Discursos y proclamas Sobre la libertad de los esclavos

Discursos y proclamas
Sobre la libertad de los esclavos

16 de julio de 1818
Simón Bolívar, jefe supremo de la república de Venezuela, capitán general de sus ejércitos y de los de la Nueva Granada
Al señor Presidente de la Alta Corte de Justicia.
Incluyo a V. E. once copias de los principales decretos expedidos en la tercera época de la República, para que se tengan presentes en las resoluciones de la Alta Corte de Justicia conforme lo ha pedido V. E. por su oficio de 14 del corriente. La libertad general de los esclavos no ha sido declarada sino por una proclama dirigida a los habitantes de la provincia de Caracas cuando ejecuté el desembarco en Ocumare el 6 de julio de 1816. Ella derogaba un decreto expedido en Carúpano el mes anterior, concediendo la libertad personal y de sus familias a los que tomasen las armas, y sostuviesen con ellas los derechos de Venezuela. Las vicisitudes de la guerra han hecho extraviar o perder aquella proclama, que entre otras cosas decía en el articulo 4°: "La desgraciada porción de nuestros hermanos que ha gemido hasta ahora bajo el yugo de la servidumbre, ya es libre. La naturaleza, la justicia y la política, exigen la emancipación de los esclavos. En lo futuro no habrá en Venezuela más que una clase de hombres: todos serán ciudadanos". Esta proclama, que ha sido cumplida estrictamente en todo el territorio de la República, desde el día de su publicación, ha recibido nueva fuerza por los bandos en que repetidas veces se ha hecho saber a los pueblos tomados bajo la protección de nuestras armas. Nadie ignora en Venezuela que la esclavitud está extinguida entre nosotros.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Cuartel General de Angostura, a 16 de julio de 1818.

BOLÍVAR.

Discursos y proclamas A los bravos soldados de la legión de irlanda

Discursos y proclamas
A los bravos soldados de la legión de irlanda

14 de diciembre de 1819
Simón bolívar, presidente del estado, a los bravos soldados de la legión de irlanda.
Irlandeses! Desprendidos de vuestra Patria, por seguir los sentimientos generosos que siempre os han distinguido entre los más ilustres europeos, yo tengo la gloria de contaros como Hijos adoptivos de Venezuela, y como Defensores de la Libertad de Colombia.
Irlandeses! Vuestros sacrificios exceden a todo galardón, y Venezuela no tiene medios suficientes para remunerar lo que vosotros merecéis; pero Venezuela cuanto posee, de cuanto puede disponer lo consagra gustosa a los esclarecidos extranjeros, que traen su vida y sus servicios a tributarlos a su naciente República. Las promesas que el virtuoso y bravo general D'Evereux os ha hecho en recompensa de vuestra incorporación al ejército libertador, serán religiosamente cumplidas por parte del Gobierno y pueblo de. Venezuela. Contad con que preferiremos primero la privación de todos nuestros bienes, a privaros de vuestros derechos sagrados.
Irlandeses! Vuestra más justa y sublime recompensa, os la prepara la historia y las bendiciones del mundo moderno.
Palacio del Gobierno de Angostura, a 14 de diciembre de 1819, 9°

SIMÓN BOLÍVAR

LA NEGRA HIPÓLITA, NODRIZA DEL LIBERTADOR VI.- BOLIVARIANOS Y CONTRARIOS


LA NEGRA HIPÓLITA,
NODRIZA DEL LIBERTADOR
VI.- BOLIVARIANOS Y CONTRARIOS
Desde el año 1825 ya está tomando cuerpo el sentimiento que traerá la desintegración de la obra unificadora del gran Libertador. En Venezuela, el 30 de abril de 1826, las tropas y autoridades de la ciudad de Valencia reconocieron a Páez como Jefe Militar, y pocos días después tanto Caracas como el resto del país le reconocieron como único Jefe. El 7 de noviembre una asamblea popular reunida en Caracas propuso la separación de Venezuela de la Gran Colombia y el reconocimiento de Páez como Jefe Civil y Militar. Las plazas de Cumaná, Angostura y Maracaibo eran fieles al gobierno constitucional y reconocían por única autoridad legítima la del Libertador.
Al tener Bolívar noticia de la gravedad de la situación, puesto que parecía aproximarse una guerra civil, se pone en marcha hacia Venezuela.
Llegó a Maracaibo, sigue a Coro, Puerto Cabello, Valencia y Caracas. El retorno de Bolívar cambia el panorama hostil que antes prevalecía.
El miércoles 10 de enero de 1827 es la entrada triunfal en Caracas23.
Los caraqueños lo reciben con entusiasmo y cariño (arcos de palmas verdes, guirnaldas y banderolas dan a las calles un aspecto de feria; las ventanas, balcones y plataformas temporales estaban repletas de damas que lanzaban flores de todas clases y agua de rosas sobre los héroes). Al pasar cerca de la Catedral reconoce a su nodriza en la numerosa y apiñada población que le vitorea. Los tantos años y vicisitudes que habían transcurridos no habían causado mella en su memoria. Tanto la recordaba que la distingue entre la multitud y presuroso desciende del coche en que viajaba atravesando el tumulto de personas para abrazarse de su vieja Hipólita. Lágrimas de gozo y con cuánta alegría y emoción responderá la nodriza a tan especial demostración de afecto. En los días siguientes de los seis primeros meses de ese año, es decir hasta julio, Hipólita sentirá la satisfacción y añorada cercanía del gran hombre a quien, en su etapa vital
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23 Por las polvorientas calles de Palo Grande y de San Juan (que desde ese momento recibirá el nombre de “Calle del Triunfo”), en un coche de paseo tirado por dos caballos y precedido por las autoridades constituidas, rodeados de oficiales, edecanes, etc. En Antímano se habían incorporado a la vistosa comitiva, los jinetes del “Escuadrón de Lanceros”, la guardia personal de Páez.
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de lactante alimentara con su pecho, sus manos sostuvieron la debilidad de sus inaugurales pasos, enseñara a reconocer y pronunciar las primeras palabras, guiara en sus juegos infantiles y patrocinara sus travesuras de inocente.
Pero el Libertador retorna a Bogotá24 y como consecuencia de las intrigas palaciegas y envidias de “una banda de tránsfugas, que nunca hemos visto en los combates” (como los califica en una magistral carta que envía a Páez desde Coro fechada el 23 de diciembre de 1826), vuelve a renacer en Caracas y en casi toda Venezuela el sentimiento antibolivariano, alimentado hasta por quienes ejercen funciones gubernamentales. Ese ambiente hostil se convierte en insoportable calvario para aquellos convencidos de la nobleza del sentimiento patriótico y del desprendimiento que anima al Padre de la Patria.
La negra Hipólita siempre estuvo presente y dispuesta a la defensa contra las frecuentes calumnias, críticas implacables o adversos enjuiciamientos que todo el mundo se creía autorizado para lanzar contra un jefe en desgracia, especialmente quienes en la prosperidad se aprovecharon de sus favores.
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24 El 6 de julio parte, camino a La Guaira. Algunos de sus amigos le acompañan al muelle. Entre ellos se encuentran: el coronel Ayala, Gobernador de La Guaira; su Estado Mayor, general Pedro Briceño Méndez, el señor José Rafael Revenga, los coroneles Wilson y Santana, el doctor Charles Moore, su médico personal; y los diplomáticos Sir Robert Ker Porter y John Williamson, de Inglaterra y de Estados Unidos de Norteamérica, respectivamente. Embarca en la fragata inglesa “Druid” que comanda el capitán Ernie Chambers y antes del mediodía zarpa con destino a Cartagena.
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Fuente: CARMELO PAIVA PALACIOS
LA NEGRA HIPÓLITA,

NODRIZA DEL LIBERTADOR

Correspondencia Al general Santander Lima, 4 de julio de 1826).


Correspondencia
Al general Santander
Lima, 4 de julio de 1826).
A S. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Ayer recibí la carta de Vd. del 6 de mayo y diferentes pa peles públicos y correspondencias privadas que me han dejado sin dormir toda la noche, no porque añadan nada de nuevo a lo que antes había, sino porque me confirman mis antiguas ideas de que todo está perdido. Ni federación general ni consti tuciones particulares son capaces de contener a estos esclavos desenfrenados: sobre todo ahora que cada cual tira por su lado.
Yo veo al congreso del Istmo como a una representación teatral, y veo nuestras leyes como Solón, que pensaba que sólo servían para enredar a los débiles y de ninguna traba a los fuertes. En tanto que esto pasa por mí, los diaristas proclaman a los héroes bajo las leyes y a los principios sobre los hombres. Aquí de la ideología. Esta será la patria celestial donde las leyes personificadas van a combatir por los héroes y los principios, como los genios del destino, dirigirán las cosas y gobernarán a los hombres. Vírgenes y santos, ángeles y querubines serán los ciudadanos de este nuevo paraíso. ¡Bravo! ¡bravísimo! Pues que marchen esas legiones de Milton a parar el trote a la insurrección de Páez, y que puesto que, con los principios y no con los hom bres, se gobierna, para nada necesitan ni de Vd. ni de mí. A este punto he querido yo llegar de esta célebre tragedia, repetida mil veces en los siglos y siempre nueva para los ciegos y estúpidos, que no sienten hasta que no están heridos. ¡Qué conductores!
El general Páez me ha escrito con fecha 6 de abril y me manda otras cartas que manifiestan el estado amenazador contra él; todo esto promovido, según dicen, por dos o tres esclavos de los de Morillo, que son ahora los amos de sus libertadores.
Mucho me alegro de que el congreso se haya podido reunir para que dicte providencias en la crisis del día; que cuente con todo lo que depende de mí; pero no conmigo. Yo no quiero más guerras civiles: cuatro he sufrido en catorce años y el vituperio cae siempre sobre el vencido y el vencedor. Repito que todo está perdido si Páez continúa en su principio insurreccional, porque cuando una cosa está colocada falsamente, el menor vaivén la derriba. Desgraciado del que cae debajo; yo no quiero ser ese; estoy fatigado de ejercer el abominable poder discrecional, al mismo tiempo que estoy penetrado hasta adentro de mis huesos, que solamente un hábil despotismo puede regir a la América. Estamos muy lejos de los hermosos tiempos de Atenas y de Roma y a nada que sea europeo debemos compararnos. El origen más impuro es el de nuestro ser: todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen. Nosotros somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la América a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espurios de estos enlaces con los frutos de esos esclavos arrancados del Africa. Con tales mezclas físicas; con tales elementos morales ¿cómo se pueden fundar leyes sobre los héroes, y principios sobre los hombres? Muy bien: que esos señores ideólogos gobiernen y combatan y entonces veremos el bello ideal de Haití, y los nuevos Robespierres serán los dignos magistrados de esa tremenda liber tad. Yo repito: todo está perdido, y como todo marcha en sentido inverso de mis ideas y de mis sentimientos, que no cuenten conmigo para nada. Si el gobierno o el congreso me llama, iré a Colombia, y desde Guayaquil diré en un tono solemne lo que acabo de pronunciar en esta carta.
Me parece imposible restablecer las cosas como estaban antes y, sin duda, éste será el deseo de los que no saben más que continuar a la española. También es imposible hacer nada de bueno con simples reformas legales; digo más, ya estamos hartos de leyes, y de leyes parecidas en todo a las de los liberales de España. Así será el efecto, ¿pero qué digo? ¿dónde está el ejército de ocupación que nos ponga en orden? Guinea y más Guinea tendremos: y esto no lo digo de chanza, el que escape con su cara blanca será bien afortunado: el dolor será que los ideólogos, como los más viles y más cobardes, serán los últimos que perezcan: acostumbrados al yugo, lo llevarán fácilmente hasta de sus propios esclavos. Los genios de esta tempestad, Pérez, Michelena, de Francisco y esos otros miserables, serán los que soplen los primeros fuegos de la hoguera adonde vayan a consumirse todas nuestras reliquias; ellos serán los últimos por recompensa. Jamás se ha sonado el clarín de la alarma vana mente; todos los oyen y todos se preparan al combate, amigos y enemigos. Habiendo sido los legisladores los trompetas, su voz no será desoída como en Caracas, donde el grito de la ley no ha sido escuchado por sus habitantes, mas en recompensa se castiga al celoso que pretendía cumplirla, digno delito de esa patria celestial.
Mando a Vd. los papeles de Bolivia que dicen cuanto ha pa sado allí en la instalación del congreso; yo le he dicho al general Sucre que el nacimiento y la vida de Bolivia es un himno de la sabiduría, casi todos los matrimonios tienen felices bodas... y después. . .
Ya sabía la llegada del agente francés.
Revenga me dice que Vd. le insta porque tome la secretaría de hacienda; elección que apruebo aunque considero que todo, en el día, es agua de cerraja.
No sólo los banqueros de Colombia han quebrado en Ingla terra sino seiscientas casas más.
Soy de Vd. el mejor amigo.
BOLÍVAR

Correspondencia Al general Sucre Año 1826


Correspondencia
Al general Sucre
Año 1826
Magdalena, 4 de junio de 1826.
A s. E. el Gran Mariscal Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Esta mañana ha llegado un oficial en comisión de Bogotá trayéndome comunicaciones de Santander del 23 de marzo y de Panamá hasta el 28 de abril. Santander me dice que el con greso le permitía a Vd. permanecer en Bolivia y accedía a dejar allí 2.000 colombianos. Estos dos puntos están, pues, resueltos, y crea Vd. que muy a mi satisfacción. Esta es la parte agradable de este correo; ahora veamos la desagradable que ciertamente es superior a la primera. Santander me dice que el senado había admitido la acusación contra Páez. Calcule Vd. la inmensidad de males en que nos puede sepultar esta maldita acusación. Se añade, para colmo de desdicha, que Escalona es el que va a suceder a Páez. Sobre todo esto me escribe Briceño, que está muy bien impuesto de las cosas de Venezuela, una larga y tristí sima carta, e instándome, por Dios y por la patria, que vuele a Colombia, que si yo no voy todo, todo se pierde. Sobre esto me hace mil reflexiones siempre con el buen juicio y penetración que tanto le distinguen. También se vuelve a hablar de expedición de La Habana; de la llegada de tropas y buques españoles y de acopio de víveres en Curazao y Jamaica para los godos.
Todo este conjunto de males me hubieran desesperado en otras circunstancias, pero como mi partido está ya tomado, no ha hecho más que acelerarlo y así estoy resuelto a marcharme a Colombia en el mes de julio o agosto, es decir, luego que haya puesto al general Santa Cruz en posesión de su destino de pre sidente del consejo de gobierno.

Es también preciso que Vd. tome mucho interés en que los batallones Pichincha y Bogotá vayan muy bien compuestos, pues que el gobierno los pide actualmente y yo deseo que vayan bien organizados..................

Correspondencia Al general Sucre CARTA. Año 1826


Correspondencia
Al general Sucre
CARTA. Año 1826
1.123.- BLANCO Y AZPURUA, X, 413).
Magdalena, 3 de junio de 1826.
A S. E. el Gran Mariscal Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Con Wilson se me olvidó decir a Vd. que el general San tander en carta del 6 de marzo me dice que en el congreso se discutía la licencia para que Vd. permaneciese en Bolivia, y para disponer de 2.000 hombres en favor de la república. Santander añade que él cree que todo se conseguirá, de modo que cuando llegue el diputado Olañeta se encuentre preparado este negocio. Ahora, pues, es llegado el momento de que vaya el diputado a llenar este objeto, que para Bolivia es de primera necesidad, necesidad que exige su bienestar, su conveniencia y, más que todo, su gratitud. No es mi intención decir que sea Olañeta el que precisamente vaya, porque tal vez Vd. lo empleará allí más útilmente; sino que deseo que vaya un diputado a Colombia, hombre instruido y de buena moral, que establezca relaciones íntimas y estrechas entre Bolivia y Colombia.
Estando ya reconocida la república de Bolivia por el gobierno del Perú, creo que su primer deber es el de enviar sus diputados al Istmo de Panamá para que allí representen a su nación y pro curen sus intereses. Soy, pues, de opinión que el señor Men dizábal debe pasar a Panamá, tomando por compañero de su nueva misión a su actual secretario, que parece ser hombre capaz y ya versado algún tanto en los negocios de su gobierno. Para que estos señores puedan partir cuanto antes, puede Vd. remi tirles sus credenciales e instrucciones por un oficial en posta y enviarle a Mendizábal el nombramiento de secretario en la le gación al Istmo, en blanco, para llenarlo aquí, donde no faltará un buen boliviano apto para este destino. Dos cosas tengo que recomendar a Vd. con relación a este encargo: primera, que se recomiende a la legación boliviana en el Istmo la más perfecta armonía con los enviados de Colombia, porque éstos son los que tienen las mejores instrucciones, y, al mismo tiempo, son hombres muy capaces y que podrán ayudarla con sus buenos consejos. Por mi parte, así lo encargaré a los señores Gual y Briceño, cuyo mérito Vd. bien conoce; segunda, que procure Vd. remitir, con el oficial que traiga las órdenes al señor Mendizábal, el dinero que corresponda a estos señores para el desempeño de su comisión. Aquí no se les puede dar absolutamente porque no lo hay, y por no aumentar la deuda de Bolivia, cuando ella puede muy bien sufragar este gasto. En esto, como en todo, hará Vd. lo que crea más conveniente a los intereses del país que lo ha escogido a Vd. para su jefe; no teniendo otro objeto que el de ayudarlo con mis consejos.
He dispuesto que dentro de tres meses salga para Panamá el batallón Pichincha, llevando 1.000 plazas, más que menos, y lo mejor compuesto que se pueda. Por supuesto, que todos aquellos a quienes corresponda, irán pagados de cuanto se les deba, para lo cual he escrito al general La Fuente, y espero que Vd. por su parte cooperará a que todo se haga a medida de mi deseo. El batallón Pichincha está destinado a Venezuela, donde será muy útil por su moral y por su jefe.
Dentro de seis meses, es decir, tres meses después de la mar cha de " Pichincha ", debe repetirse la misma operación con el batallón Bogotá, que también deberá ir a Venezuela. Por esta razón deseo que " Bogotá " se sitúe en Cochabamba, a fin de que baje a la costa ya aclimatado al calor y olvidado de los fríos del Potosí. " Bogotá " también deberá llevar 1.000 plazas, más que menos, dejando los venezolanos, magdalenos e istmeños, y tomando en reemplazo los peruanos que tenga el resto de la división a que pertenece. Este cuerpo debe ir pagado y recompen sado, en lo que le corresponda, con dinero del Alto Perú, porque habiendo el Bajo Perú hecho lo mismo con las tropas que han salido de Arequipa en la parte que debía darle Bolivia, justo es que Bolivia corresponda a esta deuda, porque en el Perú ya no hay dinero, ni de donde sacarlo. " Bogotá " deberá bajar a la costa escoltado por un batallón de la segunda división, el cual, luego que se haya embarcado " Bogotá ", deberá situarse en Tacna en reemplazo de " Pichincha ", quedando siempre a las órdenes de Vd. En Arequipa quedan 1.500 hombres a las órdenes del general Sandes, de que Vd. puede disponer cuando lo tenga a bien, y que pueden reemplazar el vacío que dejan los dos batallones que se separan de la segunda división; es decir, que Vd. puede llamar al Alto Perú la división del general Sandes después que hayan partido " Bogotá " y " Pichincha ".
Por todo lo que llevo dicho, conocerá Vd. que mi objeto es mandar a Venezuela un cuerpo de tropas extraño a todo des orden y a todo partido, y dejar en el Sur puros colombianos, que harán mucho bien aquí, y podrán hacer mucho mal allá.
Como dije a Vd. en mi última carta, estoy casi resuelto a ir a Colombia no a ejercer la presidencia, porque estoy bien determinado a no admitirla, sino a ver el modo de arreglar las cosas de Venezuela, las de Páez, y, en fin, a hacer el último sa crificio por Colombia.
Ayer se ha embarcado O´Leary llevando mi constitución boliviana a Colombia, y encargado de ver y hablar a todos, parti cularmente a Santander y a Páez, para quienes lleva cartas mías y consejos.
En estos días no hemos tenido noticias de ninguna parte; y así es que, al parecer, todo está tranquilo.
Soy de Vd. el mejor amigo de corazón.

BOLÍVAR.

Correspondencia Al general Santander Magdalena, 7 de abril de 1826.


Correspondencia
Al general Santander
Magdalena, 7 de abril de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
He recibido la agradable carta de Vd. del 21 de enero en la cual me habla largamente de todo, mas no me dice nada todavía de elecciones que es lo que nos importa, por ahora, más que todo.
Apruebo mucho y me parece perfectamente concebido el plan de la expedición marítima y del armisticio. Esto es lo que nos conviene decididamente. Entiendo que es mejor un armisticio que una paz con España.
No me parece bien que retiremos nuestros corsarios, porque es la única guerra ofensiva que hacemos a la España. En caso de que así se haga, deseo que Vd. mande publicar en las gacetas no ministeriales que el Perú y Bolivia darán patentes a los corsarios de Colombia y otros más, y que ocurran a estos gobiernos por ellas.
Me alegro del nombramiento de Cockburn, aunque se ha dicho que es el almirante Alejandro Cochrane.
Me alegro de que mande Vd. a Madrid a Francia.
Quedo de acuerdo sobre todo lo que Vd. dice del Brasil y Buenos Aires. Rivadavia se apoderó por una estratagema del gobierno, pero pronto saldrá de él. Es un malvado enemigo nuestro, que quiere que nosotros batamos al Emperador, sin quitarnos el sombrero solamente.
Insto a Vd. mucho porque se permita al general Sucre encargarse del mando de Bolivia.
He contestado ya toda su carta.
Estos días hemos estado aquí un poco agitados con motivo de la reunión del primer congreso constitucional, porque los diputados de Arequipa, que son los caraqueños del Perú, han querido que este congreso fuese constituyente y no constitucional como debe ser. La cuestión la suscitaron en una junta preparatoria, y muchos diputados de otras provincias los siguieron, unos por equivocación y otros por seducción. El consejo de gobierno sostenía la constitución por mi consejo, y como yo iba a ser desairado junto con mis delegados, y además temía una nueva anarquía nacer en este congreso constituyente, repetí decididamente lo que digo todos los días: que me iba. Esta palabra causó un alboroto inmenso. Todas las corporaciones, el pueblo y el congreso mismo me rogaron fuerte y unánimemente; además, hubo proyectos de impedirme a todo trance la marcha y de destruir, de paso, a los que me daban este disgusto. Yo soy blando de corazón a los ruegos de las personas que me aman; y, en efecto, todos me aman en el Perú, o a lo menos todos lo dicen con mucho calor; y lo cierto es, que de mil, apenas habrá uno que me aborrezca, o más bien que me tema. Es inútil decir que este incidente decidió de la cuestión en la junta preparatoria, aunque diecisiete votos se opusieron con calor a las miras del gobierno.
El motivo principal de todo esto es que un tal Luna Pizarro, un cleriguito como el doctor Pérez, ha querido que la constitución se varíe, o más bien que él pueda disponer de todo a su antojo. Él fue el que echó de aquí a San Martín y el que perdió a la junta que presidía La Mar; y él es el que ha pedido a Arequipa sus poderes sin restricción alguna, y como no pueden entrar en el congreso con estos poderes, los de Arequipa han querido sostener su partido.
El consejo de gobierno que yo he dejado aquí es compuesto de hombres buenos y honrados como Roscio, don Juan P. Ayala, y Restrepo: por consiguiente, les falta energía y popularidad. No les acusan más que flaquezas e indulgencias y, por lo mismo, dicen que no sirven para gobernar. Piden un nuevo consejo, y yo no encuentro otro mejor. Espero a un tal Pando, que ha ido al Istmo, para ponerlo en el ministerio de estado. Este caballero tuvo el mismo destino en Madrid en tiempo de las cortes. Tiene mucha semejanza con Revenga y en todo es superior, porque ha estado siempre en Europa en la carrera diplomática. Su honradez, su energía y sus luces compiten entre sí; pero no es agradable ni amado, aunque es el primer hombre del Perú. Nació en Lima y tiene toda su familia aquí; mas no es conocido por haber estado siempre fuera. Yo no sé qué hacer. Este país no se puede componer en cuatro ni en seis años: el congreso será siempre el mismo y lo mismo el ejecutivo. Esto está tranquilo por el encanto de mi opinión. Carrión decía que yo era el caduceo de Mercurio rodeado de serpientes amigas; pero que cuando faltase el caduceo todas se despedazarían. Yo estoy cansado de mandar y quiero irme; de suerte, que me alegrara mucho de que me viniera la orden para volver a Colombia. Lo único que me retiene es la constitución de Bolivia: ya la tengo concluida y quisiera presentarla personalmente al congreso de aquel país. Por lo tanto, si el congreso de Colombia no me ha permitido ir a Bolivia o me ha llamado, ruego a Vd. que me inste fuertemente de oficio para tener este documento con qué justificar y sostener mi marcha a Colombia; pero también suplico a Vd. que de ningún modo haga intervenir al poder legislativo en mi llamada, pues el emperador del Brasil puede batir a los argentinos y poner en gran riesgo estas repúblicas del Sur. Y si el congreso me llama no puedo más que obedecer, piérdase quien se perdiere. Por esta consideración yo deseo que Vd. me llame; pero no el congreso. También añado que ni voy a Bogotá ni voy a mandar. Basta, basta, basta. En este siglo de filosofía nadie adquiere gloria o la conserva si no se arregla religiosamente a los principios. Muchas unidades exigen nuestros críticos políticos para formar una nueva tragedia heroica. Por lo mismo, son muy infaustas las catástrofes.
Dígale Vd. a Soublette que he recibido con mucho gusto su última carta, aunque no apruebo su contenido de retirarse del mando; que lo único que yo apruebo es irse de América a trabajar en una parte donde haya mucha seguridad; que me escriba siempre y le daré tan buenos consejos como ahora.
Vd. habrá sabido por White y por otros también el cuento que viene de Venezuela sobre la corona. Tanto han de hablar sobre esta corona los enemigos y los amigos tontos, que me han de desterrar de Colombia y de América toda; no quieren creer que el mando me disgusta tanto como amo la gloria, y que la gloria no es mandar sino ejercitar grandes virtudes. Yo he querido la gloria y la libertad, ambas se han conseguido y, por lo mismo, no tengo más deseos.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR.
P. D. - Esta carta no la he cerrado todavía porque aguardo la de Vd. que seguramente viene por el conducto de Heres. Hasta ahora no he tenido ninguna noticia ni he recibido gacetas.
Una que me ha remitido el señor Armero contiene la noticia de que los Estados Unidos van a remitir un enviado al Istmo a asistir a nuestras conferencias, exceptuando las que puedan ser beligerantes. Esto es bastante importante.
Armero me ha presentado el proyecto de armisticio con España. Yo he mandado decir que me parece bien que lo presente a este gobierno, que no dudo entrará en él. Este proyecto tiene para nosotros mil ventajas y, por lo mismo, yo debo permanecer en el Sur hasta que se realice, se decida la paz, o continuemos en guerra. Los españoles están mandando muchas tropas a las islas y ahora mismo acaban de llegar cuatro regimientos. Esto, unido a que mi permanencia en el Sur, dará más fuerza a las proposiciones que haga el Perú en el armisticio, me persuade que yo debo estar por aquí hasta ver el resultado de esta importante negociación, bien sea adversa o favorable. Si es contraria y los españoles intentasen alguna operación contra nosotros, yo podré llevar del Sur 20.000 hombres, lo que no obtendríamos si yo me ausento. Además, esté Vd. persuadido de que si yo me voy todo, todo esto se pierde.
Hasta ahora no he recibido la carta de Vd.
BOLÍVAR.

P. D. - El general Sucre me dice que tiene en Guayaquil ocho mil pesos que el gobierno puede tomar, librándole otro tanto a su hermano en Cumaná. Yo me intereso porque Vd. lo sirva en este negocio.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...