Correspondencia
Al general Sucre
Caracas, 20 de febrero de 1827.
Al exmo. Sr. Gran mariscal de Ayacucho,
Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Tengo a la vista la muy apreciable carta de
Vd. del 4 de octubre, que acabo de recibir. Toda ella es de tanto peso y llena
de intereses tan complicados, que, por lo mismo, no me es posible responder a
ella en una sola carta y un solo momento. Diré, de paso, que me ha parecido
excelente el pensamiento de Vd. sobre el tratado que se celebre entre el Perú y
Bolivia, luego que llegue allí el señor Ortiz de Zevallos, con relación a los
mutuos auxilios que deben prestarse estas dos repúblicas. Con esta misma fecha
escribo al general Lara, para que ponga a disposición de Vd. los auxilios que
se le pidieren de las tropas colombianas que están a sus órdenes, a pesar de
que antes de ahora le he hecho este mismo encargo. Con respecto a las
condiciones que deben estipularse entre el Perú y Bolivia, el general Santa
Cruz y Vd., por medio de sus comisionados, pueden hacer lo que les parezca
útil, sin necesidad de mi autorización, porque ni uno ni otro dependen de mí en
el ejercicio de sus respectivas atribuciones como jefes de estado.
Quedo informado del pase que Vd. ha dado a la
ley del congreso reincorporando la provincia de Tarija a la república. No hay,
pues, la menor duda de que las relaciones entre Vds. y el Río de la Plata van a ponerse en mal;
pero ya que ha sucedido así, no lo creo un mal: más vale estar divididos de una
vez que medio unidos.
De oficio respondo a la consulta que me hace
el consejo de gobierno sobre la gratificación concedida a los vencedores de
Junín y Ayacucho, y encargo que se trasmita a Bolivia esta contestación, para
que le sirva de gobierno y se arregle a ella. Advierto a Vd. que la recompensa
que decretó el gobierno del Perú en favor de los sitiadores del Callao, no debe
salir de ninguno de los millones concedidos por el Perú y Bolivia, porque ésta
ha sido una donación aparte.
En mi anterior dije a Vd. que aguardaba
noticias de Europa sobre el estado de la guerra entre España e Inglaterra, para
determinar si tendría lugar o no la expedición que premeditaba dirigir contra
Puerto Rico. Hasta hoy me hallo en la misma incertidumbre, porque aun no llega
el paquete inglés, que nos debe sacar de las dudas en que nos encontramos. En
el mes pasado se ha dado por cosa hecha la guerra entre España e Inglaterra; y
sin embargo, no lo creo: pero, sí podemos contar con que la España no estará en la
aptitud de podernos ofender, y que la Inglaterra aprovechará esta oportunidad para
lograr ventajas en favor de la
América. En fin, el paquete vendrá de hoy a mañana y sabremos
a qué nos debemos atener.
Los negocios de Venezuela, como he dicho a Vd.
en mis anteriores cartas, han tenido un desenlace muy feliz para el país, muy
glorioso para mí, pero éste ha sido el efecto del primer momento, sin que por
eso podamos decir que todo se ha hecho. Es verdad que hemos ahogado en su
nacimiento la guerra civil; mas la miseria nos espanta, pues no puede Vd.
imaginarse la pobreza que aflige a este país. Caracas llena de gloria, perece
por su gloria misma, y representa muy a lo vivo lo que se piensa de la Libertad , que se ve
sentada sobre sus ruinas. Venezuela toda ofrece ese hermoso pero triste
espectáculo. Yo no sé, a la verdad, cómo remediar males que sólo el tiempo y el
poder de Dios pueden hacer desaparecer, y, entre tanto, todos ocurren a mí. En
fin, yo haré lo que pueda, ya que más no puedo.
El correo de Bogotá aun no llega; lo espero
con ansia para saber si se reúne o no el congreso.
Cumaná está tranquila; pero como el resto de
Venezuela gime en la más espantosa miseria.
Memorias a los amigos, y créame Vd. siempre su
afectísimo amigo que lo ama de corazón.
BOLÍVAR.
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