el instrumento de que se ha valido la providencia para colmar la medida de vuestras aflicciones. Sí, yo os he traído la paz y la libertad, pero en pos de estos inestimables bienes han venido conmigo la guerra y la esclavitud. La victoria conducida por la justicia fue siempre nuestra guía hasta las ruinas de la ilustre capital de Caracas, que arrancamos de manos de sus opresores. Los guerreros granadinos no marchitaron jamás sus laureles mientras combatieron contra los dominadores de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronados con igual fortuna contra los fieros españoles que intentaron de nuevo subyugarnos. Si el destino inconstante hizo alternar la victoria entre los enemigos y nosotros, fue sólo en favor de pueblos americanos que una inconcebible demencia hizo tomar las armas para destruir a sus libertadores y restituir el cetro a sus tiranos. Así, parece que el cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros. El ejército libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales.
No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades, cuyo aspecto sólo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derramando vuestra sangre, incendiando vuestros hogares, y os han condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretenden ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran; y no os indignéis contra los mártires que fervorosos defensores de vuestra libertad han prodigado su sangre en todos los campos, han arrostrado todos los peligros, y se han olvidado de sí mismos para salvaros de la muerte o de la ignominia. Sed justos en vuestro dolor, como es justa la causa que lo produce. Que vuestros tormentos no os enajenen, ciudadanos, hasta el punto de considerar a vuestros protectores y amigos como cómplices de crímenes imaginarios, de intención, o de omisión. Los directores de vuestros destinos no menos que sus cooperadores, no han tenido otro designio que el de adquirir una perpetua felicidad para vosotros, que fuese para ellos una gloria inmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido a sus miras, y si desastres sin ejemplo han frustrado empresa tan laudable, no ha sido por efecto de ineptitud o cobardía; ha sido, sí, la inevitable consecuencia de un proyecto agigantado, superior a todas las fuerzas humanas. La destrucción de un gobierno, cuyo origen se pierde en la obscuridad de los tiempos; la subversión de principios establecidos; la mutación de costumbres; el trastorno de la opinión, y el establecimiento en fin de la libertad en un país de esclavos, es una obra tan imposible de ejecutar súbitamente, que está fuera del alcance de todo poder humano; por manera que nuestra excusa de no haber obtenido lo que hemos deseado, es inherente a la causa que seguimos, porque así como la justicia justifica la audacia de haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica la insuficiencia de los medios. Es laudable, es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada por la tiranía; nada es comparable a la grandeza de este acto y aun cuando la desolación y la muerte sean el premio de tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo, porque no es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello que el derecho nos autoriza.
En vano, esfuerzos inauditos han logrado innumerables victorias, compradas al caro precio de la sangre de nuestros heroicos soldados. Un corto número de sucesos por parte de nuestros contrarios, ha desplomado el edificio de nuestra gloria, estando la masa de los pueblos descarriada por el fanatismo religioso, y seducida por el incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha de la libertad, que nosotros hemos presentado a la América como la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuesto nuestros enemigos la hacha incendiaria de la discordia, de la devastación y el grande estímulo de la usurpación de los honores y de la fortuna a hombres envilecidos por el yugo de la servidumbre y embrutecidos por la doctrina de la superstición: ¿Cómo podría preponderar la simple teoría de la filosofía política sin otros apoyos que la verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con el desenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en virtud política y en caridad cristiana? No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo prefieran a la ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha dependido nuestra suerte; ella estaba en manos de nuestros compatriotas que pervertidos han fallado contra nosotros; de resto todo lo demás ha sido consiguiente a una determinación más deshonrosa que fatal, y que debe ser más lamentable por su esencia que por sus resultados.
Es una estupidez maligna atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de las cosas produce en los Estados, no estando en la esfera de las facultades de un general o magistrado contener en un momento de turbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones el torrente de las pasiones humanas, que agitadas por el movimiento de las revoluciones se aumentan en razón de la fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores o pasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjuicios a la República estos mismos perjuicios deben, sin embargo, apreciarse con equidad y buscar su origen en las causas primitivas de todos los infortunios: la fragilidad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en todos los acontecimientos. El hombre es el débil juguete de la fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamento muchas veces, sin poder contar con ella jamás, porque nuestra esfera no está en contacto con la suya de un orden muy superior a la nuestra. Pretender que la política y la guerra marchen al grado de nuestros proyectos, obrando a tientas con sólo la pureza de nuestras intenciones, y auxiliados por los limitados medios que están a nuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poder divino por resortes humanos.
Yo, muy distante de tener la loca presunción de conceptuarme inculpable de la catástrofe de mi patria, sufro al contrario, el profundo pesar de creerme el instrumento infausto de sus espantosas miserias; pero soy inocente porque mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio. He aquí la causa porque desdeñando responder a cada una de las acusaciones que de buena o mala fe se me puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mi propia vindicta exige, para ejecutarlo ante un tribunal de sabios, que juzgarán con rectitud y ciencia de mi conducta en mi misión a Venezuela. Del Supremo Congreso de la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo que me ha enviado con sus tropas a auxiliarlos como lo han hecho heroicamente hasta expirar todas en el campo del honor. Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero, y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a que no he sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciado por el soberano a quien he servido; yo os aseguro que será tan solemne cuanto sea posible, y que mis hechos serán comprobados por documentos irrefragables. Entonces sabréis si he sido indigno de vuestra confianza, o si merezco el nombre de Libertador. Yo os juro, amados compatriotas, que este augusto título que vuestra gratitud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, no será vano. Yo os juro que libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho, sin que haya protestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros, por la senda del occidente, regada con tanta sangre y adornada de tantos laureles. Esperad, compatriotas, al noble, al virtuoso pueble granadino que volará ansioso de recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevos auxilios, y a traeros de nueva la libertad, si antes vuestro valor no la adquiere. Sí, sí, vuestras virtudes solas son capaces de combatir con suceso contra esa multitud de frenéticos que desconocen su propio interés y honor; pues jamás la libertad ha sido subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos esclavos. Combatid, pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia.
Carúpano, 7 de septiembre de 1814.-4°.

BOLIVAR.

Cartas Magdalena, 7 de marzo de 1826.

Cartas
Magdalena, 7 de marzo de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Remito a Vd. la respuesta que doy a Páez, sobre la proposición que me ha hecho por medio del señor Guzmán. Esta respuesta va un poco fulminante aunque modificada con algunas cosas agradables a Páez. Después de manifestarle que su proyecto es insensato, le digo que si el pueblo le da a él su voto y lo acepta, puede contar con mi espada y con mi autoridad para sostener la voluntad nacional. Le digo en el curso de mi respuesta, que le mandaré mi proyecto de constitución de Bolivia para que le sirva de guía con respecto a mis principios que están allí consignados y a los cuales no cambiaré una línea. Definitivamente le digo que su proyecto no conviene ni a él, ni a mí, ni a Colombia. Supongo que mi respuesta no le gustará al general Páez; porque no convengo con sus ideas, pero yo creo que he debido hablarle con firmeza para que no precipite la república.
Mando a Vd. esta respuesta abierta para que Vd. la cierre después de leída con lacre y con un sello cualquiera y que no sea conocido: luego se la mandará Vd. con toda seguridad al general Páez, de mi parte, diciéndole que la llevó el coronel Picón que va a Bogotá casi con esta mira. Por supuesto, no le diga Vd. nada de haberla visto ni de saber su contenido, a menos que el imperio de las cosas sea tal que lo demande así urgentemente. Yo creo que mucho debe haber traspirado este proyecto para esta hora. Autorizo a Vd. para tomar una copia de esta carta si Vd. lo juzga conveniente.
El general La Mar se va a Guayaquil por enfermo y me ha pedido que lo recomiende a Vd. Aunque él está muy agradecido de Vd., quiere que yo lo haga. Este hombre es el mejor del mundo y sobré todo el más desprendido de los mortales. Aborrece tanto el mando como Bamba, que prefería morir a subir al trono. Después de esto nos quedamos sin tener con quién gobernar el Perú, lo que ciertamente me embaraza mucho. Vd. haga todo lo que pueda por allá para que no me llamen, y si me han llamado que se conformen con que no vaya, pues de otro modo formarán de la América un inmenso campo de anarquía, pues Chile y Buenos Aires comunicarán su desorden hasta el Ecuador, pasará el Istmo y celebrará su reunión con Guatemala y Méjico, que deben fluctuar largo tiempo antes de consolidarse.
Pienso mandar a Guayaquil un escuadrón de Húsares de Colombia y al Istmo el batallón Vargas, con 1.000 plazas. Yo quisiera que este batallón fuese a Caracas a fines de abril o principios de mayo: tome Vd., pues, sus medidas para hacer de dicho batallón lo que quiera, en la inteligencia de que son todos serranos y se mueren en temperamentos cálidos. Sólo el batallón Callao puede vivir en Cartagena. Nos quedaremos entonces en el Alto y Bajo Perú con 5.000 colombianos. En fin, por el correo escribiré a Vd. largamente.
Soy de Vd. de todo corazón.
BOLÍVAR.
P. D. - Cuando yo estuve en Lima el año de 23 recomendé a Vd. al señor López Ruiz padre del señor López Aldana, a quien Vd. debe conocer de nombre por su patriotismo y por sus servicios. Reitero a Vd., mi querido general, la recomendación que le hice a favor de este caballero. Yo sé que él es muy honrado. Si por sus años no pudiese ser empleado activamente, desearía que Vd. le proporcionase un destino pasivo que le diese con que subsistir, pues no debemos olvidar que es padre de un excelente patriota que ha hecho mucho por la causa y promete hacer aún más. También recomiendo a Vd. a los hijos del señor López que se hallan en Bogotá.

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LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER DE BOLÍVAR.


LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR
III.- INFLUENCIA EN LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER DE BOLÍVAR.
Lo amaba como a un hijo propio y al mismo tiempo lo respetaba como a un amo. La falta de los cuidados naturales que doña Concepción, la madre debilucha ya y prematuramente agotada no podía prodigarle, fue compensada con creces por los mimos excesivos y amorosos de la esclava.
No hubo capricho ni solicitud que la fiel y abnegada negra Hipólita no estuviera pronta a satisfacer, ni antojo al cual escaseara la disposición de darle gusto. Esta circunstancia es por demás importante y significativa para la formación del alma del futuro Libertador. Resulta fácil suponer que desde entonces se creyó con derecho a mandar y a ser obedecido. Es muy probable que, desde aquellos momentos, entendió la satisfacción de todos sus deseos como un hecho normal y natural no sujeto a controversias. El torrente impetuoso de las energías de una raza fuerte, como era característica de la familia Bolívar, encontró en las facilidades y mimos de su infancia canales expeditos, en los cuales sus fuerzas vitales aprendieron a vivir vertiéndose hacia fuera, saboreando desde temprano los encantos del mundo exterior. Su personalidad se va desarrollando robustecida por un profundo sentimiento de optimismo, que le será decisivo en las singulares luchas de su vida excepcional.
Son muchas las crónicas y noticias que se refieren a sus años infantiles donde abundan en anécdotas sobre los caprichos y singularidades que se observaban en el menor de los Bolívar, en ellas se le presenta como el niño voluntarioso y difícil de soportar, en la espera de que quienes le rodeaban estuvieran dispuestos a someterse a sus deseos so pena de despertar las intemperancias del fuerte carácter que todos reconocerán desde sus años juveniles hasta los postreros de su existencia terrena.
El inmenso amor que Hipólita sentía por Simón Bolívar es correspondido firmemente por éste. Son múltiples las muestras de ello en palabra y acción. Valga recordar, por ejemplo, las tiernas palabras donde el Libertador menciona a “su” madre Hipólita, precisando a su hermana María Antonia que “no he conocido otro padre que ella”
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10. A ese amor lo 10 Carta enviada desde El Cuzco, en 1825.
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acompaña la permanente y fiel disposición de la servidora. Ella sabía ocupar muy bien su lugar y estaba en todo tiempo y con dedicación total a atender sus necesidades y caprichos para evitar que fuese a crecer con resentimientos o traumas ante la falta de calor y apoyo paterno del que carecerá desde una muy corta edad.
Se criará Simón Bolívar en un ambiente de amor, respeto y aceptación de gentes negras y blancas, ricos y pobres, amos y esclavos. Ese ambiente y la gran contribución de Hipólita, será también crisol donde se moldeará el espíritu, el modo de ser y actuar del futuro paladín de la libertad del continente. Es por ese ambiente y formación que con toda pujanza “defiende a los chiquito, a los negrito, a los blanquito, contra el grandulón”, como escribe en un poema Andrés Eloy Blanco11.
Es preciso reconocer que Hipólita no solamente hizo de madre alimentándole, sino que se encargó completamente del niño dirigiendo sus primeros pasos, sustituyendo al padre que faltó en 1786. Efectivamente ella se consagró al pequeño Simón exclusivamente. No lo abandonó un momento. Vigorosa y joven, con toda la intensa afectividad de su raza, fue bien acogida entre la numerosa esclavitud de la familia Bolívar-Palacios para el oficio de nodriza de Simón, oficio que ella cumplió con esa capacidad de entrega leal y rotunda de que es capaz la raza negra. Pues en ninguna otra raza se da aquella disolución del propio yo en aras de otro afecto, la entrega plena de una vida a otra existencia como si la propia no tuviera un fin distinto.
Fuente: CARMELO PAIVA PALACIOS

LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...