Discursos y proclamas Caroreños 26 de octubre de 1820

Discursos y proclamas
Caroreños

26 de octubre de 1820
Simón Bolívar, Libertador y presidente de Colombia
Caroreños:
Vuestra conducta leal y siempre eminentemente laudable ha arrancado de mi corazón el sentimiento de la más justa admiración. Si, compatriotas: vosotros merecéis ser llamados hijos beneméritos de la Patria.
Caroreños! el ejemplo que acaba de dar el coronel Vargas poniéndose a vuestro frente para enarbolar el pabellón de Colombia, es digno de la gratitud nacional. Seguidle, pues, en la senda del honor y de la gloria republicana. Un solo esfuerzo más y viviréis libres y pacíficos porque Dios ha coronado nuestra constancia con la victoria.
Cuartel general Libertador en Trujillo, 26 de octubre de 1820.

BOLÍVAR.

Correspondencia Al general Santander Caracas, 6 de febrero de 1827.

                                                                          Correspondencia
Al general Santander

Caracas, 6 de febrero de 1827.
A s. El general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Respondo a la apreciable carta de Vd. del 23 del pasado. He visto las noticias que Vd. me da de Europa y las que comunica Madrid. Ayer ha llegado a esta ciudad el doctor Foley, con treinta días de navegación de Liverpool a La Guaira. Por los informes que él me ha dado, relativos al estado político de la Europa y por los papeles públicos que he visto, estoy casi persuadido que la guerra entre Inglaterra y España no tendrá lugar. Parece que todo se ha reducido a amenazas de parte de la más fuerte contra la más débil. Así creo que no debe tener lugar la expedición que premeditaba contra Puerto Rico, y hoy mismo mando cesar los preparativos que había ordenado, hasta segunda orden. Sin la cooperación de la Inglaterra nada haríamos y todo lo perderíamos. Por lo tanto, no debe Vd. apresurarse en hacer gastos que podrían ser inútiles y que además nos arruinarían más y más.
Estoy desesperado por saber si se ha reunido el congreso y lo que ha determinado. ¡Ojalá que aprobase mis operaciones y mandase cumplir mis decretos! pero si no lo hiciere así no tendré un sentimiento muy grande, porque no estoy seguro de las consecuencias de mis providencias. Yo veo como incierto y peligroso todo. Cuanto más considero la materia que manejamos, es decir la distribución del poder público en Colombia, tanto más me desaliento y encuentro dificultades. Sin embargo de todo esto, si el congreso no se reúne y no dispone nada en contra de lo que yo he decretado, mi resolución es llevar a efecto la consulta a los colegios electorales sobre la anticipación de la convención nacional. Esta gente está en un estado que yo no puedo definir, porque no hay un espíritu público bien decidido sobre ningún punto capital. Todos dudan como yo cuál será el camino de la salud, pero al fin debemos obrar de un modo u otro, sobre todo cuando los amigos del general Páez y él mismo no quieren obedecer más a la autoridad que resida en Bogotá. No debo hacer un misterio de esta declaración, puesto que el general Páez me ha dicho resueltamente antes de ayer que quería saber definitivamente mis opiniones políticas sobre el estado de las cosas, para saber lo que debía decir en Apure adonde va ahora; que él estaba resuelto a irse del país si se le quería someter de nuevo a la constitución de Cúcuta y al gobierno de Bogotá; que si yo lo determinaba así, él me pediría su pasaporte. Mi respuesta fue que yo no haría más que sostener los decretos que había dado; que la gran convención determinaría lo que tuviera por conveniente y que mientras tanto él no obedecía a Bogotá sino mi autoridad solamente, en fin, le dije: " yo le he dicho a Vd. que el único pensamiento que tengo es la gran federación de Perú, Bolivia y Colombia; pero mi único deseo es abandonar este país y dejar el servicio público, porque ya me es insoportable ".
Los amigos de Páez están casi desesperados y dicen que Páez los ha vendido. Los amigos del gobierno dicen que yo desatiendo a los fieles y favorezco a los traidores. El general Bermúdez y el batallón de Apure, que son los que todo lo han perdido, son los que más agitan este partido.
Vd. me dice que va a entregarle el mando al señor Baralt, en oposición a lo que yo he determinado a instancia de Vd. Si así fuere, yo también entregaré el mando al pueblo y me iré con Dios, porque yo no sé si a Baralt le obedecerán, y sé muy bien que si abandono a Venezuela por ir a Cundinamarca, se pierde otra vez la república, y yo no puedo ni quiero verme en mayores dificultades sin mi culpa. Por lo demás, Vd. tendrá mil razones para abandonar el mando: yo también las tengo, y aguanto. Yo creo que nuestra dignidad y el bien de la república nos exige nuestra permanencia en el gobierno hasta la gran convención, o hasta que entreguemos el mando a un congreso ordinario. Por mi parte, no admitiré jamás la presidencia y voy a declararlo así por una proclama luego que dé el decreto que mande consultar a los colegios electorales para la gran convención.
Soy de Vd. de corazón.
BOLÍVAR.

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P. D. - Acabo de recibir las cartas de Vd. del 16 y 29 de diciembre. Me alegraré mucho de que el congreso se reúna aunque sea en todo el año, no porque yo espere bien de él, sino porque espero salir bien yo entregándole el mando de la república, para lo cual mando a Vd. un pliego que presentará de mi parte al presidente del senado. Yo estoy desesperado de todo. Me escriben de Bogotá que no tengo dos amigos en esa capital. Prueba infalible de que, por lo menos, se trabaja contra mí, y puedo decir con franqueza que me alegro para que nada me cueste desprenderme de Colombia.

Correspondencia Al general Sucre Caracas, 20 de febrero de 1827.

                                                                          Correspondencia
Al general Sucre

Caracas, 20 de febrero de 1827.
Al exmo. Sr. Gran mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Tengo a la vista la muy apreciable carta de Vd. del 4 de octubre, que acabo de recibir. Toda ella es de tanto peso y llena de intereses tan complicados, que, por lo mismo, no me es posible responder a ella en una sola carta y un solo momento. Diré, de paso, que me ha parecido excelente el pensamiento de Vd. sobre el tratado que se celebre entre el Perú y Bolivia, luego que llegue allí el señor Ortiz de Zevallos, con relación a los mutuos auxilios que deben prestarse estas dos repúblicas. Con esta misma fecha escribo al general Lara, para que ponga a disposición de Vd. los auxilios que se le pidieren de las tropas colombianas que están a sus órdenes, a pesar de que antes de ahora le he hecho este mismo encargo. Con respecto a las condiciones que deben estipularse entre el Perú y Bolivia, el general Santa Cruz y Vd., por medio de sus comisionados, pueden hacer lo que les parezca útil, sin necesidad de mi autorización, porque ni uno ni otro dependen de mí en el ejercicio de sus respectivas atribuciones como jefes de estado.
Quedo informado del pase que Vd. ha dado a la ley del congreso reincorporando la provincia de Tarija a la república. No hay, pues, la menor duda de que las relaciones entre Vds. y el Río de la Plata van a ponerse en mal; pero ya que ha sucedido así, no lo creo un mal: más vale estar divididos de una vez que medio unidos.
De oficio respondo a la consulta que me hace el consejo de gobierno sobre la gratificación concedida a los vencedores de Junín y Ayacucho, y encargo que se trasmita a Bolivia esta contestación, para que le sirva de gobierno y se arregle a ella. Advierto a Vd. que la recompensa que decretó el gobierno del Perú en favor de los sitiadores del Callao, no debe salir de ninguno de los millones concedidos por el Perú y Bolivia, porque ésta ha sido una donación aparte.
En mi anterior dije a Vd. que aguardaba noticias de Europa sobre el estado de la guerra entre España e Inglaterra, para determinar si tendría lugar o no la expedición que premeditaba dirigir contra Puerto Rico. Hasta hoy me hallo en la misma incertidumbre, porque aun no llega el paquete inglés, que nos debe sacar de las dudas en que nos encontramos. En el mes pasado se ha dado por cosa hecha la guerra entre España e Inglaterra; y sin embargo, no lo creo: pero, sí podemos contar con que la España no estará en la aptitud de podernos ofender, y que la Inglaterra aprovechará esta oportunidad para lograr ventajas en favor de la América. En fin, el paquete vendrá de hoy a mañana y sabremos a qué nos debemos atener.
Los negocios de Venezuela, como he dicho a Vd. en mis anteriores cartas, han tenido un desenlace muy feliz para el país, muy glorioso para mí, pero éste ha sido el efecto del primer momento, sin que por eso podamos decir que todo se ha hecho. Es verdad que hemos ahogado en su nacimiento la guerra civil; mas la miseria nos espanta, pues no puede Vd. imaginarse la pobreza que aflige a este país. Caracas llena de gloria, perece por su gloria misma, y representa muy a lo vivo lo que se piensa de la Libertad, que se ve sentada sobre sus ruinas. Venezuela toda ofrece ese hermoso pero triste espectáculo. Yo no sé, a la verdad, cómo remediar males que sólo el tiempo y el poder de Dios pueden hacer desaparecer, y, entre tanto, todos ocurren a mí. En fin, yo haré lo que pueda, ya que más no puedo.
El correo de Bogotá aun no llega; lo espero con ansia para saber si se reúne o no el congreso.
Cumaná está tranquila; pero como el resto de Venezuela gime en la más espantosa miseria.
Memorias a los amigos, y créame Vd. siempre su afectísimo amigo que lo ama de corazón.
BOLÍVAR.


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Correspondencia Al general Sucre Caracas, 28 de febrero de 1827.

Correspondencia
Al general Sucre

Caracas, 28 de febrero de 1827.
A s. E. El gran mariscal de ayacucho, Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Contesto en una sola carta las apreciables de Vd. del 12 de setiembre hasta el 12 de octubre que he recibido a un tiempo por el correo de ayer, junto con las copias y papeles públicos relativos a Bolivia y a los últimos acontecimientos que han tenido lugar en la provincia de Tarija. En el correo pasado dije a Vd. lo que pensaba con respecto a esa ocurrencia; y ahora nada tengo que añadir a lo que antes indiqué. Es tan inmensa la distancia que nos separa que no puedo dar mis opiniones con seguridad sin exponerme a aventurarlas y a comprometer la política de ese estado. Vd. se halla colocado a su cabeza y tiene bastante conocimiento en los negocios públicos para saber lo que más conviene. Cuando yo me acerque, entonces será otra cosa; pero en el entretanto déjese Vd. guiar por su buen genio que hasta ahora no lo ha abandonado; y sea Vd. el mortal dichoso que haga la felicidad de un pueblo que lleva el nombre de su amigo. Diráse que yo he libertado el Nuevo Mundo, pero no se dirá que yo haya perfeccionado la estabilidad y la dicha de ninguna de las naciones que lo componen. Vd., mi querido amigo, es más feliz que yo. Esto me conduce naturalmente a hablar a Vd. sobre la presidencia de Bolivia.
Con cuánto gusto he sabido que Vd. ha obtenido todos los votos de los colegios electorales; y aunque hubieron dos en contra, esto mismo prueba que las elecciones se han hecho en plena y absoluta libertad. Con todo, dos votos nada pesan en contra de la mayoría. Vd. me dice que aceptaba el nombramiento hasta el año 28. Mi silencio en esta parte indica mi deseo. En otra ocasión hablaré a Vd. sobre este importante asunto, pues para ello tiempo tenemos.
El general Córdoba me ha escrito, y yo apruebo mucho el que Vd. lo haya detenido. La adjunta carta que le escribo, tenga Vd. la bondad de remitírsela, cerrándola antes. En ella verá Vd. lo que digo con respecto a la expedición a La Habana. Ayer ha venido el paquete de enero y no nos ha sacado de las dudas en que nos puso el pasado con respecto a la guerra entre España y Portugal. Las tropas partieron de las costas británicas, pero aun no se ha sabido su llegada a Lisboa, sino en parte, y, por lo mismo, se ignoraba el resultado de esta operación, de la cual depende, en mi concepto, la suerte de la Península. Es natural creer que esta ceda a las instancias de la Inglaterra que, como más fuerte, impondrá sus condiciones; y algunos opinan que la del reconocimiento de nuestra independencia será la primera. De uno u otro resultado, yo espero sacar un buen partido para Colombia y puede hacerse extensivo a los demás estados. Explicaré mi pensamiento: si la guerra tiene lugar mi objeto es mandar una expedición a La Habana, que nos dará la ventaja de descargarnos de los gastos que nos causen en este país las tropas que lo guarnecen y darles abundancia por miseria, gloria por ocio. Si no tiene lugar la guerra, entonces pienso licenciar todos los cuerpos y dejarlos en cuadros. Sólo de este modo podríamos medio marchar adelante, porque es tal la miseria que da compasión.
Por el último correo de Bogotá, he sabido que allí se reunían los diputados al congreso de esta legislatura. No dudo que se instalará; pero no puedo asegurar el bien que hará en circunstancias, a la verdad, bien delicadas. Yo he hecho la renuncia que incluyo, para que Vd. la haga correr en todas direcciones.
Creo que los oficiales, según la ley del poder ejecutivo, no necesitan de licencia para casarse. Esto lo digo en contestación de lo que Vd. me participa sobre los matrimonios de Salgar, Molina, Geraldino, etc., que apruebo. Felicítelos Vd. en mi nombre. Tenga Vd. la bondad de saludar a Infante, Olañeta y demás amigos.
Cumaná está ya muy tranquila; allí se porta Mariño muy bien. Yo veo con el interés de mi corazón a la patria del amigo a quien más amo.

BOLÍVAR.

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Correspondencia Al general Sucre Caracas, 6 de abril de 1827.

Correspondencia
Al general Sucre

Caracas, 6 de abril de 1827.
A s. E. el gran mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.
Mi querido general:
Con esta fecha mando a Vd. mi respuesta al congreso boliviano; y a Vd. mismo me dirijo de oficio, para comprometerlo a Vd. más a que acepte la presidencia vitalicia de Bolivia. Yo me he tomado una libertad que se debe llamar usurpación, porque nadie en este mundo tiene derecho para esclavizar a otro. ¿Pero qué hemos de hacer? ¿Dejaremos perecer a Bolivia cuando es el gran trofeo de Ayacucho? No, mi querido general, salvémosla, porque es nuestra hija gratuita, de adopción; nos la ha dado la fortuna, y no el acaso; diré mejor, nos la ha dado el mérito y no la suerte. No podemos negar una hija que ha salido de nuestra mente como Palas de la cabeza de Júpiter, grande, bella y armada.
Yo he puesto al congreso una condición sola: la de que amen a Vd., para que Vd. los pueda mandar siempre; porque el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor. Un jefe republicano no puede mandar largo tiempo sino con tiranía, si la estimación popular no lo favorece. Como yo conozco a Vd., estoy persuadido que este favor no le abandonará mientras que exista en Bolivia. Vd. es un hombre impecable: tal es la opinión que he formado de su hermoso corazón.
Lo que más nos molesta por ahora en el Perú es el disgusto de Lara con el gobierno. No sé qué causa tenga esto; pero algo ha habido. Lara ha renunciado su destino, y yo he escrito a Santander para que se lo dé a Sandes. También he pedido los batallones Rifles y Vencedores para la guarnición de Venezuela.
Soy de Vd. de todo corazón afectísimo amigo.
BOLÍVAR

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Correspondencia Al general Santander Caracas, a 13 de febrero de 1826 (sic) 1827.

Correspondencia
Al general Santander

Caracas, a 13 de febrero de 1826 (sic) 1827.
Al exmo. señor general Francisco de Paula Santander, vice-presidente, &.
Mi querido general:
Están ya establecidos los cuatro correos mensuales y hoy parte uno. Desde mi última carta, nada ha ocurrido de nuevo. En Venezuela todo está ya tranquilo; pero miserable. Yo no sé qué hacer.
En la semana pasada ha llegado a la Guaira la fragata Cundinamarca conduciendo el batallón Callao, que ya está en esta ciudad, y veinte mil pesos que están ya gastados. Yo recomiendo a Vd. el pago de las libranzas de Montilla de preferencia a todo otro. Antes le he dicho que mi honor estaba comprometido en este asunto.
Aún no ha venido el paquete; pero lo esperamos pronto y con ansia mortal para que nos saque de las dudas en que estamos con respecto a las noticias de Europa y últimos sucesos del Portugal. Hasta entonces no podré decir a Vd. mi última resolución sobre las tropas que existen en Venezuela. Espero poder decir algo más por el correo del 22.
Nada sé de Bogotá ni del Congreso. Vd. todo me lo dirá.
Cisneros está en los Anaucos en tratados y espero que se me presentará mañana o pasado mañana. Si se logra esta ventaja, será uno de los bienes que he podido hacer a Venezuela con mi venida.
Tenga Vd. la bondad de saludar a todos los señores Secretarios y de creerme su afmo. amigo de corazón.
BOLÍVAR.

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De letra del Libertador:

Después de mil daños Cisneros está ya con nosotros; ahora mismo ya lo tenemos.

Correspondencia Al general Santander Puerto Cabello, 3 de enero de 1827.

                                                    Correspondencia
Al general Santander

Puerto Cabello, 3 de enero de 1827.
A s. El general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Desde Maracaibo no he escrito a Vd. porque estaba en marcha a esta plaza, adonde llegué ahora tres días. La encontré en guerra abierta con Valencia; tuve noticias del estado del Occidente y Oriente de Venezuela, donde ya se combatían, y últimamente vino el general Silva a darme noticias del Llano, que ya ardía. Los tres días que llevo en esta plaza los he empleado en comunicaciones con el general Páez, que, al fin, ha mandado reconocer mi autoridad como presidente de la república en todo el territorio de Venezuela, y él mismo se somete a ella bajo el título de jefe superior, que no tendrá otras atribuciones que las que le son concedidas a este destino. Por mi parte, no he podido menos que dar el decreto que Vd. verá; él evita la guerra civil que devoraba ya a Venezuela y, calmando el furor de los partidos, es un triunfo para la patria y también para la república. No puede Vd. imaginarse, mi querido general, la fermentación en que se hallan todos los partidos en Venezuela, y la serie de males que tenía delante era tan terrible como dilatada: dentro de poco no hubiéramos encontrado sino escombros anegados en sangre. En fin, mi querido general, la guerra civil está evitada; mi autoridad, que es perteneciente a la república, reconocida; y ¿puede desearse un triunfo más completo? De otro modo cada pueblo habría sido un escombro o un sepulcro. El general Páez tenía elementos de qué valerse y aun ya había empezado por dar libertad a sus esclavos. Se decía que lo perseguían, porque era de la clase del pueblo. El Bajo Apure y Cumaná hubieran encendido una guerra de ilotas. Yo no sé adónde hubiéramos ido a parar. El decreto que le confiere el mando civil y militar de Venezuela se limita a la autoridad conferida al general Soublette, pero solamente para el departamento de Venezuela, pues en el día no se conoce otra Venezuela, y no es extensiva al Zulia ni al Oriente; por consiguiente, es menos que lo que ha mandado Soublette.
La autoridad del general Mariño ha reemplazado a la anarquía sanguinaria que había en el Oriente y es increíble lo que ha trabajado por restablecer mi opinión y mi autoridad. Guzmán se ha apoderado de su alma y me asegura de su fidelidad. Estaba resuelto a combatir contra Páez. Esto responde Guzmán de ello, en cuanto se puede asegurar lo que es falible. En una palabra antes de saber nada se ha puesto a mis órdenes y abandonó a Páez. Contra su voluntad se le ha hecho la guerra a Bermúdez en Barcelona; porque el pueblo está furioso contra aquel pobre general. Todo lo demás que digan a Vd. es mentira; siempre me refiero a lo que me dice Guzmán como muy positivo; y yo tengo a Guzmán como amigo seguro y fiel que ha trabajado divinamente en todo esto. Últimamente estaba temblando de los partidarios de Páez. Sólo el honor lo hubiera hecho marchar a Valencia en misión y ahora ha ido a Caracas.
Nadie puede explicarme cómo ha sido la ocupación de Barinas por las tropas de Páez después de la llegada de Ibarra; después sí me han explicado todos el terror que me han tenido todos inclusive el mismo Páez. A pesar de todo esto, no hay persona que no me asegure que sí tiene mucha, mucha estimación, mucha adhesión por mí. Dice Austria que el general Páez es el que ha tenido más calma durante toda esta borrasca. En fin, mañana yo veré a Páez y escribiré a Vd. más latamente. Ya le he mandado la carta que Vd. me dio para él en prueba de la anticipación de sus ideas.
Soy de Vd. de todo corazón.
BOLÍVAR
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P. D. - Ya no se necesita que venga el batallón Paya ni el escuadrón. Deles Vd. orden que contramarchen.
A todo esto aquí estamos cargados de deudas y todo, todo, todo arruinado con el gran desorden; mientras tanto tenemos cuatro o cinco mil hombres en Venezuela sola, sin contar con el Zulia y con los otros departamentos: ¡Plata!

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sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...