Discursos y proclamas Declaración de la república de Venezuela 9 de mayo de 1823

Discursos y proclamas
Declaración de la república de Venezuela

9 de mayo de 1823
Simón Bolívar, jefe supremo de la república de Venezuela
Considerando que cuando el gobierno español solicita la mediación de las altas potencias para restablecer su autoridad, a titulo de reconciliación sobre los pueblos libres e independientes de América, conviene declarar a la faz del mundo los sentimientos y decisión de Venezuela:
Que aunque estos sentimientos y esta decisión se han manifestado en la República desde el 5 de julio de 1811, y más particularmente desde los primeros anuncios de la solicitud del gabinete de Madrid, es del deber del gobierno en quien reside la representación nacional, reiterarlos y declararlos legal y solemnemente:
Que esta declaración franca y sincera, no sólo es debida a las altas potencias, en testimonio de consideración y respeto, sino indispensable para calmar los ánimos de los ciudadanos de Venezuela:
Reunidos en junta nacional el consejo de estado, la alta corte de justicia, el gobernador, vicario general de este obispado sede vacante, el estado mayor general, y todas las autoridades civiles y militares, después de haber examinado detenidamente la conducta del gobierno español, hemos tenido presente:
1°-Que la idea de una reconciliación cordial, jamás ha entrado en las miras del gobierno español.
2°-Que habiéndosela propuesto la Gran Bretaña por dos veces desde los primeros días de las desavenencias, la ha desechado con desprecio de todos.
3°-Que al mismo tiempo que se trataba de reconciliación, ella bloqueaba nuestros puertos, mandaba ejércitos contra nosotros y tramaba conspiraciones para destruirnos.
4°-Que habiéndose sometido Venezuela bajo una capitulación solemne; apenas ésta depuso sus armas, cuando ella la violó en todas sus partes, sacrificando millares de ciudadanos, cuyos derechos había jurado respetar.
5°-Que haciéndonos una guerra de exterminio sin respetar el sexo, la edad, ni la condición, ha roto los vínculos sociales, y ha excitado un odio justo e implacable.
6°-Que este odio se ha exaltado por las atrocidades que ha cometido, y por la mala fe con que nos mira bajo de todos aspectos.
7°-Que toda la América, y muy particularmente Venezuela, está íntimamente convencida de la imposibilidad absoluta en que se halla la España de restablecer de ningún modo su autoridad en este continente.
8°-Que toda la América está ya satisfecha de sus fuerzas y de sus recursos: conoce sus ventajas naturales y medios de defensa, y está segura de que no hay sobre la tierra poder bastante para ligarla otra vez a la España.
9º-Que cuando lo hubiese, está resuelta a perecer primero que someterse de nuevo a un gobierno de sangre, de fuego y de exterminio.
10º-Que hallándonos en posesión de la libertad e independencia que la naturaleza nos había concedido, y que las leyes mismas de España, y los ejemplos de su historia, nos autorizaban a recobrar por las armas, como efectivamente lo hemos ejecutado, seria un acto de demencia y estolidez someternos bajo cualesquiera condiciones que sean al gobierno español.
Por todas estas consideraciones, el gobierno de Venezuela, intérprete de la intención y de la voluntad nacional, ha tenido a bien pronunciar a la faz del mundo la siguiente declaración:
1°-Que la república de Venezuela por derecho divino y humano, está emancipada de la nación española, y constituida en un estado independiente, libre y soberano.
2º-Que la España no tiene justicia para reclamar su dominación, ni la Europa derecho para intentar someterla al gobierno español.
3°-Que no ha solicitado, ni solicitará jamás, su incorporación a la nación española.
4°-Que no ha solicitado la mediación de las altas potencias para reconciliarse con la España.
5°-Que no tratará jamás con la España sino de igual a igual, en paz y en guerra, como lo hacen recíprocamente todas las naciones.
6°-Que únicamente desea la mediación de las potencias extranjeras, para que interpongan sus buenos oficios en favor de la humanidad, invitando a la España a ejecutar y concluir un tratado de paz y amistad con la nación venezolana, reconociéndola y tratándola como una nación libre, independiente y soberana.
7°-Últimamente declara la república de Venezuela que desde el 19 de abril de 1810, está combatiendo por sus derechos: que ha derramado la mayor parte de la sangre de sus hijos: que ha sacrificado todos sus bienes, todos sus goces y cuanto es caro y sagrado entre los hombres por recobrar sus derechos soberanos y que por mantener ilesos, como la divina providencia se los ha concedido, está resuelto el pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español.
Dado, y firmado de mi mano, sellado con el sello provisional de la república, y refrendado por el secretario de estado en el palacio de gobierno en Angostura a 20 de noviembre de 1818, año octavo de la independencia.

SIMÓN BOLÍVAR.
por S. E. el Jefe Supremo,
El Secretario de Estado, Pedro Briceño Méndez.
Reproducida en la Gaceta de Colombia número 134, del 9 de mayo de 1823.

Discursos y proclamas A los pueblos de Venezuela! 24 de octubre de 1818


Discursos y proclamas
A los pueblos de Venezuela!

24 de octubre de 1818
Simón Bolívar, jefe supremo de la república de Venezuela, capitán general de sus ejércitos y de los de la Nueva Granada
A los pueblos de Venezuela!
Venezolanos!
El Congreso de Venezuela debe fijar la suerte de la República combatida y errante tantos años. Nuestras heridas van a curarse al abrigo de una representación legítima.
No es por una vana ostentación, ni por hacer mi apología que os hablo de mí: yo os he servido, y os debo cuenta de mi conducta.
Cuando las convulsiones de la naturaleza sepultaron al pueblo de Venezuela en el más profundo abatimiento. el general Monteverde hizo entrar en la nada nuestra naciente República. Yo que más temía la tiranía que la muerte, abandoné las playas de Venezuela, y fui a buscar la guerra que se hacia a los tiranos en la Nueva Granada, como el único alivio a los dolores de mi corazón. El Cielo oyó mis votos y gemidos, y el Gobierno de Cartagena puso a mis órdenes cuatrocientos soldados que en pocos días libertaron el Magdalena y la mayor parte de la provincia de Santa Marta. En seguida marché a Cúcuta, y allí la victoria se decidió por nuestras armas. Venezuela me vio parecer en su territorio coronado con los favores de la fortuna.
El Congreso de la Nueva Granada me concedió el permiso de rescatar a mi patria. Muy pronto tuve la dicha de restablecer las autoridades constituidas, en la primera época de la República, en las provincias de Mérída, Trujillo y Barinas. La capital. de Caracas recibió en `su seno a los bravos granadinos; pero Puerto Cabello cubierto por sus muros, llamó luego mi atención por su resistencia y apenas me lió tiempo para tomar medidas que salvasen del desorden el dilatado país que habíamos arrancado a los tiranos de España.
La expedición de Salomón hizo concebir a los realistas nuevas esperanzas, y aunque batido en Bárbula y las Trincheras, infundió tal aliento a nuestros enemigos, que casi simultáneamente se sublevaron los Llanos y el Occidente de Venezuela. Las batallas de Mosquitero y de Araure nos volvieron el Occidente y los Llanos. Entonces volé desde el campo de batalla a la capital, hice renuncia del poder supremo, y di cuenta al pueblo el 2 de enero de 1814, de los sucesos de la campaña y de mi administración militar y civil. El pueblo en masa sólo respondió con una voz unánime de aprobación, confiriéndome nuevamente el poder dictatorial que ya ejercía. Nuevos reveses me llamaron a la campaña; y después de la lucha más sangrienta, volví del campo de Carabobo a convocar los representantes del pueblo que constituyesen el Gobierno de la República.
El desastre de la Puerta sepultó en el caos nuestra afligida patria, y nada pudo entonces parar los rayos que la cólera del Cielo fulminaba contra ella.
Yo marché a la Nueva Granada: dí cuenta al Congreso granadino del éxito de mi comisión: premió mis servicios, aunque infructuosos, confiándome un nuevo ejército de granadinos y venezolanos. Cartagena fué el sepulcro de este ejército que debía dar la vida a Venezuela. Yo lo abandoné todo por la salud de la patria: voluntariamente adopté un destierro que pudo ser saludable a la Nueva Granada, como también a Venezuela. La Providencia ya había decretado la ruina de estas desgraciadas regiones, y les mandó a Morillo con un ejército exterminador.
Yo busqué asilo en una isla extranjera y fui a Jamaica solo, sin recursos y casi sin esperanzas. Perdida Venezuela y la Nueva Granada, todavía me atreví a pensar en expulsar a sus tiranos. La isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo presidente Petión me prestó  su protección; y bajo sus auspicios formé una expedición de trescientos hombres, comparables en valor, patriotismo y virtud, a los compañeros de Leonidas. Casi todos han muerto ya; pero el ejército exterminador también ha muerto. Trescientos patriotas vinieron a destruir diez mil tiranos, y lo han conseguido.
Al llegar a Margarita una asamblea general me nombró Jefe Supremo de la nación: mi ánimo fué convocar allí el Congreso; pocos meses después lo convoqué en efecto: los sucesos de la guerra no permitieron, sin embargo, este anhelado acto de la voluntad nacional.
Libre Guayana, y libre la mayor parte de Venezuela, nada nos impide ahora devolver al pueblo sus derechos soberanos.
Venezolanos! Nuestras armas han destruido los obstáculos que oponía la tiranía a nuestra, emancipación. Y yo, a nombre del ejército libertador, os pongo en posesión del goce de vuestros imprescriptibles derechos. Nuestros soldados han combatido por salvar a sus hermanos, esposas, padres e hijos; mas no han combatido por sujetarlos. El ejército de Venezuela sólo os impone la condición de que conservéis intacto el depósito sagrado de la libertad; yo os impongo otra no menos justa y necesaria al cumplimiento de esta preciosa condición: elegid por magistrados a los más virtuosos de vuestros conciudadanos y olvidad, si podéis, en vuestras elecciones, a los que os han libertado. Por mi parte yo renuncio para siempre la autoridad que me habéis conferido, y no admitiré jamás ninguna que no sea la simple militar, mientras dure la infausta guerra de Venezuela. El primer día de paz, será el último de mi mando.
Venezolanos! No echéis la vista sobre los sucesos pasados, sino para horrorizares de los escollos que os han destrozado: apartad vuestros ojos de los monumentos dolorosos que os recuerdan vuestras crueles pérdidas: pensad sólo en lo que vais a hacer; y penetraos bien de que sois todos venezolanos, hijos de una misma Patria, miembros de una misma sociedad, y ciudadanos de una misma República. El clamor de Venezuela es libertad y paz: nuestras armas conquistarán la paz. y vuestra sabiduría nos dará la libertad.
Cuartel General de Angostura, a 22 de octubre de 1818. - 8°
SIMÓN BOLÍVAR.

Correo del Orinoco, número 14, 24 de octubre de 1818.

Discursos y proclamas Discurso del jefe supremo en la sesión del consejo de estado 19 de octubre de 1818


Discursos y proclamas
Discurso del jefe supremo en la sesión del consejo de estado

19 de octubre de 1818
Señores del Consejo de Estado:
Llamado por mi deber al campo del honor no puedo separarme de la Capital sin consultar antes el dictamen del Consejo de Estado. Con 1a, mayor satisfacción presento a V. E. el tenor de los Decretos que últimamente se han expedido: revisados, modificados y corregidos por la sabiduría del Consejo pueden alcanzar su perfección. El Consejo de Estado por su institución goza de una gran parte de las atribuciones del Poder Legislativo, y es de su obligación ejercerlas a beneficio de la República.
Me lisonjeo al abrir la presente campaña que las armas de Venezuela, conservado su antigua gloria, adquirirán nuevas ventajas, y completarán el restablecimiento de la República. La sangre de centenares de millares de hombres no se habrá derramado en sus campos sin lavar las Manchas de la tiranía. La libertad de Venezuela a despecho de todo el poder español, parece infalible. Las armas del Rey humilladas en tantos sangrientos y gloriosos combates, han perdido todos los prestigios que las hacían formidables: su número se ha disminuido considerablemente, y su moral ha decaído en tanto grado que han perdido toda confianza, y ninguna esperanza las anima. Nuestro ejército ha recibido lo que siempre le ha faltado, armas, municiones; y se ha equipado tan completamente cuanto era de apetecer.
Extranjeros liberales, y sobre todo, bravos Ingleses sedientos de una gloria benéfica, se han incorporado en nuestras tropas. Por todas partes hemos experimentado los favores de la Providencia: los amigos de la justicia, de la humanidad, y del comercio han enviado desde países remotos, auxilios a Venezuela. Con estos auxilios, todas nuestras divisiones se han aumentado hasta un pie de fuerza que, cada una puede obrar por su parte. El enemigo será atacado simultáneamente sobre todos los puntos que ocupa; y si la suerte nos concede la victoria, como todo lo promete, muy pronto llegará el dichoso día, en que veamos nuestro Territorio libre de tiranos y restablecido en toda su perfección el gobierno de la República.
Animado de tan halagüeñas esperanzas yo me apresuro a proponer al Consejo de Estado la convocación del Congreso de Venezuela. Y aunque el momento no ha llegado en que nuestra afligida Patria goce de la tranquilidad que se requiere para deliberar con inteligencia y acierto, podemos, sin embargo, anticipar todos los pasos que aceleren la marcha de la restauración de nuestras instituciones republicanas. Por ardua que parezca esta empresa, no deben detenernos los obstáculos: otros infinitamente mayores hemos superado; y nada parece imposible para hombres que lo han sacrificado todo por conseguir la Libertad. En tanto que nuestros guerreros combaten, que nuestros ciudadanos pacíficos ejerzan las augustas funciones de la soberanía. Todos debemos ocuparnos en la salud de la República; como debemos desear que todos a la vez la consigamos. No basta que nuestros ejércitos sean victoriosos: no basta que los enemigos desaparezcan de nuestro territorio, ni que el mundo entero reconozca nuestra Independencia; necesitamos aún más, ser libres bajo los auspicios de leyes liberales, emanadas de la fuente más sagrada, que es, la voluntad del pueblo.
Yo he convocado a V. E. para que delibere sobre los saludables objetos que tengo el honor de ofrecer a su consideración, y llamo muy particularmente la atención del Consejo sobre la inmediata convocación del Congreso Nacional, yo no me he atrevido a resolverla sin oír su dictamen, no sintiéndome capaz de tomar sobre mi solo la responsabilidad, o el mérito de tan importante medida.
El Consejo, si lo juzga conveniente, puede nombrar una comisión especial, encargada de la formación del proyecto y modo de llevar a efecto las elecciones populares.
El Consejo de Gobierno vuelve a llenar las funciones de su instituto; y quedará reinstalado el mismo día de mi partida.
Yo invito las secciones del Consejo de Estado a que revisen con la más escrupulosa atención los decretos ya expedidos; y recibiré con toda la consideración y docilidad debidas cuantas observaciones, adiciones y representaciones el Consejo conceptúe conveniente hacerme, sobre cualesquiera de los ramos que abraza, la esfera de sus alcances.

Publicado en el Correo del Orinoco N, 1°, del 10 de octubre de 1818. Hemos preferido la versión original, existente en el Archivo del Libertador.

Correspondencia Al general Santander Magdalena, 7 de marzo de 1826.

Correspondencia
Al general Santander
Magdalena, 7 de marzo de 1826.
A s. E. el general F. de P. Santander.
Mi querido general:
Remito a Vd. la respuesta que doy a Páez, sobre la proposición que me ha hecho por medio del señor Guzmán. Esta respuesta va un poco fulminante aunque modificada con algunas cosas agradables a Páez. Después de manifestarle que su proyecto es insensato, le digo que si el pueblo le da a él su voto y lo acepta, puede contar con mi espada y con mi autoridad para sostener la voluntad nacional. Le digo en el curso de mi respuesta, que le mandaré mi proyecto de constitución de Bolivia para que le sirva de guía con respecto a mis principios que están allí consignados y a los cuales no cambiaré una línea. Definitivamente le digo que su proyecto no conviene ni a él, ni a mí, ni a Colombia. Supongo que mi respuesta no le gustará al general Páez; porque no convengo con sus ideas, pero yo creo que he debido hablarle con firmeza para que no precipite la república.
Mando a Vd. esta respuesta abierta para que Vd. la cierre después de leída con lacre y con un sello cualquiera y que no sea conocido: luego se la mandará Vd. con toda seguridad al general Páez, de mi parte, diciéndole que la llevó el coronel Picón que va a Bogotá casi con esta mira. Por supuesto, no le diga Vd. nada de haberla visto ni de saber su contenido, a menos que el imperio de las cosas sea tal que lo demande así urgentemente. Yo creo que mucho debe haber traspirado este proyecto para esta hora. Autorizo a Vd. para tomar una copia de esta carta si Vd. lo juzga conveniente.
El general La Mar se va a Guayaquil por enfermo y me ha pedido que lo recomiende a Vd. Aunque él está muy agradecido de Vd., quiere que yo lo haga. Este hombre es el mejor del mundo y sobré todo el más desprendido de los mortales. Aborrece tanto el mando como Bamba, que prefería morir a subir al trono. Después de esto nos quedamos sin tener con quién gobernar el Perú, lo que ciertamente me embaraza mucho. Vd. haga todo lo que pueda por allá para que no me llamen, y si me han llamado que se conformen con que no vaya, pues de otro modo formarán de la América un inmenso campo de anarquía, pues Chile y Buenos Aires comunicarán su desorden hasta el Ecuador, pasará el Istmo y celebrará su reunión con Guatemala y Méjico, que deben fluctuar largo tiempo antes de consolidarse.
Pienso mandar a Guayaquil un escuadrón de Húsares de Colombia y al Istmo el batallón Vargas, con 1.000 plazas. Yo quisiera que este batallón fuese a Caracas a fines de abril o principios de mayo: tome Vd., pues, sus medidas para hacer de dicho batallón lo que quiera, en la inteligencia de que son todos serranos y se mueren en temperamentos cálidos. Sólo el batallón Callao puede vivir en Cartagena. Nos quedaremos entonces en el Alto y Bajo Perú con 5.000 colombianos. En fin, por el correo escribiré a Vd. largamente.
Soy de Vd. de todo corazón.




BOLÍVAR.

P. D. - Cuando yo estuve en Lima el año de 23 recomendé a Vd. al señor López Ruiz padre del señor López Aldana, a quien Vd. debe conocer de nombre por su patriotismo y por sus servicios. Reitero a Vd., mi querido general, la recomendación que le hice a favor de este caballero. Yo sé que él es muy honrado. Si por sus años no pudiese ser empleado activamente, desearía que Vd. le proporcionase un destino pasivo que le diese con que subsistir, pues no debemos olvidar que es padre de un excelente patriota que ha hecho mucho por la causa y promete hacer aún más. También recomiendo a Vd. a los hijos del señor López que se hallan en Bogotá. 

Discursos y proclamas A los ilustres hijos del Cauca 7 de noviembre de 1819

                                                                          Discursos y proclamas
A los ilustres hijos del Cauca

7 de noviembre de 1819
Simón Bolívar, presidente de la república, general en jefe de sus ejércitos
A los ilustres hijos del Cauca.
Las armas de la libertad, que han redimido las más florecientes provincias de Colombia, han dado a vuestro valor el impulso que deseabais. Vuestras manos han roto sus cadenas: vuestros grillos han pasado a los pies de vuestros enemigos. Siempre seréis libres porque queréis serlo. El pueblo que combate, al fin triunfa.
Al llegar nuestros soldados a vuestros floridos valles, se han encontrado con el día de la libertad. La República, pues, os debe vuestro beneficio, y yo os debo la justicia de titularos los Beneméritos de la Nueva Granada. Yo iré a visitar los hogares preferidos de la patria. Os hablo del Cauca.
Los antiguos hijos del Sol, los bravos quiteños, nos esperan con ansia mortal. Yo marcharé hacia aquellas regiones favorecidas del cielo. Volando pasaré el Ecuador, y bien pronto saludaré a los libertadores del Perú.
Cuartel General en Pamplona, 7 de noviembre de 1819. 9°.
BOLÍVAR.

El borrador, autógrafo del Libertador, existente en su Archivo; tomo XXXIII, dice así:
Ilustres hijos del Cauca:
Las armas de la libertad que han redimido las más florecientes Provincias de Colombia han dado a vuestro valor el impulso que deseabais. Vuestras manos han roto sus cadenas: habéis pasado vuestros grillos a los pies de vuestros enemigos. Siempre seréis libres ya que queréis serlo; porque el pueblo que combato con fe, por fin triunfa.
Al llegar nuestros soldados a vuestros floridos valles se han encontrado con el día de libertad. A vosotros debe pues la República vuestro beneficio; y yo os debo la justicia de titularos los beneméritos de la Nueva Granada. Yo iré a visitar loa hogares preferidos de la patria, os hablo de Cauca.

Loe antiguos hijos del Sol los bravos Quiteños nos esperan con ansia mortal. Yo marcharé hacia aquellas regiones favorecidas del cielo, volando pasaré el Ecuador y bien pronto saludaré los libertadores del Perú.

Discursos y proclamas Decreto de amnistía 17 de febrero de 1818

                                                                         

 Discursos y proclamas
Decreto de amnistía

17 de febrero de 1818
Simón Bolívar, jefe supremo de la república de Venezuela, capitán general de sus ejércitos y de los de la Nueva Granada
A los habitantes del país libre de la República y a los que siguen aun el partido español.
Satisfecho de que sólo por error involuntario o por las engañosas seducciones de nuestros enemigos pueden los hijos de la América seguir el odioso partido de sus crueles opresores los españoles, y que desengañados al fin desean todos abrazar la causa de la Patria y vengar los ultrajes, ignominia y desprecios que han recibido por única recompensa de sus ingratos tiranos, he venido en decretar y decreto lo siguiente:
Articulo 1°-Se concede una amnistía y olvido general de todo lo pasado a todos los americanos cualquiera que sea el lugar de su nacimiento siempre que rindan las armas, o se presenten voluntariamente al ejército libertador o al comandante o justicia del pueblo de su domicilio para ser alistados en el término de tres días después que el presente bando haya sido publicado en él.
Artículo 2°-Los que se pasen del campo enemigo al nuestro siendo oficiales serán conservados en sus empleos, o premiados con otro mayor si trajeren tropas o hubieren hecho algún servicio importante a la República antes de desertar del enemigo.
Artículo 3°-Las gracias concedidas en el artículo antecedente a los militares se entenderán también respecto de los empleados civiles que huyan del país enemigo, y vengan al que ocupan nuestras armas o pongan en insurrección el pueblo donde residan.
Articulo 4°-Por grandes y extraordinarios que sean los servicios que un criolla haya prestado a nuestros enemigos quedan olvidados desde el momento en que desertando de sus banderas venga a acogerse a las de la República.
Articulo 5º-Las mismas gracias se concederán a los oficiales y soldados españoles Europeos que se nos pasen con sus armas o sin ellas.
Publíquese, fíjese y circúlese por todos los distritos libres de la República.
Dado en el Cuartel General del Sombrero, a 17 de febrero de 1818. - 8º
BOLÍVAR
Pedro B. Méndez,
Secretario.

Andrés Roderick, Impresor del Ejército de la República.

Discursos y proclamas Granadinos! 5 de agosto de 1818


Discursos y proclamas
Granadinos!

5 de agosto de 1818
Simón Bolívar, jefe supremo de la república de Venezuela, capitán general de sus ejércitos y de los de la Nueva Granada
Granadinos!
Ya no existe el ejército de Morillo: nuevas expediciones vinieron a reforzarlo, tampoco existen. Más de 20.000 españoles han empapado la tierra de Venezuela con su sangre. Centenares de combates gloriosos para las armas libertadoras, han probado a la España, que la América tiene tan justos vengadores, como magnánimos defensores. El mundo asombrado contempla con gozo los milagros de la libertad y del valor contra la tiranía y la fuerza. El imperio español ha empleado sus inmensos recursos contra puñados de hombres desarmados, y aun desnudos; pero animados de la libertad. El cielo ha coronado nuestros sacrificios: el cielo ha aplaudido nuestra justicia: el cielo que protege la libertad, ha colmado nuestros votos, y nos ha mandado armas, con qué defender la humanidad, la inocencia, y la virtud. Extranjeros generosos y aguerridos han venido a ponerse bajo los estandartes de Venezuela. ¿Y podrán los tiranos continuar la lucha, cuando nuestra resistencia ha disminuido su fuerza, y ha aumentado la nuestra?
La España que aflige Fernando con su dominio exterminador, toca a su término. Enjambres de nuestros corsarios aniquilan su comercio: sus campos están desiertos, porque la muerte ha cegado sus hijos: sus tesoros agotados por veinte años de guerra: el espíritu nacional anonadado por los impuestos, las levas, la inquisición, y el despotismo. La catástrofe más espantosa vuela rápidamente sobre la España.
¡Granadinos! El día de la América ha llegado, y ningún poder humano puede retardar el curso de la naturaleza guiado por la mano de la Providencia. Reunid vuestros esfuerzos a los de vuestros hermanos: Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros conmigo en los años pasados libertasteis a Venezuela. Ya nuestra vanguardia cubre con el brillo de sus armas provincias de vuestro territorio, y esta misma vanguardia poderosamente auxiliada, ahogará en los mares a los destructores de la Nueva Granada. El sol no completará el curso de su actual período sin ver en todo vuestro territorio altares a la libertad.
Cartel General de Angostura, agosto 15 de 1818. -8°
BOLÍVAR
Pedro B. Méndez,

Secretario de Estado.

sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío

 /sin fecha General Simón Bolívar Muy señor mío: Mi genio, mi Simón, amor mío, amor intenso y despiadado. Sólo por la gracia de encontrarnos...